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Córdova nuevamente, pero vuelve á desengañarse Moreno, y rodea á Ezpeleta en Medina de Pomar con fuerzas superiores y una caballería numerosa en terreno llano, cuando carecian de ella los liberales.

Cuevillas mandaba los jinetes carlistas de vanguardia, y al ver la ocasion de derrotar completamente á Ezpeleta, lo avisa á Moreno, quien sin leer el parte le pone debajo de la almohada de su cama.

Córdova, que calcula lo crítico de la situacion de su camarada, marcha velozmente sobre Оña, resuelto á perecer. Gana de noche los pasos de la Horadada, y previene á Ezpeleta que, reforzado con alguna artillería, iba decidido á atacar á Moreno al dia siguiente. Intercepta éste el parte, y á pesar de tamaña fortuna, no se mueve á destrozar á Ezpeleta mientras llega Córdova para destrozarle despues.

Corre Cuevillas incomodado al cuartel general, quéjase de la inaccion, y oye á la vez la queja de Moreno de que nada le ha avisado: busca Cuevillas al conductor del pliego, y se halla tan fresco y tan sano en el sitio que hemos citado, debajo de la almohada de la cama de Moreno.

No se necesita otro hecho para poner en evidencia á un general, no se necesita otra prueba para acabar de confundir en el descrédito al que ya lo estaba en el concepto de los hombres entendidos.

La division de Ezpeleta se salvó, y á los que han atribuido este suceso á sus maniobras y al auxilio que le prestó Córdova, de lo cual hace éste mismo alarde en sus memorias, ignoraban este incidente.

Ezpeleta, sin que lo pudiera remediar, se veia perdido, y Córdova no tenia fuerzas bastantes para impedir la derrota que le amenazaba. Los campos de Medina de Pomar hubieran presenciado un desastre, si Moreno se hubiera tomado la molestia de leer el parte de Cuevillas. Fortuna fué para los liberales la torpeza del jefe de los carlistas, que pagó á poco con su destino, convencidos ya sus amigos de que no era lo mismo hacer la guerra que fusilar liberales engañados.

RELEVO DE MAROTO.-INTRIGAS Y CALL HAS.

XVII.

Maroto se dirigió desde Arrigorriaga á proponer á don Carlos el plan de operaciones que habia concebido. Reducíase á circunvalar á Bilbao con todas las fuerzas disponibles. Contiaba en el éxito, y ofrecia rechazar con cuatro batallones á Córdova, impidiendo así su auxilio á la plaza.

Pero dejemos hablar al mismo jefe carlista, que dice en su vindicacion: «Hallábase don Cárlos amorosamente entretenido escribiendo á

la princesa de Beira cuando llegué á su alojamiento, donde me obsequió con una antesala de cerca de una hora, recibiéndome al fin con la mayor indiferencia, estasiado al parecer con la carta que tenia sobre la mesa de su despacho: escuchó el resultado de la accion de Arrigorriaga sin volver la cabeza, y solo cuando le hablé de los compromisos en que me habia puesto la conducta militar de Moreno, manifestó con evidentes demostraciones el desagrado que le causaba. Para más tenia yo motivo, pues fué hasta criminal la conducta de Moreno, porque se desentendió de los avisos y partes que le envié para que me auxiliase y ocupara los puntos necesarios en tan críticas circunstancias, y para que concurriese á una accion que habria sido muy funesta á Espartero. No le parecieron desacertadas las reflexiones que le emití acerca de las operaciones que debian seguirse á las ventajas obtenidas; pero mediaba un grande obstáculo difícil de vencer: las rivalidades de Moreno y sus fatales y necesarias consecuencias. >>

Quiso don Cárlos poner término á aquella vergonzosa disension, mediando al efecto Arizaga; pero ó tuvo poco acierto ó poca fortuna, y la escision continuó, y Moreno y Maroto fueron una calamidad para la causa carlista, porque renovaron las mal apagadas cenizas de la discordia, siguiendo el funesto precedente de Zabala y otros, y dejó desde entonces de reinar en el cuartel general la armonía que tanto necesitaba la causa.

Moreno dejó á Maroto delante de Bilbao altamente resentido de que no se adoptase su plan. A poco, creyéndose éste abandonado, se situó en Villaro.

Hostilizáronse cuanto podian los dos generales rivales, formando Moreno una liga con el general Uranga, el cura Echevarría y el gentilhombre Villavicencio, para persuadir á don Cárlos que habia querido sublevarse Maroto con la division vizcaina. «Creyó (1) cándidamente el príncipe cuanto se dijo contra mí, y las inmediatas consecuencias de tan peligrosa credulidad fueron harto fatales á su causa, por cuanto escitaron, no ya el solo y personal resentimiento del general, tan innoble é injustamente agraviado, sino el de todos aquellos jefes sus subalternos á los cuales alcanzaba la calumnia. Las tropas carlistas del Señorío quedaron sumamente disgustadas por privarles de las gracias que merecieron por su comportamiento en Arrigorriaga, llegando hasta tal estremo el encono de Moreno y la debilidad de don Cárlos, que reservándose el parte detallado que de la accion le dirigí, publicaron otro que enviara Moreno, falso en todas sus partes, é injurioso á los vizcainos. >>

(1) Vindicacion de Maroto.

Depúsose á Maroto del mando por resultado de esta intriga, entregóse de él su segundo Sarasa, y se comisionó á Mazarrasa para averiguar sumariamente la conducta militar y política del primero, averiguacion en que se descendió á hechos de la vida privada, que ocasionaron escándalos y más tarde desgracias.

«El temor de ofender, dice Maroto, en lo más sagrado el honor de dos personas complicadas en estos sucesos, y que aun existen, me impide hablar con la claridad que desearia; pero no ocultaré que don Cárlos será siempre responsable ante Dios y los hombres de haber ocasionado la muerte de un honrado militar, que falleció al pesar de verse infamado y calumniado en lo más delicado de su honor, en una órden dada por el mismo príncipe, á quien habia consagrado todo su afecto y prestado repetidos é importantes servicios (1).»

Maroto, despues de entregar el mando, pidió permiso para el estranjero, permiso que se le negó, diciéndole permaneciese en el punto que le acomodase, pues pronto se necesitarian sus servicios. Insistió inútilmente, y permaneció en Tolosa, á donde yendo á parar algun tiempo despues don Cárlos, pasó á ofrecerle sus respetos, y si bien la primera entrevista no le fué satisfactoria, logró hablarle en particular, espresándose en estos términos:

-Señor, yo quisiera saber, si fuera posible, en qué he faltado á V. M., porque de nada me arguye mi conciencia.

(1) Nosotros, respetando el honor de las personas que intervinieron en este asunto, insertaremos dos documentos que ap 'eciarán esas mismas personas, y damos así algunos más pormenores de un suceso que no aclara Maroto.

«Reservada. -Durango 1.° de octubre de 1835.-Mi estimado R.: dejando por ahora estar el asunto de las personas, que tenemos tratado, ocúpese vd. de celar lo que diga ó haga el señor Maroto, que podrá ser nada bueno; porque le parece que ha sido agraviado en sumo grado por S. M., cuando al contrario le ha disimulado, y esperado mucho. No es eso solo, sino que un tal, B., bien conocido, favorito suyo, segun dicen, mediante su hija, habla mucho y desanima las gentes; y vea vd. si puede averiguar, que no será dificil, porque lo hace donde quiera, lo que propale; y si se deja conocer en el público el trato de dicho Maroto con dicha hija de B., y da en él algun escándalo, con todas las particularidades que pueda, con estension á cualquiera otra persona, y queda suyo servidor que S. M. B.-J. de L.»

Señor don J. de L.-Elorrio y octubre 2 de 1835.-Mi jefe y señor: en contestacion à la reservada que vd. se sirvió dirigirme ayer, digo que el Excmo. señor general Maroto es positivo se halla en esta con su ayuda ite alojado frente á la iglesia; y con respecto á su conducta, puedo asegurar á vd. que solo con dicho su ayudante le veo los más de los dias asistir á misa, y alguna que otra vez dar su paseo, y en seguida retirarse á su alojamiento sin asociarse con nadie. En cuanto à B. y su señora hija, me he informado de un sacerdote amigo mio que trata en la misma donde se halla alojado, y me ha asegurado que ni padre ni hija han sido vistos en esta, y que la misma dueña de la casa se lo ha asegurado tambien así; que al contrario, que la conducta de dicho señor general, por lo que de él han observado, que es ejemplar, y por lo que yo mismo he visto de dicho señor, es cierto asi, sin que pueda decirle á vd. otra cosa en contrario y en contestacion à su estimada. Queda á las órdenes de vd. este su servidor que besa la mano de vd.-L. R.»

¿Te acuerdas de lo de Durango con Moreno?

Yo creia que V. M. lo habia olvidado, puesto que me lo hizo olvidar á mí por los encargos que me dirigió por medio de don José Arizaga; ¡y ojalá que V. M. hubiese escuchado entonces mis justas reclamaciones, que hubiera ganado mucho su causa!

-Sí, pero despues te pusiste á dar empleos á la division que te confié, y creo no te correspondia.

-Señor, yo no hice más que desempeñar las funciones de los comandantes de los batallones, arreglando las compañías y nombrando sargentos y cabos: obligado á formar las brigadas, encargué su mando á los jefes á quienes por su graduacion y antigüedad les correspondia, presentando á V. M. las propuestas por conducto competente, para que recayese su soberana aprobacion en ellas; y en esto creo haber servido á V. M. desempeñando las obligaciones de un jefe, porque el que manda fuerzas militares, debe organizarlas y ponerlas bajo el pié de instruccion y disciplina necesarias.

Le recordó luego don Cárlos otros hechos no muy exactos, y entre ellos el de carácter privado que hemos referido, lo cual exasperó á Maroto de tal suerte, que olvidando el sitio donde estaba, prorumpió en sentidas y enérgicas reclamaciones, y aplazó ante el tribunal de Dios á los autores de tan atroz calumnia. Satisfecho el príncipe de sus esplicaciones, procuró en vano tranquilizarle.

Don Carlos marchó luego á Navarra, siguiendo á Moreno, cuyo mando se le escapaba de las manos, pues no hacia otra cosa que aumentar su descrédito con sus contínuos desaciertos.

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Córdova en Vitoria, para acudir con prontitud donde mayor fuera el peligro, ya que este no escaseaba en ninguna parte, sufria grandes amarguras al ver la naturaleza incalificable de aquella guerra. Muchos de los espías que se enviaban á adquirir noticias no volvian, las partidas de reconocimiento no encontraban gente en los pueblos, los avisos que se recibian eran contradictorios: ¿cómo aventurarse á ciegas, en un país tan cerrado, lleno de gargantas y desfiladeros, de montes y barrancos? Inútil la caballería y sin poder desplegarse la infantería, ¿cómo ir á buscar á unos enemigos cuya fuerza se ignoraba, que podian emboscarse con seguridad, y que sabian el momento en que el ejército liberal se movia, y casi hasta su intencion?

Y como si esto no fuera bastante, la parte moral del ejército era ter

TOMO II.

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rible, y la del país funesta: cada dia llegaba á noticia de Córdova una nueva perturbacion de las que conmovian el reino dividiendo á los liberales: temia por el ejército y por la causa que defendia, y el 9 de se tiembre le dirigió una larga proclama en la que, demostrando sus principios y sus deberes y lamentando la desunion de todos, se proponia conservar el órden y la disciplina (1). No desatendió por entonces el ejército la recomendacion que se le hacia, si se esceptuan el comandante y los sargentos de la guarnicion de Puente Larrá, que mientras las tropas habian pasado á la derecha del Ebro para hacer frente á los carlislistas y Aldama les batia en Mendigorría, se sublevó aclamando la Constitucion; pero no tuvo eco en el ejército este acto de indisciplina; obró Córdova con esquisita prudencia y gran talento, y terminó pacíficamente una situacion tan crítica.

Córdova marchó á Navarra á tomar posesion de su vireinato, para avanzar en su plan y el sistema de bloqueo, oponerse al paso de las espediciones, ó al curso de las operaciones que por aquella parte intentaban los carlistas.

Revolvieron estos con todas sus fuerzas y las concentraron sobre el Zadorra, para sitiar el débil punto de la Puebla y caer sobre Vitoria, cuya toma no era entonces improbable. Al efecto llevaron artillería, y construyeron espresamente un camino para rodarla. Córdova, que conoció el peligro, voló á socorrer á ambos puntos.

Su enemigo se apoyaba en las grandes posiciones del desfiladero del Zadorra, y habia cortado el puente de Armiñon. Moreno creyó con esto seguro el triunfo. Córdova veia una empresa arriesgada, pero gloriosa.

En su marcha llega á Miranda, y en uno de esos arranques del genio, se presenta á los prisioneros que allí habia; y les dice:

«El jefe de vds. viene á sitiar á la Puebla para tomar á Vitoria; ha reunido al efecto todo su ejército, y sin duda ha contado con que yo acudiré á impedirlo. Necesita, pues, gente, y no quiero yo privarle de ustedes, ni á vds. del gusto de asistir á la batalla. La posicion que ocupa es escelente para él; pero vayan vds. á asegurarle de mi parte que mañana seré dueño de ella.>>

Y lo fué, y Vitoria quedó libre.

Moreno era ya imposible en el mando. Sostenerle era una obcecacion á todos funesta, y que podia costar muy cara. Decidida al fin su separacion, vacilóse en designarle sucesor, y al fin el 21 de octubre se le llamó á la inmediacion de don Cárlos, se nombró general en jefe al teniente general conde de Casa-Eguía; jefes de division con mando, á los

(1) Véase el documento número 22.

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