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unido ya á las demás fuerzas del regimiento, debia tomar el mando el coronel: Solá le mandó que fuese á su lado y obedeció.

A las diez de la noche llegó el batallon á Alcobendas empapado en lluvia y lleno de lodo y de cansancio con la fatiga de aquel dia y la falta del rancho. Continuó al día siguiente su viaje, y en Burgos fué separado Cardero y enviado á las islas Baleares.

ORSERVACIONES SOBRE LA INSURRECCION DEL 18 DE ENERO.

XL.

Tal fué el desenlace de la insurreccion de 18 de enero. ¿Era el que debia tener? ¿Era el que se podia esperar lógicamente, atendiendo á los personajes que la impulsaron, á los elementos con que decian se contaba? No, seguramente. Más diremos; nos asombra como un hombre del temple de Cardero, que se bastó para hacer el pronunciamiento, no sacó de él todo el partido que su situacion le prometia. Hizo mucho, sin duda, resistiendo y batiendo al poder, tratando de igual a igual con él y arrancándole una capitulacion que fué un timbre de gloria para los sublevados; pero aun pudo haber hecho más.

Es preciso convenir en que la milicia, si no ayudó en masa ostensible á los sublevados, simpatizaba con ellos y no los combatió; es preciso no olvidar que el espíritu público estaba pronunciado contra el gabinete, y esto daba gran fuerza á los insurrectos, que, aunque valientes, se asustaron de la magnitud de su obra al verse aislados, y este fué su error. Despreciar debieron á los que los abandonaron, y ya que se propusieron morir ó asegurar la libertad, debieron haber hecho valer todo su poder, toda su fuerza, y hacer capitular á sus enemigos; y que el Estamento, reconociendo aquel paso como una necesidad de las circunstancias, manifestase si la peticion de los sublevados era conveniente y justa, y que se acatase de consiguiente su voluntad haciéndola cumplir. Así se hubiera dado el espectáculo de una insurreccion postrada ante la libre representacion del pueblo, y que esta hubiese dado la ley como competía; no la fuerza, porque nunca reconocemos este principio disolvente, porque no queremos que se erijan las leyes como los señores de Roma sobre el pavés de la soldadesca desenfrenada, que hoy aclaman á un emperador para asesinarle mañana.

Cardero temió sin duda echar tal responsabilidad sobre sus hombros; tenia además un plan formado y no concibió otro. Verdad que su situacion no fué la más á propósito para modificarle. Cuando despues pensase que fué el árbitro de la suerte de la nacion; cuando despues comprendiese lo fuerte de su poder, aun encerrado en un estrecho recinto, y vie

se que solo salvó su vida y su honra, le habrá pesado no haber representado hasta su fin su papel de héroe, que merece mucho más que otros autores de revoluciones.

Cardero, elevado desde entonces á una fama merecida, fué el principal personaje de esta insurreccion. El partido liberal tuvo mucho que agradecerle, porque hirió mortalmente al engendro político de Martinez de la Rosa; no así él á los que le abandonaron cobardemente, á los que dejaron preparar la resistencia, á los que permitieron se vertiese la sangre de los mismos a quienes habian impulsado á darles el triunfo y el poder.

Así suelen proceder los pro-hombres de los partidos: ¡jugadores falaces que nunca pierden, y sobre cuyo rostro debiera caer gota á gota la sangre que hacen ellos se derrame, y quedar impresa su mancha para que fuesen conocidos!

LOS ESTAMENTOS Y EL MINISTERIO.

XLI.

La triste situacion en que quedó el ministerio se reveló palpablemente en las discusiones que originaron en ambos estamentos los sucesos del 18. Más que ministros parecian los consejeros de la corona unos reos que se presentaban ante sus acusadores y sus jueces. Allí todos les interpelaron, todos les hicieron cargos, todos les condenaban. Sus enemigos, por natural oposicion: sus amigos, porque les veian desprestigiados; y los neutrales, porque su conciencia les rechazaba apoyar á unos hombres que dejaron triunfante una insurreccion, que temian se reprodujese. Así que entregado el gabinete á sus propios recursos, á sus débiles fuerzas, tuvo que hacer frente á un enemigo formidable, compacto, homogéneo en medio de su heterogeneidad, y que se batia con brio.

Terrible, era sin duda, la situacion de los ministros, mayormente no esgrimiendo todos el arma poderosa de la elocuencia, indispensable en las luchas parlamentarias, porque ella es la que combate, la que hiere, la que mata, porque ella es la que suele triunfar. El que más necesitaba poseer tales dotes era Llauder; pero ya veremos que, podria ser muy buen militar, más era un pésimo orador. No contaba la oposicion con colosales ingenios; pero tenia un Alcalá Galiano, un Caballero, un Trueba, un don Joaquin María Lopez, que comenzaba entonces su brillante carrera, y otros que dirigian continuados y certeros tiros al gabinete, ora como Carrasco con su apasionada y exaltada oratoria, ora como el conde de las Navas, con sus sarcasmos y sus epígramas.

Derrotado antes el gobierno en la detenida discusion de los presupuestos, castigados severamente por el Estamento de procuradores, que rebajó á la partida de la casa real 12.800,000 rs., y disminuyendo casi todas alivió las cargas del país en más de 42 000,000 de rs., se presentaba sin prestigio y sin fuerza moral, porque ni uno ni otro supo con

servar.

La necesidad solo pudo hacer que aquel gabinete se presentase ante los estamentos, donde ya sabia que no encontraria apoyo ni aun tolerancia, donde habia de ser acriminado por lo que hizo, por lo que dejó de hacer, y hasta por lo que discurriera su mente.

De cualquier modo, las Córtes estaban en su derecho; el país necesitaba esplicaciones, y debia consignar por medio de sus legítimos órganos su opinion. Más, escitado con los sucesos del 18 y con su desenlace, estuvo próximo á ser teatro de escenas más terribles y sangrientas que las que apenas presenció; porque sus autoridades y el gobierno, no velaban como debian por la tranquilidad pública.

Todo prometia que las discusiones serian acaloradas, borrascosas, porque además de tantos elementos para ello, ocupaban los escaños del parlamento algunos de los promovedores de la insurreccion.

DISCUSIONES EN LOS ESTAMENTOS.-DIMISION DE LLAUDER.

XLII.

Bruscos, aunque desordenados, fueron los ataques dirigidos al gabinete en ambos estamentos; el duque de Gor le acusó de haber transigido con los rebeldes; García Carrasco manifestó que se habia dicho que un indivíduo del gobierno trataba de presentar nuevos candidatos que reemplazasen á sus compañeros, y que causaba horror decir quienes eran los sujetos que designaba la opinion pública como tales; que se temia en consecuencia que se estableciese un sistema duro y feroz, que fuese sorprendido el ánimo de la reina Gobernadora, y que se decia que una camarilla trataba de apoyar los nuevos candidatos, que eran partidarios de la intervencion estranjera, y de los cuales, alguno estaba en relaciones con personas de alta categoría de París, que siempre habian sido enemigas de la libertad española, y adictas al partido del deshonor y la infamia. «Si esto es así, añadía, el estamento vé que es imposible que el gobierno continué en la manera que se halla constituido..... por la division que se dice haberse manifestado en el seno del ministerio, creo conveniente y necesario esponer á S. M. las circunstancias en que nos hallamos, y que seria conveniente que el ministerio se compusiera de hombres enteramente unidos y caminasen á un mismo

fin..... La variacion que ha sufrido en estos dias el gabinete inglés, sirve de apoyo con otras cosas, para creer que se trata de protocolizarnos. Se dice más: que se trata de un matrimonio entre el hijo del desheredado don Cárlos y la reina Isabel. Esto, que á primera vista parece estraordinario, se verá que no es imposible. Despues de la prolongacion que esperimenta la guerra del Norte, despues que se está derramando tanta sangre, ¿qué estraño sería que en las relaciones diplomáticas, con el pretesto de evi ar ese derramamiento de sangre se tratase de protocolizarnos? Es preciso prevenirnos antes que se verifique esto.» Quéjase luego de que no esté más adelantada la terminacion de la guerra del Norte..... acusaba á Llauder de querer desacreditar á Mina para que no recogiera los laureles á que era acreedor, y acogia cuantos rumores llegaron á sus oidos, que le sirvieron de otros tantos proyectiles á su furibundo y apasionado ataque.

No carecia de verdad en muchas partes, é interpretaba el disgusto de la cpinion pública; y seguramente que, á haber tratado desde un principio aquella cuestion un hombre de más alcances que Carrasco y mejores dotes oratorias, hubiera conseguido un triunfo de valía. Pero el discurso de Carrasco, aunque formado con buenos materiales, era un edificio sin solidez que se derribaba al menor impulso; así que el mismo Llauder, cansando al Estamento con un panegírico de sus antecedentes militares y una profesion de fé política, á la que cada uno daria el crédito que quisiera, rebatió en parte los argumentos de su antagonista, y dejó en pié la cuestion principal, que era la de los hechos, sus causas y

consecuencias.

Trueba y Cosío, con más elocuencia que Carrasco, adujo los cargos de éste, y don Joaquin María Lopez, con el patriótico fuego que ya le distinguia, fué dando á la cuestion nueva forma; más se encargó de refutarle un esperto adversario ya acostumbrado á luchas parlamentarias, y Martinez de la Rosa sacó el mejor partido posible de su penosa situacion, pero no triunfó. La cuestion se iba complicando cada vez más, y el duque de Rivas y otros de sus compañeros en el Estamento de próceres, y los que en el de procuradores asediaban á los ministros, les ponian en tal aprieto, que el desenlace habia de ser, ó el cansancio de unos y otros, ó la derrota.

El conde de las Navas, constante fiscal del poder, siempre agresivo, apasionado é incansable, parecia á aquellos tiradores que de cuando en cuando dirigen su puntería al corazon de un jefe de los enemigos. Sin razon muchas veces para sus ataques, parecia tenerla por el estraño modo de presentarlos. Incoherente en sus discursos, que más parecian arengas tribunicias, gustaba su modo de decir, porque escitaba la hilaridad de su auditorio.

Este procurador consiguió declarase el Estamento que no se daria por suficientemente ilustrada la materia, ínterin hubiese un procurador que tuviese pedida la palabra. Así duró tres ó cuatro dias la discusion.

Pero hay en ella una circunstancia notable: algunos promovedores de la insurreccion, estaban allí combatiendo al ministerio porque no la castigó ó porque no la evitó. Allí se oyó á Palarea, el que debia encargarse del mando de la milicia urbana, el que fué á abrazar á Cardero en cuanto se apoderó de Correos, el que se mostraba rival en patriotismo á Quiroga, á quien trataba de inepto, empezar su especie de discurso, diciendo que su corazon estaba conmovido por las escenas del 18, por lo que no sabia si acertaria á espresarse, pues aquel dia lo habia sido de crísis para todo amante de las leyes, del órden, de la libertad y del trono Se proclama sostenedor de la severidad absoluta de la disciplina militar, porque sin ella, decia, no hay victorias, no hay órden, no hay ejército..... Yo, añadia, censuraré y criticaré siempre la falta de disciplina que se cometió antes de ayer; pero, ¿ debemos nosotros mirar el hecho de aquel dia solo bajo el aspecto de la insubordinacion é indisciplina? No, señores: lo debemos mirar bajo dos aspectos: primero, debemos atender á las circunstancias que nos rodean; y segundo mirar á los promovedores de la rebelion. Los ejecutores de este crímen no son más que un instrumento; la mano oculta que los movió, el delincuente principal es el que se oculta todavía y al que se debe procurar castigar. Yo ví á aquellos indivíduos, que no eran todo un batallon, salir de la casa de Correos, tambor batiente, la bayoneta armada y la piedra puesta en la llave; yo los ví desfilar, y los conté casi exactamente, y eran de quinientos setenta á quinientos ochenta hombres nada más..... Si no se les hubiera hecho creer que habia algunos más que ellos en la trama, y comprometidas personas de mayor categoría, no se hubieran arriesgado á cometer el crímen que cometieron. Yo no lo puedo creer. ¿Qué digo? á voz en grito lo proclamaron ellos mismos. Aquellos desgraciados manifestaron públicamente que se les habia hecho creer que habia otros muchos indivíduos de otros cuerpos, y á más personas de alta categoría que se pondrian á su cabeza; que se uniria á ellos mucha parte de la poblacion, etc. Yo lo oí de boca de muchos que se lo habian oido á ellos, yo llegué al momento de marcharse, y lo confieso francamente, las lágrimas se me saltaron de los ojos al ver un batallon tan valiente que hubiese cometido un crímen, que es el colmo de la insubordinacion en la milicia..... Yo declamo y declamaré siempre contra los autores de este crimen y de las desgracias gue hubieran podido suceder, y si no demos una ojeada y veamos los acontecimientos como sucedieron y como debieron suceder si hubiera llegado la noche, y si simpatizando con estos indivíduos, porque daban los mismos gritos de Isabel II y libertad que los

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