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batallon con el título de Voluntarios de Barbastro, armándole con los fusiles recogidos en ambos puntos.

Montes y Gurrea ocuparon á Tamarite y Monzon, y una columna de urbanos, que se hallaba en Benasque, bajó al saberlo á unirse con los anteriores jefes, más tropezó en Roda con Guergué, quedando prisioneros los comandantes de los urbanos de Tamarite y Alcampel, víctimas más adelante del encono de los partidos y de la guerra.

Dirigióse Guergué á Tremp, cabeza de partido de la Conca de este nombre, cuya guarnicion se habia retirado, y siguió por Areñs y Talarn, incorporándose sobre la marcha el atrevido partidario don Antonio Borges, que operaba en la Montaña que dividia Aragon de Cataluña, con unos quinientos hombres.

En la misma noche del 25 se presentó tambien á Guergué don Jacinto Orteu, coronel de voluntarios realistas, poniendo á su disposicion los tres mil quinientos á que ascendia el número de los que se pronunciaron tres dias antes.

El 26, los tenientes del regimiento infantería de Zamora, Oiza y Palacios, destacados en Orgañá, auxiliados por algunos mozos del mismo pueblo, desarmaron á los urbanos, y con aquellos y los treinta y tres hombres de su destacamento, se presentaron al jefe carlista, haciendo traicion á sus juramentos.

Los últimos dias de agosto los invirtió Guergué en atravesar trochas y veredas intransitables hasta llegar á Guisona; avanzando un destacamento al mando de Santocildes al pueblo fortificado de Oliana, que tomó, retirándose su guarnicion y la de Peramola á Pons.

Ningun obstáculo se oponia á la marcha de la espedicion: entraba en capitales como en Huesca y Barbastro, en pueblos fortificados como Oliana; fuerzas considerables se le aumentaban, y sin embargo cuando más en auge parecia estar, era su situacion más crítica.

Desde el momento en que pisaron el suelo catalan, no oyeron otra cosa que la campana de somatén, y el grito de mueran los carlistas; y aunque no pasaba de estos alardes la resistencia que hallaban en los pueblos defendidos, imponíales el aspecto de tantas poblaciones que no veian amigas, y que servirian de auxiliares á las tropas de la reina que les perseguian de cerca.

Pero no era esta su mayor desgracia: los espedicionarios iban descalzos, desnudos y hambrientos, y en ninguna parte encontraban, por su multitud, los recursos de que tanto necesitaban. Estas privaciones producian el descontento de aquellos soldados, cansados ya de tantas penalidades y fatigas, sin el resultado que se prometian, y murmuraban y pedian volver á Navarra, que era la verdadera tierra de promision de los carlistas, por la fertilidad de su suelo.

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Creyéndose impotente Guergué para contrarestar aquella adversidad, tomó la resolucion de las almas comunes: desistió de su adelantada empresa, renunció á radicar la guerra en Cataluña, y para dirigirse otra vez á Navarra dividió sus fuerzas en dos columnas, al mando la una de O-Donnell, y al suyo la otra. Abriéndose cuanto lo permitió la posicion de las tropas en su seguimiento, á fin de racionarse con menos dificultad y evadir su encuentro, convinieron en reunirse hácia el 6 de setiembre en las inmediaciones de Graus, como así lo ejecutaron en la noche del mismo dia.

Trató Guergué de vadear el Cinca cerca de Barbastro, y de atacar á Montes, que ocupaba este punto, si le salia al encuentro, abriéndose paso á todo trance para Navarra; pero una tempestad horrorosa que sobrevino á media noche, puso al Cinca invadeable, y colocó á Guergué en una posicion más crítica y apurada. Retrocedió entonces á Graus, continuó amagando á Benasque, con objeto de cruzar la montaña de Aragon y conseguir su propósito; mas se le habian anticipado las fuerzas de la reina, que tenian á Benasque bien defendido, ocupando Montes á Barbastro y las barcas del Cinca, Gurrea á Tamarite, y la legion argelina la Conca de Tremp. No quedaba otro arbitrio á Guergué para prolongar su existencia en el apuro en que se veia, que continuar rio arriba, y en la noche del 9, despues de once horas de marcha, pernoctó en Abidaller, á orillas del Esera, y el 10 continuó por Pont de Suert, sin saber qué partido tomar, porque además de las columnas citadas, Pastors se hallaba con la suya en Jerri.

Pero este jefe liberal cometió un error que salvó á los carlistas, pues deslumbrado con el movimiento aparente de Guergué, abandonó el interesante punto de San Juan de Lerm, por donde justamente se salvó la espedicion, que hubiera entonces sucumbido irremediablemente, porque ni un esfuerzo de valor le era ya posible para salvarse.

Prueba evidente del peligro en que se halló Guergué, si para algunos no lo fuese, la situacion en que le tenian cogido como en una red las columnas contrarias, menos cansadas y bien racionadas, que ya estuvo para procurarse una capitulacion honrosa con Gurrea, ó penetrar en territorio francés.

Pero no fué solo el desacertado movimiento de Pastors el que salvó á Guergué: contribuyeron á ello poderosamente la entereza del jefe de estado mayor, la de su secretario Santocildes, y los conocimientos prácticos que manifestó poseer el jefe del resguardo Bellido, todos los cuales sacaron al caudillo carlista de la confusion y perplejidad en que yacía, pues ni aun sabia aprovecharse del punible descuido que cometió Pastors. Con el designio de pasar al Bajo Aragon á través del Principado, San Juan de Lerm sirvió de paso á la mal parada espedicion.

Томо п.

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SITUACION DE LOS CARLISTAS CATALANES Y DE LLAUDER.

XXXVII.

Los carlistas catalanes, que nunca habian dejado su país, sufrian en tanto notables vicisitudes. Despues de haber saqueado la mayor parte de los pueblos, que vieron abandonados por haber reconcentrado Llauder las tropas y urbanos en los fuertes, empezaron á verse apurados para subsistir. Este resultado, favorable por una parte á la causa liberal, le era muy adverso por otra, y si Llauder se le habia propuesto, no habia meditado acaso lo suficiente sus graves consecuencias; era lo mismo que talar un monte para evitar su incendio.

Los carlistas tuvieron así necesidad de aproximarse á los fuertes y á las grandes poblaciones para buscarse la subsistencia, aunque cada racion les costase un combate; y no llevando la mejor parte en muchos, esperimentaron pérdidas considerables, y la muerte de Colomer, Fon, Llaugé, Saura, Viñas, Vallés, el Teulé, Bolét, Bragué, marqués de Sampedor y otros jefes de partidas, fueron otros tantos triunfos para la causa que habian hostilizado. Fuélo tambien el encuentro que el coronel Niubó tuvo el 19 de julio en Pasanan con algunas partidas reunidas, obrando en consecuencia de las órdenes directas de Llauder, por cuyo resultado y el de las operaciones de los gobernadores de Tarragona y Lérida, tambien prescritas, se presentaron á indulto en el distrito de Tarragona más de cuatrocientos carlistas.

Bassa, Churruca, Vilanova, Oliver, Calvet, Cols y otros, perseguian incesantemente á Tristany, Ros de Eroles y al Muchacho, los cuales careciendo de recursos pasaban una vida miserable y angustiosa. Solo el conocimiento que tenian del terreno, y las simpatías que en muchos puntos contaban, les proporcionaron á veces hacer algunas sorpresas, en las que obtenian favorables resultados.

Pero es asombroso que, aun arrastrando aquellos rebeldes una existencia tan azarosa, sufriendo contínuos descalabros y presentándose á indulto muchos de ellos, la situacion del Principado no mejorase: nuevos y briosos jóvenes llenaban el vacío de los muertos y presentados, y siempre que habia fusiles, no faltaban muchachos de ardiente fé por la causa que abrazaban que los empuñasen.

Esto no obstante, sin las conmociones que tuvieron lugar en Cataluña y hemos referido, Llauder hubiera visto coronados felizmente sus esfuerzos. Tenia, no hay que dudarlo, decidido empeño en pacificar su distrito, y los mismos carlistas son testigos del temor que les infundia aquel general denodado, que servia mejor la causa liberal en el campo

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