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sure, porque si no aprovecha los tres dias primeros, le doy mi palabra de que luego le será imposible tomarle, ni aun sitiarle.»>

Es muy digno de atencion que los hechos de Córdova siempre eran consecuencia de sus planes, que anunciaba al enemigo muchas veces lo que se proponia ejecutar, como lo anunciaba al gobierno, como lo anunciaba á las tropas que, como él dice, veian siempre en sus proclamas el programa de sus operaciones.

Al dia siguiente de la referida conversacion, dirigióse á Los Arcos el digno descendiente del Gran Capitan, y los carlistas á Estella. Varió aquel hácia la Solana, y cayó sobre la Ribera, pasando por la base del Montejurra, y atravesando de noche los malos puente del Arga y del Ega, temiendo verse atacado en tan peligroso terreno.

Para evitar hiciesen la misma marcha los carlistas, fueron volados á los dos dias todos los puentes del primer rio, que no quedaban en poder de las tropas liberales. Fortificó á Lárraga, desmintiendo la imposibilidad que de hacerlo presentaban los ingenieros, y evitó con estas medidas acertadas la temida invasion al otro lado de ambos rios.

Córdova tuvo en Oráa un fiel y entendido ejecutor de su plan: el 8 de noviembre, puesto á la cabeza de las tropas de la Ribera, se dirigió á volar los puentes de Belascoain é Ibero, lo que verificó en los dias 10 y 12, bajo los fuegos ya del enemigo. Recibió luego órden de Córdova para que se le reuniera en Logroño; pero le encontró entre Lárraga y Lerin, y continuó con él su marcha.

Los carlistas, por entonces, empezaron á amagar sériamente á Bilbao, y al saberlo Córdova, corrió á dirigir personalmente unas operaciones que creyó eran de alta trascendencia, á juzgar por lo que se vislumbraba de los planes de Eguía. Y en efecto, comenzó éste á poner en aprieto á Córdova, distrayéndole por varios puntos para dar un golpe terrible á cualquiera de las divisiones en que estaba desmembrado el ejército de operaciones.

En Navarra estaba el mayor peligro, y á él voló el jefe liberal. Para llamar la atencion de sus contrarios, cayó sobre Estella, y á pesar de la resistencia que opusieron sus defensores, la tomó á viva fuerza el 15.

Eguía sintió este golpe, que previó y trató de evitar disponiendo que el brigadier don Francisco García se replegase sobre la ciudad; pero lo hizo de flanco, privándola de su auxilio, y facilitando así la entrada en ella de los liberales. Entonces, debiendo pernoctar el mismo dia en Murieta y sus cercanías la segunda division, pasó Eguía á Arveiza, á una media legua de Estella, y disponiendo allí la reunion de las fuerzas, se dirigió en la mañana del 16 sobre Estella, para atacarla por todas partes.

Córdova no encontró en la ciudad habitantes ni recursos, y la ocu

pacion de este punto era por cierto poco envidiable para el ejército liberal. Parte de las fuerzas de éste quedaron acantonadas en la Solana y Villatuerta, y previniendo lo inminente de un choque, les dió instrucciones para el movimiento del dia siguiente.

El combate en las posiciones de Cirauqui y Mañeru, que precedió á la ocupacion de Estella por las tropas de la reina, habia aumentado el ardor de unos y otros combatientes, que deseaban medir nuevamente sus armas. Los carlistas no temian pelear en terreno para ellos tan conocido: los liberales se creian con poderoso ascendiente sobre sus enemigos; y con la misma facilidad que ocuparon á Estella, pensaban ocuparian las posiciones que eligieran. Todos, pues, se aprestaban con decidido entusiasmo al combate del 16.

ACCION DE MONTEJURRA.

XXV

Al salir Córdova de Estella en la mañana del 16, Eguía, que ya habia dispuesto atacar á la ciudad, lo hizo á los que la abandonaban, y cargó bruscamente sobre la retaguardia, provocando una accion, que se hizo en breve general y tenazmente empeñada. El elevado y escabrosísimo Montejurra ofrecia al ejército liberal magnificas posiciones, y treparon á ellas, trepando tambien los carlistas, y disputándose porfiadamente su escarpada y elevada cima, que fué ganada y perdida sucesivamente por unos y otros.

Córdova presentaba una línea demasiado estensa por verse precisado á ligarse con Tello hasta Dicastillo, y no podia concentrarse sobre la izquierda antes de batir á las fuerzas que se dirigian en progresivo aumento sobre su derecha. Conociéndolo así Eguia, trató de acometer por ambos flancos para envolver la línea enemiga.

Saint Just tomó entonces una posicion avanzada, y dió una brillante carga á la bayoneta con un batallon del Infante, apoyado por otros dos que sostenian un fuego vivísimo, pudiendo á su abrigo retirarse, sin ser molestados, los puestos de la derecha. La caballería al mismo tiempo, dió dos cargas que rompieron el cuarto escuadron carlista, causándole entre otras pérdidas la de treinta prisioneros.

Eguía, Villarreal y todos los jefes carlistas hicieron denodados esfuerzos; pero fueron rechazadas sus fuerzas por aquella parte, y las concentraron en seguida sobre el ala izquierda enemiga, acometiéndola con más bizarro empeño si cabia. Allí fué disputada hasta la posesion de unos corrales que un batallon de Borbon conquistó á la bayoneta á pesar del fuego mortífero y á quema-ropa que se le hacia; allí costó un

combate la posesion de una cerca, de una peña, allí en fin, se ganó el terreno palmo á palmo.

Los carlistas se guarecieron, por último, en un bosque, y sus enemi gos llegaron á Allo, donde mandó Córdova formasen sus tropas en columna al otro lado del pueblo, y presentó nuevamente la batalla en un llano donde podia obrar desembarazadamente la caballería.

Eguía se contentó con recobrar á Estella, y ver que su contrario se replegaba á Lerin.

Desde este punto participó á don Cárlos, como un triunfo, la accion de Montejurra, y como una conquista la posesion de Estella.

La pérdida, á juzgar por los partes de uno y otro jefe, fué considerable; pero está exagerada, é ignorando exactamente su cuantía, diremos que Córdova apreció la suya en solo veintiocho hombres, atribuyendo á su contrario más de quinientos. Córdova manifestó haber entrado en Lerin llevando cien prisioneros (1).

(1) De las operaciones que acabamos de referir, dió cuenta Córdova en la siguiente proclama, algo hiperbólica.

Orden general del 17 de noviembre, de 1835.

Soldados: el enemigo se jactaba de que no volverais nunca à penetrar en la córte de la rebelion, y antes de ayer entrasteis en ella á viva fuerza. El caudillo rebelde corrió mucho para llegar á tiempo de huir de sus muros, de vuestra vista, y pasó la noche construyendo parapetos con que defender las avenidas de las Amézcoas. Desconcertados sus planes sobre Aragon y Bilbao, vino á recoger el fruto, una humillacion más en Estella.

Ayer trató de vengarla demostrando con más cólera y violencia, que inteligencia y denuedo, la marcha, que, de concierto con nuestros compañeros de la Solana, haciamos á esta villa ¡El Montejurra! ¿Qué terreno más ventajoso para los que se titulan reyes de las montañas, con menos confianza en sus armas que en la proteccion del pais que han fanatizado sus arrogantes y desacreditados embustes? Vosotros habeis visto el resultado, y les habeis por segunda vez demostrado que los soldados de Isabel II se baten en todos frentes, terrenos y situaciones. Nuestra marcha fué lenta y firme, terrible y gloriosa; y los que venian á ofrecer hierros à vuestras manos, recibian en vuestras terribles descargas la mejor prueba de queellas no son dignas de llevar otro que el de las armas con que defienden á su patria. Todos los cuerpos han tomado parte en este combate, todos han rivalizado en firmeza, á todos he oido con orgullo y emocion aclamar á nuestras augustas reinas y à la libertad, al cargar ó rechazar al enemigo. La caballería hizo los prodigios de valor con que ya se ha familiarizado, llcvando á su colmo el terror que inspira á nuestros contrarios. ¡Honor à sus invencibles lanzas y que los que tan dignamente las empuñan para honra de este ejército, reciban, soldados, el justo tributo que les debe nuestra amistad y admiracion!

Al llegar á Allo se nos presentó un terreno más abierto, y aunque sabia que la mayor parte de los cuerpos habian apurado sus municiones en ocho horas de tan fatigoso combate, conocí tambien de todo lo que aun era capaz vuestro valor. En esta confianza, reconcentrando nuestras fuerzas mientras cuatro compañías contenian al enemigo, formé y ofrecí la batalla á todas las de los rebeldes reunidas. No olvidarė jamás, soldados, el órden admirable, el ardor estremo con que despues de diez horas de fatiga os presentásteis á desaflar como en una parada la jactancia de esos soldados montaraces, que solo se atreven a combatir entre breñas y bosques: sus jefes obraron con prudencia tocando á retirar en Dicastillo. ¡Ojalá TOMO II. 30

Pero no siendo nuestro ánimo apreciar las acciones por el número de bajas, sino por sus consecuencias, bien pudo presentar el jefe carlista las de este encuentro como favorables á sus armas por volver á enseñorearse de Estella, cuya importancia era notoria para los carlistas.

Y no fué estéril para la causa liberal este combate de ocho horas de fuego y veintiuna de fatiga, porque ocupó el ejército, aunque momentáneamente, un país enemigo, y llamando sobre sí la atencion del grueso de los carlistas, impidió operaciones que hubieran sido de gravedad. Además, en aquellas circunstancias, tenia que estar siempre á la vista del contrario, y batirse cuando hubiera ocasion, en cualquier punto y por cualquier objeto.

Esta era la terrible situacion del ejército de la reina.

Al entrar Eguía en Estella, mandó se prendiese en clase de represalias á un número igual de habitantes á los que Córdova habia llevado presos, escogiéndoles de entre los más marcados por desafeccion á don Cários, dando pase á uno de ellos para que, marchando al cuartel general de los liberales, obtuviese la libertad de los primeros, y la devolucion de las cantidades exigidas. Previno tambien al padre guardian de San Francisco, desterrase de la ciudad en el término de veinticuatro horas, á un religioso que se habia quedado á recibir á las tropas de la reina, y despues de adoptar otras disposiones que las circunstancias requerian, asentó sus reales en la ciudad á fin de regular su sistema de campaña, deponiendo de resultas de la anterior accion de sus maudos respectivos, á don Pascual Real y á don Tomás de Reina, jefes de adquirida reputacion militar.

que alucinados por la arrogancia hubieran recogido el guante! Gerona, Infante, Estremadura, Soria, Castilla, Navarra, Mallorca y Borbon, vosotros les habríais dado una leccion de prudencia, que por desgracia rara vez olvidan ellos. La artillería y la caballería del ejército vieron frustarse vanamente sus esperanzas; pero Bilbao, libre de sus impotentes amenazas; la espedicion de Aragon regresando cobardemente à sus guaridas; los graneros de la Solana aligerados; la capital inespugnable humillada; el nuevo caudillo prevenido en todas partes y desacreditado: seiscientos de los suyos tendidos en el campo, en los hospitales ó en nuestro poder; ahí teneis, compañeros, lo que el ejército, lo que el ejército no, lo que solo quince batallones habeis ejecutado en treinta y seis horas. Que los pueblos alucinados comparen la seguridad que les prometen sus seductores con el recuerdo de la presencia de nuestras armas en Ochandiano, Durango, Salvatierra, Estella y la Solana, durante las dos últimas semanas.

La segunda division al mando del brigadier Vigo, ha merecido la gratitud del ejército y de la patria por la rapidez de las marchas y oportunidad de sus movimientos para cubrir el Aragon ó perseguir á sus invasores.-Luis Fernandez de Córdova.

EGUÍA Y CÓRDOVA.-SORPRESA DE LA COLUMNA DE CORDEU.

XXVI.

Eguía, despues de estos sucesos, tuvo sérias y desagradables contestaciones con la junta de Navarra, que al fin no produjeron resultado particular. El general se retiró á Villatuerta, donde fijó su cuartel, é hizo prender á varios vecinos en represalias de los que tambien se habia llevado Córdova.

Cuando tenian algun intervalo, por pequeño que fuese, las operaciones militares, se guerreaba en la córte de don Carlos combatiendo reputaciones respetables y aumentando la discordia con diferentes pretestos. Dícenos Eguía que, aunque en ninguna intriga tenia intervencion, no se hallaba escluido de sus efectos, por ser por su elevada posicion el blanco de muchas maquinaciones. Indispúsose por esta razon con algunas personas que rodeaban á don Cárlos, siendo una de ellas Maroto, con quien, olvidando anteriores relaciones, se enemistó, y le creyó caudillo de la rebelion que creia se fraguaba, como así lo comunicó á don Cárlos (1).

(1) Maroto ocupándose del cambio de sentimientos en Eguia, de acuerdo con él antes en condenar las intrigas cortesanas, manifiesta la causa de su rivalidad en este hecho.

«Cuando la legion inglesa, al abrigo de las tropas de Espartero, entró en Bilbao, unos guerrilleros que tenia yo destacados en observacion à los costados de la ria, se arrojaron sobre algunos rezagados y capturaron ocho individuos, entre los que se hallaban seis músicos y dos tiradores, los cuales, en virtud de las órdenes de don Carlos, debieron todos haber sido pasados por las armas en el instante; pero como me pareciese que el ejecutar esta sentencia con los músicos, á quienes solo sus instrumentos y no otras armas se habian cogido, seria esceder el sentido de las órdenes, consulté al ministerio de la Guerra, proponiendo además que se destinasen á los batallones en la misma clase de músicos, y el ministro Villemur contestó particularmente que consultaria el negocio con don Carlos. Llegada la órden para que entregase el mando de la division vizcaina á Sarasa, mi segundo, le manifesté lo ocurrido respecto á los músicos, y le aconsejé que si pasaban algunos dias sin resolucion los pusiese en libertad, entregándoles los instrumentos y señalándoles el cuerpo en que sirvieran, como asi se verificó. Habiame inspirado tambien esta compasion un jóven de doce á catorce años, aprehendido entre ellos, al cual le destiné à mi servicio personal, vistiendo su desnudez y educándole con algun esmero. Tenia el adolescente inglés tan bellas disposiciones, que al poco tiempo de estar á mi lado hablaba el español y me servia con una puntualidad y cuidado estraordinario, lisonjeándome esto particularmente, por lo cual empezábale á cobrar un particular cariño, pudiendo saborear la satisfacion que me causara el haberle salvado la vida; y agradecido el jóven se esmeraba continuamente en sus cuidadosas atenciones, felicitándose por los buenos brazos en que parece le habia arrojado la Providencia, que sin duda velaba por el prisionero. Hallábase éste en Oñate, cuando se presentaron otros de sus conciudadanos al servicio de don Carlos, pasados de la legion, que habia ya sufrido sus reveses, y tuvo que concurrir á la presencia del príncipe para servir de intérprete. La curiosidad movió a los palaciegos à indagar el origen de su permanencia en mi casa; y desde entonces trataron de sacrificarle alegando que era al fin prisionero de guerra, comprendido en la pena de muerte. Don Nazario

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