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en Bilbao. Al mismo tiempo daba parte de todo al en jefe Valdés. La fortuna favoreció plenamente medidas tan acertadas, pues á pesar de la dificultad de las comunicaciones, casi siempre interceptadas, llegaron todas las fuerzas á su destino; y al dia siguiente, entre cuatro y cinco de la tarde, se encontraron reconcentradas las tropas disponibles de ambos ejércitos, con la concurrencia de Latre sobre Medina de Pomar, y la de Espartero, La Hera y el general en jefe Valdés, sobre Miranda de Ebro y Armiñon, viéndose por lo tanto Zumalacarregui en la precision de abandonar su empresa (1). »

Despues de esta operacion, que valió á La Hera el empleo de teniente general, se separaron ambos ejércitos, y el de reserva regresó á Bribiesca, desde donde activó su jefe la persecucion de Merino y Villalobos. Formó al efecto diferentes columnas, encargando á Latre que con las de su mando conservara la línea establecida desde Losa y Balmaseda hasta Castrourdiales y Santoña.

Pero eran escasas las fuerzas de que podia disponer para defender tan estenso territorio, y disgustado de no poder concluir con los carlistas, y de ver lo que empeoraba el estado de la guerra en las Provincias. Vascongadas, sin que pudiese hacer otra cosa que ser espectador de la situacion que se venia encima, dimitió el mando, como sospechó deseaba el nuevo ministro, para colocar y ascender á su cuñado. Dimitió igualmente el general Valdés en Miranda de Ebro, desde donde el 24 de junio avisó á La Hera las variaciones ocurridas en la jefatura del ejército, y La Hera marchó al dia siguiente á Miranda, conferenció con Valdés, conoció los gravísimos inconvenientes de que el mando de las tropas del Norte fuese ejercido, aun por pocos dias, en la forma que se habia ordenado; las grandes dificultades y conflictos que ofrecia, con muchas, urgentes y trascendentales atenciones que llenar, y con escasos medios de hacerlas frente, y en tal situacion, y por lo mismo que el puesto era de peligro, lo era de honra, se decidió La Hera á echar sobre sus hombros tan grave responsabilidad. No le correspondia el mando, no era llamado á ejercerle; mas «le aceptó libre y espontáneamente por habérsele hecho entender de la manera más autorizada y competente en aquellos tristes momentos, que su aceptacion era el mejor medio de. evitar males que acaso serian irreparables, y que podria libertarse á Bilbao con la prontitud que el caso requeria y La Hera deseaba.»

Valdés, en tanto, tenia motivos para estar más que afectado. Su vuelta á Miranda el 23 sin seguir á salvar á Bilbao, fué la última de sus operaciones desgraciadas. A creer en la fatalidad, podia suponerla ce

(1) Biografia del general La Hera.

vada en él aquel general de tan gloriosos antecedentes. Poco más de tres meses antes reunia en sí las esperanzas de todos, llamado como ministro á dar á los negocios de Estado la direccion que reclamaban tan apuradas circunstancias; y al correr á poco al frente del ejército del Norte, como el caudillo destinado á terminar la guerra, se esperó y se confió mucho en él. Pero al examinar sus operaciones, al ver su desaliento, lo que lamentaba el estado físico y moral de las tropas, la desconfianza que tenian en él, hasta el punto de considerarle incapaz para terminar la guerra y pedir ayuda estraña, anunciándolo en son de triunfo al ejército (1), y al considerar como quedaba todo al dejar el mando, la opinion pública se desbordó como un rio comprimido, y hasta se le calumnió. ¡Cuánta amargura debió esperimentar aquel tan honrado patriota! Dejárase llevar menos de su desconfianza, y hubiera hecho más; animara el aletargado entusiasmo del soldado y el honor de sus oficiales, y habria contado con un ejército de héroes; pero cayó en el marasmo de todos y se perdió; y si no sucedió lo mismo á la causa liberal en crísis tan suprema, debióse en mucha parte á los motivos que ya hemos narrado. Nunca con más razon se pudo decir á los carlistas: Quod Deus vul perdere prius dementad....

En aquellas circunstancias tan difíciles para la causa liberal, la necesidad más apremiante era salvar á Bilbao. Lo exigia su heroismo, lo reclamaba su importancia. Su pérdida, ya lo veremos más adelante, habria hecho necesaria la intervencion. Comprendiéndolo así el nuevo general, y tomando las medidas que ya conocemos, marchó á Portugalete, y la junta del 30 de junio de que dimos cuenta, lo salvó todo.

Lo que sucedió despues hasta la entrada del ejército liberal en Bilbao, ya lo tenemos consignado. Añadiremos, sin embargo, que el 2 de julio se pusieron espeditas las comunicaciones de la plaza por mar; se destruyeron las obras de los sitiadores y se reconstruyeron y mejoraron en lo posible las fortificaciones, proveyendo de artillería, víveres y municiones á la villa.

En la tarde del mismo dia se disponia La Hera á marchar en la madrugada del siguiente en persecucion de los carlistas; pero se presentó aquella noche el general Córdova, encargóse del mando, y al dia inmediato, La Hera con Latre y el ejército de reserva salió para Bribiesca y continuó solo su viaje á Madrid, pudiendo estar satisfecho del gran servicio que habia prestado á la causa liberal.

(1) Alocucion de 21 de junio participando la pronta llegada de auxilios estranjeros.

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DON LUIS FERNANDEZ DE Córdova.

II.

Cualquiera que llevase este nombre debia elevar sus sentimientos, porque constantemente le recordaria al gran capitan del siglo XVI, al vencedor de Italia, la espada siempre victoriosa de la grande Isabel I, cuya memoria es glorioso blason de nuestra patria.

Sin duda inspiraba al Córdova de nuestros dias la memoria de su abuelo, cuando le vemos desde niño distinguiéndose en sus estudios y sobresalir en su carrera, que vino á cortar la muerte de su padre, sacrificado en 1810 en el Potosí en defensa de la causa española.

Tenia don Luis á la sazon doce años (1), y el fin desgraciado de su padre, general de la armada, le hizo variar de carrera, y fué agraciado con el empleo de cadete de Reales Guardias de infantería, que empezó á servir en 1811.

Alumno en la Academia especial de cadetes, escedia en aprovechamiento á sus compañeros; pero sus opiniones liberales le postergaron, y derrocada la Constitucion de 1814, sufrió castigos de correccion, y fueron recogidos sus libros por el tribunal, llamado Santo por antonomasia, sufriendo tan solo, merced á una dama parienta del inquisidor, una severa amonestacion.

El rey presidió en 1819 los exámenes, y satisfecho de los no vulgares conocimientos del alumno liberal, le nombró S. M. alférez, haciendo así justicia á su antigüedad olvidada, y á su saber desatendido. Córdova se creyó desde entonces obligado al monarca.

Dispúsose á poco una espedicion dirigida á pacificar el continente americano, y Córdova, deseoso de vengar la muerte de su padre, solicitó y obtuvo ser destinado al estado mayor general del ejército de Ultramar. Pero este ejército proclamó la Constitucion en las Cabezas de San Juan, y ni marchó Córdova, ni tuvo parte en esta sedicion militar. El mismo ha dicho que, «no sabe si hubiera entrado en la conspiracion á serle conocida; pero como nada supo ni pudo saber de tal negocio por hallarse en Cádiz en comision de servicio, fué de hecho completamente estraño á toda la conjuracion. »

Este período, de los más importantes de la vida de Córdova, porque decidió de su suerte y de sus sentimientos políticos, lo cual ha sido

(1) Nació el 2 de agosto de 1798, en la ciudad de San Fernando (isla de Leon).

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