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surreccion, y continuará la transicion hasta constituirse como corresponde á la dignidad nacional........... De hoy más, en lugar de reverentes esposiciones, solo presentaremos batallones, y los himnos de la victoria y los de libertad serán entonados por nuestros valientes sobre los alcázares de los palacios de los orgullosos sibaritas.» Y por último, un acreditado periódico de la misma ciudad decia: «Nunca hubo tan justos motivos para ir á la córte con banderas levantadas, y sacar la fiera atada, y entregarla, cortadas las uñas y arrancados los dientes, á la turba del pueblo para que le dé el pago de sus crueldades y alevosías.»>

Y á medida que tenian lugar publicaciones semejantes, íbase robusteciendo el poder revolucionario, constituyéndose en Barcelona una junta gubernativa, decidida á oponerse á lo que el gobierno de Madrid acordara, por tender á la disolucion del Estado, decia.

Mostró á la vez grande empeño la de Zaragoza en poner á la cabeza de su movimiento al brigadier don Manuel Gurrea, que mandaba la vanguardia del ejército de operaciones, y comisionó al efecto á don Benito Alejo de Gaminde (1). El gobierno en tanto, apremiaba á Gurrea para que marchase á Navarra, los catalanes no querian que les abandonase cuando tan envalentonados estaban los carlistas, y la junta de Zaragoza que temia tambien se situase nuevamente en el Alto Aragon la division espedicionaria de los carlistas, instaba á Gurrea para que no marchase á Navarra; y tanto las juntas de Cataluña como las de Aragon le estimulaban á permanecer en el país y desobedecer las órdenes de un gobierno que consideraban como enemigo.

En Granada se declaró á la reina gobernadora en estado de opresion, y se hizo imponente su estado de resistencia.

En Badajoz se calificó á los ministros de anarquistas y enemigos de la patria y del trono, si en el término de doce dias no se separaban de sus destinos. La junta permitió además se imprimiera un manifiesto á la nacion española, en el que se pedia la formacion de causa á todos los ministros desde abril de 1834.

En Cádiz se declaró unánimemente al conde de Toreno reo de alta traicion; y en Sevilla se decia al mismo tiempo: «el gran capitan de nuestro siglo no consiguió subyugarnos; ¿y lo consiguirian un poeta y un agitador?... los ministros quieren la guerra, y la tendrán.» En iguales ó parecidos términos se iban espresando todas las demás juntas, constituyéndose en gubernativas.

Niegan algunos escritores la homogeneidad del alzamiento; y los hechos nos demuestran lo contrario. Habia, en efecto, en las provincias,

(1) Este comisionado escribió desde Balaguer à Gurrea. Véase el documento número 18.

diferentes exigencias más o menos progresivas; pero esta diferencia era secundaria de su primordial objeto, y se obedecia en muchas á peticiones del momento por contentar á todos y mantener la union. Pero todas estaban acordes en condenar la marcha del gobierno, y en exigir garantías políticas, y este fué el motivo de la revolucion: todas querian una variacion de régimen que se creia necesaria; dotar al país de instituciones liberales, insuficientes y mezquinas las consignadas en el menguado Estatuto, y para esto proclamaban la Constitucion de recientes épocas, hija del siglo, sin próceres vetustos, ni aristocráticos armiños, nacida en el estruendo de la más gloriosa de las luchas, por la que tantos sacrificios habian hecho los más de los defensores de la reina. Intérpretes las juntas de la verdadera opinion de los liberales, sin trabas entonces, ejercian un poder; más no de coaccion, como se ha querido suponer, sino verdaderamente popular, porque fueron elegidas directamente por el pueblo, y estaban apoyadas por él, en el mero hecho de no retirarles su confianza, lo cual siempre podia hacer, porque siempre tenia la fuerza y la libre manifestacion por todos medios de su voluntad.

Estas juntas tan decididamente revolucionarias, eran tambien respetables por los sugetos de importancia en todas las posiciones sociales que contaban. Grandes capitalistas, generales, altos magistrados y funcionarios públicos, personas elevadas por su rango, prestigio y ciencia; he aquí los que se habian comprometido por la revolucion, los que la prestaban su autoridad.

Al mismo tiempo veíase al gobierno abandonado de todos, y ya era una temeridad desafiar la tormenta que amenazaba inundar la España de calamidades. El ejército del Norte era el único que restaba al gobierno; pero la causa de la reina peligraba, y si batia á sus compañeros, iba á contar dos guerras civiles la Península.

No sabemos si llevándole á batir la revolucion hubiera hecho lo que la columna que con Latre envió el gobierno hácia Despeñaperros para apagar el fuego revolucionario en Andalucía. Avistáronse estas tropas el 17 de setiembre con las pronunciadas que mandaba el brigadier Villapadierna, y en vez del choque temido por algunos, se pasaron los soldados de Latre á las filas de Villapadierna vitoreando á la Constitucion. El general abandonado, tuvo que retirarse con la caballería y los artilleros.

PROYECTO DE INTERVENCION ESTRANJERA.-SU NEGATIVA.

LXVI.

En tan terrible situacion, vuelve Toreno sus ojos á los estraños, y solicita la intervencion estrajera, para destinar alguna parte del ejército de las provincias á sofocar la insurreccion.

Томо п.

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Tal intento, despues del desaire anteriormente sufrido, era una aberracion inesplicable: en el claro talento de aquel hombre de Estado, á no dominarle la pasion, y si tenemos en cuenta la antipatía del país á la mediacion de otros en nuestras contiendas, era un insulto que el ministro hacia á la nacion.

Pero la Francia dió una leccion elocuente á tan terco gobernante. El memorandum (1) de nuestro embajador en París, el señor duque de Frias, fué contestado lacónica, pero claramente, por el ministro de Relaciones estranjeras, duque de Broglie (2).

Ni los exagerados progresos de los carlistas, ni lo temible, por sus tendencias, de los pronunciamientos, ni los peligros hábilmente abultados del trono de Isabel, hicieron á Francia acceder á la cooperacion.

No hacia mucho, el 28 de junio, que habia condescendido el gabinete francés en que se formase una legion de argelinos, que llegó á Cataluña en número de cuatro mil ciento, al mando de Bernelle, elevado desde coronel á mariscal de campo. Con este refuerzo creia haber dado al gobierno español una prueba de que se interesaba por la causa liberal, á la que consideraba con bastante poder para triunfar de los carlistas sin ayuda de estraños.

De todos modos, esta negativa fué el golpe de muerte para el ministerio, combatido por el ministro inglés, que apresuró la venida de Mendizabal, el Mesías de los liberales.

(1) Véase documento número 19.

(2) Id., id., id.

LIBRO CUARTO.

FORMACION DEL EJÉRCITO DE RESERVA AL MANDO DE LA HERA.

CIONES.

I.

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El aumento que iban adquiriendo los carlistas del Norte en la primavera de este año, decidieron al gobierno á formar un ejército de reserva, cuya creacion fué decretada el 17 de marzo, confiriéndose el mando en jefe al general don José Santos de La Hera (1).

Destinado á impedir las escursiones de los carlistas de las Provincias Vascongadas á Castilla la Vieja, y á pacificar estas, se procuró situarle en un terreno estenso que abarcara los límites de Navarra, Alava y Vizcaya, atendiendo á las provincias de Soria, Logroño, Burgos y Santander.

El 1.o de abril se encargó La Hera del mando en la antigua ciudad de los condes de Castilla; pero no estaba aun organizado su ejército. Los cuerpos que debian componerle se hallaban diseminados en tan vasto territorio, y casi todos ocupados en perseguir las partidas carlistas que en él tenian el conocido teatro de sus operaciones. Mas La Hera se mostró activo; eligió como punto de reunion á Bribiesca y los campos de Bureba; convocó á ellos á la mayor parte de los cuerpos, y en tanto que se reunian, puso á Burgos en buen estado de defensa, estableció dos

(1) Don Manuel Latre y don Mateo Ramirez fueron nombrados generales de division: la brigada de caballería se confió á don Manuel Breton: la subinspeccion de esta arma y la de infantería, á don Ramon Gomez Bedoya: fué jefe de plana mayor, don José María Peon, y don Evaristo San Miguel puesto á sus órdenes.

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hospitales militares, procuró acumular en la ciudad los elementos necesarios para establecer un parque y maestranza de artillería, y fundó despues hospitales provisionales en Logroño, Miranda y Bribiesca, á donde marchó el 9, y pudo revistar el ejército.

Al dia siguiente fué á las merindades de Castilla la Vieja para reconocer por sí mismo el país y la línea establecida en aquel flanco, el más vulnerable y descubierto, distribuyendo convenientemente las fuerzas que debian conservarle y defenderle. Inspeccionó luego las guarniciones de Medina de Pomar y Villarcayo, revistó la division de Latre acantonada en Bocos, Villasante y otros puntos de las merindades y del valle de Mena, y regresó por el de Valdivieso á Bribiesca, donde encontró á Valdés, cuyas órdenes recibió.

La Hera dirigió columnas móviles á perseguir á las diferentes partidas que, procedentes de Merino y Villalobos, tenian en consternacion el país de sus correrías, habiendo tenido por resultado la muerte de Nieto y la prision de Carnicer, sucesos que ya conocémos. Tambien impidió la division de Latre, mandada por La Hera, que Castor insurreccionase la provincia de Santander, á la que se dirigia desde Vizcaya despues de invadir las Encartaciones.

La derrota de Iriarte en Guernica, y el amago que casi por el mismo tiempo hicieron los carlistas sobre Bilbao, obligaron á La Hera á penetrar en Vizcaya, recogiendo en Balmaseda las fuerzas de Latre. Supo á poco los movimientos que efectuó Espartero, y desistió de su intento.

Disponíase La Hera á perseguir á Sopelana, Castor, Ibarrola y otros que merodeaban por Arciniega y la sierra de Ayala; pero noticioso de que Zumalacarregui, con grandes fuerzas se dirigia á penetrar en Castilla, envalentonado con el triunfo que obtuvo en Artaza, marchó precavido.

«Doblando la vuelta de Arciniega, y ya muy próximo á entrar en dicha villa, llegó á su noticia la invasion que el enemigo intentaba traspasando el Ebro, y á poco tiempo tuvo á la vista las primeras tropas de su vanguardia, por lo que, abandonando su primitivo objeto, se apresuró á impedir la ejecucion de tan osado movimiento, que en aquellas circunstancias, lejano el ejército del Norte y desprovistas de tropas las provincias de Castilla, amenazaba ser de una ventaja inmensa para los rebeldes, y de incalculables peligros para la causa de Isabel. Era indispensable, por lo mismo, no perder un solo instante, y en su consecuencia mientras avanzaba con las tropas que conducia á su inmediacion por el flanco del enemigo, á fin de ganarle el frente y detenerle á todo trance, espidió rápidas comunicaciones para que se le incorporasen el general Latre, que debia pernoctar en Sodupe, y el general Espartero, que, salvados los restos de Iriarte en Guernica, debia hallarse

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