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nuo movimiento, cansaban la constancia de sus más decididos perseguidores, agotaban sus fuerzas y burlaban su más rígida vigilancia.

Así llegó á adquirir la guerra en esta parte de España la importancia que ahora veremos, y anunció Cabrera (1).

CHERT.-PRAT DE COMPTE.

LII.

En los movimientos que emprendieron por distintos puntos las fuerzas carlistas, las que se dirigieron á los montes de Chert se vieron más inmediatamente perseguidas y aun provocadas por una columna de unos seiscientos hombres. Cabrera y Forcadell, que no hallaban obstáculo en admitir el ataque, ordenaron su resistencia, dando la conveniente colocacion á sus tropas, cuya reserva mandaba don José María Arévalo, capitan del ejército liberal que se pasó á los carlistas.

Preparados unos y otros á la pelea, comenzó el fuego, generalizándose en breve en todas las líneas, y despues de estar el éxito indeciso por algun tiempo, abandonaron los liberales sus posiciones con alguna pérdida, y siguieron hácia Chert, en tanto que Cabrera llevaba sus heridos á la masía del Bosch, y Forcadell acampaba cerca de sus enemigos.

El 23 de junio se reunieron estos jefes carlistas con Torner en Prat de Compte, á donde se dirigió al amanecer del siguiente dia don Antonio

(1) En esta proclama:

Voluntarios: nuestros enemigos, que lo son tambien de la patria, nos darán el triunfo, porque ya veis como se aumentan nuestras filas desde las asonadas de Madrid, Zaragoza, Barcelona, Murcia y otros puntos. Alli asesinan á la faz del dia, se rebelan contra las autoridades, saquean las casas, entran en los templos, y dentro del coro, matan á los religiosos indefensos, como ha sucedido en Zaragoza; destierran à vuestros padres, esposas e hijos, fusilan sin formacion de causa, y se cometen todas esas iniquidades que publican cada dia los periódicos de la revolucion. Los que se llaman justos y benéficos obrau así, sin que se castiguen tantos y tan atroces crímenes. Y aun se atreven a llamarnos à nosotros foragidos y facciosos. Ellos si que son facciosos, porque cada dia quieren un gobierno; ellos si que son sanguinarios al publicar sus bandos y decretos como los de Llauder, Nogueras, Alvarez, Lorenzo, Rodil y otros, dignos de los Herodes ó Nerones. No os fieis de sus palabras, voluntarios; ya veis la suerte que han tenido los que se acogieron á varios indultos, que cuando más tranquilos vivian, fueron presos los mozos y casados que habian figurado entre nosotros como oficiales en el Bajo Aragon y Maestrazgo, y con muy pocas escepciones los mozos fueron destinados à los cuerpos de la Habana, y los demás á los presidios de Cádiz, Cartagena y Alicante. ¿Y qué ha conseguido con esto la revolucion? Aumentar nuestras filas, como veis suceder todos los dias. Pronto tendremos un ejército, si nuestros enemigos continúan así, y pronto nuestro soberano don Carlos V se sentará en el trono de sus mayores. Valor, pues, y constancia, espera de vosotros quien nunca os abandonará y es vuestro compañero.-Cabrera.

Azpiroz con su columna, lo que sabido por Cabrera, se dispuso á recibirle, y dió las disposiciones que creyó oportunas para caer sobre los liberales á su paso por un barranco profundo. Entraron en él sin las precauciones debidas, y acometidos furiosamente, se desordenaron algun tanto; visto lo cual por Azpiroz, que si fué descuidado era valiente, trueca el mulo que montaba por su caballo, ordena su gente, y con brava bizarría rechaza á los enemigos y se abre paso por el sitio que defendia Escardó, cura de la Puebla; dirigiéndose en medio de una granizada de balas á Prat de Compte, en cuyas eras presentó la batalla. No la esquivó Cabrera, que acometiendo al centro y flancos de la línea liberal, obligó á éste á guarecerse en el pueblo, donde se sostuvo hasta la llegada de Montero con su columna, que presentó tambien la batalla al carlista, que no aceptó, y se retiró á Muela de Prat de Compte.

Esta accion pudo haber costado toda la columna á Azpiroz, pero solo le costó unos treinta y tantos muertos, y una caida al jefe que le obligó á dejar el mando.

Los carlistas, ya que no lograron todas las ventajas que se prometieron, su pérdida fué pequeña, y contaron con algunos fusiles más, que eran otros tantos soldados, y varios efectos.

DEFENSA DE LOS NACIONALES DE AZUARA. CABRERA Y SUS RECLUTAS.

LIII.

Al mismo tiempo que Cabrera y Forcadell se batian en Prat, Quilez lo hacia en Santa Olea, y el Serrador en Cantavieja, con menos fortuna que los primeros.

Uno y otro, desde su separacion de Cabrera habian aumentado su gente, contando ya Quilez más de quinientos infantes y unos cuarenta caballos.

Montañés, Boné y otros organizaban al mismo tiempo partidas más ó menos respetables, que aunque no tomaban la ofensiva, incomodaban, eran temibles unidas á otras fuerzas, y siempre causaban daños en sus merodeos.

Quilez, y no Cabrera, como otros creen, se dirigió sobre las márgenes del Nonaspe, á caer sobre Maella; pero le salió al encuentro el infatigable Nogueras, y entre Valcomuna y Valdeardacha se trabó una escaramuza, cuyo resultado fué el de algunos muertos de una y otra parte, y el salvar á Maella, que era lo más importante.

Quilez sorprendió á Azuara en la madrugada del 5 de julio, y no pudiendo defender el pueblo sus diez y seis nacionales, por estar situa

do en un barranco que forma la estrecha huerta del rio Camarasa, se refugiaron á la iglesia, que era el castillo obligado de todos los pueblos, y en ella, despreciando la capitulacion que les propuso el invasor, se propusieron vender cara su vida.

Los carlistas ocuparon las casas inmediatas á la iglesia, y al ver se estrellaba en ella su decision, la prendieron fuego, obligando el humo á sus defensores á guarecerse en la torre, inutilizando la escalera, para hacer así mas inaccesible su puesto, harto desesperado. Nuevamente les intima la rendicion el carlista, apoderado ya de la iglesia, ofreciéndoles perdonar su resistencia; pero era esta decidida, y al ver Quilez la inutilidad de su empeño, desistió de él, no sin haber probado antes asfixiarles con los combustibles que prendió en la iglesia, y produjeron un humo infernal, aunque sin el resultado que aguardaba de tales medios.

En cambio de los cuatro ó seis hombres que perdió, y de ver su proyecto frustrado, se llevó algun botin de las casas de los liberales; y huyendo de la columna de Mancho, que acudia á Azuara, se retiró hácia Lécera y Alacon.

No con mejor éxito intentó Cabrera en estos dias apoderarse de Cherta, que supo defender su comandante de armas, apoyado por otro destacamento de tropa y nacionales que, como veremos, operaban activamente, y podian considerarse muchos tan soldados como los del ejército.

El movimiento de Cabrera no fué, sin embargo, estéril en resultados; pues en su corta espedicion aumentó su gente con más de trescientos hombres, que fueron á aumentar los depósitos de Beceite, donde Arévalo les daba alguna instruccion, no mucha, porque segun Cabrera, debia aprenderse á ser militar en el campo de batalla, que aquí, en efecto, son más eficaces las lecciones.

No podia ser tampoco la instruccion enteramente completa, porque faltaban armas, y en cuanto se cogian al enemigo, se armaba con ellas á otros tantos mozos, que desde luego ingresaban en las filas, y adquirian, quizá á las pocas horas de su incorporacion, el bautismo guerrero que les hacia militares, porque ya habian olido la pólvora y oido silbar las balas.

ZURITA. ACCION DE YESA.

LIV.

Zurita, guarnecido por ocho nacionales y veinticinco movilizados de Valencia, se vió acometida por Cabrera, Forcadell y otros, capitulando despues de un corto tiroteo sus escasos defensores, á condicion

de entregar las armas y marchar libremente á sus casas. Cumplióse lo pactado con los de Valencia, más no con los de Zurita, de los cuales fueron fusilados cuatro el dia 11 en Codoñera (1).

Con direccion á Rafales, y pasando por el citado Codoñera, donde tan funesto recuerdo dejó Cabrera, y por Castelseras, llegó á Andorra y á Crevillen el 14, haciendo en estos puntos, en Olieta y Montalvan, grandes acopios de víveres, armas y municiones, y aumentando considerablemente sus filas, sin esponer sus bisoños voluntarios á un choque arriesgado. Así cuando la columna de Martin se presentó á batirse, esquivó prudente la accion, poco seguro de los suyos, sin armar en parte.

Cruzando por Alventoso la carretera de Aragon y Valencia, continuó el grueso de los carlistas á Yesa, á cuya inmediacion se presentó en las alturas una columna enemiga, compuesta de poco más de quinientos infantes de cuerpos francos y nacionales, veinte caballos del regimiento del Rey, y diez de milicianos de Benaguacil, al mando del comandante de caballería don Adrian Jacome. A su aproximacion mandó hacer un reconocimiento, y formó en columna su division para contramarchar en retirada, colocándose á retaguardia para sostenerla con dos compañías, por ser el puesto mas peligroso.

Jacome mandó avanzar, y al ver el movimiento de Cabrera, forzó la marcha, rompieron sus guerrillas el fuego, Cabrera desplegó las suyas, hasta que vió la caballería dispuesta á cargar, dirigiendo entonces sus fuegos sobre los flancos de la masa contraria. Recibió esta fuerza órden de estenderse en batalla; pero mal ejecutado esta movimiento, se aprovechó de él Cabrera y atacó con éxito, desordenándola. Solo unos cien hombres se mantuvieron firmes, y despreciando el fuego y las cargas de la caballería carlista, se empeñaron en ganar lo que sus compañeros perdian. Pero cayó al fin sobre aquel puñado de valientes el grueso del enemigo y circunvalados en el carrascal, fueron horriblemente acuchillados, prefiriendo la muerte á ceder en lo más mínimo de su heróico propósito. En vano persiguió tenaz Cabrera el resto de la columna confiando en su destruccion; su escasa caballería, así que estuvo fuera del

(1) Dos de estos desgraciados, Francisco Dauden y Pelegrin Gil, eran ancianos que apenas podian andar, y los otros dos, hijos de don Refael Fuster, de diez y seis á diez y ocho años de edad. A las súplicas que se hicieron á Cabrera en favor de estos jóvenes, contestó inhumano, que su padre podria librarlos presentándose à ser fusilado. Al oir la madre una condicion tan horrible, cayó desmayada, y á su lado, muerto como de un rayo, el tercer hijo que lle vaba à sus pechos.

(Historia de la guerra última en Aragon y Valencia, por los señores Cabello, Santa Cruz y Temprado).

TOMO II.

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monte y pudo hacer uso de sus lanzas, contuvo al vencedor y protegió la retirada del resto de la fuerza (1).

Cabrera llevó el valor hasta la temeridad en esta accion.

RENDICION DE ALGUNOS FUERTES.-HEROICA DEFENSA DE ALBOCACER.

LV.

Cabrera se dirigió en seguida á las masías inmediatas á Alpuente, con ánimo de caer sobre su guarnicion; pero se puso ésta en salvo al saber la derrota de Yesa, y se enseñorearon los carlistas de aquel punto, marchando despues á Chelva, donde aumentaron su gente y sus

recursos.

Prósperamente concluyó para los carlistas el mes de julio, y el 3 de agosto llegó Cabrera á la Puebla de Benifasá, llevando un rico botin malamente adquirido, y á costa del incendio de algunos pueblos como Córtes de Arenosa, entregado á las llamas por Quilez y Miralles.

Los demás partidarios, que con más o menos fortuna hacian correrías por el país, devastábanle igualmente.

Torner atacó á Calaceite, y la defensa de su guarnicion le obligó á retirarse. Serrador, con ochocientos infantes y más de cien caballos, se incorporó á Quilez, y atacaron juntos la fortificacion de Puebla de Arenosa. Próxima á rendirse, se acercó una columna en su auxilio, á cuyo encuentro salió Quilez, y esperándola en un barranco, la acometió hasta con piedras, obligándola á retirarse hacia Arañuel. Interpónensela otras fuerzas carlistas, y se abre paso despues de un choque, en que corrió abundante la sangre liberal.

Victorioso Quilez, volvió á la Puebla y se le rindió su guarnicion de sesenta y cinco hombres, desesperanzados ya de auxilios. No le convenia la conservacion del fuerte, y le demolió.

El de Zucajna, en la ribera del Mijares, se rindió tambien fácilmente al dia inmediato, quedando prisioneros los treinta y tres hombres que le defendian, sufriendo la misma suerte los diez que guarne

(1) La vida de Cabrera corrió aquel dia graves é inminentes peligros, aparte de su riesgo en la accion, porque sabido es que era el primero en la pelea. Intentando alcanzar á un capitan que, rendido de fatiga, se asió á la cola de un caballo, le intimó se entregase, y al contestarle, ahora voy, tiró á Cabrera una estocada, que salvó, acuchillando en el acto à su infortunado enemigo. Otro oficial prisionero, en el acto de entregar el sable à Cabrera, quiso herirle; pero cogida la accion, fué él herido y muerto en el acto.

Digan lo que quieran los partes carlistas, los liberales no perdieron mucho más de cien hombres; pero fué considerable la porcion de armamento y municiones que adquirieron aquellos, y de que tanto necesitaban.

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