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Galicia, tenia parte en el proyecto (1).» Trascribimos testualmente las palabras, sin comentario alguno, creyendo un deber consignarlas, si bien no admitimos la exactitud que puedan tener, pues Linage continuó gozando el favor de Eguía y recibiendo las mismas pruebas de afecto y consideracion que anteriormente le dispensaba. Formóse otro proceso en la auditoría de Guerra de Valladolid contra el contador del hospital de Burgos, llamado Vidal, por el cual resultaban vehementes sospechas de que hubiese sido quien echara el pliego en el correo de Astorga; pero en todos los actos que mediaron en tan desagradable asunto, se echó de ver la falta de razones para señalar al culpable. A consecuencia de tales acontecimientos fué la real órden «autorizando á Eguía para que, bajo las precauciones oportunas, pudiese firmar con estampilla, mediante á haberse inutilizado en el real servicio. »

En el propio año fué ascendido Eguía á teniente general.

En la invasion de 1830, comenzó á cundir en la Península el fuego de la insurreccion; y á la vez que en Navarra, Bordas se introducia con varios emigrados en Galicia,

Eguía, comunicó al gobierno la derrota y aprehension de los indivíduos que acompañaban á Bordas, ejecutándose con ellos la última pena que el rey habia mandado imponer en ulteriores decretos, y sido fusilados algunos (2).

Más tarde acaeció una circunstancia que merece ser citada. La real audiencia de Galicia, de la que, como ya se ha dicho, era presidente Eguía, felicitó al rey en el mes de diciembre del año espresado por el alumbramiento de doña María Cristina, y en ella se decia, que era un don inestimable que aseguraba la paz y felicidad de los vasallos con la garantia de la sucesion directa á la corona. Palabras que más tarde desmintió el general con su conducta.

Al enfermar el rey en la Granja, depositando en seguida las riendas del gobierno en manos de su esposa la reina Cristina, esta señora inauguró su mando destituyendo á Eguía del suyo, que fué el que primero se depuso al comienzo de aquella nueva era, recompensándose sus servicios con el título de conde de Casa-Eguía.

Su separacion, si bien fué sentida por el partido realista, porque la política del general estaba íntimamente unida á sus designios, no pudo menos de ser satisfactoria á muchas familias, que lloraban los rigores de su mando, á pesar de las buenas cualidades de militar que distinguian

(1) Véase documento número 24.

(2) Lo fueron las personas siguientes:-Pedro Gomez José Rodriguez, Gerónimo Guerrero, Francisco Martinez, Pablo Perez, Antonio Gomez, Francisco Gomez y Juan Garcia.

á Eguía. El abuso de las deportaciones y los destierros, únicamente por la oposicion de principios políticos, no era el mejor medio de granjearse la pública estimacion, cuando todos los sucesos evocaban una nueva época de libertad y tolerancia. Por estos motivos, la separacion del general Eguía, se consideró como precursora de un benéfico cambio de ideas y principios políticos en la Península. Tal vez el mismo general la consideró así desde luego, y por esta razon pasó al vecino reino para procurar, por cuantos medios se ponian entonces en juego, aunque todos infructuosos, evitar la caida del partido realista, ó en otro caso organizar su resistencia armada y dar principio á la guerra civil.

Encargado luego de efectuar árduas comisiones en Portugal, atravesándole en bien azarosas circunstancias, le valió su buen desempeño le concediera don Miguel la gran cruz de la Torre y Espada de aquel reino. A su regreso pasó de cuartel á Valladolid, donde permaneció algunos meses, al cabo de los cuales obtuvo su traslacion á las Provincias Vascongadas, su país natal.

Hallábase en Pamplona á la defuncion de Fernando, y dando Eguía justo motivo para que sospechara el gobierno, no solo por sus bien conocidos y notables antecedentes, sino tambien por la amistad que con don Santos Ladron y Zumalacarregui le unia, y con cuantos abundaban en sus mismas ideas políticas, acordó aquel su deportacion á San Sebastian y le obligo á ella. El general Solá y Castañon le dieron en el tránsito un pase para Zaragoza.

Este suceso tan sencillo, y que no debiera dar lugar á interpretaciones, las ocasinó por parte de los amigos políticos del conde, diciendo que les abandonaba en lo mas crítico de su situacion. Tal hemos oido á algunos, si bien parece haber en este juicio algo más de ligereza que de razon. Segun el mismo conde, su imposibilidad física para presentarse en los primeros dias de la guerra, le obligó á quedar, de acuerdo con Zumalacarregui, para que éste le avisase en el momento que debia emplear sus disposiciones y persona en favor de la nueva causa que proclamaba á don Cárlos. Así lo esperaba Eguía, y entretanto pasó á Sós, Pau y Tarbes (Francia).

Recibió en efecto aviso de Zumalacarregui, diciéndole que el ensanche de las operaciones militares y los sucesos, proporcionaban ya que su persona diese la utilidad que hacia tiempo deseaba en favor de la bandera que en su país se habia tremolado y defendia, prescribiéndole que sin más espe.a se pusiera en marcha. Ejecutólo el conde cuando hacia pocos dias que habia fallecido aquel caudillo, y el 17 de julio de 1835 se presentó á don Cárlos en Estella, pudiendo reconocer si era bien ó mal recibido, como claramente demostraremos en la continuacion de estas

TOMO II.

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páginas, y los beneficios que produjo á la causa carlista su presentacion en los campos de Navarra.

Agregado al momento á la comitiva de don Cárlos, le siguió á todas partes como ya hemos dicho.

Eguía salió de aquella posicion, siendo nombrado virey de Navarra; pero la junta, apoyada en sus fueros, rechazó este nombramiento por residir don Carlos en el país, y de aquí tomóse ocasion para hablar sobre la disidencia que hubo comunmente entre el general y la junta, lo cual atrajo algunas lamentables consecuencias en lo sucesivo. La espada y los conocimientos del conde, se consideraban necesarios, y se le nombró para reemplazar á Moreno.

En efecto, el conde tomó posesion del mando de todas las tropas de Navarra, y los carlistas se prometian grandes resultados de tal nombramiento.

Habia una grande necesidad de poner á la cabeza del ejército carlista, un jefe dotado de grandes conocimientos militares, de carácter y energía, así como de valor y prestigio en la tropa. Bien puede decirse que poseia Eguía todas estas cualidades; porque aunque algunos carlistas estaban resentidos de él por no haberse presentado antes en las Provincias, lo olvidaban en gracia de sus buenos antecedentes, predisponiendo mucho en su favor el mutilamiento de sus manos, la notoriedad de su valor y la exactitud en el cumplimiento de sus obligaciones, así como el respeto que á todos infundian sus servicios.

Esto, unido á la necesidad que habia en el ejército de contar con un buen jefe á su cabeza, cuando aun lloraba la muerte de Zumalacarregui y la pérdida de Mendigorría, hizo que fuese bien recibido el nombramiento del conde de Casa-Eguía para tan importante cargo, contribuyendo tan favorable circunstancia para el agraciado á que se llevase adelante su plan sin el menor obstáculo. Reorganizó Eguía sus fuerzas, formó de ellas divisiones y brigadas de operaciones y reserva, y entusiasmado el soldado, le disponia al combate, que ya esperaba con la confianza de la victoria, á pesar de que sus contrarios habian sabido aprovecharse de los precedentes triunfos, y cobrando nuevo brio, animado el ejército con grandes recursos de propios y estraños, se establecieron tambien estensas líneas unidas á los rios Ebro y Arga, continuando su construccion en el invierno de 1835 al 36.

ACCION DE GUEVARA.

XX.

El nuevo caudillo carlista deseaba medir sus armas con su contrario, y en breve se le deparó la ocasion que apetecia.

Dispuso el gobierno á fines de setiembre se trasladase la legion inglesa desde Bilbao á Vitoria, y teniendo Córdova reunido el ejército en la llanada de Alava, envió á Espartero, ya curado de sus heridas, para que con su division protegiese la marcha de los ingleses por Durango, atravesando así el interior del país, y reservándose Córdova le empresa de cubrir esta operacion, que sorprendió verdaderamente á los carlistas, pareciéndoles más que atrevida temeraria, y que el jefe liberal consideró segura si era puntual, como lo fué, su ejecucion.

Emprendió la marcha Espartero el 18 de octubre, y Córdova se propuso, por medio de una operacion estratégica, atraer hacia sí el grueso de las fuerzas carlistas, obligándolas á abandonar las formidables posiciones que ocupaban cerca de Bilbao.

Entraba en los planes de Córdova hacer ver al enemigo que volveria á penetrar en Salvatierra, donde tenia sus hospitales y almacenes, y al efecto dió el 26 de octubre la órden de marcha para el siguiente dia y una proclama un tanto jactanciosa.

Eguía, en tanto, se corrió hácia Arlaban para caer sobre Espartero y los ingleses. No satisfizo á Córdova este proyecto; más no alteró por ello su plan, y siguió su camino, llegando á las nueve de la mañana á la venta de Echavarri.

Aniversario de la accion de Alegría (1), que lo fué para los carlistas, aun estaba endurecido aquel suelo con la sangre que tan abundante le regó, aun parecia verse la sombra de O'Doyle pidiendo venganza de su funesta muerte, y que acudia el vencedor á recoger nuevos laureles.

Ambas huestes se avistaron: el choque era ya inminente; las dos le deseaban.

El caudillo de don Cárlos desfiló contramarchando en direccion paralela al flanco izquierdo del ejército liberal, y ocupó las ásperas cordilleras que sirven de base al castillo de Guevara. Córdova movió tambien sus tropas, y dió frente al enemigo.

La vanguardia liberal marchó denodada á ocupar el pueblo de Salvatierra, al mismo tiempo que otras fuerzas avanzaban por ambos costados del castillo á atacar á los carlistas. Sobre el flanco izquierdo de estos movióse tambien con rápidez la brigada de Mendez Vigo; y la marcha decidida de las demás tropas que formaron en la alta cordillera que domina el camino real de Salvatierra fijó la accion.

El buen órden y bravura de este ataque sorprendió á los carlistas, que así permitieron se apoderase de Salvatierra la vanguardia de Cór

(1) Véase el tomo 1., pág. 378.

dova; más saliendo de su estupor al verse cortados, corrieron al castillo, donde fueron cargados briosamente á la bayoneta por un batallon de cazadores de la Guardia, que los arrolló. Mendez Vigo ocupa al mismo tiempo las posiciones de la izquierda, y precipita á los carlistas al profundo valle de Barandia, donde se hallaban sus masas.

En otro terreno la accion podria darse por terminada: aquella retira da hubiera sido decisiva. Pero veamos cuán lejos estuvo de serlo. Desde las opuestas márgenes del Zadorra, que atravesaba el valle, se sostuvo un fuego acertado y vivísimo, y tuvieron lugar varios ataques, sin otro resultado que mútuas pérdidas, porque eran españoles unos y otros, y se recobraban con la misma bizarría que se tomaban, importantes posiciones. Más despues de algunas horas, empezaron á replegarse los carlistas hacia el centro de sus fuerzas, y Córdova creyó asegurado su triunfo si entraba en Salvatierra. Reconcentra á este fin sus tropas, y Eguía entonces, que tenia de reserva la mayor parte de las suyas, destaca una nube de tiradores, encomienda á Villarreal el ataque á la retaguardia de Córdova, y revolviendo vigorosamente con las columnas, ocupa los puntos que dejan desguarnecidos los contrarios, y cargan intrépidos los carlistas sobre el estrecho puente del Zadorra.

«Ocurrió entonces, dice uno de los testigos oculares de aquella accion, uno de esos sucesos en que jamás se detiene el cálculo militar, y que pueden destruir, sin embargo, el plan más diestro y mejor concertado; una de esas condiciones fortuitas á las que tantas veces va encadenada una victoria ó una derrota. El batallon de infantería al que se mandó desplegar para detener á los tiradores carlistas, salió contra ellos á la carrera, perdiendo el órden y regularidad del ataque. Este impru· dente alarde de valor pudo ser funesto si la caballería carlista hubiera cargado sobre él; pero hubo de contenerla el aspecto de la caballería cristina, que mandada por el brigadier don Diego Leon, ofrecia un frente imponente y respetable, Al poco tiempo una mitad de esta arma atacó con decision la izquierda carlista, haciendo treinta prisioneros, mien tras que un escuadron de húsares de la Princesa, bajo las órdenes de don Juan Zabala, dió una carga brillante en los llanos de Andicana, y obligó á los carlistas á abandonar este punto, dejando algunos prisioneros en poder de sus adversarios. Despues de estos reiterados ataques, Córdova renunió de nuevo sus fuerzas, y colocadas en masas por escalones sobre la cordillera, siguieron con paso firme su marcha a Salvatierra: el grueso de las tropas continuó apoderándose de los sitios más ventajosos por su posicion topográfica, y la artillería, la caballería, y dos batallones de la Guardia Real, fueron por la carretera cubriendo la retaguardia. La noche venia ya á envolver con sus sombras á los beligerantes, y esta circunstancia debia proteger la marcha de las tropas, más los carlistas atacaron enérgicamente el flanco y retaguardia de aquella con cuatro batallones, toda su caballería y una numerosa banda de tiradores: el tranquilo valor de la infantería cristina, la pericia y denuedo de sus jefes, y una oportuna carga dada á las siete de la noche por los

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