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avanzada. Los temores que algunos tienen de la Francia, no los tengo ni los concibo yo, porque la conozco su espíritu, su situacion, y al rey que la gobierna, y no hallo el menor fundamento á esos miedos pueriles, en mi concepto exagerados y absurdos. El gobierno de Luis Felipe es un gobierno de órden, de libertad y de progreso, y no puede ser un gobierno de ambicion, conquista y decepcion. Sé lo impopular que es ahora mi opinion; pero como sé tambien que no es el pueblo quien ilustra á los gobiernos en las cuestiones prácticas y especiales, sino los gobiernos los que deben ilustrar á los pueblos, y como parece que el nuestro vive en el dia alucinado sobre la enfermedad que le aqueja, guardo mi opinion, que ha de llegar á ser la suya, y es en mí el producto de mi razón, de mi patriotismo y de mi conciencia, sin que el conocimiento de su impopularidad pueda destruir la conviccion que la produjo y sostiene. »

No era infundada la opinion del héroe de Arlaban, que secundaba la de Valdés, como vimos, que propuso al gobierno la cooperacion directa de las potencias aliadas, como único medio de terminar pronto la lucha. El consejo de ministros mostróse desde luego contrario á la propuesta, hasta que esponiendo Córdova con su acostumbrada energía la situacion exacta de las cosas, todos, menos el presidente, se pronunciaron en favor de esta medida, y aun éste, Martinez de la Rosa, no la negó su voto, pues que comprendiendo la posible trascendencia de un paso tan delicado, aplazó hasta meditarle profundamente, su decision, mostrando su patriótica repugnancia á peticion tan dolorosa, al mismo tiempo que su justo temor de que no fuese la cooperacion concedida por la Francia, segun las previsiones de nuestro embajador en París, el señor duque de Frias, y su deseo de evitar al país este desaire. Y en breve, ya cediese al voto unánime de sus compañeros y á la opinion del ilustrado jefe del ejército, ya quisiese evitar una crísis ministerial en tan apuradas circunstancias, ó ya se convenciese de su necesidad, Martinez se declaró tambien por la intervencion, y se pidió.

Poco seguro el gabinete inglés, negóse á la cooperacion que el de Madrid le reclamaba, y temeroso á la oposicion que se preparaba á combatirle porque habia comprometido sin utilidad á la Inglaterra con el tratado de la Cuádrupe Alianza, en el caso de que triunfara don Cárlos, propuso despues á España un tratado de comercio para introducir las manufacturas de algodon, sueño dorado de los ingleses.

Así esperaba desconcertar el ministerio whig á los toris, pues que para que no quedase en proyecto el tratado, habia encargado con la mayor eficacia al representante inglés en Madrid, le negociase á toda costa, combinándole al efecto con un empréstito garantido por las rentas de aduanas de España, que de hecho se trasladaban á Lóndres, por deberse hacer allí los adeudos que habrian de responder del pago de los intereses y amortizacion del empréstito que se ofrecia.

Llegó á traslucirse en el público esta exigencia-este carácter le daban las circunstancirs,-y siempre desfavorable á la intervencion estranjera la opinion nacional, aumentóse el descontento, y llovieron nuevas quejas, y fué acusado el gobierno hasta de concusionario, cobrando nuevo aliento la insurreccion liberal.

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Ante la oposicion que halló un pensamiento tan funesto, lo mismo en las regiones del poder-justo es decirlo, que en la nacion, el ministro de Londres en Madrid empezó á favorecer con su influencia al partido que creyó se prestaria más á sus designios, comenzando desde entonces esa funesta intervencion política que se interpuso por algun tiempo, y se mezcló en todos nuestros asuntos; pero no hubo partido á la sazon que, á trueque de sobreponerse á su contrario, se suicidase á sí propio, arruinando nuestra naciente industria, y humillando nuestra nacionalidad, y ni aun el mismo don Cárlos, que tan necesitado estaba de recursos, á quien tan fatal habria de ser la intervencion, se mostró jamás dispuesto á deber el triunfo de su causa á un tratado antinacional (1). ¡Tan encarnado estaba en la altivez española el espíritu de independencia, que todo lo sacrificaba á tener que agradecer á estraños la victoria!

Volviendo á las legiones: el gobierno inglés, á pesar de todo queria hacer algo en favor de la causa liberal, y halló al fin un medio, promoviendo el alistamiento de una legion, que vendria con escarapela española, y á sueldo de la España, y de su cuenta y riesgo.

Formóse la legion y viño á España, donde tuvieron los aliados que aprender el ejercicio antes de ir á batirse, por ser casi todos estraños á la milicia, lo cual no permitió emplear desde luego esta fuerza, retardando así el auxilio. Su influencia moral, á pesar de no representar á la nacion de que procedian aquellas tropas, era innegable; pero ¿cuánto no costaba? Seguramente que con los millones que consumieron al Erario español (2) se habria podido mantener, como dice el señor marqués de Miraflores, un cuádruplo de batallones de tropas ligeras del país, que hubieran llenado mil veces mejor el servicio.

Más eficaz fué sin duda el auxilio del gobierno francés, cuya legion se componia, no de reclutas bisoños, sino de soldados argelinos ya guerreados, que empezaron á ser útiles cuando desembarcaron en Cata. luña. Al subir al poder Mr. Thiers, partidario de la cooperacion armada, procuró aumentar las fuerzas destinadas á España, y procedió con la

(1) Ya veremos las proposiciones que rechazó, y con especialidad la que tenia por objeto permitiera que en su nombre se conquistaran las islas Filipinas.

(2) A 200.000,000 de reales hacen subir algunos su coste.

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mayor actividad á formar una nueva legion en Pau, cuyo número quiso ascendiese á veinte mil hombres; pero al saberlo casualmente Luis Felipe, pues se obraba sin su anuencia, pidió esplicaciones á su ministro, tuvo que declarar éste su plan, y reprendido por el rey, hizo dimision. Tambien Portugal envió una legion, fuerte de más de seis mil hombres, escogidos y disciplinados, que honraron el valor lusitano.

Tales fueron las vicisitudes que tuvo por entonces la cooperacion armada de las potencias signatarias del tratado de Cuádruple Alianza, estorbándole por todos los medios que estaba á su alcance, los agentes que obraban de cuenta de don Cárlos, ó de las potencias del Norte, á las cuales no queria agraviar el rey ciudadano, mostrándose inconsecuente con un tratado, al que tanto empeño tuvo de asociarse. Pero le importaba poco al sabio monarca esta inconsecuencia, con tal de sostenerse en un trono que habia aceptado con hipócrita repugnancia.

UTILIDAD DE LAS LEGIONES AUXILIARES.

XXIII.

Aunque adelantemos algun tanto la narracion, espondremos el juicio que de la utilidad y eficacia del auxilio de las legiones estranjeras, manifestó su más decidido partidario, sin perjuicio de reseñar sus hechos en la guerra.

Los portugueses se condujeron valerosamente en Balmaseda al verse atacados á su llegada al ejército. Su jefe, el baron de Las Antas, estaba animado de los mejores deseos, pero no podia faltar á las instrucciones de su gobierno, que le prescribia entonces detenerse en reserva, y no combatir sino en la más estrema necesidad.

En cuanto á la legion francesa, poco acostumbrada su gente á las largas y rápidas marchas que requeria la guerra, era muy inferior su movilidad á la de nuestros soldados, y era un obstáculo su retraso á las operaciones prontas y contínuas de un género de campaña tan especial, como el de las Provincias Vascongadas. No pudiendo tampoco operar por sí solas, por lo corto de su número, fueron colocadas en una situacion estacionaria, y destinadas despues á construir y defender las importantes líneas de Zubiri, donde ya veremos los servicios que prestaron.

Desmintiendo Córdova la hostilidad que se le supuso hácia la legion inglesa, pues llegó hasta facilitarla fondos, cuando no estaba sobrado de ellos el ejército, manifiesta que el general Evans tuvo que luchar en su organizacion con obstáculos inmensos, porque solo él y un cortísimo número de oficiales distinguidos conocian la profesion y la guerra. Es

to unido á las privaciones que empezaron á padecer, á la nostalgia que produce naturalmente la ausencia de la patria, á la fatiga de las marchas y á la escasa gloria que se alcanzaba en aquella clase de lucha, desanimó á jefes y soldados, teniendo que limitar sus operaciones á las cercanías de Vitoria, y de San Sebastian, no dejando por esto de prestar importantes servicios en las fortificaciones de Treviño y Peñacerrada, en guardar la capital de Alava, en dominar su llanura, y en los altos de Alza, Amezagaña y las cumbres que rodean á la capital de Guipuzcoa.

Por lo demás exigir de aquellas tropas, como de las nuestras, marchas de diez á doce leguas, hambrientas y desnudas por terrenos montuosos, donde, como se ha dicho muy bien, cada batallon, cada compañía, cada soldado se veia precisado á obrar las más veces por las inspiraciones de su propio instinto ó de sus hábitos, era poco menos que imposible. Lo que hacia el soldado español en uno y otro campo, no estaba al alcance de ninguno de Europa (1). La Italia lo ha visto admirada: nuestros cazadores fueron por su soltura y estrema movilidad el asombro de las tropas napolitanas y austriacas: apenas hicieron mella en sus filas aquel calor meridional, la insalubridad del clima, las tempestades que les molestaron á campo raso; siempre subordinados y alegres, no deseaban otra cosa que honrar á su patria, y la honraron ostentando estas cualidades y su arrojo. Gracias á ellos se salvaron los napolitanos de una derrota cierta por Garibaldi. La campaña de Africa es otro testimonio elocuente. Pero á ¿qué ir tan lejos por ellos para mostrar la esce

(1) No cedo, no, à las sugestiones del orgullo nacional, cuando con una grande esperiencia de la lucha sostenida en Navarra, y despues de haber recorrido toda la Europa, afirmo con la resolucion del más intimo conocimiento y con la imparcialidad de un hombre superior á la vanidad de necias fanfarronadas, que el soldado español no tiene superior, no tiene semejante en la guerra de montaña, como no lo tuvo en otro tiempo, y no lo tendria ahora en ninguna clase de guerra, si las circunstancias generales del país permitiesen á una mejor organizacion militar utilizar sus casi invencibles cualidades físicas, sus heróicas prendas morales; y sobre todo, esa admirable docilidad, ese imperturbable buen humor, esa incansable constancia, que ni el hambre debilita, ni la intemperie y la desnudez enfrian, que no alteran en fin, ni la derrota, ni ninguno de los reveses de la guerra: ente verdaderamente sublime algunas veces, siempre estraordinario, que ejecuta, corriendo más bien que andando, marchas tenidas por imposibles; que entretiene cantando las más apuradas privaciones, que se embriaga de entusiasmo al ver correr su propia sangre; que hace suya personal, la causa por la cual pelea; à quien la desgracia irrita y no abate; á quien por último no arredra el escarmiento de tantos compañeros de fila que despues de haber perdido un brazo ó una pierna, no tienen más amparo que la caridad pública, más alimento que el que mendigan por las caIles, más abrigo de su desnudez que los miserables andrajos que una limosna les arroja; pues la patria en su pobreza, no puede, ni asegurar el sustento de sus mutilados defensores, ni regalarles al despedirlos, en memoria siquiera de la mucha sangre con que las empaparon, las destrozadas prendas del escaso vestuario con que vivieron y durmieron tres años. - Memoria justificativa del general Córdova.

lencia del soldado español? ¿Cuándo estuvo vestido nuestro ejército, cuándo atendido? ¿Y cuándo ha dejado de pelear como los estraños? ¿No causó el mayor asombro la ligereza de los guías que organizó Espartero, y que solo podia seguir en su marcha veloz y sostenida la brillante escolta de este caudillo? Mentira parecerá un dia, que no existamos ninguno de los que presenciábamos entusiastas el movimiento de los cazadores de Luchana, que contaron no pocas jornadas de diez y seis leguas llegando mucho antes que la caballería, tras la cual salian, y á la cual dejaban atrás siempre. Baste decir para la historia que la rapidez en el marchar de aquellos incansables cazadores, antes carlistas muchos de ellos, fué conocida con el nombre de Paso de Luchana, que se dá desde entonces al más ligero.

OPERACIONES DE CÓRDOVA Y DE EGUÍA.-TOMA DE ESTELLA.

XXIV.

Córdova permaneció tres dias en Vitoria, y el 31 volvió á salir hácia Ochandiano, á fin de llamar hácia sí la atencion del grueso de los carlistas y dejar espedito el regreso de Espartero con los ingleses por el camino de Durango; pero la necesidad de trasladar los almacenes y equipajes por aquel escabroso terreno, obligó á Espartero á tomar otra direccion, y regresó Córdova á Vitoria el 1.o de noviembre.

Concentrados los carlistas sobre la derecha de Córdova, no intentaron incomodarle, lo cual atribuyó á temor el jefe liberal, porque los bosques y escabrosidades del terreno les brindaban á probar fortuna con ventaja.

El 2 se movió el ejército por la Puebla de Arganzon y Haro á Logroño, á donde llegó el 5 y á donde al acudir el 6 desde Viana una compañía del regimiento de la Reina, fué sorprendida por una partida de aduaneros ocultos en unos accidentes del terreno, é hicieron trece prisioneros matando al alcalde de Viana, á un factor y un nacional.

La marcha de Córdova á Navarra tenia por objeto operar sobre el Arga, que debia de servir de base á su sistema de guerra y de bloqueo en las célebres líneas. Los carlistas en tanto, se preparaban á sitiar de nuevo á Puente la Reina, cuyo puesto era á la sazon de grande importancia. Uno de sus jefes fué de parlamento á Logroño y se jactó con el liberal de que no podria impedir la toma de aquel punto, que ellos podrian reducir en cuarenta y ocho horas.

-¿Le tomarán vds. en los primeros tres dias? le preguntó Córdova. -En estos tres dias, respondió él, no; pero luego sí.

Pucs advierta vd. á su general de mi parte, le replicó, que se apre

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