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tero y los obuses á la poblacion, que causaron los destrozos consiguientes.

Pero este nuevo alarde de terror no impuso á los bilbainos: llenóles, sí, de indignacion, porque dejaban los enemigos de atacar á las baterías que les hostilizaban, y destruian las casas, albergue inofensivo de las mujeros y los niños.

Acostumbrándose fueron á aquellos proyectiles, devolviendo á los sitiadores los que no reventaban.

Una constante actividad y el entusiasmo por la reina y la libertad, mantenian el animado espíritu de los sitiados. Decaia en algunos momentos de calma, pero surgia con doble brio, unas veces por impulso propio, otras estimulado por alocuciones no muy exactas ó sobrado poéticas, como la dirigida el 16 á los soldados, que decia así:

«Tres mil de vuestros compañeros están desembarcando en Portugalete, y los buques de la marina real se preparan para subir la ria, ahuyentando á cañonazos á los miserables que teneis delante. Nos sobran municiones, y como os veo constantes y alegres en las fatigas, y que el servicio lo haceis con exactitud, nada tengo que encargaros. En breve estará cumplido cuanto os ofrecí el dia 13. VIVA ISABEL II.-M. el conde de Mirasol. >>

La llegada de tropas de refuerzo era cierta, mas no en tanto número. Para proteger su entrada en la plaza, se dispuso la salida por la puerta de San Agustin de una columna del ejército al mando de Araoz (1).

(1) «En el momento que el señor don Gaspar de Jauregui, comandante general de la provin cia de Guipúzcoa, recibió el aviso para auxiliar esta plaza, con el celo, actividad y prontitud que tanto le distinguen, hizo que en el término de dos horas se embarcaran, el 15 de junio, en la ciudad de San Sebastian, el primer batallon de San Fernando y el provincial de Jaen, á bordo del vapor Reina Gobernadora, y varias lanchas que este remolcaba: á la una de la tarde salió la espedicion de San Sebastian, y á la misma hora de la noche fondeó delante de la barra de Portugalete, desembarcando á las seis de la mañana ambos batallones. El vapor siguió inmediatamente à Castro-Urdiales con el objeto de avisar al comandante de la balandra Atalaya, teniente de navio don N. Cagigos, para que' viniese à Portugalete con este buque, cl lugre Vigilante, y el pailebot Arequibo, al mando respectivamente de den N. Martinez y don Cecilio Peri, guardia marina habilitado, ambos á las órdenes del señor Cagigos. En estos buques se embarcó artilleria gruesa, municiones y harina, con destino á Bilbao, y llegaron á Portugalete á cosa de las once de la misma mañana del 16. Inmediatamente se fortificaron sus costados con tablas para debilitar los efectos de la fusilería á la subida por la ria. A las cinco de la tarde, hora en que crecia la marea, se emprendió el movimiento para Bilbao, que se verificó, habiéndose embarcado con la anterioridad oportuna la tropa para pasar al punto de las Arenas. Los buques navegaban un poco avanzados á la tropa, para que sus fuegos en la accion no pudiesen ofenderlos, y los batallones marchaban llenos de ardor y entusiasmo por socorrer á la plaza, arrojándose á esta empresa con un valor heróico la corta fuerza de ochocientos cincuenta hombres, à pesar de que conocian la resistencia que les opondria un enemigo escesivamente mayor en número, favorecido por sus ventajosas posiciones, y noticioso de la salida, que descubria indudablemente desde el alto de las Banderas, que tambien ocupaba. A los tres cuartos de

TOMO II.

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Frustrado tan importante auxilio, y de regreso Araoz en Bilbao, comenzó de nuevo su bombardeo, que duró desde las cinco de la tarde á

legua de la salida de Portugalete, fué atacado el convoy por el flanco izquierdo, y aunque el enemigo aparentaba un arrojo decidido à favor de su superioridad numérica y de las posiciones dominantes que ocupaba, y aunque se vieron descender tres batallones más, que venian de la parte de las Banderas, nada pudo alterar en lo más mínimo la decision y valor con que emprendieron su marcha los que componian esta espedicion. No se oia otra voz á los jefes, oficiales y soldados, sino la de «á Bilbao.» A fuerza de empeño llegó el convoy à Olaveaga à las ocho y media, en donde tuvieron el sentimiento de saber por varios urbanos de aquel punto, emigrados en Portugalete, y que con ardiente patriotismo venian con los batallones. que los facciosos á las tres de aquella tarde habian cargado de piedras algunas gabarras, y barrenandolas las habian echado al fondo, obstruyendo de un modo imposible de vencer el paso de los buques. Vióse por algunos jefes y oficiales el obstáculo que se oponia, y con esta novedad, sensible para todos, el primer comandante del primer batallon de San Fernando, don Matías Casero, mandó al segundo, don Gregorio Piñan, que pasase á bordo de la balandra y dijese á Cagigos mandase virar y volviese å Portugalete, con la seguridad de que el convoy seria sostenido á todo trance. Los batallones permanecieron formados y cubiertos con las casas de Olaveaga hasta las nueve y cuarto de la noche, en que se emprendió la retirada para Portugalete, en cuya villa acabó de desembarcar la tropa à las dos de la madrugada. En todo este movimiento la infantería fué sostenida por la artilleria, y aun fusileria de los buques, jugada con un acierto y destreza que honran al valiente comandante Cagigos y demás jefes y tripulaciones. En esta espedicion nuestra pérdida consistió en trece heridos, y aunque se ignora la del enemigo, se calcula fuera superior.

>>Les valientes que en aquellas apuradas circunstancias se abalanzaron por socorrer á esta plaza, merecen sin duda alguna un singular aprecio. El arrojo en haber acometido semejante empresa, se honra por sí mismo Los esforzados y valientes cazadores de Isabel II de Vizcaya que guarnecian el punto de Burceña, y que tanta glória han adquirido en este sitio, ayudaron con sus fuegos à la espedicion en el escaso frente que su situacion les permitia; y con los gritos de viva Isabel II que daban á la otra parte de la ria, redoblaban, si era posible, el ardor de los que à no haber encontrado el obstáculo de las gabarras, estaban resueltos à penetrar en Bilbao.

>>La fuerza que salió de esta plaza en este dia al mando del impertérrito jefe de la P. M. coronel don Miguel Araoz, se componia de las compañías d preferencia del 3.o y 4.o de ligeros, y de cien hombres del provincial de Compostela. Esta pequeña columna arrolló al enemigo en todas direcciones, arrojándose sobre él á la bayoneta el teniente graduado de capitan de la primera de tiradores del 4.o de ligeros don Francisco de la Huerta, y el subteniente de la misma don Manuel María Peñaranda, que mandaban la guerrilla. El teniente coronel graduado capitan del 4.o de ligeros don Antonio Ramos, que mandaba la vanguardia, se condujo con la bizarría que tenia acreditada; y todos hicieron prodigios de valor.

>>En esta salida fueron heridos el comandante segundo del primer batallon de Almansa, coronel don Braulio Mallol; el teniente don Gregorio Gonzalez, y el subteniente del mismo cuerpo don Agustin Dominguez, de cuyas resultas murieron ambos. Tambien fueron heridos los subtenientes don Manuel María Peñaranda, y don José María Casati; y treinta y seis indivíduos de tropa de la clase de sargentos, cabos y soldados, inclusos cinco ingleses del barco de vapor, muriendo dos soldados españoles y uno inglés. Cuantos heridos entraban por las puertas de la plaza, y podian articular una palabra, gritaban con admirable entusiasmo: viva Isabel II: viva la libertad.

>>Al sostener la entrada en la plaza de la columna que salió, fué herido de gravedad en la puerta de San Agustin el valiente patriota don Pedro de Gane, capitan de la cuarta compañía de la milicia urbana.»>

Reseña histórica del memorable sitio de Bilbao, publicada por su M. N. y M. L. ayun

tamiento.

las diez de la noche, aumentándose los estragos; ocasionando entre otros daños la ruina del almacen de pólvora de la batería del Circo.

Ciento treinta proyectiles huecos, fueron arrojados á la poblacion; y para reparar sus fatales efectos, se invirtió aquella noche en construir una nueva batería en el ferte del Circo, en levantar otra á espaldas del de Larrinaga para colocar un obus contra Begoña, y reparar lo más necesario.

Otra nueva salida tuvo lugar el 18, al mando tambien de Araoz, con mayores fuerzas, protegidas por dos trincaduras, que procuraba ofender al propio tiempo la multitud de carlistas, que escudados por la naturaleza del terreno formaban una larga y continuada emboscada.

Replegáronse en breve los de la plaza, y aunque cargaban sobre ellos escesivas fuerzas, emprendieron la retirada con tal órden, que pa recia un simulacro de accion, á pesar de la pérdida que sufrian de alguna gente.

Si los resultados no correspondieron á los esfuerzos, no fué culpa de las disposiones que se tomaron, ni del valor con que fueron ejecutadas. Otra causa más poderosa esterilizaba tantos sacrificios, y á vencerla se dirigian los conatos de todos.

En los dias 19 y 20 solo se oyó algun cañonazo entre el tiroteo de fusilería.

Los sitiados aprovecharon esta favorable circunstancia, reparando sus maltratadas obras, cubriendo varios puntos enfilados, limpiando las armas, y pasando revista á sus filas. Observáronse algunos movimientos en los carlistas, que no se pudieron comprender; y que se atribuyeron á su retirada ó á la aproximacion de Espartero ó de Latre, que con sus respectivas fuerzas, acampaban no muy lejos de la villa, á la que se proponian socorrer.

Lo mismo que estos dias se pasaron, poco más o menos, los 21, 22 y 23, especie de tregua que favoreció en estremo á los sitiados, á quienes importaba ganar tiempo, pues no dudaban les auxiliara Espartero á todo

trance.

TRISTE SITUACION DEL EJERCITO LIRERAL.

VII.

Las tropas liberales que procuraban salvar á Bilbao, obraban casi á la ventura, á ciegas, revelándose la situacion de Latre, exacta y fácilmente, en este parte dirigido al jefe de la plaza.

«Burceña, 22 de junio de 1835.-El Excmo. señor general en jefe de los ejércitos de operaciones y de reserva, en oficio de 19 me dice lo si

guiente:-Excmo señor: Con esta fecha digo al Excmo. señor general de la primera division del ejército de reserva lo que sigue: La division del general Espartero marchará en el dia de hoy al valle de Losa á ponerse á las órdenes de V. E. El objeto de esta reunion es ver si vuecencia puede llamar la atencion de los enemigos, distrayéndolos de su ataque sobre Bilbao, proporcionando á sus defensores medios de rehacerse y de alentarios con la noticia de su llegada; de intentar, si le es posible, poner corriente la comunicacion de Bilbao con Portugalete, para que se les pueda introducir los víveres y municiones de que carezcan, y sea posible proporcionarles; y en el caso de no ser esto asequible, y de que la poblacion tenga que entregarse falta de medios de defensa, hacer lo posible para que pueda retirarse su guarnicion. En fin, como carezco de noticias exactas de la fuerza y posicion del enemigo, del estado en que se halla la plaza, y su guarnicion, y de los pormenores locales, sin cuyos datos no es posible dar instrucciones terminantes y detalladas, me limito á poner á disposicion de V. E. estas fuerzas para que saque de ellas el partido mejor posible, atendidos los objetos indicados, y recomendando solo á V. E. que no se comprometa á una accion general ó aventurada con los enemigos, que pudiera acarrear la pérdida de esa division y las consecuencias fatales de ella.--Como V. È. verá por el anterior oficio, mis facultades están sumamente limitadas, y no puedo, sin contravenir á las órdenes de S. E. traspasarlas. Hoy llegué á este punto, y encontré á la faccion dispuesta á impedirme el paso; y por la confianza con que se presentó, sospecho que está fuertemente apoyada: carezco absolutamente de noticias, y sin en ellas ningun movimiento acertado puedo emprender. Sírvase V. S. decirme cuanto sepa de la situacion y fuerzas de los enemigos.-Dios guarde á V. S. muchos años. --Manuel Latre.»>

Júzguese lo que podria esperar Bilbao de los destirados á su auxilio, que sin saber el número y la posicion de los enemigos, no aventuraban una accion, estando inmediatos á la plaza sitiada, teniendo mayores fuerzas que los sitiadores, y pudiendo atraer á estos á terreno en el que podian ser batidos, donde no habia otro inaccesible Luchana.

PROSECUCION DEL SITIO.-PRESENTASE EN ÉL DON CARLOS.

VIII.

En la mañana del 24, oyeron los sitiados algun fuego hacia el puente de Castrejana; comprendieron que se batian los carlistas con las fuerzas auxiliadoras, y aguardaron el éxito con ansiedad. De repente se replegaron las tropas liberales, y volvieron las carlistas á sus anteriores puestos.

Desvanecióse la esperanza de los sitiados, y un sentimiento profundo embargó el ánimo de todos. A lo triste de la situacion presente, se agregaba lo sombrío del porvenir; iba á comenzar una serie de nuevos

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males y desgracias, y comenzó, en efecto, arrojando los sitiadores catorce bombas de á catorce pulgadas, y setenta y cuatro granadas de á siete, que causaron daños de importancia y algunas víctimas.

Las casas, los templos, hasta el hospital civil de la villa, sirvió de blanco á los proyectiles enemigos.

El fuego de la fusilería no se interrumpió, siendo algunos tiradores tan certeros, que habia sitios en las calles donde recibia al instante la muerte el que asomaba.

En la tarde del 25 siguió el bombardeo, y cayeron á la villa diez y ocho bombas y setenta y tres granadas, no perdidas.

El 26 adelantaron los sitiadores sus trabajos contra la batería de Larrinaga, y por la noche hicieron un foso para poner á cubierto á los tiradores que molestaban á la poblacion.

En este dia se presentó don Cárlos, y como si su presencia fuera un estímulo para sus defensores, redoblaron sus esfuerzos, y todos los cañones vomitaban de contínuo la destruccion y la muerte. Todas las baterías de la plaza contestaron, y aunque sufrieron gran daño, lograron apagar los fuegos enemigos.

Por la noche repararon los sitiados las obras, y construyeron nuevas baterías y blindaje en Mallona.

A las cuatro de la mañana del 27 se volvió á romper el fuego en toda la estension de la línea, dirigiéndose más particularmente el ataque contra los fuertes de Larrinaga y Solocoeche, que contestaron con tanto acierto que lograron acallar el del enemigo. Treinta y una granadas cayeron en la batería de Larrinaga; su casa cuartel fué enteramente deshecha y desaparecieron sus merlones de sacos de tierra; pero los carlistas no se atrevieron á atacarla, ni era posible semejante arrojo contra un puesto en el que habiendo caido una bomba sobre el merlon del ángulo saliente, roto el asta de la bandera, estropeado una cureña, y desbaratado enteramente el muro, por un movimiento unánime se lanzaron al hueco que habia producido aquel estrago los artilleros de línea y urbanos, los soldados ingleses, los de infantería y milicia urbana, presentando su pecho al descubierto contra una lluvia de fusilería que les asestaba, y provocando sin cesar al enemigo con sus víctores á la reina y á la libertad.

Don Carlos recorrió en este dia la línea desde Santo Domingo á las Banderas. Los cañonazos que en su honor se dispararon, arrojaron cincuenta y siete bombas y ciento veintiocho granadas á la plaza, que, con el humo y la polvareda que producian aumentaban su horror.

Doce horas duró el fuego de este dia, sucediendo á su estrépito un silencio imponente, interrumpido solo por las canciones patrióticas que entonaban urbanos y soldados. Los carlistas cantaron tambien las su

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