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lanceros de la Guardia Real, inutilizaron las tentativas de los carlistas, y permitieron á las tropas de la reina llegar al punto objetivo de sus operaciones. Habia terminado la accion, pero no el deseo de continuarla. Entre dos ejércitos que siguen ocupando líneas contíguas é inmediatas, y que han ensayado sus fuerzas, debe suponerse siempre el afan de batallar. Si á esto se agrega el genio especial de la guerra y el sistema militar de los carlistas, apenas podia dudarse que al alzar la noche del 27 su denso y sombrío velo, llevara en pos de sí la suspension de las hostilidades. El general Córdova, que creia muy verosimil el combate del dia siguiente, se afirmó en esta idea cuando supo que los carlistas habian sido reforzados con cinco batallones, y que se posesionaban de las gigantescas cordilleras de Guevara, y del castillo que lleva su nombre. Antes de emprender el regreso á Vitoria, quiso oir el dictámen del jefe de la plana mayor don Marcelino Oráa, acerca de la direccion y órden que debia llevar el ejército á vista del enemigo, y de las disposiciones que habian de tomarse en el caso de un nuevo ataque. Oráa espuso su opinion de una manera precisa y luminosa, apoyándola en los severos principios de la táctica, en la índole de la guerra, y en la actitud de los carlistas. Córdova, apreciandola en todo su valor, dió, en armonía con ella, sus disposiciones. Salieron las tropas isabelinas de Salvatierra á las nueve de la mañana del dia 28, yendo la segunda division, la artillería volante y los heridos por el camino real, y dirigiéndose las demás por las alturas de la derecha. A poco rato descubrieron al enemigo amparado por sus formidables posiciones, y decidido á disputarles el paso.»

Empapadas dejaba Córdova en sangre valiente de hermanos aquellas verdosas montañas y fértiles llanuras, conduciendo á Vitoria un convoy de ciento treinta heridos.

Eguía en su parte firmado aquella misma noche en el campo de Guevara, presentaba esta jornada como un triunfo para las arinas de don Cárlos, y á la vez que Córdova se jactaba de haber entrado en Salvatierra, Eguía se vanagloriaba de haber batido á su contrario y de estar. en las mismas posiciones, y dispuesto á batirle al dia siguiente.

Córdova, en efecto, ni podia permanecer en aquel punto, ni avanzar demasiado. El y cuantos espusieron su consejo, pensaron bien en decidir el regreso á Vitoria, no exento, sin embargo, de peligro; pero todas las operaciones los ofrecian y hubo de apelarse á la más necesaria.

Distinguiéronse en esta accion, Oráa, Mendez Vigo (don Santiago) O'Donnell, Narvaez, Roncaly y Córdova, hermano del general en jefe.

RETIRADA DE CORDOVA DE SALVATIERRA.

XXI.

La situacion del ejército liberal era crítica: Córdova temia un desastre, aunque confiaba en su valor y en su pericia. No fiándose de sí en tan apuradas circunstancias, oyó el parecer de otros y se decidió á obrar, porque el jóven caudillo no adolecia de inaccion cuando habia peligros que arrostrar, gloria que conseguir. Jefes y soldados estaban animados de los mismos sentimientos, y no esperaban, sino que deseaban el combate.

Eguía participaba del mismo entusiasmo que su valiente enemigo: los años no le pesaban, y todos sus jefes y su tropa creian seguro el triunfo que empezaron á obtener el dia anterior. Estaban satisfechos de su proceder y no trataban de desmentir la confianza que aun en sí mismos tenian ellos. Habian ganado en respeto y en fuerza moral, y estaban seguros de su conservacion.

Los carlistas ocupaban orgullosos las mismas posiciones que formaban las cordilleras y castillo de Guevara, apoyando en este su centro y desplegando sus alas á los pueblos de derecha é izquierda. La reserva ocupaba el llano de Barandia á la defensa del Zadorra, estendiéndose algunas fuerzas que al avistar á las liberales en una altura paralela, se replegaron, quedando en actitud imponente.

Tanto lo era, que Córdova no se atrevió á batirlos, y se cuidó solo de emprender su movimiento de retirada que comenzó á las nueve y media de la mañana, marchando por las alturas de la derecha del camino á Vitoria, las divisiones de vanguardia, provisional y tercera, y por aquel la caballería, la artillería de á caballo y la segunda division, entre cuyas dos brigadas iba el convoy y los heridos. En vano le retaba Eguía, jen vano provocaban los carlistas al combate. El jefe liberal y el que lo era de la plana mayor, Oráa, no pensaron más que en guarecerse en Vitoria, considerando á los carlistas más como un obstáculo que era preciso rechazar, que como un enemigo á quien era necesario batir.

Eguía, que sabia la intrépidez de los liberales, esperaba el combate; y cuando vió pronunciada la retirada, envió a su gente á estorbar una marcha que le quitaba una victoria.

Córdova se preparó á hacer frente, y una batería de montaña y las guerrillas contuvieron algun tanto á los carlistas. Protegia la marcha la primera brigada que se mantuvo en posicion delante del enemigo, hasta que las demás tropas se situaran en las eminencias de Argomaniz con una batería volante, tomando tambien las alturas del otro lado del ca

mino, á fin de amparar á su vez el movimiento de la primera brigada y de la retaguardia. Esta operacion, en efecto, era de las más difíciles de la guerra, y convenimos en que se necesita valor, serenidad y una disciplina severa en todos los soldados, pericia y constante denuedo en los jefes, y una precision admirable en todos los movimientos, para sostener un ejército la retirada presentando su retaguardia y flancos al enemigo, superior en número, y sobre un terreno ágrio y quebrado como el que por todas partes les rodeaba. Creemos más, y es, que, si el ejército liberal hubiera sufrido un desastre en aquellas montañas, las derrotadas huestes hubieran emprendido su fuga á Vitoria, y entonces, al descender á la llanura en que tenian que entrar, con el desaliento de una derrota, hubieran sido acuchilladas por la caballería carlista, hasta que lograran ponerse al abrigo del cañon de la capital.

Sin duda hubo de pesar Córdova estas razones cuando no se atrevió á dar la batalla, y cuando apelando al único recurso que le quedaba, se hallaba aun en tanto peligro, porque la contingencia más pequeña podia desbaratarlo todo y causar un desastre.

La retirada se emprendió con acierto; y con no menor procuraron Villarreal, La Torre y Sopelana, romper la retaguardia, lanzándose contra ella impetuosamente, y volviendo y revolviendo con celeridad sobre uno y otro flanco para penetrar en ellos y deshacerlos; pero fueron inútiles todas sus tentativas, todos sus amagos simultáneos, toda su intrepidez. La tropa aumentando su entusiasmo con el son de los marciales instrumentos, se batia y marchaba formada con el mayor órden. Precedian las guerrillas y apoyaba las reservas que mandaba Oráa con valor y con su conocida inteligencia.

Por todas partes habia encuentros, se sostenian acciones, y la inminencia del peligro parecia aumentar el ánimo del soldado que cantaba al compás de las músicas y del estampido del cañon.

Los carlistas veian se les escapaba su presa, y eran inútiles sus esfuerzos; pero aun tenian una esperanza; su caballería era poderosa, y descendió al llano á decidir la jornada; pero es cargada valerosamente y se ampara á la infantería. El ejército liberal se contó ya seguro: los disparos de sus enemigos eran ya lentos y lejanos: se efectuó la retirada.

Córdova pudo envanecerse: fué una retirada, es cierto, pero gloriosa. La de Jenofonte fué un triunfo. El 28 de octubre pudo haber fenecido el ejército de operaciones del Norte y su pérdida hubiera envuelto la de las demás divisiones, la de toda la provincia de Alava, inclusa su capital, y puesto al gobierno en la situacion más crítica.

La pérdida de ambos ejércitos en los dos dias se ha calculado en doscientos muertos y ochocientos heridos, perdiendo además los carlistas unos cien hombres entre prisioneros y presentados.

Eguía pudo decir, como así lo participó desde Ozaeta á don Cárlos, que batió al enemigo obligándole á emprender la retirada y persiguiéndole hasta que se puso al abrigo del cañon de Vitoria, y Córdova pudo jactarse de haber cumplido su propósito de entrar en Salvatierra, porque para proteger á Espartero tuvo que volver á salir al siguiente dia.

La operacion no merecia tanta fatiga y tantas pérdidas. Ocupó las posiciones de los carlistas; pero momentáneamente: entró en Salvatierra; pero para desocuparle á las pocas horas y tener que retirarse, declarando que no se atrevió á batir á los carlistas. Para proteger el regreso de Espartero y la legion inglesa, pudo haber entretenido á Eguía sin aventurar accion, sin el temerario empeño de ganar á la bayoneta unas posiciones insostenibles á la sazon, sin la poco juiciosa vanidad de pasearse en un villorrio que era á la vez testigo de su entrada y de su retirada.

¿Qué podia ostentar Cordóva en Vitoria? El prestigio que tuvo que compartir con Oráa de una retirada inteligente y feliz, pero á costa de seiscientos hombres de menos en las filas, y de tenerse que retirar, ya que no se diga huir, de la vista de los carlistas. Estos son los laureles que conquistó Córdova en los dias 27 y 28 de octubre

Córdova podia y debia estar en efecto satisfecho y admirado, como lo declaraba, de la conducta del ejército; pero éste no debia estarlo mucho del cariño que le tenia su jefe cuando tan inútilmente le sacrificaba. En las treinta y seis horas que estuvieron ausentes de Vitoria tuvieron quince de combate y 27 de contínua fatiga, y ¿para qué? para jactase de que «el inespugnable castillo de Guevara se humilló á las invencibles bayonetas, y de haber marchado cuatro leguas con todo el ejército enemigo á los flancos y retaguardia sin que lograse forzar una sola de las guerrillas, ni hacer un solo prisionero...» ¿Qué queda de esta gloria como ya hemos dicho, cuando el castillo tuvo que ser abandonado como las demás posiciones, y que ese ejército que no logró forzar una sola guerrilla ni hacer un solo prisionero, estuvo provocándole á un combate que no aceptó?

LEGIONES AUXILIARES DE INGLESES, PORTUGUESES Y FRANCESES

XXII..

La negativa de las potencias aliadas á una intervencion armada, no impidió que se organizasen legiones de voluntarios, autorizadas competentemente por los respectivos gobiernos, como vemos entre otros

documentos, en un suplemento á la Gaceta de Londres del 11 de junio (1).

Pero antes de seguir los pasos de estas legiones, añadiremos algunas palabras á las que sobre la intervencion armada tenemos dichas. Uno de los personajes que tomaron una parte más directa y activa en este grave asunto fué Córdova, decidido partidario de la intervencion, el cual escribia á un procurador á Córtes, de influencia y amigo suyo, que le reconvenia por sus ideas, en estos términos:

« Si Zumalacarregui estuviese á las puertas de Madrid y otras provincias del reino rebeladas, el país dividido, el tesoro exhausto y la poblacion cansada de la lucha y de los males que engendra, y las leyes sin fuerza, y la libertad y el trono en peligro, por consecuencia de todas estas causas, ¿consentiria vd. entonces en la cooperacion? Le negaria vd. su voto? ¿Preferiria vd. a aquella la ruina del Estado? -En este caso ciertamente que la admitiria, respondió; pero como no estamos en este caso.....-Pues ya ve vd. replicó, como esto no es más que una cuestion de fechas y distancias, de pura prevision, y lo que es más, de datos prácticos y esperiencia material. Lo que vd. no quiere hasta aquella estremidad, lo quiero yo ahora para evitar los grandes males por donde á ella habríamos de llegar; porque creo que la guerra y la rebelion irán creciendo infaliblemente, y disminuyendo en igual proporcion nuestros recursos para sostener aquella. Usted tiene que juzgar las cosas desde Madrid; yo he formado mi opinion en el ejército y sobre el terreno; lo que vd. no puede ver desde su posicion, lo he podido yo alcanzar desde la mia, más

(1) En la corte de San James, el 10 de junio de 1835, asistiendo S. M. al Consejo.

En un acto del año 59 del reinado de Jorge III, intitulado:-Acto para impedir el alistamiento de los súbditos de S. M. en el servicio estranjero, y el equipo y envio de buques para la guerra, sin real licencia, de estos dominios, se declaró que si un súbdito inglés, sin prévio permiso. firmado por el rey, ó declarado por órden dada en el Consejo, ó por proclama de S. M., tomase ó aceptase comisiones militares, ó entrase en el servicio militar, ó se alistase como oficial, soldado ó marino para concurrir à operaciones de guerra en auxilio de un príncipe ó Estado estranjero, ó de una persona que ejercitase ó pretendiese los poderes del gobierno en un país estraño, ó consintiese en ir à él con el propósito de alistarse ó hacer el servicio militar en cualquier calidad que sca, ya por mar, ya por tierra, reciba ó no paga ó recompensa por su alistamiento, será mirado como culpable de delito, y por lo tanto quedará sujeto á las penas, multa y prision que en el citado acto se mencionan.

Pero S. M., oido el dictámen de su Consejo privado, deseando facilitar á todos sus súbditos los medios de entrar en el servicio militar de mar ó tierra de S. M. Isabel II, reina de España, ha venido en mandar: que desde 10 de junio del presente año en adelante, pueda cualquiera alistarse en dicho servicio en calidad de oficial (con comision ó sin ella), de soldado, marinero ó marino, servir à S. M. Isabel II en cualesquiera operaciones por tierra ó mar, ir para ello á cualquier punt, aceptar cualquier comision ó sueldo de la reina de España, y recibir cualesquiera sumas, premios ó pagas por dicho servicio.

Esta licencia y permiso tendrá fuerza y vigor solamente por espacio de dos años contados desde el mencionado 10 de junio, à no ser que por órden dada en Consejo se amplie dicho periodo.-W. L. Bathurst.

TOMO II.

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