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gado á noticia de S. M., aunque por conducto no oficial, que los enemigos del trono de su hija, no perdonando medio alguno para llevar adelante sus planes, hasta el de sugestionar á los mismos que estaban armados en defensa de tan caro objeto, habian proyectado una sublevacion general, que contando como puntos céntricos á Barcelona, Tarra gona, Reus, Valls, Mataró y Torredembarra, se proponia, bajo las acla maciones del Estatuto Real é Isabel II, atacar directamente al ministerio que merecia en el dia la confianza de S. M. para sustituirlo con otro que estuviera más en armonía con la exaltacion de sus principios políticos, destituyendo al mismo tiempo á Llauder del mando para dar entrada en él á otro jefe que, aunque no se designaba, se suponia que tenia su residencia en Valladolid. «Uno de los motivos, decia el gobierno, que segun dichas noticias dirigen á los promovedores del desórden, es el de libertar á ese Principado de los arbitrios con que se halla gravado, tal como el que se creó para los estinguidos voluntarios realistas, y los impuestos sobre la sal y el papel sellado, para lo cual se dice que cuentan con más de diez mil hombres de entre la clase de urbanos y otros institutos. »

Comunicábansele estas noticias al capitan general de Cataluña, para que mantuviera el órden á toda costa y tuviera el mayor celo y vigilancia; y en otra comunicacion á los diez dias, se le anunciaba que « la época fijada para abortar este inícuo plan era el 1.o de abril próximo ó en los dias inmediatos. » Le recomendaba de nuevo la mayor vigilancia para prevenir cualquier tentativa de desórden, cualquiera que fuese su carácter y objeto, y que castigara con mano fuerte á los autores y cómplices de tales planes.

A poco de dirigir el gobierno esta comunicacion reservada, recibió una esposicion (1), en que desde Manresa, el 21 de marzo, manifestaba el capitan general del ejército y Principado de Cataluña, lo apurado de su situacion por el incremento que recibian los carlistas, y los amagos de una grande insurreccion que preveia por parte de los liberales: que hacia los mayores esfuerzos para impedirla; pero que habian echado profundas raices los elementos de desórden, y solo con la fuerza de las armas se podrian desarraigar. Por esto no podia desprenderse de las tropas que se le mandaba enviase á Aragon, ni él podia salir de la montaña donde su presencia contenia su levantamiento en masa en favor de los carlistas: que ya sabia los planes que se fraguaban de insurreccion, y daba cuenta de las providencias que adoptó para impedir estallasen: conociendo además que él era el blanco de los tiros de los promovedores

(1) Véase el documento número 9.

de la insurre cion, pedia al ministerio se hiciera el sacrificio de su persona y se le reemplazara por la que se juzgara más á propósito para la direccion del Principado.

La situacion de Llauder y de Cataluña era cada vez más crítica. Llegó por entonces la noticia del tratado de Elliot, y produjo un efecto deplorable, porque dió la debida importancia á la guerra de Navarra, que el gobierno y las autoridades se empeñaron siempre en presentar como despreciable. ¡Errores funestos que nunca pagara debidamente el poder!

INSURRECCION EN REUS.-SITUACION DE LA PROVINCIA DE TARRAGONA.

L.

La noticia de las ocurrencias de Zaragoza aumentó la agitacion de los ánimos de los catalanes la efervescencia era ya grande, y el menor suceso seria la chispa que incendiaria los hacinados combustibles. Este suceso llegó.

Se supo en Reus, poblacion de las más industriosas é importantes de Cataluña, que un destacamento de urbanos ó tropa, que regresaba de Arnés, habia sido sorprendido por los carlistas, y asesinado bárbaramente el oficial Monserrat y seis soldados, á uno de los cuales, urbano y padre de ocho hijos, se dijo que le crucificaron y le sacaron los ojos por mandato de uno de los frailes que iba con los carlistas.

Bastó un hecho tan horrible para que el pueblo indignado rompiera el dique á la obediencia; y el 22 de julio, en vez de armarse todos é ir á esterminar á los autores del daño que lamentaban, emplearon su saña en contra de inofensivos edificios, ya que no lo fueran sus pobladores. La inesperada llegada del gobernador civil de la provincia, con alguna fuerza del ejército contuvo el desórden, pero solo fué por algunas horas, pues á la mitad de la noche, fueron invadidos algunos conventos, asesinados varios religiosos é incendiados los templos de San Francisco y San Juan.

En vano para evitar estos desórdenes que se preveian, el alcalde mayor de Reus, don José María Montemayor, acudió al gobernador militar solicitando un centenar de soldados del ejército; en vano el comandante Llorens y don Antonio Satorras, gobernador civil de la provincia, se esforzaron en contenerlos; no tenian fuerzas y todo era inútil; pues las pocas que les obedecerian serian estérilmente sacrificadas. «Estoy persuadido ahora, decia el citado gobernador al capitan general, como lo estaba aquel mismo dia, que el anuncio de formar diligencias indagatorias, hubiera renovado los horrores que acababan de cesar, y creí que el amenazar con el castigo, no habiendo fuerza para imponerle, era dar

Томо п.

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inútilmente más causa á la vindicta pública sin satisfacerla. Cuando he recibido el oficio de V. E., continuaba, tenia prevenido al alcalde mayor confidencialmente, que así, que reconociese totalmente asegurada la tranquilidad, le pasaria órden para abrir esta lamentable causa, y no creo que pueda dar este aviso con la brevedad apetecida, porque está amenazado el órden allí todavía, así como en esta (Tarragona), en Valls y otros puntos, y con insuficientes medios de pronto para conservarlo..... Entretanto va complicándose cada dia más la apurada situacion de estas autoridades, por la audacia de la anarquía y por la emocion general que produce el abandono de los conventos por sus respectivas comunidades.>>

A los pocos dias, el 28, el gobernador militar, don José María Colubi, manifestaba tambien el crítico y deplorable estado en que se hallaba el corregimiento, creciendo por momentos su mala situacion por los escesos cometidos en Reus, y que estaban prontos á estallar en otros varios puntos del distrito. Daba cuenta de los progresos que hacian los carlistas, y pedia fuerzas para evitar un conflicto que veia próximo y terrible.

QUEMA DE LOS CONVENTOS EN BARCELONA.-APATÍA DE LAS AUTORIDADES.

LI

Por ser necesaria la presencia de Llauder en el foco principal de la guerra en Cataluña, marchó á principios de julio á la montaña, y dejó en su reemplazo al mariscal de campo don Cayetano Saqueti.

Hallábase Llauder en Esparraguera, donde tomaba las aguas de la Puda, cuando supo las ocurrencias de Reus. En tal situacion, autorizó á Colubi para obrar con la energía que le permitieran las circunstancias; más cuando fué á presentarse en Reus de gobernador para restablecer el órden, se le impidió la entrada, y se le dijo que el órden estaba restablecido, y que para nada le necesitaban.

No interrumpidas las comunicaciones entre Reus y Barcelona, pronto se supo en esta capital lo sucedido en aquel punto. Entonces se hizo circular por los descontentos la noticia de haberse hallado en uno de los conventos armas y otros efectos para los carlistas; y como algunos de los jefes de partidas eran eclesiásticos, dióse crédito á esta voz, y comenzó la agitacion contra los frailes.

Anuncióse una funcion de toros en celebridad de los dias de la reina Gobernadora y por festivo el 25 de julio, se dispuso para este dia. Era la sétima corrida de las que se daban en Barcelona, y así como en las anteriores habia sido bravísimo el ganado, dejando no solo satisfechos,

sino exigentes á los espectadores, en esta fué cobarde y huido, lo cual exasperó al público hasta el punto de destrozar y arrojar á la plaza los asientos y aun alguna columna de los palcos. Con un pedazo de la maroma de la contra barrera, ató una turba el último toro, y le arrastró en horrible gritería por las calles de la ciudad. Algunos grupos se dirigieron al convento de los Agustinos descalzos y apedrearon las ventanas, y otros fueron en tropel al de Franciscanos. La guardia del fuerte de Atarazanas, que está cerca, cerró el rastrillo, y se puso sobre las armas.

A poco se fueron formando grupos, que engrosaban en la plaza del Teatro y en la de la Boquería. La fuerza armada los separaba; pero se dispersaban en una parte y se reunian en otra.

Las autoridades se mezclaban entre la multitud para apaciguarla, distinguiéndose por su celo el teniente de rey, Ayerve, que en el momento que comenzó la bulla, descendió á la plaza estando aun el toro en ella, empleando despues los más inauditos esfuerzos para contener á aquella desordenada muchedumbre que le obstruia el paso por todas partes. Pero esta actitud de las autoridades se convirtió en breve en apatía.

Sin freno los alborotadores, el convento de Carmelitas Descalzos fué el primero entregado á las llamas, á cuya obra impía y destructora ayudaron algunas mujeres inmundas. El de Carmelitas calzados sufrió en seguida la misma suerte, y como si la electricidad comunicase el fuego, arden á la vez las puertas de otros conventos, y huyen sus moradores despavoridos en distintas direcciones, eucontrando algunos la muerte donde creian hallar su salvacion.

Los religiosos que ocupaban el grande y nuevo convento del Seminario, hicieron frente á los incendiarios, que retrocedieron no sin dejar algunos heridos en la valiente defensa de los atacados.

Iban aquellos sicarios á pegar fuego al de Capuchinos y Trinitarios calzados, cuando el temor de que se propagara el incendio á las casas vecinas, hizo desistiesen. Tambien se salvó el de Servitas, por cundir la voz de que el cuerpo de artillería tenia muy inmediato su almacen de municiones.

En tanto que tenia lugar tan horroroso espectáculo, el furor no declinaba en parte alguna; las turbas imitando á las olas de un mar tempestuoso, iban y venian, pareciendo á veces chocarse con recios embates, y presentándose horribles con su ronca gritería y feroz bramido, que llevaba en pos la desolacion y el esterminio. Y es raro efectivamente que, á pesar de que fueron incendiados seis conventos, ninguna casa particular sufrió daño, ni nadie padeció con las ruinas que se desplomaban de varias partes.

Los conventos de monjas fueron respetados.

Avanzada la noche, cesó cansada la anarquía, y la nueva mañana

:

vió pobladas las calles de numeroso gentío, que veia pasar los piquetes de tropa y milicia que la autoridad enviaba á recoger los frailes que se habian guarecido en algunas casas ó estaban en sus conventos, llevándoles para su seguridad personal á los fuertes de la plaza.

Pasado el peligro, se mostraron fuertes las autoridades; y casi con los mismos elementos que antes, trataron de imponer á los alborotadores, y publicaron un bando inoportuno, porque debió precederle el castigo de los incendiarios. En él se decia que, «Disposiciones fuertes, enérgicas, sin contemplacion ni miramiento á clases ni personas, se seguirán en breve, y la terrible espada de la justicia caerá rápidamente sobre las cabezas de los conspiradores y sus satélites..... Los malvados sucumbirán del mismo modo por el peso de la ley en un juicio ejecutivo que fallará la comision militar con arreglo á órdenes vigentes. Al recordaros la existencia de aquel tribunal de escepcion, es justo advertiros que incurrireis en delito sujeto á su conocimiento si á las insinuaciones de la autoridad competente no se despeja cualquier grupo que infunda recelo á la misma.>>

Este bando, y la llegada de Llauder á Barcelona, causaron el efecto contrario del que se propusieron sus autores. Los escesos de la insurreccion del 25 estaban impunes, y Llauder no era ya querido de los catalanes.

LLAUDER EN BARCELONA.

LII.

SU SALIDA PARA MATARÓ.

Apenas recibió Llauder la noticia de lo ocurrido en Barcelona, dirigió una circular á todas las autoridades, en la que despues de darles cuenta de las escenas de la capital en el mismo momento en que la presencia de los carlistas en las inmediaciones de Igualada y de Manresa, llamaban con urgencia todas las fuerzas, y las disposiciones de su autoridad, les dice que «parecia combinado con los carlistas, ó á lo menos en su auxilio; en esta situacion, y no pudiendo dejar de ser mi primera atencion el combatir como hasta ahora con todos los medios de que dispongo, las facciones, que hacen inauditos esfuerzos para aprovechar estas circunstancias y robustecer la rebelion al trono legítimo de nuestra reina, sin perder de vista la suerte de los fieles urbanos y habitantes del Principado, que en los pueblos no tienen otras mural'as que sus mismos pechos, he dictado todas las medidas que me sugiere mi celo y mi inalterable fidelidad á mi soberana y á su gobierno, para que se restablezca la tranquilidad con el esfuerzo de las leyes y heróicas tropas y milicia urbana, y el celo de las autoridades é inmensa mayoría del hon

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