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tros, y reguló con un celo digno del mayor elogio todo lo concerniente á los ingresos y distribucion de caudales. El soldado en medio de su escasez estaba satisfecho de su jefe; no así los pueblos, que se quejaban justamente de sus sacrificios; pero aquel no podia morirse de hambre, y Córdova y los jefes militares no solo tuvieron que prescindir de estas quejas, sino emplear la fuerza, que es tambien ultima ratio famis.

El gobierno se vió precisado á poner coto á estos desmanes inevitables, y creyendo al mismo tiempo útil ensayar un sistema de pacificacion general de las provincias rebeldes, combinado con la coaccion armada, resolvió al fin contratar con las diputaciones de las mismas provincias el suministro de raciones, dando las más completas seguridades de su pago, eximiendo de esta suerte á los pueblos inmediatos al teatro de la guerra de tan enorme contribucion.

Enviaron las diputaciones sus delegados á Madrid, celebráronse las contratas; pero no pudo realizar el Tesoro los pagos estipulados, y cesaron en breve los suministros gastando hasta el último maravedí las diputaciones, y encontrándose peor que nunca el ejército, porque no sabian sus jefes cómo ni dónde buscar el alimento del soldado.

Viviendo en contínua escasez y privaciones, sin tener asegurado el servicio de víveres, no se podian emprender importantes operaciones, porque el resultado de una victoria nunca podia ser un rico botin, pues los carlistas, como estaban en sus casas, no llevaban consigo más que lo preciso. Y todo lo era al ejército liberal, teniendo que conducirlo consigo: invadir el país ni era empresa fácil, ni podia dar por resultado los recursos que muchos creian. Las invasiones que se practicaron patentizan esta verdad (1). Y para estas operaciones al interior del país, dominado por los carlistas, necesitaba Córdova llevar provisiones proporcionadas al tiempo que hubieran de durar aquellas; necesitaba acémilas, y apenas bastaban las que habia para surtir de lo indispensable á la guarnicion de los fuertes de la línea. Al fin, el gobierno, conociendo la falta y la importancia de este medio para la guerra, contrató el servicio de mil acémilas, que aunque insuficientes (2), eran algo: mas solo se reunieron setecientas caballerías mayores, y eso al finalizar el mando de Córdova; y no duró mucho tiempo este servicio, porque cansados los arrieros de inútiles reclamaciones para su pago, y aburridos de las penalidades y los peligros de la campaña, desertaron casi todos con sus

recuas.

(1) «Muchas veces, dice Córdova, entrábamos á viva fuerza en aquel territorio, poniendo así á prueba el remedio que los críticos proponian contra el mal; pero en ninguna hallamos esos viveres y ranchos que nos faltaban.»>

(2) Una quinta parte de las que se necesitaban.

Este era el estado deplorable de la administracion del Norte, importantísimo de conocer para apreciar con alguna exactitud los acontecimientos que diremos, para comprender su heroismo y sufrimientos.

El soldado era valiente; pero ¿cómo ejercitar su brio, desnudo, hambriento y aun sin cartuchos para batirse? ¿Qué aliciente para arrojarse á la muerte podian tener unas tropas cuyos heridos veian no pocas veces abandonados á la saña enemiga, por no tener ni dónde ni en qué trasportarlos?

Preciso es no hacernos ilusiones: los ejemplos que se han querido aducir de otras guerras, son inadmisibles en esta, que no se parece á ninguna, como lo dijimos en el Discurso preliminar. Algo hemos ido dándolo á conocer; pero aun nos falta mucho que decir para que se comprenda la elevacion de esa lucha de gigantes.

FUERZA DEL EJÉRCITO DEL NORTE.

XI.

Todos los generales en jefe del ejército de operaciones se lamentaban de la escasez de fuerzas que tenian á sus órdenes, y aunque se le agregó el de reserva, no se aumentó su fuerza, teniendo que atender á las cuatro provincias limítrofes, antes protegidas por aquel.

La union, pɔr consiguiente, fué nominal, pues que de los treinta mil hombres de que se componia, no ingresó un solo soldado en el de operaciones, destinados aquellos, y no en valde, á la persecucion de las partidas que amagaban constantemente la provincia de Santander, y á las que invadian las de Burgos, Soria y la Rioja.

El ejército del Norte, inclusos los treinta mil hombres del de reserva, se componia de ciento veinte mil, de los cuales solo una tercera parte estaba en disposicion de operar.

Córdova, con los estados de fuerza en la mano, demostró al gobierno que la empleada en las guarniciones existentes ascendia á cuarenta y dos mil infantes y mil setecientos caballos, incluyendo las guarniciones ocupadas por la reserva; que de estas guarniciones no se podia sacar un soldado para las operaciones por ser tan débiles; que los gobernadores clamaban por refuerzos, sin que ninguna se hallase en situacion de resistir por sí sola un sitio sin un pronto socorro del ejército.

La fuerza en revista estaba muy lejos de ser la disponible, porque no se contaba en las filas la llamada en comision, que ascendia á un 17 por 100-unos veinte mil hombres,-los enfermos, heridos y otras bajas de guerra, subieron á veces hasta 22 por 100, dando un resultado de

otros veinte mil hombres, quedando así reducido el ejército de operaciones á unos treinta y seis mil efectivos. Hé aquí la única fuerza disponible para operar en campaña en toda la estension de ocho provincias, dominadas cuatro de ellas por el enemigo, hostiles sus habitantes y habiendo de atender al socorro de numerosas plazas y á su abastecimiento. Si no para aumentar el ejército, para disminuir el del enemigo se dirigió á los vascongados una alocucion algo notable (1) en la que, despues de manifestarles estaban engañados, señalaba las pensiones que se darian á los que se refugiaran en Francia, ó se pasaran á las filas de la reina.

MOVIMIENTOS DE CÓRDOVA.-ACCION DE LOS ARCOS.

XII.

Para ir proveyendo Córdova á cuanto hemos espuesto y aprovechar en lo que fuera posible el triunfo de Mendigorría abandonó la Navarra, y por Artajona y Lerin marchó á Logroño, sufriendo mucho el ejército en la jornada de Lerin, el 23 de julio, en la que murieron sofocados por el ardiente sol de aquel dia unos 35 soldados, y hubieran perecido más sin la eficaz ayuda de los jefes y oficiales que daban sus propios caballos á los soldados que los necesitaban. Marcha tambien la retaguardia en gran desórden, difícil de evitar en aquellas circunstancias, y en una eminencia á una legua antes de Lerin se hizo alto, se mandó al pueblo por acémilas y caballerías para recoger á los que no podian marchar, y una tempestad que sobrevino acompañada de benéfica lluvia, evitó nuevas víctimas, y proporcionó el único é indispensable alivio en tan crítica situacion. A la caida de la tarde se siguió la marcha á pernoctar en Lerin.

El 24 se dirigió el cuartel general á Logroño; la primera division y la de Alava tomaron el camino de Sesma, y la segunda division con el convoy el de Lodosa para Logroño, permaneciendo la vanguardia en Lerin. Se efectuaron algunos movimientos en las inmediaciones de Logroño en los últimos dias de julio y primeros de agosto, tratándose siempre de cubrir el Ebro, se practicaron ejercicios doctrinales, y no se perdia de vista á los enemigos diseminados en Allo, Dicastillo, Morentin y demás pueblos de la Solana, pero sin molestarles.

El 4 se trasladó el cuartel general á Lerin, verificándose un movimiento acertado para abastecer de víveres á Puente la Reina, donde

(1) Véase número 19.

TOMO II.

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pernoctó el cuartel general el 5, la primera division en Puente Lárraga, la segunda en Artajona, la tercera en Mendigorría y la de vanguardia en marcha hácia Lumbier para proteger la entrada en Navarra de un convoy procedente de Cinco Villas de Aragon. Los carlistas se retiraron hácia Estella, y los liberales prosiguieron los ejercicios de instruccion.

El 8 pernoctó el cuartel general en Lárraga y el 9 pasando por Lerin volvió á Logroño.

El ejército quedó divivido en dos partes; una de 18 batallones, que con el cuartel general se acercaban al Ebro, y otra de 11 que quedaba en la Rivera; resultando así algo crítica la posicion de las fuerzas de los liberales, particularmente de las que estaban en Lerin; máxime habiendo entrado los carlistas en Lodosa, donde llevaron 17 mozos para aumentar sus filas. Esto obligó á efectuar algunos movimientos, pero ni se podia impedir á los enemigos las exacciones que hacian de hombres y dinero, porque habia que acudir á un mismo tiempo á muchas partes, ni se les podia batir en conjunto, porque no eran tan cándidos que se prestaran á ello; y no podian tampoco los liberales alejarse de la única base y punto fuerte que tenian en toda la Rivera; así se hacia crítica y embarazosa la posicion de aquellas fuerzas

La brigada de vanguardia salió el 14 á establecerse en Miranda de Arga, y otras fuerzas á Lodosa á proteger la llegada de un convoy y de los habilitados de los cuerpos que iban de Logroño.

En el ínterin se presentaban los carlistas en Miranda de Ebro, que, aunque abandonada por su gobernador la defendieron bizarramente los nacionales; se adelantan hasta Pancorbo, y les hace retroceder Córdova, marchando despues á Vitoria. Don Carlos que con sus tropas habia repasado el Ebro á la llegada de los liberales á Orón, bajo á Lodosa y ocupó á Quincoces y pueblos inmediatos, evacuándose este dia 14 los valles de la frontera de Castilla, dirigiéndose unas fuerzas por Villarreal de Zumarraga y la Borunda á Navarra, y el resto hácia Durango efectuando despues varios movimientos segun eran los de los liberales.

La guerra, en tanto, tomaba verdaderamente un carácter particular. Desde la jornada de Mendigorría apenas se habia vuelto á ver á los carlistas: el 9 de agosto quedaron solo 11 batallones en la Rivera, y á los tres ó cuatro dias no eran más que 6, porque Gurrea corrió en persecucion de Guergué. Bien informados los carlistas de todos los movimientos de sus enemigos, causó estrañeza no verles caer sobre ellos con todas sus fuerzas antes de ser socorridos. La posicion, además, de unos y otros llegó á ser singular, pues el 26 estaban 7 batallones liberales y la caballería en Sesma, y 8 ó 9 carlistas en Allo, Dicastillo é inmediaciones: todos se contemplaban, ninguno acometia. A los carlistas les faltaba Zumalacarregui, á los liberales gobierno y direccion.

Continuando cuanto eran posibles los ejercicios de instruccion, el 27 reunió Aldama su division en las eras de Sesma y la arengó, y como de misa el dia siguiente, no hubo ejercicio por la mañana, que se pasó tiroteándose con una avanzada carlista.

La division que ocupaba á Sesma no podia permanecer allí, porque habia apurado las subsistencias, y tampoco podia caer sobre el enemigo porque ignoraba su fuerza, y era esponerse á una derrota en un país hostil, ó tener que emprender una retirada rodeado de enemigos; marchó á Lerin el 29 volviendo á Sesma el 31 (1) á donde acudió tambien el brigadier Buerens y otros, moviéndose el 1.o de setiembre á Lezagurría. Hicieron alto en un vasto campo formando pabellones; acudió desde Viana el general en jefe; se reunieron hasta 24 batallones; se prosiguió la marcha á Los Arcos; se cargaron aquí de trigo unas cuantas galeras y acémilas, y acabada esta operacion durante la cual estuvo constantemente la tropa al sol, regresó el cuartel general á Viana con el convoy y las tropas, escepto la division Aldama con alguna fuerza, que se quedó en Los Arcos.

En estos dias, el 27, instaló Córdova el depósito militar de Navarrete, cuyo pueblo reunia las mejores circunstancias de salubridad y conveniencia. Los carlistas lo establecieron en irache.

Estos que habian visto satisfechos el regreso de Córdova cuando podia haberles molestado ó hacerles variar de posiciones dando una vuelta por la Solana, trataron de inquietar á las fuerzas que se quedaron, y á las siete de la mañana del 2 de setiembre se presentaron por las alturas de la ermita de San Gregorio, y los liberales tomaron posiciones permaneciendo unos y otros toda la mañana contemplándose, si se esceptua un insignificante tiroteo de algunos minutos entre los puestos avanzados. Reforzados á la una los carlistas trataron de atacar la altura que estaba á su frente como primera línea liberal, rompióse el fuego á la una y media en todos los puntos de ella, que fué haciéndose estensa: se destacaron guerrillas que descendieron al valle que separaba ambas posiciones: se reforzaron las compañías que ocupaban el cerro de la de

(1) Entre los muchos episodios que podriamos referir es digno de mencion el siguiente que hallamos en el Diario de Operaciones del jefe de la P. M. que original tenemos à la vista. Encargados de conducir un convoy de Calahorra á Logroño una compañía de carabineros y la primera y segunda dal batallon de voluntarios de la Rioja, estaban formadas en la plaza de la primera ciudad para emprender la marcha, cuando se presentó don Matías Serena de Arguiñigo, y con voces subersivas trató de sublevar á las tropas, llevándose consigo una compañia de Rioja y 30 carabineros. El comandante de armas envió en seguida la restante fuerza y alguna más en su seguimiento, alcanzó á los sublevados cerca de Ausol, se reunieron estos à sus compañeros despues de hacer fuego contra el mismo que los llevaba reducidos, y Arguiñigo preso poco despues, entró en este dia 31 en Logroño.

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