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cuando aun no estaban aquellas concluidas, pucs faltaba cerrar la línea principal desde el fuerte de Larrinaga al de Solocoeche, cuya longitud era de 580 piés. Mas no desalentó esta circunstancia á sus defensores, euyo brio se aumentaba á la par de la esperanza.

El 10 de junio se presentó Zumalacarregui delante de la plaza, y se ocupó dos dias en bloquearla, sin conseguir cerrar del todo el paso del Nervion, por el ayuda que prestaban los vapores de guerra francés é inglés, surtos en él. Reconocida la plaza por Zumalacarregui, levantó á poca distancia, frente del elevado santuario de Nuestra Señora de Begoña, tres baterías de obuses y cañones; y dispuesto todo para el ataque, intimó la rendicion en estos términos:

«Comandancia general del ejército real de Vizcaya. - El Excmo. señor jefe de E. M. G. de los reales ejércitos don Tomás de Zumalacarregui, me ha confiado la mision de anunciar á V. S. su próxima llegada. La artillería de grueso calibre, los mortíferos obuses, los horrendos morteros, anuncian la última ruina á la hermosa poblacion de Bilbao. En medio de este cruel, pero preciso aparato, por ser destinado á restablecer el reino de la justicia, intimo á V. S. formalmente la rendicion de esa plaza, con su guarnicion, urbanos, peseteros y toda clase de armados, en la inteligencia de que si, como lo dicta la prudencia y la razon cuando está V. S. destituido de toda clase de auxilio, no sigue el ejemplo de Vergara, Eibar y Ochandiano, sino que obstinado imita á Villafranca, tendrá el funesto resultado de aquella plaza, sepultando su oprobio en las ruinas del hermoso Bilbao. Tres horas quedan á usía para decidirse, pasadas las cuales reemplazará el rigor á la clemencia, la justicia á las consideraciones. Dios, etc.-Cuartel general de Bolueta, 12 de junio de 1835. Francisco Benito de Eraso. Señor don Ramon Solano, gobernador de Bilbao.>>

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Solano trasmitió á Mirasol esta intimacion, acusando á Eraso su recibo (1). No contestó Mirasol, y se rompió el fuego por los carlistas al romper el alba del 13.

la cortina que desde el fuerte del Circo corre por la derecha à la puerta de Iturribide batiendo el camino de Munguia à donde se subió otra pieza de á diez y ocho: se prepararon y dotaron una pieza de calibre de á ocho de fierro, dos de á cuatro de batalla y cuatro de á tres, de carril estrecho. Se aumentó la dotacion de municiones en los fuertes: se abastecieron de agua: se dispuso la elaboracion de cartuchos de cañon, y se colocaron granadas de manɔ en las puertas de San Agustin, Achuri y convento de San Francisco.

(1) «En este momento, que son las tres de la mañana, se me acaba de entregar el oficio de V. S. de 12 del corriente, y hallándose en esta villa el señor comandante general de la provincia, conde de Mirasol, he creido de mi deber trascribirlo à S. S. para que como autoridad superior à la mia, y cnterado de su contenido, pueda contestar á V. S. si lo juzgare oportuno. Lo que digo á V. S. en contestacion á su referido escrito. -Dios etc., Bilbao 13 de junio de 1835.-Ramon Solano.-Señor don Francisco Benito Eraso.»

Entonces fué cuando el conde de Mirasol se dirigió á los habitantes de Bilbao, á la guarnicion y á los urbanoa, espresando en enérgicas alocuciones sus sentimientos y sus deseos. «Los bilbainos, tan generosos como patriotas, les decia se defenderán aunque se arruinen; esta es la persuasion de todos.» «El ejército no tiene ejemplos que ofreceros -dijo á la milicia urbana,-porque vosotros se los habeis dado en los combates; sea, pues, nuestra divisa la union, y nuestros únicos gritos viva Isabel II; viva la reina gobernadora; viva la libertad. »

Poseidos los bilbainos de ese verdadero entusiasmo hijo del patriotismo, deseaban comenzara el enemigo su acometida para contestarle briosos, como lo hicieron.

Sostúvose el 13 un fuego de fusilería bastante vivo, y bastante animacion por una y otra parte en los trabajos de ataque y defensa. Por la noche reinó el silencio, interrumpido únicamente por el sordo ramor que formaban los constructores de las baterías de Begoña.

El 14 amaneció con una niebla de las que son tan densas y frecuenles en aquel país, que lo ocultaba todo. A las ocho de la mañana se despejó algun tanto, y la batería sitiadora, colocada en Begoña junto á la casa de Landacoeche, rompió el fuego, disparando balas de grueso calibre, y desde otro punto algo más retirado, granadas de á 7 pulgadas, y bombas de á 14, desde un sitio inmediato á la casa-palacio de Begoña.

Gran número de tiradores apostados en la torre de la iglesia de Begoña y casas inmediatas, á tiro de fusil de la plaza sostenian la artillería, cuyos principales disparos se dirigian contra el fuerte del Circo, que contestó con resolucion, protegido por la batería del Emparrado.

Mas o certero de sus no interrumpidos disparos no consiguieror evitar la ruina que le esperaba, y á la mitad del dia ya tenia tres brechas practicables, apagados los fuegos, y destruida la batería. En vano se esforzaron por rehabilitarla los valientes oficiales de artillería Solís y Loriga; en vano emplea toda su actividad, celo y pericia el jefe del puesto coronel Oliveras; nada deja hacer el fuego del enemigo, y á la derruida muralla de tierra se opone otra de carne humana; reemplaza al muro el pecho de los valientes; y una compañía de tiradores del 4.o ligero y otra de urbanos (1), se unen á la guarnicion del fuerte, y forman con su cuerpo un nuevo baluarte.

(1) Al saber el destrozo del fuerte del Circo se presentó Mirasol á las fuerzas que tenia de reserva en la plaza, les espuso el peligro, y preguntó quien queria ir à él: todes salieron al frente, y al acaso eligió las dos compañías citadas, à las cuales se agregaron muchos voluntarios, cuyos nombres no pudo saber Mirasol, por el descuido del coronel Araoz, que ni siquiera redactó el diario de operaciones tan importantes.

Nada temen; el peligro aumenta su entusiasmo, acrece su regocijo, y es fama que gritaron algunos á los carlistas:

-Venid al asalto; la brecha está abierta; no hay más muros que nues tros pechos; pero estos son inespugnables.

Amparados de las mismas ruinas que de contínuo se desplomaban, sostuvieron un nutrido fuego de fusilería que contuvo al enemigo, animando á todos, si de ánimo necesitaban, y distinguiéndose personalmente el coronel Oliveras.

Al propio tiempo que de tal modo se defendia el fuerte del Circo, los de Mallona, Solocoeche y el Emparrado, sostenian regularmente sus fuegos.

La comision permanente de guerra se ocupaba de reconstruir el fuerte del Circo, mas á pesar de los esfuerzos que se hicieron, de la cooperacion que prestaron hasta las mujeres, no se pudo lograr la empresa, construyéndose únicamente una segunda línea á espaldas de sus escombros, línea que costó estraordinarios esfuerzos, y en cuya obra se vió de lo que es capaz el entusiasmo de un pueblo decidido, de un pueblo donde todos hacian alarde de esponerse al mayor peligro, donde competian en decision los hombres con las mujeres, los ancianos con los niños. Todos rivalizaban en valor y patriotismo: dominaba á todos un mismo sentimiento; todos preferian la muerte á ser presa de los sitiadores, recibiendo las bombas y granadas con aclamaciones entusiastas á Isabel II y á la libertad.

Mirasol pasó la noche del 14 con los valientes defensores del Circo, esperando el asalto, que no dieron los carlistas.

Al dia siguiente prosiguieron los sitiadores el fuego con la misma tenacidad, y especialmente contra las ruinas del Circo y su segunda línea; y á pesar de esparcirse la muerte por todas partes, de tenirse con sangre generosa aquellas humeantes ruinas, no cedia la defensa y se repetian los rasgos de sublime heroismo.

Las baterías de Mallona, Solocoeche y Larrinaga, hacian un fuego muy sostenido, llegando á ser tan certero, que la de Solocoeche apagó el de la principal de los carlistas que más daño les hacia por enfilarles; la de Mallona hizo callar á la de Begoña, y la de Larrinaga deshizo una barricada que amaneció á medio tiro de cañon, é hizo cesar los fuegos de Miravilla, destrozando uno de los morteros enemigos, dándole un balazo de á diez y ocho en el brocal, y saliendo de sus aspilleras la bala que hirió á Zumalacarregui, bala quizá perdida, de tan graves consecuencias, que cambió completamente la faz de la causa de don Carlos, y cuyo inmediato efecto fué considerado por los liberales como la mayor de las ventajas, como una gran pérdida por los carlistas.

Pero no anticipemos reflexiones sobre un suceso tan importante.

ERROR DE ZUMALACARREGUI. – DESTROZOS EN EL CAMPO SITIADOR.DESCONTENTO DE ZUMALACARREGUI.—SU HERIDA Y RETIRADA DEL SITIO.

ས.

Pronto conoció Zumalacarregui la desigualdad que habia entre el ataque y la defensa, y trató de suplir la falta de medios con sobra de valor, preparando al efecto una columna para dar el asalto.

Ansioso de abrir una brecha practicable, corria de una á otra batería, daba órdenes, y veíasele muchas veces con el espeque en las manos removiendo el cañon, y animando á los artilleros con el ejemplo. La ruina del fuerte del Circo, fué el mejor testimonio de la actividad y acierto de los sitiadores; pero esta ventaja tan pronta y completamente obtenida, no fué aprovechada. No comprendemos cómo Zumalacarregui, que no dejaria de ver las tres brechas del Circo y sus menudas ruinas, no lanzó á ellas su gente. Ya no eran muros de tierra los que se oponian á la bravura de los suyos; eran de hombres no menos valientes y entusiastas, pero bisoños los más de ellos. No habia, pues, por qué temer el cruzar con ellos las bayonetas. Mas pasó la tarde y la noche, y el asalto que, como hemos dicho en el capítulo anterior, esperaban los sitiados, no se llevó á efecto, y Zumalacarregui incurrió en un error ó descuido que le fué caro. El asalto debió intentarle por lo menos.

Mucho sufria el campo sitiador. No arredraba á los carlistas, es cierto, ni el ardiente sol de junio, ni la sed, ni el peligro; pero las balas de cañon y granadas que llovian sobre sus obras destruyéndolas y sembrando la muerte por toda la línea de ataque, hacian inútiles los mayores esfuerzos y estéril su valor.

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Segun escribe uno de los que estaban más al lado de Zumalacarregui en aquel sitio, «habia entre los carlistas hombres tan crédulos, y tan estraordinariamente obstinados, que estaban en la persuasion de que arrojando unas cuantas bombas al centro de la poblacion, los vecinos se rebelarian contra el gobernador y le obligarian á capitular. Aferrados en tal error, insistian sin cesar en que se hiciese la prueba. Mas Zumalacarregui, como no podia prestarse á sus deseos, les solia decir entre otras cosas: - Mientras el enemigo se sostenga en la línea de fortificaciones esteriores, yo no puedo mandar arrojar proyectiles sobre las casas; pero sí lo haré en el momento que rechazado de los fuertes trate de defenderse en ellas.>>

Zumalacarregui avivaba con insistencia el fuego de sus baterías, y tan repetidos fueron los disparos, que reventaron las dos piezas mayores, reduciéndose así el tren de batir. No fué esta sola desgracia la que

deploró entonces el caudillo carlista. En el pórtico de Begoña estaban en pabellones las armas del batallon de Guías y penetrando una granada horizontalmente, hizo pedazos setenta y seis fusiles, y mató dos centinelas; causando mayores estragos cerca de allí una segunda granada.

Las pérdidas que esperimentaba hicieron pensar sériamente á Zumalacarregui en su posicion, y le harian recordar seguramente el plan acertado de Villarreal. Aquella noche debió ser para él terrible; y si como vemos escrito, se lamentó de lo perniciosas que habian sido ciertas voces acogidas con suma facilidad por los que rodeaban á don Cárlos, doliéndose al propio tiempo de las trascendentales consecuencias que tendria la retirada de Bilbao sin tomar la plaza, debió incluirse á sí mismo entre los culpables, porque no era poca su culpa, y suya era toda la responsabilidad

No es, pues, de estrañar que no comiese aquel dia ni durmiese, intranquilo su espíritu, hasta firmar el parte que dirigió á los ministros, anunciándoles que la desproporcion que habia entre sus fuerzas y las que le oponia el enemigo, le obligaria á levantar el sitio, y que no tenia dinero para pagar las tropas.

Envió esta comunicacion á Durango, residencia de don Carlos, y se trasladó del barrio de Bolueta á Begoña.

Era el dia 15, y desde muy temprano se cruzaban los fuegos de las baterías. Queriendo el jefe carlista examinar por sí mismo los reparos hechos por los sitiados durante la noche, subió al piso principal de una casa situada cerca del santuario de Begoña, y desde un balcon abierto se puso á observar, sin salir a la parte esterior, la línea enemiga, y al instante una bala de fusil le hirió en el tercio superior de la pierna derecha, á unas dos pulgadas de la rodilla. Fué retirado de allí, y trasladado en una camilla á su alojamiento en Bolueta.

Hecha la primera cura, no quiso permanecer en el sitio. Sin duda le abrumaba, y mandó se le condujese á Cegama, por el camino de Durango, cuya triste honra cupo á cuarenta granaderos.

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La ausencia de Zumalacarregui, cuya desgracia llenó á todos los suyos de pena, no impidió se continuase el sitio; y lo que sucedió el dia 16, prueba cuin diferentes á los de otros eran los sentimientos que manifestó el caudillo, oponiéndose á bombardear la villa. A la una cesaron los fuegos contra los reparos de las baterías, enfilándose el mor

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