Imágenes de páginas
PDF
EPUB
[ocr errors]

nidad, la Merced y San Francisco. Alcantarilla era á la vez teatro de iguales horrores con el convento de Mínimos, y faltó poco para que el de San Gerónimo en la Ñora y el de Santa Catalina del Monte, no fuesen tambien reducidos á cenizas.

Muchos liberales indignados lograron reprimir en Murcia tales escesos; pero podian más que ellos las circunstancias, y al saberse lo ocurrido en Valencia, continuó la anarquía, y en la noche del 10 asaltaron quinientos sublevados la cárcel pública, estrajeron á tres indivíduos presos por conspiradores, los asesinaron y allanaron luego varias casas y las robaron.

En peligro la propiedad, alarmáronse cuantos tenian que perder, y ante su actitud imponente, se reunieron al fin las autoridades y la milicia, y cesó el desórden. Pudieron imponer castigos fuertes con el apoyo de gran parte de la poblacion; pero poco confiados en su poder, no hicieron otra cosa que tomar precauciones para evitar nuevos escándalos.

Zaragoza, pueblo tan exaltado, no podia permanecer aislada en medio de la insurreccion general, y comenzó por pedir la destitucion del jefe militar, don Felipe Montes. Más no era mal querido: mediaron además personas influyentes, y el resultado fué constituirse una junta, de la que aceptó la presidencia (1). Se hizo así la revolucion de una manera digna, con mayor autoridad; y la junta, instalada el 9, comenzó á obrar desembarazada, acordando entre otras providencias cerrar los conventos de la capital, activar las causas de conspiracion, destituir á los empleados desafectos, y esponer á la reina las causas del malestar público y su remedio (2).

A los dos ó tres dias, sin duda para evadirse Montes de todo compromiso, salió de Zaragoza á perseguir á los carlistas, les arrojó del Alto Aragon hácia la Conca de Tremp y destinó una columna contra el canónigo Mombiola que merodeaba con trescientos hombres por las orillas del Cinca.

En Alcañiz, se prendió fuego al convento de Capuchinos; y en Mallen, Monzon, Tarazona, Barbastro y otros puntos, se proclamó la Constitucion de 1812.

En ellos fué donde más se mostró franca la revolucion, pues no era otro móvil que variar completamente las instituciones del país, descontento del raquítico Estatuto.

(1) Formaban parte de ella el regente de la audiencia, don Alvaro Gomez Becerra, y tres procuradores à Córtes por la provincia.

(2) Véase documento número 14.

INSURRECCIONES CARLISTAS EN LAS ISLAS BALEARES.

LIX.

Mientras en la Península se pronunciaban los liberales, en nuestras islas del Mediterráneo lo hacian los carlistas.

En los primeros dias de agosto se exigió del obispo de Mallorca emplease en una parroquia á un fraile liberal; resistióse el prelado, y tuvo que retirarse el 7 á Lluch

Este suceso, en un país donde tanta influencia ha ejercido el clero, donde hay tanta religiosidad y sencillez en las costumbres, bastó para que en la ciudad de Manacor se amotinase el pueblo en la noche del 9 al 10, desarmando y prendiendo á los urbanos y proclamando á Cárlos V.

La insurreccion amenazaba propagarse, por los elementos con que contaba. Importaba impedirla, y al efecto acudieron al instante tropas de Palma, cuya presencia apagó la insurreccion.

Los liberales se prevalieron de esta fácil victoria, y consiguieron la supresion de todos los conventos, á que accedió el conde de Montenegro, capitan general de la isla, y se llevó á efecto.

Ningun esceso tuvo que deplorar Manacor. Allí no ejercian las pasiones la funesta influencia que en otros puntos: no habia allí agravios que vengar, ni víctimas que sacrificar. Las innovaciones fueron administrativas, ora sancionando la redencion de censos verificada en el anterior período constitucional, ora preparando la devolucion de bienes nacionales á sus anteriores compradores. No entraba de lleno el gobierno en el sistema á que los carlistas 'le arrastraban, y el partido que hacia frente á los carlistas, tenia que enseñarle sus deberes, como gobierno de justicia y de moralidad, ya que no de circunstancias. La devolucion, por ejemplo, de los bienes nacionales, era un acto de reparacion, que la causa de la propiedad, siempre y en todas partes sagrada, base del órden social, lastimada por la reaccion en su pretension de anular tres años, reclamaba con urgencia desde la muerte del soberano.

La sangre que derramaba en abundancia el país, los males de todo género que la guerra le causaba, merecian además otras libertades y franquicias que las de los antiguos tiempos; la marcha del gobierno era á todas luces errada, y cuando pendia de sus yerros la vida y la propiedad de los que de suyo se habian comprometido en la lucha, no era estraño el descontento, era natural la exaltacion. Los conventos eran hostiles á la revolucion, y ni recataban su enemiga, ni dejaban de prestar siempre que podian su apoyo á la causa de don Cárlos. Sus cláustros

habian suministrado partidarios á este príncipe, y armas y recursos de todo género en algunas partes. ¡Qué mucho que un desastre, que la inminencia de un peligro no hiciese volver los ojos de los que acababan de perder un hermano, ó temian perderlo todo, hácia esas reuniones de hombres, muchos de los cuales debian gozarse de sus desastres, y á quienes miraban prevenidos!..... ¿No debió el gobierno haberse adelantado á la supresion de los regulares, con la que tanto habria ganado la causa de la humanidad y el órden?

SITUACION DEL MINISTERIO.- -SUS PROVIDENCIAS.

LX.

El gobierno, en medio de tantos desastres, parecia estar ofuscado; no veia más que lo que sus aduladores le pintaban, y se hacia la ilusion de destruir la revolucion que levantaba su cabeza en el Oriente de España, á las primeras medidas enérgicas que adoptase. Más no todos los ministros opinaban de la misma manera: los habia inclinados á transigir, y Alvarez Guerra, ora fuese por las simpatías que mostrase hácia algunos de los alzados, ora por sus diferencias con algunos de sus compañeros, fué elogiado por la prensa exaltada.

Cada vez más imponentes los alzamientos, creyó el gobierno que de bia mostrar energía, y desvanecer la impresion que causó la conducta de Alvarez Guerra; á cuyo efecto dirigió una esposicion á la reina Gobernadora proponiendo medidas vigorosas, y haciendo alarde de un poder que se desmoronaba.

Sin resultado esto, y al ver el progreso de la insurreccion, se encargó al ministerio del Interior, como en espiacion de anteriores condescendencias, adoptase disposiciones fuertes que contuviesen la revolucion, y empezó amenazando con suspender de sus empleos á las autoridades que fueran débiles ante los desórdenes, revelando con tan tibia providencia su debilidad, que aparecia en su misma situacion.

Habia solo cuatro ministros, y dos estaban en la Granja al lado de la reina. El del Interior y el de Gracia y Justicia, Alvarez Guerra y García Herreros, presagiando sin duda la tormenta, no se mostraban resueltos á conjurarla, y parecia como que deseaban entenderse con ella para sobrenadar en el naufragio. Toreno y el duque de Ahumada, menos afectos á los principios que se proclamaban, ó más confiados, tenian fé en el porvenir; y encantados sin duda en los jardines de la Granja, se creian omnipotentes para destruir una revolucion, á la que daban menos importancia de la que tenia.

Quesada, despuesto del mando de la Guardia Real, no hallándose

1

acorde con la marcha política del minister io, renunció la capitanía general de Madrid, y Rodil, fué relevado de la inspeccion de infantería.

Toreno al mismo tiempo, conocia que con el dinero podria hacer frente á cualquier situacion, y negoció con el banquero Ardoin un anticipo de 300,000 libras esterlinas, obligándole la necesidad á librar las dos terceras partes: pero protestadas las letras, perdió crédito el gobierno, y empeoró su estado. No queria comprender las circunstancias que atravesaba, más fuertes que él, y se suicidaba, perjudicando á la nacion, no por su muerte, sino por dejar de poner el debido remedio á sus males.

Pensóse en altas regiones en confiar la formacion del ministerio á don Agustin Argüelles, no siendo estraña Inglaterra á este pensamiento; pero no se prestó el procurador por Asturias á relevar á su paisano, y el ministro británico, Mr. Villiers, tuvo que negociar en la Granja la eleccion de un nuevo jefe del gabinete.

La revolucion iba en tanto cundiendo por la Península, y en Madrid se notaban ya síntomas de una próxima insurreccion.

Tales antecedentes provocaron el 14 de agosto una reunion magna en Palacio á la cual asistieron los ministros, el Consejo de gobierno, los decanos del Consejo Real y algunas autoridades locales, bajo la presidencia de la reina gobernadora, que á este fin se trasladó precipitadamente desde la Granja.

Resistir á las exigencias que se presentaban como necesidades públicas, en vez de estudiarlas y satisfacerlas en lo posible, fué lo que se decidió torpemente en tan autorizada junta.

INSURRECCION DEL 15 DE AGOSTO EN MADRID.-SU ORÍGEN.

LXI.

Antes de ocuparnos de la tibia insurreccion de agosto por la milicia madrileña, espondremos su orígen.

La cárcel de Córte estaba á la sazon atestada de presos políticos de todas categorías: allí habia curas, frailes, abogados, oficiales y guerrilleros de la Mancha, implicados en su mayor parte en conspiraciones carlistas; allí existian nacionales comprometidos en la matanza del 17 de julio, y en el ligero motin contra Martinez de la Rosa el 11 de mayo; allí estaba, por fin, Aviraneta, de cuya prision hemos dado cuenta (1). En la cárcel de Córte estaban daguerreotipados los partidos que des

(1) Véase el tomo 1.*, pág. 446.

trozaban la Península: ella presentaba los dos bandos con sus pasiones, con sus odios, con su intolerancia y con su fanatismo.

El gobierno de la cárcel, es decir, el alcaide y todos sus sirvientes, favorecian á los carlistas porque participaban de sus opiniones, y esto hacia que se mostrasen más osados, y se erigieran en señores de aquel lóbrego recinto. El abogado Selva y algunos de los regulares presos, eran los que allí llevaban la voz.

Una conspiracion carlista, cuya direccion estaba en la cárcel, se fraguaba en silencio. Instruido de ella el gobierno, envió en concepto de preso al coronel don Andrés Robledo con la secreta mision de observar y dar parte de las tramas carlistas de que estaba algo informado el ministerio.

Robledo y Aviraneta se entendieron en breve, y á los pocos dias ya estaban al corriente de la conspiracion carlista, de la que el primero instruia al gobierno en sus partes diarios que redactaba Aviraneta. Tan grave halló el contenido de estos partes, que al punto envió á la cárcel á dos comisarios de policía con celadores, auxiliados de sesenta miñones aragoneses, y fueron encerrados en los calabozos el alcaide y dependientes, el abogado Selva, el ex-capitan de realistas y escribano García, que lo era de la causa contra Aviraneta, y varios curas y frailes. Comenzóse á instruir un voluminoso proceso por el juez de primera instancia, don Modesto Cortazar, y los destinos de alcaide y demás personal de la cárcel se proveyeron en sujetos liberales, aliviándose con esta mudanza el estado de los presos de esta opinion.

No era menor que en las provincias en fermentacion, el descontento de los liberales en Madrid.

El estado de las cosas exigia otra marcha diferente, pronunciada por las reformas políticas, enérgica contra sus enemigos. En tal situacion y sin esperanzas de que cediese el ministerio de su insensata resistencia, estaba en el corazon de los exaltados el alzamiento, y esplotando esta disposicion, concibieron y propusieron algunos planes, para realizarle, los jefes de la oposicion. Desechados, y sin lograr ponerse de acuerdo, acordáronse del fundador de la sociedad secreta La Isabelina, don Eugenio de Aviraneta, como el único capaz de dirigirles, y al efecto fué comisionado y se le presentó el ayudante de la milicia don N. R., acompañado de otros oficiales de la misma. Espuesto que le hubieron el objeto de su mision, y asegurándole la confianza que tenian en sus recursos, Aviraneta exigió para tratar del caso la garantía de su encargo. No les conocia; deseaba que algun capitan amigo suyo le respondiese, y habiendo indicado á R., agente de bolsa, trajéronle á poco, y amigo de todos y abrigando iguales sentimientos, sentése Aviraneta, cogió la pluma, y estendió el plan en los términos siguientes:

« AnteriorContinuar »