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unas compañías de zapadores. Avisados á tiempo de la proximidad de los carlistas, y aconsejados se llegasen á Calatayud, dejando la carretera y tomando el camino de Moros desde Ateca, emprendieron este movimiento, cuando nuevos avisos les hicieron sin duda variar este propósito y seguir su anterior camino, hasta que cerca de Terrer supo esta columna se hallaban cerca los carlistas, y se decidió á retroceder hácia Ateca. Más no le dieron tiempo sus enemigos que, guiados por Quilez, la cargaron impetuosamente, desordenando á unos soldados, que desobedientes á la voz de sus jefes, les abandonaron. Un capitan de zapadores, al verse solo, se atravesó con su espada, prefiriendo la muerte á la vergüenza de mandar aquellos cobardes.

A escepcion de unos treinta ginetes, toda la columna se perdió, quedando unos en el campo, y novecientos prisioneros, segun el parte de Cabrera.

Este suceso amilanó á los pueblos, y llenó de pavor á los liberales; y Cabrera, con el botin de un triunfo no disputado, siguió á internarse en Castilla, satisfecho de haber inaugurado tan felizmente su mando.

ACCION DE MOLINA.

LXXI.

Apenas restablecido de sus heridas, volvió Nogueras, como deseaba, á tomar una parte activa en la campaña; y de acuerdo con el capitan general, don Juan Palarea, concertó las operaciones que mejor resultado prometian.

Cabrera iba adquiriendo una reputacion temible, y se necesitaban otros elementos para destruirle. No se descuidaba hacerlo; y aunque conoció el nublado que sobre su cabeza se formaba, trató de librarse, sirviéndole de mucho el haber interceptado algunas comunicaciones interesantes que el gobierno dirigia al capitan general, y en especial una en que le prevenia que bajo su responsabilidad atacase á los carlistas, para lo cual seria aumentada su division con fuerzas suficientes, singularmente de caballería.

Este arma de tanto efecto sobre un enemigo escaso de ella, y más escasa su organizacion, bisoña en gran parte su infantería, era la que más imponia á Cabrera, y no siendo prudente aguardarla, se internó en la serranía de Cuenca, donde los infantes podian operar solamente con ventaja y ejercitarse sus reclutas. «No quiero comprometer á estos mu chachos, decia á sus oficiales, que ni han oido silbar las balas, ni quizá saben muchos de ellos disparar un fusil. Conviene que forcemos la marcha hacia el monte antes que Palarea reuna sus fuerzas.>>

Palarea, conociendo sin duda el intento de su enemigo, se movió desde Segorbe, y en largas marchas llegó hasta Calatayud. Siguió adelante, y cerca de Molina avistó el 15 á los carlistas. Combinó entonces sus movimientos con la fuerzas de Oribe y de Espinosa, por no arriesgar el éxito de la accion; y Cabrera, á quien ya no pareció decoroso esquivar el encuento, hizo frente, diciendo á los suyos: «De cobardes es morir por la espalda: vuestra divisa sea, rey y valor;» y les mandó tomar posicion en el cerro de las Tejeras, distribuyendo convenientemente las fuerzas de Quilez y del Organista de Teruel, que se unieron por entonces, con lo cual pudo contar con una division respetable en número. Quilez mandaba la caballería colocada en terreno á propósito, Cabrera el centro, Forcadell el ala derecha y el Organista la izquierda.

Palarea dividió su gente en cinco columnas. Rompieron el fuego las guerrillas, y á poco mandó Palarea atacar á la bayoneta, cargando á la vez la caballería sobre el centro. Allí Cabrera, dicho se está, que ofreceria una tenaz resistencia, empeñando una accion sangrienta. El combate era mortífero; en ambas huestes se luchaba con valor y decision; pero cede Cabrera, y se bate en retirada. En las alturas y castillo que dominan á Molina, vuelve á hacer frente á Palarea, y se traba'de nuevo la batalla: obstinábanse los carlistas en recuperar lo perdido: batíanse como leones, permaneció algun tiempo indecisa la victoria; pero se inclinó á los liberales, y en vano hizo Cabrera heróicos esfuerzos con sus batallones de Tortosa. Abandonados por la caballería, de la cual se apoderó un terror pánico, escapó vergonzosamente por un barranco: los bizarros escuadrones del ejército les deshicieron bravamente, despreciando su nutrido fuego, y fué completa la derrota. La salvacion de la caballería, merced á su fuga, la atribuyen unos á órden del mismo Cabrera que quiso así librarla de la suerte que la amenazaba por su inferioridad; otros pretenden que lo dispuso Quilez con el mismo fin, y no ha faltado quien culpe á subalternos del miedo que se apoderó de ella.

Digno es de singular mencion un hecho en que se distinguió Cabrera, segun asegura un escritor ya citado. En el momento crítico del correr de su caballería, Cabrera echó mano de uno de esos recursos que le ofrecian su corazon y su genio; metió espuelas al caballo, y llamando la atencion de sus contrarios hácia sí, les gritó: Aquí debeis venir; dejad á que huyen, yo soy Cabrera. Y atrajo á sí, en efecto la atencion de todos, dando tiempo á que muchos fugitivos vadeasen el Gallo. Despues decia á los suyos:

los

-De buena me he librado por salvaros; ved mi capa acribillada por siete balas: aun no habrá llegado mi hora.

A vista de hechos de esta naturaleza, no era estraño fuese el ídolo de sus voluntarios.

Esta jornada costó á los carlistas más de trescientos muertos, y ma yor número de heridos y prisioneros, rescatándose los que lo fueron en la accion de Terrer, los cuales contribuyeron al triunfo de sus compañeros. Perdieron además sobre mil quinientos fusiles, y no despreciable botin, y vieron dispersada una gran parte de su gente. La pérdida liberal fué muy inferior, llegando escasamente á ochenta hombres entre muertos, heridos y contusos.

Las consecuencias de tan brillante hecho de armas hubieran sido de más importancia, y acaso decisivas, á saberse aprovechar; y no dar lugar Palarea á las censuras de que antes habia sido objeto, ¡como lo mostró en su misma órden general del 16.

Cabrera marchó hácia la sierra de Albarracin, y desde allí al cuartel general de los puertos, llegando el 21 á Rosell, donde participó este revés á don Cárlos, y dió quince dias de licencia á su gente para mudarse la camisa, como los vascongados.

Quilez se quedó en las cercanías de Cella.

ÚLTIMAS OPERACIONES DEL AÑO.

LXXII.

La accion de Molina parecia el preludio de otra no menos desgraciada para los carlistas. A poco, el 19 de diciembre, dieron en las inmediaciones de Aldamuz con la columna de Espinosa, que les causó considerables bajas, dispersándoles por los montes contiguos á Moya; y el mismo dia, el marqués del Palacio y el coronel Casanova batieron al Serrador y Torner en Prat de Conte. Desgracias mayores esperaban á los carlistas, que amortiguaron el entusiasmo de muchos, sirvieron á Cabrera y otros jefes de lecciones, que les hicieron conocer no se hallaban aun en disposicion de hacer frente en batalla formal á las tropas contrarias, más diciplinadas é instruidas, y que debian limitarse á la guerra de montaña y brigandaje, á que no podian acomodarse sus enemigos. Así que, más cauto, dispuso Cabrera algunas correrías y sorpre sas, que aun fueron penosas por lo frio y lluvioso de la estacion, y que más bien que á obtener ventajas sobre sus enemigos, se limitaron á proveerse de armas y víveres, que eran la necesidad constante de los carlistas, máxime despues de los últimos encuentros en que habian perdido tantas.

A este efecto pasó á Añon con ochocientos infantes y doscientos cincuenta caballos de la division de Quilez, y despues á Escatron, en cuyo pueblo sorprendió el 27 á los nacionales, que á su llegada se encerraron en el fuerte; exigió seis mil reales, y fué á la Zaida, y el 28 á Quinto,

donde cobró igual suma, y saqueó algunas casas, continuando á Codos y Belchite, donde fué aumentando su botin.

Nogueras, que habia pernoctado en Hijar, se dirigia tambien á este punto, y al saber lo de Añon, tomó el camino de Azuara, donde apenas se detuvo una hora, y siguió el 29 con precipitacion hácia Herrera. El jefe liberal, forzando su marcha cuanto le fué posible, llegó en breve á Azuara y á Letus, y sabiendo aquí la ligereza con que caminaba Cabrera, por evitar le alcanzase, dió un corto, pero necesario descanso, y continuó al dia siguiente la persecucion.

El 20 se unió la pequeña columna del capitan Toja, con la del brigadier Tolrá, y de acuerdo con Nogueras, se dirigieron á la Puebla de Alborton para impedir, en combinacion, que se dirigiesen nuevamente los carlistas á la ribera de Daroca.

Por otros puntos fué destinado Beltran con ciento cincuenta carlistas. á correr los pueblos de la parte de Rosell con objeto de acopiar víveres; y sorprendido por Vidal, sufrió alguna pérdida.

Torner permaneció en el alto corregimiento de Tortosa, obrando de su cuenta, sin sufrir reveses, á que no se esponia.

Boné se ocupaba en ser el portador de la correspondencia del real, y los demás jefes se preparaban á nuevas operaciones, pudiendo decirse de todos, que en los últimos dias del mes estaban entregados al descanso, y la mayor parte de los soldados en sus casas celebrando las festividades de la estacion.

PROVIDENCIAS DEL GOBIERNO.-CONDUCTA DE SUS FUNCIONARIOS.

LXXIII.

Palarea correspondió dignamente á la confianza que en él se depósitó: no pudo haber inaugurado de una manera más brillante su mando, y necesitaba hacerlo, porque ya estaba destituido, y se suspendió esta real órden á resultas del triunfo en Molina.

El ministerio, ó mejor dicho, Mendizabal, su alma, felicitábase con razon de su obra, y del acierto en la eleccion de jefes y distribucion del mando en estas provincias. Viendo que no habia producido todos los efectos que se propuso la real órden de 24 de agosto, dictada con el fin de destruir prontamente los carlistas de las provincias de Castellon de la Plana, Teruel y del corregimiento de Tortosa, resolvió en otra de 21 de diciembre, que se encargase Palarea de la prímera y tuviese á sus órdenes seis batallones y dos escuadrones (1); y Nogueras de la segunda, como gobernador

(1) Eran los primeros, de Ceuta; uno de Lorca; uno Leon y dos de francos de Valencia, y los segundos del regimiento del Rey.

y comandante general, poniendo á su disposicion cinco batallones y dos escuadrones (1). Al propio tiempo, era la voluntad de S. M. que no fuera inconveniente esta segregacion de mando para que todas las tropas persiguieran á los carlistas en cualquiera provincia ó territorio hasta con seguir su completo aniquilamiento. Así se comunicó á los capitanes generales de Aragon, Valencia y Cataluña, concertándose en su consecuencia operaciones que empezaron á producir lisonjeros resultados á la causa liberal; pero que desgraciadamente para el país no se prosiguieron, embraveciéndose al fin una lucha que debió ser sofocada, anticipando el término de la guerra civil, y ahorrando á España rios de sangre, mares de lágrimas y sacrificios sin cuento. Ningun gobernante trabajó en los siete años con tanto ahinco por restituir la paz á su patria, ninguno allegú para ello tantos medios, y ninguno tambien encontró, por lo general, menos decidida cooperacion.

El triunfo de Molina alucinó á los liberales. Otros le siguieron que fueron considerados como el principio de la destruccion total de los carlistas. Lo mismo que habian creido el año anterior fuese su tumba la derrota de Mayals, les pareció ahora verla en Molina. Multitud de ellos se sometieron entonces á indulto; y el gobernador de Teruel decia ahora que pasaban de tres mil los presentados. Muchos eran los derrotados en Mayals, y muchos volvieron á serlo mil veces. Las autoridades se alucinaban con frecuencia, presentando no muy exactos los hechos y sus consecuencias por esceso de amor propio en la bondad y acierto de sus disposiciones, inspirando al gobierno una confianza perjudicial en cuanto distraia del Maestrazgo su atencion. Los que veian desapasionadamente las cosas estaban muy lejos de mostrar confianza en el pronto fin de aquella guerra; pero no eran creidos porque se les consideraba interesados de tener mucha tropa que les cuidara sus propiedades y les garantizase su tranquilidad.

El gobierno se mostró cauto, sin embargo, y recomendaba mas actividad cuando era mayor el número de los presentados, para esterminar á los jefes con los pocos que les siguieran; pero participaban algunas autoridades de la ilusion de que aquellos restos concluirian por sí mismos, y casi los abandonaron, lo cual equivalió á protegerles. Y fué más allá su imprevision, pues nada espusieron contra el destino de algunas fuerza á Cataluña, cuando en breve iban á ser tan necesarias en los antiguos reinos de Aragon y Valencia.

Los carlistas se aprovecharon de estos errores. Aquellas partidas re

(1) A saber: dos del Rey; uno de Bailen; el provincial de Ciudad-Real, y otro franco de Aragon. Los escuadrones eran del 4.o ligero.

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