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el Estamento de procuradores, todas se rebelaban contra el poder y todas se emancipaban de él. Estremadura, Castilla y Galicia tenian tambien sus juntas de gobierno.

La revolucion era ya fuerte, porque era de principios, porque era popular. Por eso no la combatieron las tropas, por eso la sostendria el pueblo. Demasiado comprendió el ejército lo que simbolizaban don Carlos y su sobrina, el término natural de la lucha, sus necesarias consecuencias. Algunas juntas devolvieron á sus legítimos dueños los bienes que compraron durante la segunda época constitucional, y á esta medida, tan beneficiosa á millares de personas acomodadas, y al país en general, como de rigorosa justicia, seguia la disminucion de los derechos de puertas, que interesando á todos en el régimen que se inauguraba, favorecia más visiblemente á los pobres, á quienes es más gravoso el recargo en los artículos de primera necesidad, sobre que principalmente pesaba tan oneroso impuesto.

La junta de Valencia, estimulada contínuamente por las de Cataluña, se distinguió por la infinidad de medidas revolucionarias que adoptó, figurando en todas el conde de Almodovar, cuyo mando revolucionario sancionó el gobierno con ánimo de que no fuese más adelante. Sucedió, empero todo lo contrario. Y no tan solo se limitó á legislar en la provincia, sino que declaró la junta valenciana, y decia á la reina en 22 de agosto, qué las peticiones que fueron á presentarla el 16 los urbanos de Madrid, no eran peculiares suyas, sino los votos de los reinos de Valencia, Aragon y Cataluña, y los de los hombres de bien de la nacion

entera.

Más adelante, al ver al gobierno seguir resuelto la senda que se calificaba de desastrosa, y contra la que se pronunciaba el país, se aclamó más decididamente en algunos puntos la Constitucion de Cádiz, impidiendo don Joaquin María Lopez fuese proclamada desde luego en Valencia. En vano, y por consideraciones atendibles, trató tambien de evitar se nombrase una junta de gobierno de los reinos de Valencia y Murcia, cuya vicepresidencia se le confirió.

En una proclama que publicó el 4 de setiembre, esta junta, decia: que el grito de justicia, de garantías y de guerra á los opresores que abusaban del poder, habia resonado en todos los ángulos de la Península; y que á su brazo tocaba satisfacer la impaciencia de las demás provincias..... Empuñemos las armas, añadia, y no las dejemos hasta haber obtenido el triunfo.»

A más avanzó. El dia 9 acordó publicar un manifiesto dirigido á la Inglaterra, Francia y Portugal, espresando su confianza de no encontrar en ellas oposicion á sus principios liberales; remitirle á los embajadores de aquellas potencias, para evitar que se

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les sorprendiese, y comunicarlo al mismo tiempo al ejército del Norte. Para hacer más fuerte la resistencia, y dar mayor autoridad á la junta, enviaron algunas poblaciones de los reinos de Valencia y Murcia sus diputados, y se puso en comunicacion con las de Barcelona y Zaragoza á fin de establecer una junta central de la corona de Aragon.

La junta de Alicante espuso sus deseos con no menor energía, y se por el pronto pudo impedir el general gobernador Villalobos se hiciese lo propio en Cartagena, verificóse al fin el 12, siendo destituido, y teniendo que refugiarse el general Valdés á bordo de un buque estranjero

EL MINISTERIO Y LA REVOLUCION.

LXIV.

En tanto que en todas las provincias se formaban juntas revolucionarias, el gobierno, impotente contra ellas, se entretenia en combatirlas publicando en la Gaceta artículos doctrinales, objetando bajo todos as pectos los deseos de los pronunciados. Duro y fuerte su lenguaje cuando se hizo la ilusion de vencerlos, recomendaba la union y la tolerancia ahora que los temia.

Los autores de la insurreccion del 15 de agosto en Madrid, dijo que eran, ó partidarios de don Cárlos ó anarquistas de oficio; y que esta segunda clase «se componia de hombres violentos, ignorantes, sin moralidad ni mérito alguno, cobardes que nunca han querido ni merecido cumplir con sus obligaciones, pero ambiciosos en sumo grado, y turbulentos y agitadores por hábito, porque ninguna esperanza les quedaba de elevacion, sino en el trastorno de la sociedad (1).»

Solo para esto tenia fuerza el gobierno; para insultará los vencidos, para usar de un lenguaje que no permitia en la prensa de la oposicion, y que nunca debió permitirse por su inconveniencia. Solo le faltaba citar los nombres de los cobardes é inmorales; pero todo Madrid los sabia, porque casi todos tenian un nombre público, y algunos eran procuradores de la nacion.

Pero á los dos dias, ocupándose el mismo periódico oficial de la union que debia reinar entre los liberales, decia «que la disidencia entre los que querian el desarrollo rápido de las instituciones y la inmediata reforma de todos los abusos, y los que para asegurar estos beneficios deseaban seguir una marcha, si bien progresiva, lenta y segura, eran oposiciones, hijas del más acendrado patriotismo.» Recomendaba la union

(1) Gaceta de Madrid del 29 de agosto.

por interesante á todos, y añadia, «nadie cede á nadie: no se hace nin gun sacrificio costoso al amor propio: tampoco hay que renunciar á un sistema para admitir otro estraño.....»

Estos artículos, que se mandaban reproducir en los periódicos de las provincias por el ministerio del Interior, como lo comprueba más de una comunicacion que tenemos á la vista, causaban en el público un efecto contrario al que se proponian sus autores, porque revelaban con más evidencia la debilidad del ministerio, que fué reformado, sin que por esto adquiriera más fuerza. Bien al contrario: Castroterreño, que reemplazó á Ahumada, era un octogenario que no podia emplear la energía necesaria, y á que se resistia su edad, y Riva Herrera, que sucedió á Alvarez Guerra, habia pertenecido en las Córtes al partido ministerial, y aunque honrado, su carácter duro exacerbaba los ánimos. El despacho de Marina, que dimitió Alava, se confió á don José Sartorio, que podria ser muy buen marino; pero que era una nulidad política y parlamentaria.

Nombró el gobierno capitanes generales para algunas de las provincias sublevadas, y al paso que los diarios de Barcelona anunciaban que no recibirirán á su paisano el general Manso, en Aragon y en Valencia se disponian á resistir á las nuevas autoridades haciéndoles frente con la fuerza.

A ella opuso el ministerio artículos de la Gaceta, en que manifestó «que ya pasó el tiempo de las consideraciones; que se acercaba la hora de la justicia; que desgraciado del que se pusiera bajo su inexorable segur; y que el gobierno estaba resuelto á no tolerar por más tiempo semejantes escándalos.» Y adoptó providencias que estaban de acuerdo con esta manifestacion; pero ya inútiles. Los rayos que en su ira fulminaba el poder, eran impotentes ante la decision y el apoyo de las juntas: sus anatemas eran vanos porque no tenia fuerza para contrarestarlas. Cuando enviaba tropas á reducir alguna poblacion, la defeccion de ellas era la inmediata consecuencia, como sucedió con la columna que, al mado de Latre, dirigió contra Andalucía.

El gabinete, cada vez más ofuscado y temerario, llegó en su escesivo amor propio hasta el estremo de comprometer el trono envolviéndole en su ruina. Con la sola firma de la reina gobernadora, publicó el 2 de setiembre un manifiesto á la nacion, en que, reprobando con términos durísimos la insurreccion, se hacia decir á esta señora, entre otras cosas: «he resuelto, en fin, reprobar altamente la desobediencia, los descarríos y los torpes y abominables hechos de algunos indivíduos, y se-ñalar de nuevo á la nacion el camino que desde muy á los principios he trazado á la marcha de mi gobierno, y del que de manera alguna me desviaré, como el medio más adecuado, de llegar al término de asegurar

la felicidad de España, conciliando los intereses y derechos del trono con los de la nacion. Este será el de las mejoras prudentes y sucesivas que consiente el estado del reino, sirviendo de base el Estatuto Real, y dando á uno y otro el detenido desarrollo y aplicacion que las circunstancias reclaman; más siempre por el modo legal y único que indican las instituciones actuales, que es el de las Cortes divididas en dos estamentos. Cualquiera otro llevaria á inevitable ruina, pudiendo comprometer hasta la independencia misma de la nacion. Por tanto, he dispuesto que mis ministros, no apartándose de esta senda, repriman vigorosamente al que se quiera apartar de ella, adoptando providencias que, al paso que anuncien olvido y reconciliacion para aquellos que, no siendo incendiarios ni asesinos, se sometan en breve tiempo á mi gobierno, indiquen tambien y manden aplicar castigos prontos y severos á los que insistan en sus estraviados y criminales intentos; resuelta yo á no perdonar medio para alcanzar el fin importante y sagrado de restituir la tranquilidad al reino.»>

Este imprudente manifiesto, que solo podia haber aconsejado con conocimiento de causa el mayor enemigo de la reina gobernadora, prueba la torpeza de los ministros, y da lugar á bien amarga censura; pero no necesitamos hacerla, sino resumir la unánime que ha merecido. Entonces y despues fué calificado de tardío esfuerzo de la energía ministerial, de alegato incoherente y contradictorio que amenazaba halagando, que pretendia reprimir estravíos con promesas de concusiones, que adulaba al partido que afectaba combatir, que pretendia disculpar lo mucho que se habia dejado de hacer con la enumeracion de lo poco que se habia hecho. «Todavía (1), como si se temiese que la declaracion que se hacia en el manifiesto de respetar el Estatuto fuese mal vista por las gentes á quienes se trataba de calmar, no salió á luz sino acompañada de un decreto, por el cual se decretaba la devolucion de los bienes nacionales, sin embargo de haberse pocos dias antes (el 21 de agosto) reservado á las Córtes la decision de este punto. Lo apurado de las circunstancias en que se redactó el manifiesto, no permitió sin duda reparar en esta contradiccion, ni aun en la inutilidad de la concesion misma, que ya las juntas establecidas en las tres cuartas partes del reino habian decretado, y de cuyas resultas muchos de los compradores de aquellos bienes estaban en posesion de ellos, antes de que el gobierno presentase á estos su tardío y forzado asentimiento.>>

El gobierno, queriendo aun hacer alarde de un poder que se le escapaba de las manos, disolvió en la Gaceta las juntas, declarandolas ilega

(1) Burgos, Anales del reinado de Isabel II.

les y usurpadoras, y á sus miembros responsables de los fondos públicos, etc. Exaltadas más y más las juntas con estos actos de desesperacion, y comprometiendo á todos los alzados, produjeron su efecto inmediato; embravecer la revolucion y reducir á la nulidad más absoluta el poder del gobierno, desunido á más en su situacion agonizante.

El general en jefe del ejército del Norte (1), y algunos capitanes generales le sostenian á duras penas; pero como solo alcanzaba su mando á los puntos donde no imperaba la revolucion, sin oposicion ésta, cobraba de dia en dia mayor brio, y avanzaba en sus exigencias.

ACTITUD DE LAS JUNTAS.

LXV.

Vióse en efecto, la impolítico é inoportuno del manifiesto de la reina gobernadora, en las manifestaciones enérgicas que contra él produjeron la mayor parte de las juntas. Algunas procuraron disolverse; pero las más cobraron nueva audacia, y arrastraron tras sí á otras poblaciones, Sin aquel deplorable escrito, no se hubiera dado lugar á otros irreverentes para el trono: no habria dicho la junta de Alicante que «el presentimiento, y aun el instinto de los pueblos, han tenido que buscar en la abstraccion de las órdenes y decretos dictados por el gabinete la medida de las necesidades públicas, y que luchando entre el deber de cumplir disposiciones y decretos emanados de una region elevada, y la existencia del Estado, han preferido en algunas ocasiones recurrir á la inobediencia para sostenerle;» y como si esto no fuera bastante, se apresuró á desmentir las seguridades dadas en la Gaceta de Madrid citando las órdenes contrarias al Estatuto Real,

La junta de Zaragoza se negó á disolverse, y dijo en su célebre manifiesto del 10: «No más treguas, no más fantasmas, no más apatía, no más abusos, no más dictaduras, no más transacciones ominosas. Estos son nuestros votos generales y unánimes.» Y seis dias despues añadia: «He aquí como el orgullo y petulancia de un ministro revolucionario que tiene sitiadas en el Pardo las personas reales con un cordon sanitario para impedir que el clamor nacional tenga acceso al trono, produce un efecto diametralmente opuesto al que creó su descarriada fantasía. La nacion queda restituida, por la misma política del ministerio, á su estaao primitivo social. El mismo ha disuelto los débiles vínculos que le unian con el pueblo. Este usa legítimamente de un derecho de in

(1) Véase documento número 17.

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