Imágenes de páginas
PDF
EPUB

timacion de rendirse; ven arder la iglesia, se guarecen á la torre, de. fiéndense allí bizarros, y dispuestos á morir antes que rendirse, ven, por fin, marchar á Cabrera, que sin esperanza de domar la altivez de aquellos valientes, frustrado su deseo de que Buil se presentase, y no conviniéndole perder tiempo, se dirigió á la parte de Alcora, Onda y Vall de Almonacid.

Aquí acordó con Forcadell invadir la importante ciudad de Segorbe, lo cual no era empresa muy difícil, pues no estaba fortificada, y habian emigrado la mayor parte de los nacionales. Comenzó por oficiar á las autoridades, exigiendo ocho mil duros, dos mil raciones y el armamento de los urbanos, y se aprestó á ser dueño de la poblacion, á pesar de saber que Nogueras le iba á los alcances.

Divide Cabrera su gente en dos mitades, y dejando á Forcadell en observacion en la altura del castillo y convento de San Blas, acompañado del grueso de la division, entró él en Segorbe en la mañana del 18 con la caballería y con dos compañías de Tortosa. Recibió parte de cuanto habia pedido, hizo que recogieran todos los caballos utiles, ordenó la presentacion de las armas, monturas, municiones y demás efectos de guerra, y prescribió tolerancia con todas las opiniones. Estuvo en sesion con el ayuntamiento, visitó al obispo, con quien conversó sobre el estado de la guerra, y en vista de la aproximacion de Nogueras, dió las disposiciones que creyó convenientes.

A los primeros tiros, corrió, sin embargo á Navajas, en retirada, pues no creyó poder hacer frente á Nogueras, que entró en Segorbe.

Abultada por los partes de uno y otro la escaramuza de Segorbe, solo diremos que Cabrera, con su entrada en Segorbe acrecentó su ascendiente, y que Nogueras, salvando la ciudad y haciendo retirar al invasor, inauguró felizmente su mando.

Desde Gaibel se dirigió aquel á Cirat, sierra de Engarcerán y Cuevas de Vinromá, á donde llegó el 24, y al dia siguiente Torner y el Serrado". Incorporados todos, marcharon el 26 hácia Salsadella, pasando cerca de la columna de Decreff, que se hallaba en San Mateo. Sabedor éste de la proximidad de los carlistas, aunque no de su número, cayó de repente sobre la vanguardia que guiaba el Serrador, cuando desde Cerera se dirigian á la Jana, y la desordenó impetuosamente. Pero iba en buen órden el grueso de las fuerzas, que caen sobre Decreff, y no pudiendo resistir tan desigual combate, sufre gran pérdida, que hu biera sido mayor sin el auxilio de Nogueras, que no perdia de vista á su enemigo.

Los carlistas, satisfechos de esta jornada y de las armas que arrancaron á sus contrarios, siguieron su marcha, sin que el salvador de Decreff pudiera estorbarla.

OPERACIONES DE QUILEZ.

LIX.

Para burlar la persecucion de Nogueras, segun unos, y con objeto de atender mejor á la manutencion de sus fuerzas y emprender nuevas operaciones, segun otros, resolvieron Miralles y Torner unirse á Quilez en Aragon, mientras Cabrera y Forcadell marchaban á los puertos de Beceite, su cuartel general y seguro auxilio.

Betea se vió entonces sitiada por Quilez, que, con bastante fuerza para formalizar el cerco, se propuso rendirla. La aproximacion de la columna de Montero no le hizo desistir, y como era peligroso esperarla, salió á su encuentro, y la atacó sobre el camino de Gandesa. Pero más esperto y más militar Montero, hizo un movimiento tan acertado y atrevido cambiando de frente, que se puso delante de los carlistas, y dejándolos á su espalda, entró en el pueblo, debiéndole los sitiados su salvacion.

Retrocede Quilez á Aragon, aumentando sus recursos en los pueblos que invade al paso, y á las inmediaciones del Horcajo sostiene una empeñada accion con la columna de Verdugo, perdiendo ambas partes una docena de muertos y tres ó cuatro heridos.

Sin quedar castigada ninguna de las dos columnas, siguen sus operaciones, variándolas segun lo exigian las circunstancias; porque en aquella clase de guerra, como es fácil suponer, cabian pocas combinaciones, y más que á los planes, habia que sujetar al acaso los movimientos. Unos tras otros siempre, cualquier descuido, la menor equivocacion, producia una sorpresa, un ataque, una contramarcha. ó la invasion de un pueblo.

DEFENSA DE RUBIELOS.-HORRIBLES ASESINATOS EN NOGUERUELAS.

LX

Cabrera, en tanto, con dos batallones y unos cuarenta caballos, acompañado de Forcadell, llevó su gente á Aragon y á la provincia de Teruel, con menos enemigos que impidieran sus operaciones.

La importante y rica villa de Rubielos sirvió de estímulo á Cabrera, porque su posesion tenia además la ventaja de quitar un obstáculo á sus correrías al interior del país.

No creyendo el jefe tortosino difícil la empresa, se dirigió el 10 6 el 11 de setiembre á la poblacion á la cabeza de sus paisanos, y empren

TOMO II.

39

dió el ataque contra los nacionales y soldados que la guarnecian, quedando Forcadell en posicion de poderle proteger. Con temerario arrojo se lanzó dentro de la villa, despues de haberla franqueado rompiendo las puertas, á pesar de la resistencia que le opusieron.

Los sitiados se refugian á un pequeño fuerte establecido en el convento, despues de haber peleado en las calles. Allí los nacionales y una compañía del provincial de Ciudad-Real, con el capitan retirado Gil, se deciden á hacer una resistencia heróica.

Taladran los carlistas las casas de las calles del Cármen y Carrerluengo, y se apoderan del punto avanzado que establecieron los nacionales en el Granero del Obispo, á la confluencia de ambas calles. Reducidos así los sitiados al convento, se defienden en él valientes, rechazando los ataques de toda la noche; y ni las minas, ni las tortugas que formaban con carros llenos de colchones y sacos de lana, ni cuantas tentativas hicieron los sitiadores, amortiguaron en lo más mínimo el ardor de aquellos bravos.

Cuanto mayor era su obstinacion, se aumentaba más la de Cabrera. Espuesto a morir en una tortuga,—dos de los cinco hombres que la formaban quedaron sin vida, y otros dos fueron heridos, siendo Cabrera el único que salió ileso,-se propuso vengar la muerte de sus compañeros y satisfacer su propio orgullo, que creia ofendido con la heróica resistencia de los sitiados.

Intentando diferentes medios de apoderarse del fuerte, procuró derribar una pared por medio de una casa contigua. Terrible iba á ser entonces la situacion de los liberales; lo conocen, y para aislarse prenden ellos mismos fuego á la casa; más el viento que sopla comunica el incendio al convento, y á poco todo el edificio es presa de las llamas, y ofrece un cuadro espantoso y aterrador. Pero aun se resisten los cercados: contando sin duda los momentos en que se verian envueltos entre las llamas, todavía quieren aprovecharlos.

Más ya no era posible librarse del fuego ni sufrir el hambre, la sed y la fatiga, otros tantos enemigos que les combatian implacables. Enarbolan un pañuelo blanco en señal de capitulacion, y firman Cabrera y Forcadell la condicion aceptada de conservarles la vida. Fiados en este pacto se entregan, y son á seguida fusilados muchos de aquellos esforzados prisioneros al pié de la misma torre que habian defendido tan bizarramente (1). Conducidos los restantes al campo de la Dehesa, término de Nogueruelas, mandó Cabrera hacer alto, y comieron todos el ran

(1) Asi consta del parte que el gobernador militar interino de Teruel, don Mariano Miquel Polo, dirigió á la capitanía general de Aragon el 15.

10. Concluida esta operacion, formó un cerco de infantes y caballos, deí á los prisioneros en cueros, y les invitó á que se salvaran corriendo. l ejecutarlo, murieron lanceados aquellos infelices, hallándose algun adáver con veinte y seis heridas. La humanidad se estremeció, y Carera conquistó un título sangriento, perdiendo en Rubielos cuarenta ombres entre muertos y heridos (1).

ENCARNIZAMIENTO DE LA GUERRA,

LXI.

Los anteriores sucesos y la falta de fuerzas del ejército para proteger los pueblos, produjeron un desaliento inesplicable, que facilitó nuevos triunfos á Cabrera. No es de estrañar, por tanto, que los nacionales, viéndose abandonados, dejasen unas armas que solo servian para comprometerles, y las entregasen en la capital, refugiándose en ella los más comprometidos.

Las autoridades de tan dilatado territorio hacian repetidas instancias á los jefes de las columnas para que acudiesen en su auxilio; pero los jefes, animados del mejor deseo, se veian perplejos en el punto á que habian de dar la preferencia, pues si el gobernador militar de Teruel pedia se presentasen á fin de alentar el abatidísimo espíritu público de toda su comarca, é imploraba las órdenes más terminantes para que se prestase socorro con la mayor premura, porque se perdia sino el país, y se comprometia la tranquilidad y seguridad de la capital, otros gobernadores manifestaban los mismos deseos en opuestos puntos, y todos demostraban así el imponente estado de la guerra, y la crítica situacion de aquella parte de España.

Los ánimos estaban alarmados en todas partes; era general el desaliento, y unida la situacion de la guerra al estado político, la crísis de Aragon y Valencia no podia ser más aflictiva.

El brigadier don Francisco Ocaña, á quien ya conocemos por los sucesos de Ciga y Elizondo, por su mando en el ejército del Norte, y que ahora reemplazaba en Zaragoza al capitan general de Aragon, decia en vista de todo esto á Nogueras, que «por su reconocido prestigio era el único á quien le era dado sostener la confianza de los amantes.

(1) El ayuntamiento de Nogueruelas recogió y dió sepultura en su cementerio à las sesenta y cinco víctimas, hasta que en 1841, los nacionales de Rubielos y otros, las autoridades locales y la superior de la provincia, don Francisco Santa Cruz, que refiere este hecho, de acuerdo con la eclesiástica, trasladaron sus restos á Rubielos, celebrando un aniversario solemne y pomposo

:

del trono legítimo, oponiéndose al torrente de la rebelion, á que habia dado márgen la conducta de personas que tan mal habian correspondido á las esperanzas que hicieran concebir, y que, aunque juzgaba inútil indicarle los medios que contribuirian á este objeto, no podia menos de decirle que cuantos indivíduos de la gavilla del infame Cabrera cayesen en poder de las tropas de su mando, fuesen en el acto pasados por las armas, sin distincion alguna, cuya medida debiera ser estensiva á los curas y personas influyentes que directa ó indirectamente cooperasen al fomento de las facciones, no quedándole duda de que, á favor de disposiciones enérgicas y decisivas, podria neutralizarse el efecto producido por tan desagradables ocurrencias.>>

No era ya posible otra cosa que el rigor; la guerra, pues, iba á ser aun más sangrienta, sin contemplacion de ninguna especie: mediaba un abismo entre unos y otros combatientes; era preciso contener las crueldades con la crueldad, y para comprender este encarnizamiento menester era hallarse en el teatro de la guerra entre unos ú otros para presenciar y oir una y cien veces sucesos horribles, sufrir sus consecuencias, sentir las emociones del corazon. Despues de treinta años, leyendo tranquilamente estas páginas, no es posible comprender lo imperioso de las circunstancias que exigieron un sistema tan contrario á la humanidad.

ABANDONO DE MORA.-DEFENSA DE REQUENA.

LXII.

En su incansable actividad, intimó Cabrera desde Linares al comandante de Mora la rendicion, amenazándole sino con la suerte de los de Rubielos.

Pesábale á la guarnicion de aquel punto no hacer frente á su odiado adversario; pero veíase abandonada, desalentado, si no enemigo, el paisanaje, y primero que arriesgar una resistencia de éxito, cuando no deplorable, por lo menos dudoso, se retiró á Teruel, dejando algunos fusiles inútiles Ꭹ doce piezas de sayal, que fué todo á poder de Cabrera cuando hizo su entrada en la poblacion.

Los carlistas, sin ser perseguidos, invadieron el 12 á Alcalá de la Selva, y por la Puebla de Valverde, fueron el 14 á Sarrion, luego á Manzanera y á Torrijas, y el 19 á pernoctar en Utiel, donde se les incorporó Cubells, á quien Cabrera confirió el mando de la caballería, que sirvió de base para formar el 2.° regimiento de Tortosa.

El 20 marchó contra Requena, en cuya parie antigua, llamada la Villa, tiene una posicion elevada y defendible; no así la Nueva, situada en un llano, dominada por las alturas inmediatas.

« AnteriorContinuar »