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Cubilay, adoptando el traje y las costumbres del país y familiarizándose con las principales lenguas que hablaban los pueblos sometidos á la dominación tártara. Cabalmente los mogoles, señores ha. cía tiempo de la China septentrional, el Kathay de los tártaros, acababan de apoderarse de la parte meridional, conocida con el nombre de Manghi, y Marco Polo desempeñó durante tres años el gobierno de una de las nueve provincias en que se había dividido lo conquistado, lo que le puso en situación de conocer los resortes de la administración y los recursos del país. De ambos extremos nos habla extensamente en su relación. Cubilay, que era un celoso administrador, trató de desarrollar el comercio entre el norte y el sur de su dilatado imperio, hasta las islas de las Especias, esparcidas en el mar del sur, y hasta las riberas de la Cochinchina, que sus armas habían sometido. A este efecto, confió á Marco Polo la comisión de recorrer y estudiar aquellas comarcas; y los informes que recojió el Veneciano en esta excursión acerca de la navegación por los mares orientales, fueron la causa principal de que determinase regresar á Europa, lo que efectuó acompañado de su padre y de su tío.

En este viaje, que hizo por mar hasta la Persia, se encontró Marco Polo con un mundo nuevo. "Otras gentes, otras costumbres, otras producciones, dice Vivien de Saint Martin (1), se ofrecie

(1) Historia de la Geografía y de los descubrimientos geograficos, vol. I, p. 478, Sevilla,

ron á su vista." Absorto recorrió las costas y las islas del mar del Mediodía, que una naturaleza fecunda viste de preciosos vegetales y donde abunda todo lo que puede aguijonear el gusto, todo lo que puede lisonjear la vanidad. Allí, los aromas y las especias, que el comercio lleva á las apartadas regiones del occidente; allí, el topa. cio, la amatista y la esmeralda; allí, los záfiros de Ceylan, los diamantes de Golconda y los rubíes del Alto Indostan; allí, en fin, las perlas, predilecto adorno de las reinas orientales, que se pescan en las aguas de Ceylan y de Ormuz. Desde el Golfo Pérsico, Marco Polo y sus parientes atravesaron la Persia y la Arinénia, hasta Trebisonda; aquí volvieron á embarcarse para Constantinopla é Italia, teniendo la satisfacción de entrar en Venecia el año de 1295, á los 25 de haberla abandonado, ricos materialmente, por la fabulosa cantidad de objetos preciosos que traian; ricos intelectualmente, por sus muchas observaciones acerca de las producciones, pueblos, costumbres é industrias de aquella vasta parte del mundo, que se abría por primera vez á los ojos de los occidentales. Estas observaciones, cuya exactitud ha sido generalmente confirmada á medida que se han conocido mejor los paises que Marco Polo visitó, inauguran para el Asia la era de la geografía moderna. Desde ahora, las indicaciones del Viajero veneciano constituirán durante mucho tiempo en Europa lo fundamental de la geografía y cartografía del lejano Oriente, quedan

do relegada á la historia la nomenclatura de los geógrafos griegos y latinos (1).

Tal fué el viaje de Marco Polo, que causó profunda impresión en Europa. (2) No había quien no hablase del mundo recien descubierto, de sus habitantes, de sus vastos Estados y, sobre todo, de sus inmensas riquezas; los nombres de Manghi, Cathay y Cipango corrían de boca en boca sonando á oro y piedras preciosas, adonde se figuraban que no había más que llegar y cargar á espuertas lo que más acomodase, y los unos, llevados del deseo de ver y aprender; arrastrados, los otros, por la pasión de las novedades y el espíritu de aventura, y em pujados, los más, por el afan del lucro, sinnúmero de viajeros partieron, durante los siglos XIII, XIV y XV hacia el continente maravilloso, sucediendo, á la peregrinación á Tierra Santa, para asegurarse la salvación del alma, la peregrinación á las ricas

(1) En el mapa general de Marín Sanudo, de 1321, y en el gran mapamundi catalán, de 1375, los nombres del Asia Oriental están tomados de la relación de Marco Polo.

(2) Al revés de hoy, en que se piensa en escribir antes que en ver y estudiar, en el siglo XIII nadie ponía mientes en escribir lo que había visto. Esto mismo le ocurrió á Marco Polo. Fueron menester las repetidas instancias de Rustigielo di Pisa, vulgarmente Rustigiano de Pisa, y su ofrecimiento á servir de amanuense, durante el tiempo en que Marco Polo, apodado por sus contemporáneos «messire Millione», estuvo cautivo en Génova, para que fuesen puestos por escrito los recuerdos de su viaje. Marco Polo dictaba; Rusticiano escribía. Más no escribia éste en el dialecto veneciano del viajero, sino en la lengua francesa. Este es un punto fuera de cuestión. «Marco Polo, dice P. París, ciudadano de Venecia, dictó en 1298 la primera relación de sus

tierras del apartado Oriente, para proporcionarse los goces del cuerpo. De la mayor parte de estos viajeros se ha perdido hasta el nombre, siéndonos bien conocidos no más que aquellos que tuvieron tiempo y cuidado de escribir el relato de su viaje. Del mismo siglo XIII tenemos todavía tres rela ciones; (1) siete del XIV, (2) y otras tantas del

viajes á Rusticiano de Pisa, compilador ya célebre de los largos relatos franceses de la Tabla Redonda. Rusticiano escribió el dictado de Marco Polo en francés. Ocho años después, 1307, Thiebaud de Cepoy recibió de Marco Polo una relación de los mismos viajes más correcta, revisada por él mismo; y todas las otras redacciones, latinas, venecianas ó toscanas, son copias ó extractos del trabajo de Rusticiano de Pisa ó del texto de Thiebaud de Cepoy.» Escrito al azar de la memoria, el relato de Marco Polo está lleno de pasajes vagos y oscuros, sobre todo en cuanto á la forma de los nombres, y á desembrollar este caos han dedicado su atención varíos comentaristas, en particular el cardenal Zurla (Di Marco Polo é degli altri viaggiatori veneziani piu illustri, Venezia, 1816, 2 vol); Marsden (The travels of Marco Polo, translated from the Italian, with notes. Londón 1818); Bardelli Boni (Il millione di Marco Polo, testo di lingua del seculo XIII, ora per la prima volte publicato ed illustrato, etc. Firenze, 1827, 2 vol), y M. Pauthier, (Le livre de Marco Polo, publié pour la premiere fois d' apres trois manuscrits inedits de la Biblioteque Imperiale de París, etc. París, 1865.) Ultimamente, Yule ha reproducido con nuevos comentarios la versión de Marsden (The Book of sir Marco Polo, the venetian, concerning the kingdohms and the marvels of the East. Londón, 1871. 2 vol.)

(1) Las del armenio Haytun, 1254; el monje florentino Ricoldo de Monte Groce, y el franciscano calabrés Juan de Monte Corvino (1289-1306.)

(2) Las del franciscano Oderico de Friul, 1317; Juan de

XV. De todas ellas, las más interesantes y que me recen especial mención en esta rápida ojeada son tres: la de Juan de Mandeville (1), por la extraor dinaria popularidad que alcanzó, hasta el punto de haberse hecho de ella, durante los siglos XV y XVI, nada menos que cuarenta ediciones, en todas las lenguas de Europa, y no por su mérito intrínseco, por la riqueza y exactitud de sus informes, sino precisamente por todo lo contrario, por el caracter fabuloso de parte del relato, que satisfizo plenamente la pasión de sus contemporáneos por las historias maravillosas; la de Ruy González de Clavijo, (2) enviado por Enrique III de Castilla á Bayaceto en 1403, que difundió nueva luz acerca de los paises que visitó, desde las costas del Asia Menor hasta Samarcanda, y la del noble veneciano Nicolao Conti, (3) que de 1424 á 1449 recorrió en varias direcciones la India, llegó en sus excursio

Cor, arzobispo de Golthanieh; el domínico Jourdain Catalán de Severac; el franciscano Pascal de Victoria; Juan de Marignola, de la orden de los Menores; el comerciante florentino Balducci Pegoletti, y el célebre Mandevillé, oriundo de Normandia y nacido en Inglaterra. Las relaciones de todos estos viajes, así como de los del siglo XIII, pueden verse en D'Avezac, Introd. á la relatión de Plan-Carpin, en las Mem. de la Soc. de Geogr. de Paris, t. IV, 1839.

(1) Sir Jhon de Mandeville, Voyages and Travayles, Londón, 1827.

(2) Historia del Gran Tarmerlan é itinerario y enarración del viaje, Sevilla, 1582.

(3) Zurla, di Marco Polo é degli alfri Viaggiat. Venez, vol. II, P. 183 y sig.

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