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te acceder á los deseos del gobierno español, la Inglaterra no opondrá á ello obstáculo alguno.»>

Esta contestacion no era en efecto satisfactoria; pero era concisa, clara y no daba lugar á nuevas discusiones.

Los motivos que se supuso obligaron al gobierno inglés á dar tales respuestas, eran principalmente de política interior, efecto de la posicion vacilante en que se hallaba relativamente al rey, al parlamento, y aun al país mismo, pues siendo necesario en el caso de una cooperacion hecha por las tres potencias, formar un nuevo convenio, y presentarlo al parlamento, estaban seguros de su desaprobacion en ambas cámaras. El gobierno, decia nuestro ininistro en Londres al duque de Frias, cree que una guerra emprendida contra las potencias que la declarasen á la Francia para restablecer á Cárlos X sobre el trono, ó á su línea, y arrojar al que actualmente le ocupa, obtendria la aprobacion del parlamento; pero no para el caso presente, pues no creen suficientemente probada la necesidad absoluta de la cooperacion ó auxilio, atendido los recursos de la España, respecto de los rebeldes.»>

En esto demostraban mejor juicio los hombres públicos de Inglaterra que el gobierno español.

«A esta razon muy fuerte, continuaba, se añade la reservada de la posicion del ministerio respecto del rey, que no disimula el disgusto y repugnancia que le ha causado la separacion del otro, que convenia más á sus gustos, opinion é inclinaciones, no pudiendo olvidar ni perdonar el modo con que le han obligado á despedirlo. Seguros de que no lo aprobaria S. M. B., como parecen estarlo, no es de estrañar que eviten la obligacion que la Francia pide; pues desaprobada por el rey, seria motivo suficiente para que ellos á su vez desocupasen los puestos, y para esto es menester que cuenten con la opinion de su partido.>>

No queriendo la Inglaterra, pudo decir con razon la Francia, que, fuera indiscreto comprometerse aislada y sola en un empeño que pudiera ser de alta trascendencia.>>

Con el correo que llevaba á Madrid la noticia del mal éxito de la negociacion entablada, se cruzó el que enviaba Toreno reiterando las comunicaciones del 19 y 20 de mayo, insistiendo en la intervencion por creerla cada vez más necesaria; y no variando en nada la marcha del nuevo ministro de Estado, respecto á su política anterior, reproducia los mismos motivos que Martinez de la Rosa para pedir la cooperacion de la Francia.

La prensa de París empezó á ocuparse de este asunto, y en cuanto se supo en Madrid, se exaltaron los ánimos, se vió herido con tal desaire el decoro nacional, y la opinion pública se declaró fuertemente contra el ministerio.

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DESCONTENTO PUBLICO.-MOTINES EN MALAGA, ZARAGOZA Y MURCIA.

XLVII.

El descontento público ya era anterior á estos sucesos. La prueba está en la insurreccion del 18 de enero. Pero reseñaremos otras ligeramente.

En marzo, la impaciencia de los malagueños, y la torpeza de su comandante general, don Nicolás Isidro, causaron una conmocion que pudo haber sido más funesta.

Felicitábase la víspera de San José con una serenata al gobernador civil, y el pueblo andalúz, tan propenso á entusiasmarse, lo hizo con este inocente regocijo, y en medio de esa alegría natural que producen la agitacion y el bullicio, se dieron algunas voces y vivas, y uno á la Constitucion. Don Nicolás Isidro se mostró altivo y amenazante con tal aclamacion, y si bien esto solo no hubiera lastimado á los malagueños, les irritó sobremanera los términos en que se produjo la autoridad militar. Yendo los urbanos al siguiente dia acompañando el cadáver de un compañero, entonó la música himnos patrióticos, y al oirlos el comandante general, envió á un ayudande para que hiciese callar la música.

Se estrañó tanto más este mandato cuanto que en otras ocasiones habia visto aquella autoridad con indiferencia tales demostraciones públicas, y aun provocádolas con alguna al parecer ingénua manifestacion. Así lo afirmó el ayuntamiento en una esposicion à S. M.

Tal inconsecuencia, y lo exasperados que de suyo estaban ya los ánimos de los liberales, unido á las provocaciones que se permitieron algunos de los pocos carlistas que encerraba Málaga, rompieron el dique que contenia las pasiones, y se desbordaron con mayor violencia. Considerables grupos corrian por las calles, y los cánticos patrióticos y atrevidas aclamaciones se oian por do quiera. La efervescencia aumentaba, y una temida y terrible esplosion parecia inevitable.

Isidro, que no supo ó no pudo contener la que provocó, se aconsejó prudentemente, y deponiendo el mando huyó el peligro. Se constituyó en autoridad el ayuntamiento: se asoció á varias personas influyentes y á los jefes de la milicia, y conjuró la tormenta, que cedió fácilmente á la autoridad popular.

Casi por el mismo tiempo presenciaba Zaragoza escenas aun más lamentables.

Mostrabase algun tanto opuesto á las reformas el arzobispo de aquella diócesi, don Bernardo Francés y Caballero, y el descontento que esto produjo en los liberales, supo esplotarle un fraile de la Victoria lla

mado Crisóstomo Caspe, que capitaneando una turba de paisanos, les guió al palacio arzobispal á las voces de ¡Muera el arzobispo, muera el cabildo! Reunida la tropa y la milicia urbana como por encanto, se situó el capitan general con alguna fuerza en la plaza de la Seo delante del citado palacio, y libró á sus moradores del furor de aquella turba desenfrenada, cuyos puñales amenazaban inocentes vidas.

Rechazados de aquel punto, se dirigieron al convento de la Victoria, á aquel asilo que cobijó al mismo que iba á profanarle, y sin respetar el compañerismo, ni la ancianidad, ni cuantos vínculos unen al hombre en la sociedad, fueron asesinados cuatro religiosos en el coro, herido uno gravemente, y se salvaron los demás por el oportuno auxilio que prestaron los milicianos.

Aquella turba tropezó en la calle con el ejemplar canónigo don José Marcó, hermano del cardenal y querido por su erudicion y liberalismo, y lo asesinaron de un trabucazo. La misma suerte sufrió otro clérigo en la escalera de una casa particular, y un lego de San Francisco que llevaba un parte á la capitanía general, aumentó el número de las víctimas.

Corrieron á otros conventos; pero retrocedieron ante la actitud hostil del vecindario y de la milicia, y solo en el de San Diego inmolaron á dos religiosos é hirieron á tres.

Restablecido el órden, se condujo á Barcelona al arzobispo, escoltándole para su seguridad un destacamento de urbanos de caballería.

Murcia fué á los pocos dias, el 6 de abril, teatro de parecidos desórdenes. El obispo y el intendente fueron el blanco de la ira de los descontentos; el pretesto una canongía, que se dijo iba á proveerse en un sujeto reputado por carlista. Alteraron el órden varios grupos, y aclamando á la reina y á la libertad, rompieron el dique de la obediencia, y se desbordaron, siendo el resultado la muerte de tres indivíduos, herir á diez y ocho, y tener que fugarse el obispo y el intendente.

La noche y el aguacero que sobrevino, terminaron este motin, y se adoptaron algunas medidas para restablecer completamente el órden. Los buenos liberales lamentaban estos escándalos que perjudicaban verdaderamente á su causa, y aumentaban las filas contrarias.

Es verdad que el pueblo tomó alguna parte en ellos; pero era instigado astuta y engañosamente, y valiéndose de su descontento. Grande era el que tenia, y hablando á sus pasiones, le señalaban una víctima y la inmolaba. Despues solia arrepentirse. Obraba, como obran las pasiones, ciegamente.

MEDIDAS QUE ADOPTA EL GOBIERNO.

NUEVOS DESÓRDENES EN ZARAGOZA.

XLVIII.

Estos escesos eran el preludio de otros mayores.

Las sociedades secretas pululaban en España, y en todas se conspiraba sin tregua. El blanco era por lo general el gobierno; pero en las de más crédito se trabajaba para proclamar la Constitucion. El centro de casi todas las sociedades residia en Madrid, y desde aquí se comunicaban las decisiones á los círculos de las provincias.

Estas debieron haber contestado al grito dado el 18 de enero en la Puerta del Sol; pero ofrecieron hacerlo y esperaban una ocasion. A falta de ella á propósito, se convino en un pronunciamiento en Zaragoza para la noche del 5 de julio.

Mandaba la guardia de prevencion un oficial subalterno, y á media noche reunió una compañía del regimiento del Infante y se dirigió al centro de la ciudad en completa insubordinacion. Pero abandonadas, desorientadas y torpes aquellas fuerzas insurrectas, bastó la autoridad del comandante del cuerpo que, con resuelta energía, contuvo por el pronto la insurreccion, arrestó al oficial, se hizo respetar de la tropa y la llevó á su cuartel.

Pero aquel oficial no estaba solo, y aquel suceso ya era un pretesto. A la mañana siguiente pululan los urbanos por todas partes, forman corrillos, se critica la prision del oficial, se dan vivas á la Constitucion del año 12 y se proclama la insurreccion.

Desde entonces todo fué desórden, anarquía. Sin un jefe de prestigio, se entregan desalentados y ciegos á los más punibles escesos; se allanan y saquean algunas casas y los conventos de San Agustin y Santo Domingo, á los que aquella bárbara multitud entrega á las llamas, despues de matar once religiosos; y los que aclaman la libertad, se convierten en tiranos y verdugos de sus semejantes.

Los buenos liberales, al ver aquellas escenas de latrocinio y de impiedad á que se entregara un populacho soez, retroceden y se pronuncian en su contra. Esto alentó á las autoridades, débiles é irresolutas desde el principio, y apoyadas por la mayor y la más sana parte de la milicia urbana, pues la guarnicion era escasísima, se restableció el órden el dia 7, y dos de los delincuentes sufrieron la última pena en garrote vil, quedando así satisfecha la vindicta pública de tamaño agravio, y la noble Zaragoza de tamaña afrenta.

El capitan general y el gobernador civil fueron separados por el gobierno, reemplazando al primero don Felipe Montes.

Por muy favorable que pareciera el resultado de estos movimientos para el gobierno, era cada uno un golpe que le lastimaba.

Pendiente la revolucion sobre su cabeza como la espada de Damocles, creia ver en cada insurreccion cortado el cabello que la sostenia. Conocia bien que todos estos amagos anunciaban una conflagracion espantosa que amenazaba á toda la Península, la veia cercana, y creyó conjurarla adoptando medidas que estaban muy lejos de ser salvadoras. Mandó incorporarse al ejército ó á sus respectivos depósitos á los militares que, sin motivo suficiente, permanecian en Madrid; dispuso espurgar la milicia urbana de los miembros que no inspiraban confianza; prescribió á los capitanes generales y comandantes de distrito la formacion de comisiones militares para juzgar á los que intentasen turbar el órden público, é impuso penas á los afiliados en las sociedades secretas.

Con estas providencias, que quedaron escritas, creyó el gobierno salvar al país y salvarse á sí mismo. Y para neutralizar el mal efecto que producirian en los liberales tales disposiciones, adoptó otras contra las órdenes religiosas. Suprimió en 4 de julio, perpétuamente de todo el territorio de la monarquía la compañía de Jesus; y por otro real decreto de 25 del mismo mes, se suprimieron los monasterios y conventos de religiosos que no tuviesen doce indivíduos profesos, declarándose tambien suprimidos los que estuviesen cerrados por efecto de las circunstancias; lo cual sirvió por el pronto, por la torpeza con que se hizo, para aumentar los batallones carlistas. Dióse nueva organizacion á los ayuntamientos de los pueblos, y todo esto, que hubiera sido aplaudido por los liberales en otra ocasion, en esta solo fué considerado como una precisa concesion á las necesidades públicas, y por consecuencia no agradecida.

Tales son los efectos que tiene la inoportuna tardanza de una reforma: de tal modo se suicidan los gobiernos que no se anticipan á las verdaderas necesidades del país.

PREVENCIONES DEL GOBIERNO.

XLIX.

La crueldad con que se seguia la guerra por ambos partidos en Cataluña, y lo exagerado de las pasiones de unos y otros, lamentable fruto que dejó sembrado el conde de España! hacian temer comenzara en aquella parte de la Península la conflagracion que tantos síntomas anunciaban. Y tan en ello estaba el ministerio, que dijo al capitan general del Principado en una comunicacion reservada, que habiendo lle

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