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sitiadores, se les hubieran unido algunos esparciendo el desórden y la desconfianza, ¿y entre quiénes? entre los liberales, que eran los únicos cuya sangre se derramaba. Los verdaderos enemigos no se presentaron, no: yo no ví en el suceso de antes de ayer, lo confieso, sino la mano primordial, la principal que lo movió, la que quedó oculta: yo no ví sino al partido del Pretendiente, que siempre nos está amagando para introducir la division y la discordia entre los liberales..... y hé aquí por lo que yo creo que han sido sugestiones de nuestros enemigos, pues hay jóvenes inespertos que, seducidos por las voces mágicas de Isabel y libertad, y viendo en su fantasía peligros que no pueden existir mientras los Estamentos se hallen reunidos, se arrojan á cometer un crímen. El resultado es, que en mi opinion particular, y creo que no me equivoco, el suceso de antes de ayer es una victoria para el sanguinario Pretendiente, que trata de usurpar el trono de Isabel II y poner el yugo feroz que no consentirá ya la nacion española.»>

¡Estraño discurso! ¡Y se atrevia Palarea á hablar en estos términos! Hubiéramos deseado haber puesto nuestra mano sobre su corazon, haber mirado á su rostro, para ver si éste no se sonrojaba y aquel estaba tranquilo.....

La discusion se prolongaba; y como dijo muy bien Alcalá Galiano, que no estaba desorientado de las causas de la insurreccion, más que discusion parecia una conversacion, algo importante por haberse dado en ella un desahogo á las doctrinas liberales. Hizo la reseña de lo tratado hasta entonces, y en su discurso combatió implacablemente al ministerio, con aquella epigramática elocuencia que le era tan propia. ¿Qué censura más amarga podia hacerse de Llauder que decir: «El señor ministro de la Guerra ha dicho que tuvo aviso de esta sedicion el dia antes que se llevase á efecto, y que en el mismo dia á las nueve de la mañana, estando en cama, le llevaron la noticia de la muerte del capitan general. Por cierto, con menos motivo, un ilustre general con quien no llevará á mal S. S. que le compare, el valiente Lafayette, por haber dormido en una ocasion semejante, se quedó por algun tiempo con el nombre de el general Morfeo.»>

Condenaba Alcalá Galiano la rebelion, pero distinguia la justa de la militar. «El atentado, decia, fué horroroso; no hay palabras que basten á reprobarlo; pero los infelices de la casa de Correos no estaban bastante ilustrados; y así, movidos de su buen ánimo y de su celo escesivo, oyendo contínuamente las discusiones acaloradas por la justa causa, y sin tener conocimiento de los medios legales de remediar los males que creian existir, ¿qué estraño es que adoptaran los que tenian en su mano? ¿Qué estraño, cuando creian que el ministerio caminaba mal?» Así justificaba la rebelion, siendo en esto más consecuente que otros; y terminó

TOMO II.

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diciendo, «que el único crímen de los sublevados era un escesivo amor á la libertad.>

Caballero, Lopez nuevamente, Gonzalez, Argüelles, Abargües, Isturiz y el marqués de Montevírgen, acusaron con más o menos energía á los ministros, y les combatieron sin tregua. Y el duque de Rivas, Gil de la Cuadra y otros, les imitaban en el Estamento de Próceres.

Habia ya hecho Llauder dimision del ministerio de la Guerra, y con terrible violencia atacó el marqués de Moncayo sus actos, pidiendo al Estamento que, pronunciando contra ellos la más esplícita reprobacion, exigiese al que de ellos se habia hecho rec la responsabilidad más severa; y á falta de ley, como él la deseaba, pedia que se improvisase una. Constante, ó más enérgico que en el Estamento de Procuradores, combatió á Llauder, y esclamó: «Se cree, ó se dice, que hay en el gabinete una persona que ha conspirado contra las libertades pátrias que tienen por base el Estatuto Real, que ha querido empezar por derribar á sus dignos compañeros, para zapar despues el edificio social. En discursos pronunciados en el otro Estamento, y que fuera largo rectificar, ha ostentado dicha persona con jactancia y aun con desvergüenza poco comun, varios servicios cuyo orígen habria sido fácil aclarar, como lo es deducir las causas que, para cambiar de parecer, ha obtenido el que los esponia. »

Llauder hizo dimision, y Martinez de la Rosa se encargó por el pronto de su cartera. ¡Qué estraño que los negocios de la guerra marcharan tan deplorablemente!....

Al dejar Llauder el ministerio y volver á Cataluña, él mismo, por mandado de la reina Gobernadora, estendió el decreto, y aquella misma noche fué nombrado gentil-hombre de cámara de la reina Isabel, por un decreto autógrafo en que le manifestaba Cristina que le concedia la llave «para darle una prueba de lo que aprecio sus servicios, y la lealtad con que defiende el trono de mi querida hija.»

Antes de cesar en el ministerio, firmó las órdenes separando del ser vicio á Cardero, para que se estendiesen licencias absolutas á los sargentos que le siguieron, y nombrando fiscal al brigadier conde de Mirasol, para formar la causa y juzgar á los autores de la muerte de Canterac.

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Para reponerse el ministerio de lo que le lastimaron los ataques pa.. sados, se propuso organizar la administracion pública, y comenzó por

pedir la centralizacion, para simplificar la parte administrativa, de todos los fondos de la hacienda, y la fusion, por razon de economía, de los gobiernos civiles en las intendencias de provincia. Pero este proyecto del ministro del ramo, fué combatido por otros de sus compañeros, y muy especialmente por el del Interior, que, si bien transigia con la centralizacion, no aprobaba la fusion de cargos. La misma oposicion encuentra en las Córtes, sin que se apoyara á Moscoso, que, cansado, deja la cartera del Interior á los veinte dias de la dimision de Llauder: Garelly dimite tambien la de Gracia y Justicia, reemplazándole don Juan de la Dehesa, y á Moscoso don Diego Medrano, vice-presidente del Estamento de Procuradores. A poco se proveyó la secretaría de la Guerra en don Gerónimo Valdés.

Con sesenta y tres firmas se presentó en 9 de marzo una peticion para que, considerando lo gravísimo de las circunstancias en que se hallaba el Estado, y la urgente necesidad de aumentar los cuerpos de la milicia urbana, se dignara la reina prestar la sancion al proyecto de ley que las Córtes habian aprobado para su organizacion: que se comunicaran las órdenes más estrechas á las autoridades de las provincias para que bajo su irremisible responsabilidad, reanimaran por cuantos medios estuvieran á su alcance el espíritu público, y promovieran el alistamiento, formacion y aumento de los cuerpos que en su virtud se crearan, y que en cada provincia se formara un batallon de milicia urbana movible, compuesto de los que voluntariamente se inscribieran para servir en él, á fin de que el gobierno pudiera destinarle á los puntos en que más útiles considerara sus servicios, incluso el de ocupar militarmente las provincias insurreccionadas, si por desgracia fuese necesario.

Los inespertos procuradores no supieron tratar debidamente esta cuestion, pues en último resultado fué un triunfo que Toreno arrebató á sus contrarios, que le concedieron carta blanca para disponer á su antojo de los fondos del Estado, bajo el pretesto de movilizar unos cuantos batallones de urbanos. El talento, la astucia que mostró en aquella ocasion el conde, le hicieron merecedor de su victoria.

Pero no eran más que pequeños respiros. El ministerio arrastraba en tanto una existencia penosa; y si bien Toreno se halagaba con sus propias ideas de ambicion y le importaba poco la suerte de sus compañeros, siempre que no afectara á la suya, habia golpes de que se resentia todo el gabinete. La guerra era su peor enemigo, y no le podian vencer.

Uno de los principales miembros del gobierno, Martinez de la Rosa, cansado de tantos debates, enfermo de tantas vigilias, y aburrido de ocho meses de contínua lucha, hubiera dejado el ministerio si la elevacion de Valdés no reanimara moribundas esperanzas, que coincidieron con los 150.000,000 votados por las Córles para atender á la guerra.

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Y en efecto, es atendida: nuevas fuerzas fueran enviadas á Navarra. se creó el ejército de reserva al mando de la Hera: se organizaron nuevos batallones en todas partes, y los cuerpos francos, que tantos servicios prestaron á la causa liberal, y se publicó el 23 de marzo la ley de milicia urbana con la adicion que aprobó, despues de varias modificaciones, el Estamento.

Por el ministerio del Interior se escitó el celo de los gobernadores para promover obras públicas, y acordó algunas providencias para alentar por su parte el espíritu del país.

Para los grandes peligros son los supremos esfuerzos. La causa liberal pasaba entonces por una de esas crísis decisivas. La guerra empeoraba, como vimos: los generales de más prestigio sucumbian: el órden no estaba asegurado en ninguna parte; solo un elemento de salvacion existia, la fé, el entusiasmo del pueblo liberal, y cuando á él se apelaba disminuia el conflicto. En el mayor peligro de la Francia, al fin del pasado siglo, la salvó el pueblo.

PROPOSICION CONTRA EL MINISTERIO.

XLIV.

MOTIN DEL 11 DE MAYO.

Los esfuerzos que empezó á hacer el ministerio no dieron los resultados que eran de esperar: el mismo gabinete no supo sacar todo el partido que pudo de ellos, no supo aprovechar las circunstancias tan favorables que le proporcionaron los mismos sucesos, y como era natural, su situacion empeoró.

Quiso conjurar los peligros que le amenazaban facilitando y activando la intervencion estranjera, pero sublevó esta idea la opinion pública, y tuvo que tratarla el gobierno con la mayor reserva, no atreviéndose á iniciar una cuestion que creia de vida ó muerte para la causa liberal.

Las deplorables noticias que cada dia llegaban del teatro de la guerra sobreescitaban los ánimos, y fué causa de que se reunieran en la casa de Caballero en la noche del 10 de mayo unos sesenta procuradores, para adoptar una medida parlamentaria capaz de mejorar la situacion política.

Al mismo tiempo que se efectuaba esta reunion, supo el ministerio que se fraguaban planes de trastorno, y que hasta se habia iniciado en algun círculo ó club la idea de asesinar á alguno de los ministros. Se concertaron estos entonces con el capitan general conde de Ezpeleta, y entre otras medidas, adoptaron la de situar en el Prado quinientos infantes y ochenta caballos, que se destacarian en patrullas para vigilar el Estamento.

Llegó el dia 11 y una gran agitacion reinaba en los alrededores del antiguo convento del Espíritu Santo. Al abrirse las tribunas se llenaron de gente, entre la que se vieron multitud de agentes de policía,cosa que indignaba al público, que no miraba bien unos huéspedes á que estaba poco acostumbrado. Todos hablaban unos con otros, y en el aspecto de cada cual se veia retratada la incertidumbre, el temor, la alarma, todos esos resortes que conmueven el corazon y alteran el semblante.

Los procuradores no se mostraban menos agitados; en la sala de conferencias todo eran corrillos donde se hablaba con calor, con pasion, sin que el hallarse en el salon de las sesiones calmara aquella agitacion que se hacia sentir en todas partes.

En la reunion habida en casa de Caballero se acordó presentar, como se efectuó al abrirse la sesion de este dia, la siguiente proposicion:

Pedimos al Estamento que delibere y resuelva elevar una peticion á S. M. manifestando, que la marcha seguida por la administracion actual ha causado males graves á la patria, y que, por lo tanto, el Estamento la juzga desacertada.»>

El presidente se opuso á dar cuenta de tan grave proposicion, apoyándose en el reglamento; le contestó Galiano pidiendo como precedente la lectura del acta de la sesion del 19 de enero, y el presidente repuso con energía, que si á pesar de ser la proposicion contraria al reglamento, del cual no podia apartarse, el Estamento, que era más fuerte, queria que el reglamento se infringiera, desde luego se conformaba con que se le diera cuenta del documento de que se trataba.

Un no salido de los escaños de la asamblea, puso fin á aquel debate, y con él á las esperanzas de muchos, y á los temores de algunos.

Pero no terminó aquí la cuestion; le da Lopez nuevo giro, califica de atentado horrible las medidas tomadas por los ministros, quéjase amargamente de que en la tribuna pública se hubiesen introducido agentes de policía, y de que hacia poco tiempo que se habia presentado una compañía á mano armada frente al Estamento, «como para venir á influir, añadia, en nuestras deliberaciones. >>

La enérgica improvisacion de Lopez, vestida con las brillantes galas con que él adornaba sus discursos, no pudo menos de producir en las tribunas un efecto subversivo; y tal fué la agitacion, que se mandó evacuarlas y cerrar las puertas que á ellas daban entrada. Todo este público llevó al esterior del Estamento el tumulto que le agitó dentro; y en tanto que en la calle se formaban corrillos y se peroraba, decia dentro Lopez: «Por mi parte, yo dejaria de ser procuador, ¿qué digo? dejaria de ser español, si no pidiese aclaraciones sobre un agravio de tal trascendencia hecho á la representacion nacional, y que esta no debe

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