Imágenes de páginas
PDF
EPUB

para ir á descubrirlas, mereciendo especial mención el viaje de Fernan Dulmo, por tratar, no sólo de dar con la isla de Siete Ciudades, sino con tierra firme, que pudiera existir al Oeste (1). Hasta se habla de un Alonso Sánchez de Huelva, à quien un violento temporal habría llevado al Oeste durante veinte y ocho días, yendo á dar en una isla, «que se conjetura fuese la Española», en donde reparó el navío y se aprovisionó, y que en el viaje de regreso sufrió mucho por la constancia de las corrientes y vientos contrarios, tardando dos años en llegar á

nota de su Diario correspondiente al 9 de Agosto de 1492. «Dice el Almirante que juraban muchos hombres honrados españoles que en la Gomera estaban con D. Inés Peraza, madre de Guillén Peraza, que después fué el primer Conde de la Gomera, que eran vecinos de la isla de Hierro, que cada año veían tierra al Oeste de las Canarias, que es Poniente; y otros de la Gomera afirmaban otro tanto con juramento. Dice aquí el Almirante que se acuerda que estando en Portugal el año de 1484, vino uno de la isla de la Madera al Rey á le pedir una carabela, para ir á esta tierra que vía, el cual juraba que cada año la vía, y siempre de una manera. Y también dice que se acuerda que lo mismo decían en las islas de los Azores, y todos estos en una derrota, y en una manera de señal, y en una grandeza».

(1) Fernández Duro, Pinzón en el Descubrimiento de las Indias, pág. 16. Madrid, 1892. Mediante autorización real, Dulmo cedió á un armador, Juan Alfonso, la mitad de la capitanía y gobierno de la isla y tierra firme que se hallasen, á condición de armar á sus expensas dos buenas carabelas provistas de bastimentos para seis meses, según consta por los documentos que E. do Canto publicó en su Os Corte-Reaes. Memoria histórica acompanhada de muitos documentos inéditos, págs. 64-70. 1883.

la isla de la Madera. (1) Se añade que Colón, que á la sazón residía en dicha isla, dió hospitalidad al desgraciado navegante, y como éste muriese á poco, heredó los diarios, derrotero, carta y demás documentos de la navegación. (2) De suerte que la existencia de islas en el Occidente era por todo el mundo admitida; que alguien pensaba también en

(1) Oviedo, Historia General y Nat. de Indias, lib. III, cap. II; Bernardo de Estrada, Cómputo ó abreviada Historia de los descubrimientos, conquista y establecimiento del Nuevo Mundo.... en Fernández Duro, Nebulosa de Colón, páginas 236 y siguientes.

(2) Esta tradición, de una embarcación llevada por el temporal desde las costas de Europa á tierras de América, que trae á la memoria el viaje del capitán de barco Colaos de Samos desde el mar de Creta al de Cádiz, y de la que hablan nuestros historiadores de Indias desde Oviedo hasta Herrera y Bernardo de Estrada, y que era tenida por cierta en todo el litoral de la Península, nada tiene de imposible, ni de inverosímil, y merece alguna más consideración de la que le dispensa Rodríguez Pinilla (Colón en España, págs. 73-79). Tradiciones tan extendidas y persistentes no suelen carecer de fundamento, y lo que la crítica ordena es que se las analice y depure hasta llegar á su cuna y desvelar su origen y desarrollo. El propio Cristóbal Colón escribió en su Diario (Las Casas, Historia de las Indias, lib. I, cap. XIII) que «una de las razones que le movieron á abrazar su empresa fué la noticia que le comunicó Pedro de Velasco, natural de Palos y descubridor de la isla de Flores, en el grupo de las Terceras, de haberse encontrado cerca de tierra en sus navegaciones hacia el Poniente, la cual noticia le confirmaron un marinero tuerto en el Puerto de Santa María y un piloto en Murcia, asegurando habían corrido con temporal desde Irlanda hasta una costa en que tomaron agua y leña.» Lo propio se halla consignado en la Historia del Almirante, por su hijo D. Fernando, t. I, cap. VIII.

que pudiese haber tierra firme, y que las expediciones para descubrir las unas y la otra estaban á la orden del día. Evidentemente, había sonado la hora de romperse el velo que ocultaba el Atlántico desde el origen de los tiempos.

Por otra parte, el proyecto colombino fué concebido en el foco mismo de la actividad exploradora. Hacia el año de 1470 y á los 30 de edad, se estableció Colón en Lisboa. Allí tomó parte en varios viajes al Norte y al Sur, navegando, en la primera dirección, hasta cien leguas más allá de la isla Tile, y en la segunda, hasta la Guinea (1); y el tiempo que estos viajes le dejaban libre, lo empleaba en dibujar mapas y estudiar á los cosmó. grafos. Por su casamiento con D.a Felipa Muñiz Palestrello, se hizo con los mapas, diarios y apun tes de su suegro Bartolomé, distinguido navegante del tiempo de D. Enrique, que había colonizado y

(1) De muy pequeña edad, dice Cristóbal Colón en su carta á los Reyes Católicos de 1501, entré en la mar navegando é lo he continuado fasta hoy. La mesma arte inclina á quien le prosigue, á descar de saber los secretos deste mundo. Ya pasan de cuarenta años que yo voy en este uso. Todo lo que fasta hoy se navega, todo lo he andado». En otro lugar dice: «El año de 1477, por Febrero, navegué más allá de Tile cien leguas, cuya parte austral dista de la equinoccial 73 grados y no 63 como dicen algunos....» «Veintitrés años he andado por el mar sin salir de él, por tiempo que deba descontarse, dice en otro sitio, ví todo el Levante, y el Poniente, y al Norte de Inglaterra. He navcgado á Guinea, pero en ninguna parte he visto tan buenos puertos como estos de la tierra de las Indias». (Fernando Colón, Historia del Almirante, t. I, cap. IV).

gobernado la isla de Porto Santo. Cristóbal Colón residió en esta isla, en donde le nació su hijo Diego, y allí tuvo ocasión de departir largamente con su cuñado, casado con una hermana de su mujer, Pedro Correa, notable navegante también, acerca de cuanto se decía relativo á la existencia de tierras en el Atlántico, y de oir, de boca de los isleños, diversas narraciones, ya respecto á extraños obje tos traidos por las olas á la playa y reveladores de tierras próximas (1), ya tocante á islas vistas una y otra vez desde la costa por los isleños. De esta suerte, navegando por los mares recien explorados, siguiendo paso á paso los descubrimientos de los portugueses, meditando sobre las obras de los geógrafos y cosmógrafos más afamados, no desaprovechando ocasión de departir sobre asuntos cosmográficos con toda clase de personas doctas, (2) recogiendo cuantos informes corrían acerca de la existencia de tierras al Occidente, dibujando

(1) Maderas labradas de extraña manera, cañas muy gruesas, pinos de especie desconocida, hombres muertos, de cara y traza distintos de los indígenas, &. (Hernando Colón, Hist. del Alm., t. I, cap. VIII).

(2) <Trato y conversación he tenido con gente sabia, eclesiásticos y seglares, latinos y griegos, judíos y moros, y con otros muchos de otras sectas». «A este mi deseo (conocer los secretos de este mundo) fallé á Nuestro Señor muy propicio, y hobe del para ello espírito de inteligencia. En la marinería me fizo abondoso; de astrología me dió lo que abastaba, y así de geometría y aritmética; y engenio en el ánima y manos para debujar esferas y en ellas las cibdades, ríos y montañas, islas y puertos, todo en su

mapas, cotejando diarios y combinando referen cias, fué como concibió Colón su proyecto de ir al Oriente por el Occidente, en el cual proyecto le confirmó el matemático Pablo Toscanelli, cuya concepción del mundo coincidía con la que había formado Colón (1).

Repetimos, pues, que el proyecto de Colón no es sino un paso, muy importante sin duda, pero no más que un paso, en el curso de los descubrimientos y de las ideas que tuvieron su punto de partida en las embajadas que el papa Inocencio IV envió á los Mogoles en el siglo XII. Otros antes que él lo habían no sólo concebido, sino tratado de ejecutar. Mas hay en el proyecto de Colón un elemento que no sabemos contuviese ninguno de los que le pre

propio sitio».«En este tiempo he yo visto y puesto estudio en ver de todas escrituras, cosmografía, historias, corónicas y filosofía y de otras artes, ansi que me abrió Nuestro Señor el entendimiento con mano palpable, á que era hacedero navegar de aquí á las Indias y me abrió la voluntad para la ejecución dello; y con este fuego vine á V. A.» (Carta de Cristóbal Colón á los Reyes Católicos de 1501).

(1) Dos cartas escribió Toscanelli á Colón. A la primera acompañó copia del portulano y de la carta que había mandado unos días antes á D. Fernando Martinez, canónigo de Lisboa y doméstico del Rey de Portugal. En la segunda le animaba al viaje diciéndole: «Alabo vuestro designio de navegar á Occidente, y estoy persuadido que habréis visto por mi carta que el viaje que descáis emprender no es tan dificil como se piensa; antes al contrario, la derrota es segura por los parajes que he señalado....>> (Fernando Colón, Historia del Almirante, tomo I, cap. VII).

« AnteriorContinuar »