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que llegó á llamar la atencion del capitan general de Aragon, don Francisco Serrano, y se decidió á salir á campaña para contener el progreso de la insurreccion; pero inútiles todos sus esfuerzos, regresó á Zaragoza, y avisó á Nogueras que si no iba en breve á Alcañiz para desengañar al pueblo iluso, y demostrar que vivia, el levantamiento en masa y la pérdida del Bajo Aragon era segura.

Era necesario de parte de Nogueras un esfuerzo de patriotismo, y arreglando una cama en un carruaje, marchó por la izquierda del Ebro y por Caspe á Alcañiz, á donde llegó, abiertas aun las heridas que un mes antes recibiera, cuyos dolores mitigó el júbilo con que fué recibido, haciéndole olvidar todas sus penalidades el ser considerado tan útil á una causa que con tanta fé y entusiasmo servia.

Cerciorados todos de su existencia porque le vieron y le hablaron muchos, bastó este desengaño para desalentar á unos, é infundir á otros ánimo. Los liberales veian ya en él una segura garantía contra los planes de sus enemigos, y éstos los miraban contrariados.

No fué, sin embargo, Cabrera de los que se desanimaron, y aunque era un grande obstáculo á su atrevido plan la llegada de Nogueras á Alcañiz, no desistió de su propósito; reunió para llevarle adelante todas sus fuerzas, y burlando á la columna de operaciones, que le observaba de cerca, se presentó repentinamente sobre Alcañiz. Postrado en cama se hallaba Nogueras, cuando le dijo su ayudante que estaban los enemigos á la vista y en gran número.-«Mande vd, ensillar mis caballos, le contestó, que toquen generala, y que venga el gobernador.» Cumplidas estas órdenes, montó Nogueras á caballo con mucho trabajo, subió al castillo, y vió en efecto una gran masa carlista que habia llegado por la parte de Castelseras, y otra por la de Valdealgorfa, que venian resueltamente á la ciudad El comandante de artillería, de Pedro, hizo fuego con tal acierto, que las granadas cayeron en el centro de las filas, y las balas rasas enfilaron su cabeza.

Al disparo de la primera granada se tendieron en tierra, y despues de la esplosion, se levantaron tirando las gorras al aire victoreando ádon Cárlos; más á la segunda, que tambien cayó en medio, y que al reventar hizo más estrago, no hubo ya aclamaciones, sino una marcha precipitada hacia la retaguardia, poniéndose fuera del alcance de los proyectiles. Lo propio hizo la columna de Valdealgorfa, y ambas desplegaron guerrillas en una línea estensa, acercándose á la plaza y haciendo su reconocimiento. Entonces conoció Nogueras que su presencia en el castillo no era ya tan necesaria como en la ciudad, y haciendo bajar á ella todos los soldados, la recorrió y vió estaba circunvalada por una parte con una muralla regular, y por otra con las tapias de las huertas, y tomando las disposiciones que creyó convenientes, aten

diendo á que solo contaba con la sola guarnicion del castillo, y varias partidas sueltas y la guardia nacional, dividió la defensa en cuatro puntos, confiando el mando á los jefes de su mayor confianza, incluso al coronel don Eulogio Verdugo, que se hallaba arrestado y á quien se formaba causa. Todo el dia, desde las once en que se presentó Cabrera, se pasó en reconocimientos sostenidos por fuertes guerrillas; y por la noche, como lo previó Nogueras, fueron asaltadas las tapias de las huertas, penetrando los carlistas en la carretera que conduce á la plaza. Rechazóles á la bayoneta Verdugo á la cabeza de un peloton de tropa, y reforzó aquel punto como el más débil. Tambien fueron atacadas con empeño las puertas, pero sin éxito, durante el discurso de la noche.

Al despuntar la aurora reunió Cabrera sus tropas á la vista de la plaza; quejóse de su cobardía, les ofreció dirigir el asalto de dia á la faz de todos, prometióles veinticuatro horas de saqueo y entera libertad para todo, y diciéndoles, por último, que el que tuviera resolucion para seguirle saliera al frente, salieron pocos, y se retiró.

Reconvino despues á los jefes por su cobardía, y le contestaron que les habia engañado, diciéndoles que Nogueras se hallaba postrado en cama, que le subirian al castillo en una camilla, y subirian tambien todas las tropas para defenderle y ellos se apoderarian entonces fácilmente de la ciudad y de todos sus bienes, no habiendo, por último, en el castillo otra artillería que dos geringas que Nogueras habia traido de Tarragona; siendo así que eran un cañon de á treinta y dos y un obus de siete pulgadas, y que Nogueras no estaria tan postrado, cuando le vieron á cabalto recorrer la línea, concluyendo con manifestarle que ya veia la opinion de todos desaprobando su proyecto de atacar á Alcañiz, estando dentro para su defensa el diablo de Nogueras: así le llamaban algunos.

Triste hubiera sido la suerte que habria sufrido Alcañiz, centro de los emigrados del Bajo Aragon, si se hubieran llevado á cabo los deseos y proyectos de Cabrera, que no esperaba fuese tan bien dirigida y heróica la breve defensa de su guarnicion, decidida á vencer ó morir. El enemigo, por el contrario, se presentó con todas sus fuerzas, reuniendo para esta importante empresa, hasta las partidas más insignificantes. Haciéndose dueño de Alcañiz, aunque por pocas horas, adquiria Cabrera un prestigio inmenso y grandes recursos, y bien valian estas ventajas el esfuerzo que intentó, y que por su magnitud asustó á los que no participaban de su resolucion.

CABRERA DE COMANDANTE GENERAL DEL BAJO ARAGON.

LXIX.

La guerra del oriente de la Península empezó á llamar la atencion de la córte de don Cárlos, que no dudando que se debia á Cabrera la importancia que ya tenia, le nombró, en premio de su acreditada lealtad, servicios y conocimientos, comandante general interino del Bajo Aragon, por decreto fechado en Durango el 11 de noviembre, y refrendado por Villemur.

Este nombramiento no podia menos de lisonjear á Cabrera, y en cuanto le recibió el 23 del mes citado, nombró á Arévalo jefe de estado mayor, y á Ojeda, su ayudante, dándolos á reconocer en la órden general de aquel dia, dada en Cantavieja, á cuyo punto hizo acudir á Quilez, á quien participó, y á los demás jefes, su nombramiento. Reunidos todos, les inculcó la necesidad de seguir unidos, de afirmar la disciplina, de proteger á los pueblos fieles á su causa, y de dar ejemplo de obediencia y valor á los voluntarios, conminando con el mas severo castigo cualquier falta de los deberes de cada uno.

Al dia siguiente dirigió una espresiva proclama al ejército de Aragon (1), prometiéndoles sacrificar su reposo y existencia, esperándolo todo del valor, de los sacrificios y decision del soldado, asegurándoles que sus armas serian el azote de los liberales, para lo cual les reclamaba la union, el valor, la subordinacion y confianza en los jefes, y el amor y proteccion al país que les sostenia y contemplaba.

A la vez dió una circular á los pueblos de Aragon (2), pidiéndolos cooperasen á sus conatos, siendo uno de los más principales, decia, atender á la defensa de aquel país, clásico de la leaitad, procurar por cuantos medios le fuera posible, no serles gravoso, respetar las propiedades y ofrecerles seguridad y garantías. Prevenia luego á los ayuntamientos le prestaran ciertos servicios, bajo pena de la vida, haciendo así terrible y desesperada la situacion de los mismos pueblos cuyo apoyo demandaba, porque igual castigo tenian por parte del gobierno si le obedecian. Tambien publicó una alocucion á los soldados liberales para que abandonaran sus filas por las carlistas (3).

Dirigiósé despues Cabrera hácia la parte de Tortosa, creyendo poder

(1) Véase el documento número 32.
(2) Véase documento número 33.
(3) Véase documento número 34.
TOMO II.

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sorprender á Alcañiz, como acabamos de ver, y al cabo de cinco dias que perdió en esta esperanza, siguió hácia Villalba, donde halló á Torner, que no le quiso reconocer por jefe, alegando que su division era dependiente de Cataluña, y que tenia nombrada una junta (1) para entenderse con el cuartel general del Principado, al que únicamente obedecia.

Torner conducia entonces dos batallones y treinta caballos.

Continuó Cabrera su marcha, evitando prudente un conflicto entre compañeros, y se ocupó en dar una completa organizacion á todos los ramos necesarios á su pequeño ejército, pues tal podria llamarle en breve (2). Organizó igualmente las tropas, completó batallones; les dió

(1) Se componia de los sugetos siguientes:

Presidente, el mismo Torner.-Vocales, don José Castellà, don Francisco Mateu, don José Antonio Salvado y don Mauricio Batlle.-Secretario, don Juan Costa, ex-capellan del regimiento de Bailen, compañero de Llangostera cuando en 1834 se pasó á los carlistas.

(2) Son notables las siguientes líneas que sobre este particular entresacamos de la vida de Cabrera por el señor Córdova.

«Su primer cuidado, dice, fué organizar un hospital en lo más recóndito de aquellos montes. Nombró un director y dos capellanes, con órdenes muy estrechas..... Destinó inválidos, escogió algunos cirujanos sangradores..... encargó á otros recoger vendajes, medicinas, con todo lo necesario à la curacion de los enfermos, y dió un sucinto reglamento para el régimen de dicho hospital, y de los que se proponia crear en distintos puntos.

>>El interesante ramo de municiones llamó tambien la atencion del nuevo comandante general carlista. Los repuestos que existian de las tomadas al enemigo eran insuficientes..... Y aunque en algunas plazas fuertes dominadas por el partido de la reina, tenia personas que con frecuencia le suministraban pólvora y balas, este medio, sobre dispendioso, era eventual. Resolvió, pues, crear en lo interior de los puertos una fábrica de municiones; buscó arrieros para que proporciona sen azufre, salitre, plomo y otros artículos; adquirió operarios versados en este género de elaboracion; nombró director de la fábrica à un oficial inteligente, que por sus heridas no podia hacer el servicio de campaña, y mandó que cada ocho dias le diesen parte del estado y progreso del establecimiento. Las autoridades cristinas tuvieron sin duda noticia de que existia esta fábrica, y prohibieron, bajo severas penas, el trasporte de salitre, plomo y azufre.

>>Las bases para la administracion ó hacienda militar, fueron las mismas que tenia adoptadas desde que empezó à mandar. A cada division acompañaba un recaudador ó depositario, el cual se ponia de acuerdo con su respetivo jefe antes de exigir à los pueblos raciones y dinero. Para la division aragonesa fué elegido don Manuel Garzon, coronel carlista; para la valenciana, don Mariano Fontea, capitan; y para la tortosina, el de igual clase don Ramon Ojeda. Cada cuerpo debia pasar á estos recaudadores los presupuestos ó relaciones por conducto del segundo comandante, y con el V. B. remitirse à Cabrera para el Dese hallándolas conformes. En seguida se verificaba la distribucion entre los habilitados. Cuando habia suficientes fondos, repartíanse cuatro reales diarios al soldado, cinco al cabo, seis al sargento y media paga al subalterno. Las clases de capitanes hasta coronel, que era entonces la mayor graduacion en las filas de Cabrera, cobraban el tercio de sus haberes. Trascurria ȧ veces algun tiempo sin poder recibir la menor cantidad, y todos indistintamente tomaban igual racion que la tropa; por manera, que calculándose lo que devengaban y lo que recibian, cada soldado cobraba medio real diario, y con igual proporcion las demás clases.

>>El artículo de suministros estaba encomendado al factor adicto á cada division y à los sargentos de brigadas. Las raciones y bagajes se pedian con anuencia del jefe respectivo; y co

jefes; encargó á otros el cuidado de formar ó aumentar sus huestes; nombró una comision militar para cuando fuese menester, y contando tres mil cuatrocientos diez y seis infantes y doscientos diez y ocho caballos (1), salió de los puertos para el Maestrazgo á avistarse con Miralles, que no se mostraba más dispuesto que Torner á someterse á la autoridad de Cabrera, que, á su juicio, no tenia más títulos que él para el mando superior. No se llegó á efectuar esta entrevista, y el nuevo comandante general, que ya pensaba en grandes empresas, comprendió necesitaba más caballería; y para aumentarla, se dirigió hácia Castilla, donde hallaria tambien mayor abundancia de recursos.

DESASTRE DE TERRER.

LXX.

Retiróse despechado sin pensar por entonces en otros golpes de mano, y marchó por Aliaga, Rubielos del Campo, Pancrudo, Riberas del Jiloca y Fuentes, aproximándose el 13 al pueblo de Terrer, inmediato á Calatayud.

No lejos iban al mismo tiempo desde Madrid un batallon de Soria y

mo en aquellas filas no habia aun paradas ni visitas de hospitales y cuarteles, dispuso Cabrera que los abanderados presenciasen la entrega de raciones; y muchas veces, mandaban las partidas destinadas á hacer los pedidos de víveres y demás vituallas. Era factor de la division aragonesa don N. Mora; de la tortosina, don Miguel Marchenat, y de la valenciana, don N. Bonet.

>>El vestuario debia tambien ser objeto del cuidado de Cabrera. Rebajó del servicio à todos los sastres que servian en sus filas, y estableció un taller en los mismos puertos. El paño que tomó en el castillo de Mora de Rubielos no bastaba para vestir á toda la tropa, y Cabrera dió órden de construir chaquetas y pantalones, uniformando á las compañías de preferencia. En aquella fecha, los carlistas del Maestrazgo y Bajo Aragon, usaban el vestuario que cogian á las tropas de la reina, y siendo insuficiente para todos, el traje del país. Las boinas del país vasco no se conocieron en el campo de Cabrera hasta el año de 1836, que empezaron á introducirlas Llangostera, Forcadell, Arévalo y el mismo Cabrera, Los demás jefes y oficiales tenian gorras de cuartel ó morriones que cada cual se proporcionaba, sin sujetarse á una exacta uniformidad.

>>Para proveer de calzado á su gente, veíase Cabrera en grandes apuros. Como las marchas eran tan contínuas, y generalmente por caminos ásperos y montuosos, el calzado de esparto ó de cáñamo que se usa en aquel pais, (las alpargatas,) debia renovarse con mucha frecuencia. Llegó á tal estado la escasez de este artículo en ciertas épocas, que se vieron los carlistas precisados á comisionar personas de su confianza para la compra de las alpargatas que desechaban los paisanos, y alguna vez se retardaron las operaciones porque la gente estaba descalza. Cabrera quiso remediar tan grave daño, y por medio de sus agentes en Caspe, Val de Uxó, Horcajo y Barrachina, pueblos dedicados á la fabricacion de alpargatas, mandó hacer acopios de este género. Estableció, finalmente, en los mismos puertos, un taller para la recomposicion de armas, que dirigian dos subalternos.....>>

(1) Véase documento número 35.

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