Imágenes de páginas
PDF
EPUB

tarem y Pedro de Escalona reconocieron la costa de Guinea y del golfo de Benin, y avanzaron luego hacia el sur, hasta el río Ogovay, pasando la Línea por primera vez. Interesados en establecer cambios y levantar fuertes que los protegieran, los navegantes portugueses se detuvieron en estas latitudes descubriendo algunas islas del golfo de Guinea, hasta el año de 1484, en que Diego Cam dobló el cabo de Santa Catalina, exploró parte de la cuenca del Zairo y siguió avanzando por la costa, hasta 1125 millas al sur de aquel cabo, levantando en cada estación columnas con las armas reales. En esta expedición iba el cosmográfo alemán Martín Behaim, quien, á su regreso en Nuremberg, 1492, construyó el globo terrestre que ha inmortalizado su nombre. (1) A medida que se acercaban

(1) Este globo se conserva en Nuremberg, como precioso depósito. Vense en él indicadas ya las longitudes y las latitudes, y los grandes errores cometidos en estas últimas no acreditan á Behaim de gran cosmógrafo ní de hábil observador. Sus inscripciones son interesantes. En uno de los ángulos se lée: «Sépase como esta figura del globo representa toda la extensión de la tierra, 'tanto en longitud como en latitud, medida geométricamente, parte, según lo que Ptolomeo dice en su libro titulado Cosmografia; el resto, según el caballero Marco Polo, que desde Venecia viajó por el Oriente el año de 1250, y también según lo que el respetable docto y caballero Juan de Mandeville dijo, en 1322, de los paises orientales desconocidos de Ptolomeo, con todas las islas pertenecientes á aquel continente, de donde nos vienen las especies y las piedras preciosas. Mas el ilustre D. Juan, rey de Portugal, ha hecho visitar por sus naves, en 1485, todo el resto de la parte del globo, hacia el mediodía, que Ptolomeo no

los portugueses al término calculado del continente africano, era mayor su impaciencia por alcanzarlo. En 1485 entraba en el puerto de Lisboa Diego Cam, y el mes de Agosto del año siguiente lo dejaba una flota compuesta de tres carabelas, al mando de Bartolomé Díaz. Este exploró la costa africana desde el confín alcanzado en la anterior expedición hasta los 24° de latitud Sur, y en este punto, creyendo que la navegación sería más fácil, se eleva mar adentro, corre una larga bordada y, cuando puso la proa al Este para volver á la costa,

conoció, en el cual descubrimiento he tomado yo parte....» En el golfo de Benin, junto á las islas Príncipe, Santo Tomás y San Martín, dice: «Estas islas fueron descubiertas por las naves que el rey de Portugal envió á estos puertos del país de los moros el año de 1484....» La inscripción puesta encima del cabo de Buena Esperanza relata la expedición que hizo Martín Behaim con Diego Cam: «El año 1484 del nacimiento del Señor, el ilustre don Juan, rey de Portugal; hizo equipar dos naves, llamadas carabelas, provistas de hombres con armas y víveres para tres años, ordenando á la tripulación navegar al otro lado de las columnas de Hércules, en África, siempre hacía el mediodía y los lugares donde el sol sale, tan lejos como les fuese posible.... Así equipados, salimos del puerto de la ciudad de Lisboa con rumbo á la isla de la Madera, donde crece el azúcar de Portugal.... Llegamos al país llamado reino de Gambia, donde crece la malagueta (especie de pimienta) y el cual dista de Portugal 800 leguas alemanas; después, pasamos al país del rey de Furfur, que está á 1,200 leguas ó millas y donde crece la pimienta que se llama de Portugal. Más lejos aún, hay un país donde hallamos la corteza de la canela; pero encontrándonos de Portugal á 2,300 leguas, volvi mos sobre nuestros pasos y á los diecinueve meses estuvimos de vuelta ante nuestro rey».

se encontró con que había dejado atrás nada menos que 40 leguas el tan deseado cabo. Todavía navegó hacia el Oriente, hasta la bahía de Algoa, en donde empieza la Cafrería. Al regreso fué cuando los tripulantes vieron elevarse, con alegría indecible, el imponente promontorio que forma la punta austral del África. Asaltados aquí por una tempestad, que estuvo á punto de trocar en llanto aquella hora de júbilo, Bartolomé Díaz puso al pro. montorio el nombre de «Cabo de las Tormentas», que el rey D. Juan II, bajo el influjo de otros sentimientos, sustituyó por el que hoy lleva. «Ese cabo nos abre el camino del Asia, dijo; se llamará Cabo de Buena Esperanza».

IV

A tal punto habían llegado las exploraciones de los portugueses en la costa africana, cuando se presenta en escena Cristóbal Colón. Los portugueses buscaban la India por el sur de África; Cristóbal Colón concibe la idea de llegar á ella por el Occidente. A primera vista, asombra este proyecto, por lo nuevo y lo atrevido. Ningún navegante había osado hasta entonces apartarse de la vecindad de las costas, y Cristóbal Colón se propone surcar un mar de limites desconocidos. Todo el mundo había mirado antes de ahora el Atlántico

con temor supersticioso, y Cristóbal Colón, con poseer un alma profundamente creyente y propensa á místicos transportes, desprecia la tradición y se ríe de las consejas. Sin embargo, si nos paramos á considerar el proyecto y lo comparamos con el es tado de la navegación y de las ideas geográficas de entonces, nos convenceremos de que fué determinado por los descubrimientos de los portugueses como el paso inmediato que procedía dar, en términos que, si Colón se hubiese malogrado, no habrían tardado otros en concebirlo y áun en realizarlo impensadamente. Porque, en efecto, si no puede decirse que se hubiese salido propiamente de la navegación costera, ya las flotas, familiarizadas con la brújula perfeccionada, se alejaban de la tierra á grandes distancias; si es cierto que el común de las gentes seguía representándose el Atlántico como morada de tinieblas, no lo es menos que la imaginación de los navegantes, excitada por tan rápidos descubrimientos y seducida por ciertas señales y leyendas, lo poblaba de bellísimas islas, que designaba con nombres propios, como San Brandón, Antilia, Siete Ciudades, ManSatanaxia y otras. (1) Estas islas, que figuran en

(1) Estas islas imaginarias fueron producto de la tradición de los antiguos respecto á la existencia de tierras afortunadas, campos elíseos, mansión de los bienaventurados, situadas allá en el remoto Occidente, junto con leyendas forjadas durante la Edad Media. Así, la leyenda de los viajes de San Brandón, Brandano, Blandin, Borondon ó Brandamis, que con todos estos nombres

los mapas del siglo XV, incluso en el que el matemático florentino Toscanelli envió á Cristóbal Colón, y creían ver, cuando menos la de San Brandon, los habitantes de las Canarias, de la Madera y de las Azores, (1) ejercían irresistible atractivo sobre los navegantes, varios de los cuales solicitaron y obtuvieron de los reyes de Portugal licencia

aparece designado, acompañado de 75 monjes, por las islas del aquilón, Noroeste de Inglaterra, dió origen á la isla de San Brandón, que primeramente fué situada en el paralelo de Irlanda; en el siglo XV, al Occidente de las Canarias, y en el globo de Martin Behaim aparece casi á la latitud del Cabo Verde, con la inscripción: «Esta isla es donde San Brandón arribó en el año 565, y la encontró llena de cosas maravillosas.» Del mismo modo, la leyenda de que, al invadir los árabes la Península Ibérica, seis obispos, capitaneados por el arzobispo de Oporto, se refugiaron con grandes tesoros en una isla del mar del Oeste y fundaron en ella siete ciudades, donde se establecieron con los españoles y portugueses que los siguieron, dió origen á la isla de Siete Ciudades, que Martin Behaim identifica con la de Antilia, en la inscripción: «Insula Antilia genaunt Septe citade,» como también Toscanelli, en la carta al canónigo Martinez: «La isla Antillia, que vosotros llamáis isla de las Siete Ciudades». El nombre Antillia aparece por primera vez en el portulano que se guarda en la biblioteca del gran Duque de Weimar, de 1424, y reaparece en el atlas veneciano de Andrea Bianco, de 1436. En ambos mapas, está situada casi en el mismo punto, á unas 87 leguas Oeste de las islas Azores; en ambos vése, al norte de la Antillia y como á unas 70 leguas de distancia, otra isla más pequeña, la Man Satanaxia «Mano de Satán». A. de Humbol ha estudiado con gran copia de erudición el origen y transformaciones de estas tierras y nombres en «Cristóbal Colón y el Descubrimiento de América», tomo I, cap. XVIII y XIX.

(1) De esto da testimonio el propio Cristóbal Colón, en la

« AnteriorContinuar »