Imágenes de páginas
PDF
EPUB

>>Diez dias han trascurrido desde que salvásteis el heróico pueblo de Bilbao, y ya os hallais sobre los muros de Pamplona, haciendo cincuen ta leguas en siete marchas. Las facciones reunidas, para cerraros la salida de aquella villa, á favor de los espesos bosques y desfiladeros de Vizcaya, huyeron á vuestra vista intimidadas por la decision de vuestra marcha. Forzando por primera vez su paso, la peña de Orduña ha perdido su antigua reputacion. Para vuestro valor, cuando lo dirige la disciplina, nada hay de inespugnable. Vitoria amenazada, nos vió volar á su socorro; y reanimado su leal vecindario con vuestra presencia sabe que ha vuelto á ser el centro de vuestras operaciones. Apenas empezábais á reposar de vuestras fatigas, cuando fué preciso venir á socorrer á vuestros hermanos de Puente la Reina: el enemigo blasonaba ya de su posesion, y para asegurarla, concentró todas sus fuerzas sobre las formidables posiciones de Mendigorría, á una y otra parte del Arga. El pueblo era ya el centro y la fortaleza de su línea: una brigada enemiga situada en Obanos amenazaba nuestros flanco y retaguardia: juzgué que todas estas dificultades y ventajas eran inferiores á vuestro valor. Compañeros, mi confianza era justa. pero confieso que habeis escedido á mis propias esperanzas. El paso de carga y el grito de Isabel y libertad, muerte ó victoria, ha triunfado de todos los obstáculos: los que víctimas de tan noble arrojo han perecido por la patria, vivirán en su eterna memoria y reconocimiento: suya es nuestra sangre toda, y prontos nos hallarán á pagar con ella la deuda de honrados ciudadanos. Puente la Reina queda libre, demolidas las trincheras donde un puñado de sus valientes defensores clavó los cañones enemigos, matando sobre ellos al comandante de la artillería rebelde. Pamplona respira ya por nuestra victoria, y sus muros os esperan con la corona debida á los defensores de la libertad.

>> Cuando todos son héroes en un ejército, la recompensa es difícil; pero ¿cuál más lisonjera para nosotros que la idea de hacer palpitar de gozo y admiracion el corazon de todo buen español? Sin embargo, entre tanto que propongo á S. M. las gracias que merece vuestro denuedo, yo se las doy muy cordiales al ejército y á cada uno de sus indivíduos. ¡Feliz el general que no puede elogiar á ninguno sin ofender á todos!

[ocr errors]

>> Compañeros: union, confianza y disciplina á estas condiciones os ofrecí conduciros á la victoria: todos hemos cumplido con nuestro deber y nuestras ofertas, y todos seguiremos recogiendo nuevos laureles, mientras igual sea nuestra observancia á aquellos preceptos. Cuartel general de Puente la Reina 17 de julio de 1835.-Vuestro comandante general en jefe interino, Luis Fernandez de Córdova.»

ORSERVACIONES SOBRE LA BATALLA DE MENDIGORRIA.

IX.

Los resultados de esta jornada pudieron haber sido más favorables al ejército de la reina; pero no habia costumbre de dar batallas ni de pelear en línea, y no fué por eso enconada la persecucion. Y no dejaron de

cometerse faltas notables; pero las perdonó el entusiasmo de la victoria. En esta ocasion se notó la indisciplina del ejército. El mismo Córdova lo dice en sus memorias hablando de esta batalla: «hubiera podido ser el término de la guerra sin la desgraciada fatalidad que nos privó de sacar todo el fruto que la victoria prometia, por lo mucho que en esta batalla habia arriesgado el enemigo, confiando ciegamente en la superioridad que con sus recientes ventajas se atribuia. Pero los malos hábitos de guerra que habian contraido nuestras tropas, dispersándose en la victoria como en la derrota, no permitieron dar á nuestro triunfo todo el alcance de que era evidentemente susceptible; y don Cárlos y sus huestes se salvaron por instantes de una posicion desesperada.>>

Don Narciso Lopez se condujo de una manera inesplicable. Al frente de una caballería numerosa vió tranquilo huir al enemigo.

Si los carlistas hubieran tenido mejores jefes en algunos puntos, si hubiera existido más unidad en las disposiciones, otro hubiera sido quizá el resultado de aquella jornada.

Pero es evidente que Moreno, ya fuese por ineptitud ó por aturdimiento, pues uno y otro demostró en esta batalla, no tomó ninguna disposicion importante, y los carlistas tuvieron que ceder el campo despues de una tenaz resistencia, heróica las más veces.

La torpeza del general hizo estéril tanta sangre valerosa como allí se derramó, y á no haber sido por Villarreal, tal vez hubiera perecido don Cárlos. Asombra en verdad la confianza de Moreno, que llegó hasta el punto de alojar al príncipe en Mendigorría, cuando nada tenia dispuesto para su defensa, y cuando en caso de una derrota, no habia otra retirada que un puente, que naturalmente se obstruiria con los fugitivos, si no era antes ocupado por el enemigo, para impedir este único medio de salvacion.

Seguramente que en Mendigorría pudo ver muertas don Cárlos sus esperanzas; pero sin duda le salvó allí la Providencia, en quien él tanto confiaba, deparándole á Villarreal, citado con encomio por el mismo Córdova, porque fué el que más empeñada resistencia mostró, el que defendió el puente, el que conquistó laureles en aquella honrosa derrota, que desprestigió á Moreno.

Unas víctimas más, hubieran quizá contribuido á ahorrar algunos años de guerra.

Córdova, satisfecho del triunfo por sus ventajas morales, mostróse descontento de algunos jefes.

SITUACION DE CORDOVA Y DEL EJÉRCITO DEL NORTE.

X.

Moreno corrió á Estella á ocultar su derrota, y Córdova voló á Pamplona á ostentar su triunfo, que le valió el empleo de teniente general. Allí, sin embargo, instó á Sarsfield se encargase del mando para que habia sido nombrado; más éste tuvo el buen tacto de no aceptarle, y el gobierno á seguida confirmó en él á Córdova interinamente.

Rehusar esta honra en aquellas circunstancias, era en estremo inconveniente, y juzgó no le quedaban medios honrosos para resistirla, ni la gratitud, ni el honor, ni el patriotismo. Ha dicho despues, que consideró como una desgracia para él tan alta investidura; debemos creerle; pero esta desgracia pudo haberla trocado en una gloria venturosa.

No hay duda que era sumamente difícil su situacion, y que no estaba en él solo el vencerla, por eso escribia con grande acierto al ministro de la Guerra, el duque de Ahumada, al dia siguiente de la batalla de Mendigorría: «Hemos ganado ayer seis meses de vida: por este término respondo de contener al enemigo en sus antiguos límites. Que el gobierno aproveche el plazo para buscar recursos y crear elementos con que sostener, conducir y concluir la guerra.»

La situacion administrativa del ejército era en estremo deplorable. Cuando Córdova tomó el mando, estaban exhaustas las cajas. La sublevacion de casi todas las provincias del reino privó de recursos al gobierno, y prolongándose tamaño conflicto, hizo Córdova que el ordenador escribiese, y lo hizo además él mismo, á las autoridades y juntas de los pueblos alzados, esponiéndoles el triste estado, los apuros, el abandono en que quedaban las tropas; y cuán funesto podria llegar á ser á la causa nacional el desentenderse en aquella disidencia con el poder, de las privilegiadas consideraciones á que eran acreedores los que al frente del comun enemigo sostenian con las armas en la mano los derechos de la nacion y de la reina, que todos los bandos liberales reconocian y proclamaban.

El vencedor de Mendigorría, rodeado entonces de aura popular, confió en el éxito de su llamamiento al patriotismo de los liberales, pero tan enconados estaban los ánimos contra el ministerio, que ahogó la pasion aquel noble sentimiento, y todo pareció mejor que prolongar su dominacion. Estéril el feliz pensamiento del bizarro caudillo, que solo pedia pan para sus soldados á cambio de victorias, permaneció el ejército en la misma penuria y olvido, hasta que Mendizabal, de quien ya nos ocuparemos más adelante, atendió á tan apremiante necesidad.

á

Córdova en tanto, tuvo que distraer su atencion á la subsistencia de las tropas, y al efecto creó arbitrios indirectos, recaudados por la administracion militar; repartiendo con prevision laudable lo que muy poco poco podia obtener, y á costa de mil esfuerzos, para sostener todo un ejército en campaña y en país enemigo, prefiriendo el haber del soldado al del jefe, representando de contínuo al gobierno, suplicándole reparase en lo posible la causa general de quejas y descontentos; luchando sin tregua con las consecuencias de su situacion, desesperándose con tener que subordinar sus operaciones á la falta de recursos, dejando acreditar sin contradiccion, la opinion de que nada faltaba al ejército, opinion que comprometia su crédito personal, y que no le era lícito, dice, rectificar sin grave daño de la causa pública. En vano, mortificado hasta este punto ofreció su dimision cien veces para poder hablar, en vano apuraba sin cesar al gobierno.

Y el servicio de víveres era en aquella guerra de tanta dificultad como coste, porque no se limitaba al abasto diario de las tropas que ocupaban ó recorrian el país, sino que le constituia principalmente el repuesto de los almacenes que se habian tenido que establecer en los puntos fortificados, ya para que no careciesen de las provisiones que hacia necesarias el estado de sitio y de constante bloqueo en que se hallaban, ya para asegurar la precisa subsistencia del soldado en operaciones, contrarios sus naturales, estéril su suelo y dominado por los carlistas.

.

Vacíos los almacenes, lo espuso así en sentidas quejas al gobierno, quien comisionó á don Agustin Alinary, último contratista de abastos, que ya no pudo continuar el suministro por el atraso de los pagos.

El gobierno no cumplia con los asentistas, y estos no cumplian á su vez con el ejército (1).

(1) El siguiente ejemplo citado por Córdova en su Memoria, es una parte de la historia de las contratas.

«En el mes de noviembre me anunció el ministerio que habia tomado la resolucion de establecer grandes almacenes en Burgos, Santander, y no recuerdo que otro punto, encareciendo con razon las ventajas que de la realizacion de estas medidas habian de resultar. Los acopios quedaron contratados con don Jaime Ceriola, comerciante de Madrid, y debian quedar entregados por terceras partes en los primeros dias de diciembre de 1835, enero y febrero de 1833. Pues bien: ni aun en la primera de estas tres partes con que habiamos debido contar para el principio de diciembre de 1835, se hallaba entregada en la época en que dejé el mando, es decir, en agosto de 1836; y cuando sobre tan dilatados atrasos, dirigia la ordenacion del ejército reclamaciones à los comisionados del asentista, contestaban que ellos eran meros corresponsales de don Jaime Ceriola, que su comision se limitaba à entregar al ministro de hacienda militar de tal ó cual punto, tal ó cual partida de determinado comestible, y que cesaban sus poderes con la entrega que les habia dado orígen; y si se les encargaba trasmitir al menos las reclamaciones à su poderdante, comunicaban pocos dias despues las respuestas que

Rodeado de tantos apuros Córdova, reunió al jefe de la plana mayor general, al inspector general de la guerra y al ordenador del ejército, y se reconoció unánimemente la necesidad de acopiar tres millones de raciones en diferentes puntos. Al efecto trataron con Alinary, y presenta ron al general en jefe el proyecto de contrata, que modificó, obteniendo del contratista rebajara el precio de los artículos, que puso harto subidos. El gobierno, á cuya aprobacion fué esta contrata, la dividió en dos partes; aprobó la primera mitad, y reservó la segunda para situacion más desembarazada. De los 7 á 8.000,000 á que ascendieron los suministros hechos en virtud de esta contrata, no recibió el asentista de las cajas del ejército más que unos 2.000,000; el resto fué pagado en libranzas sobre la Intendencia general de Madrid.

El alimento de las tropas tenia que sacarse del país, y el estado en que éste se hallaba no era el más á propósito Se acababan de perder casi todos los puntos fortificados en el interior, y con ellos los recursos que á su abrigo se sacaban, y los almacenes en ellos formados para proveer á las columnas de operaciones (1).

¡Pérdida irreparable, porque era imposible conquistar y restablecer por entonces aquellos puntos!

La guerra no era ya lo que habia sido: el mismo Córdova conocia y lo dice, que habia pasado en pocas semanas, material como moralmente, de un estado no muy distante de la infancia, á la vida viril y robusta: las condiciones, los principios, las ideas aplicables al primer período, eran completamente inaplicables al segundo.

Embarazaba más y más esta situacion la del jóven caudillo, que tuvo que emplear todo su ardimiento, toda su energía, toda su autoridad para sostener el ejército, único valladar en aquellos dias de turbulencias interiores, de las huestes briosas de don Cárlos. Impuso castigos, abrió causas en casos graves, separó á los más caracterizados jefes de la administracion y la reglamentó, invitó á las autoridades civiles examinasen los pedidos é interviniesen en los repartos de los suminis

de éstos recibian, las cuales se reducian à esplicar que, no pagando el gobierno las primeras remesas enviadas, ó no pagándolas sino en papel de dudosa, ó cuando menos, lenta y dificil realizacion, se juzgaba el asentista autorizado, no solo à demorar las sucesivas entregas, sino á solicitar la rescision de la contrata, como en efecto la estaba solicitando.»>

(1) Escribia el conde de Mirasol, respecto á Vizcaya. «El desórden y la dilapidacion no se pueden esplicar; no hay un comisario que sepa las raciones que reparte, las cantidades que estrae, su procedencia, ni mucho menos los recursos que se pueden hallar en determinados puntos de su distrito. La cuenta y razon está reducida á tomar cuanto se encuentra y repar tirlo hasta donde alcanza; y siendo así que es muy frecuente no dar al soldado la racion completa. es seguro que no hallará vd. un cuerpo ni un comisario que satisfagan su curiosidad en este punto. Hay un desconcierto general y esto influye en los resultados de una guerra cuyo esencial objeto es poner órden.»>

« AnteriorContinuar »