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Contentos los liberales con esta determinacion, la aplaudieron y ofrecieron todo su apoyo á un ministerio que de tal modo simpatizaba con sus ideas.

Desde entonces puede decirse que el órden quedaba restablecido, pues aunque subsistia el poder revolucionario, se aquietó, y tuvo bastante que hacer con cuidar de la guerra, que absorbia en casi todas las provincias la atencion general.

Mendizabal, además, publicando cada dia grandes y utilísimas disposiciones, llamaba hácia sí la atencion pública, que tuvo ya en qué ocuparse con la convocatoria de las Córtes, acontecimiento que no carecia de gravedad, y en el que estaba fija la espectacion general, porque en él se cifraban muchas esperanzas.

CONVOCATORIA DE CÓRTES.

V.

Las Córtes, fórmula de la representacion nacional, garantía de legalidad, de moralidad y de órden; las Córtes, tan de antiguo aclimatadas en nuestro suelo, y á cuyo influjo y ciencia han apelado en todos tiempos el rey y el ciudadano, el magnate y el pechero, y que unas veces en forma de concilios, y otras en congresos de diferente eleccion, siempre han sido el juez, el árbitro componedor de toda clase de contiendas, y sus juicios, cuando libres, han sido acertados y beneficiosos; las Córtes, en fin, base de las instituciones liberales y apoyo firme del trono, eran consideradas en 1835 como el único medio de salvacion del país.

Pero no todos estaban acordes en la forma. Unos querian que fuesen de nueva eleccion; otros que se compusiesen de los diputados de la última legislatura en la precedente época constitucional; que fueran constituyentes y producto de una nueva ley electoral; y por fin, que se reunieran los mismos estamentos autorizados para satisfacer las necesidades públicas.

Aunque tan diversos los pareceres, estaban conformes en una idea, la de que se oyese pronto la voz de los representantes del pueblo, que deseaba tener en la administracion del Estado la intervencion que le corresponde.

Prevaleció la tercer opinion, revistiéndola de la conveniente legalidad y el 28 firmó la Gobernadora el decreto de convocatoria, y en él decia, «que para enlazar más íntimamente el trono de su hija con las libertades de la nacion, habia resuelto consultarla en su órgano más cierto y legítimo, las Córtes del reino, convocadas segun un sistema elec

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toral que representase los intereses nacionales con más amplitud que el que regia. Estas Córtes, añadia, revisarán el Estatuto Real para asegurar de una manera estable el entero cumplimiento de las antiguas leyes fundamentales de la monarquía; desenvolverán los principios de gobierno contenidos en la esposicion de 14 de setiembre, y constituirán definitivamente la gran sociedad española.»>

Mandóse, pues, por el mismo decreto, que los próceres y procuradores se reuniesen para el 16 de noviembre, á fin, no solo de establecer el nuevo sistema electoral, sino para deliberar sobre otros puntos de la mayor urgencia, señaladamente los relativos á la consolidacion del crédito público.

TORENO Y MENDIZABAL.

VI.

Estas medidas, que tanto ensalzaban al gabinete Mendizabal, ponian más en evidencia la conducta del anterior, presidido por Toreno y continuacion del de Martinez de la Rosa, que pudiendo haber legado tantos bienes, causó, sin intencion, tantos males.

El conde, como ha dicho muy bien un malogrado escritor, trató en su desamparada situacion de prepararse una caida honrosa; pero aun en el caso de haber elegido el papel de tribuno, aun habiendo tomado antes la direccion del Estado, aun habiendo roto con el ministerio Martinez, aun sostenido por una intervencion, su reinado hubiera sido corto. El conde de Toreno no era, en efecto, hombre de revolucion: sobrábale escepticismo y faltábale ambicion; no la ambicion que quema el templo de Efeso, sino la noble ambicion, tan necesaria en el hombre de Estado, virtud eminente en las altas posiciones sociales: la ambicion de Julio César, que rompe en los campos de Farsalia el patriciado romano; la de Richalieu, que se lleva consigo al sepulcro la aristocracia francesa, y que muriendo, deja al trono y al pueblo en lucha abierta; la de Napoleon, en fin, que entroniza al pueblo, que inocula la democracia á la Europa entera: ambicion que forma un plan vasto, que tiene un objeto grandioso, y que corona su obra con la energía y la perseverancia: ambicion, foco inmenso de vida, de que ni una sola chispa animaba al conde de Toreno. Privado de toda conviccion fuerte, única fuente de las virtudes civiles, ni se adheria á principios fijos, ni tenia creencia alguna política. Las necesidades del hombre de mundo eran más imperiosas en él que los intereses políticos, y poco le importaba el mando, con tal que de sus ruinas pudiera salvar las comodidades de la vida, y el refinamiento sibarítico que presidia á sus inclinaciones. Si bien superior á

Martinez de la Rosa en capacidad, no era por eso mejor ministro de revolucion. Su indiferencia le hizo poco mirado en la eleccion de los funcionarios públicos, y no diremos nosotros que como rentista, pero sí como administrador y como gobernante fué su reinado incompleto.

Asi se le juzgaba por los hechos, y asi puede juzgarle la historia, que siempre le colocará en el número de los primeros oradores parlamentarios. Su elocuencia, es cierto, no se parecia ni á la de Martinez de la Rosa, ni á la de Galiano; más dialéctica que elocuente, en la acepcion rigorosa de la palabra, discutia más que persuadia, y convencia, si no arrastraba: no sorprendia; pero probaba, y era elegante y conciso, ingenioso y afluente. Se poseia, y nunca decia sino lo que queria decir; una vez provocado, volvíase acre y mordaz; exasperado, su lengua era un puñal. Nadie conocia mejor que él hasta donde podia contar con la paciencia de un auditorio prevenido en contra suya, y en la última sesion de las anteriores Córtes, supo casar sus instintos sarcásticos con una afectada humildad y apocamiento, capaces de desarmar á sus mayores enemigos.

Tal era el hombre á quien reemplazaba Mendizabal. No poseia éste el gran talento, la inmensa capacidad del conde; pero no carecia de estas dotes envidiables, y tenia en su ventaja una inventiva que suplia satisfactoriamente el summun de aquellas cualidades. Como el dios de la fábula, sacaba soldados de la tierra, y hacia aparecer rica una nacion exhausta.

Al revés de Toreno, tenia esa noble ambicion que le hizo sacrificar su fortuna por el triunfo de sus ideas. Si el uno apetecia los goces de la vida, el otro queria la satisfaccion de sus convicciones, aun á trueque de una vida frugal: en el conde todo era cabeza; en Mendizabal corazon: aquel apenas tenia creencias; éste se alimentaba de ilusiones. El primero, con su grande capacidad, no pudo conseguir auxilios de hombres ni dinero; el segundo lo consiguió todo, á pesar de lo muy distinta que fué la situacion respectiva de ambos, desfavorable hasta lo sumo para Mendizabal.

ESCESOS EN ALGUNOS PUNTOS, Á PESAR DEL GOBIERNO.

VII.

De aquella insurreccion de todas las provincias, de aquella sublevacion de todos los ánimos, es cierto que no surgió un grande hombre que hubiera completado la revolucion; pero si no existia, ó no se puso en evidencia, libertóse la revolucion de la posibilidad de que se la ma tase en un hombre.

Las medidas revolucionarias que se adoptaron, lo fueron sin subvertir las instituciones del país, y tuvieron de este modo ese sello de legalidad que ha venido luego á ser respetado por la reaccion, no muy escrupulosa en este punto.

Pero no se debe culpar al gobierno de todos aquellos actos que las juntas ejecutaron, de los escesos que cometieron, porque al obrar así aquellas corporaciones desobedecian al poder legal, y se ponian en pugna con él.

Seria una palpable injusticia hacer al ministerio responsable de aquella efervescencia que súbitamente produjo en algunas poblaciones la noticia de los desmanes de los carlistas, de las represalias que le siguieron, venganza quimérica y ciega, que ni el dolor del propio mal, ni el deseo en sus autores de poner con ella término á los horrores de sus adversarios, podian disculpar. Por desgracia hemos visto sancionado siempre este pretendido derecho en todas las guerras civiles, sin reparar que solo sirve para encarnizarlas más y hacerlas doblemente inhumanas, aun prescindiendo del sacrificio de inocentes víctimas.

Ni pudo evitar el gobierno que en Rivadeo, Talavera, Almagro, San Roque, Algeciras, Castellon y otros puntos se erigieran las autoridades de motu propio en poder dictatorial, y removiesen empleados unas, suprimiesen otras conventos, desterrasen algunos á una mujer inofensiva, que defendia en juicio su derecho, y se atropellase á la justicia. Las circunstancias eran demasiado críticas de parte del gobierno y bien escaso su poder para que pudiese reprimir con mano fuerte como en tiempos sosegados, turbulencias que los sucesos provocaban, á que tanto se prestaba la exaltacion de los ánimos á vista del peligro comun. Deseoso el ministerio de calmar la irritacion que habian producido anteriores yerros, y de restablecer y afirmar en todas partes el órden, recomendaba incesantemente la union, y proclamaba el olvido de todo lo pasado. Hizo notar además que en estos desórdenes se lastimaban más los mismos que los promovian; y así lo vió Cataluña cuando pudo observar, ya tranquila, que la insurreccion que promovió y alentó, casi arruinó su industria y dejó sin ocupacion millares de operarios, introduciéndose por los puertos del Mediodía géneros ingleses por valor de 500,000 libras esterlinas, y no escasa porcion por la costa Cantábrica.

Consiguióse, es verdad, el derribar á Toreno; pero lo mismo pudo haberse conseguido sin tantos males y sin derramar sangre inocente.

SUPRESION DEL CLERO REGULAR.

VIII.

Una de las cuestiones entonces palpitantes que el nuevo ministerio se encargó de resolver, sin duda porque ya lo estaba de hecho por las juntas, fué la de la esclaustracion del clero regular.

El haber servido al principio de la guerra algunos conventos para la fabricacion de municiones y de asilo á los carlistas; el haber promovido tan directa y eficazmente como el de Capuchinos de Bilbao y otros, la lucha civil, y los auxilios que muchos prestaban á los rebeldes, previnieron en contra de todos al partido liberal, al que eran evidentemente desafectos. Veia el país que multitud de frailes habian, más que en otro tiempo, abandonado aquellos asilos de paz por el campamento, y trocado el sayal del religioso por el uniforme, la cruz por el fusil, y esparciendo por do quier en nombre de un Dios de paz y de amor, á quien ofendian, la desolacion y espanto.

Consideróseles, justamente por esto, como enemigos, y enemigos temibles, porque eran ricos, y por consiguiente poderosos. Sin estos motivos, la oposicion que mostraban las comunidades á un órden de cosas que limitaba su poderío, tan pernicioso en la relajacion de los institutos monásticos, como ajeno á su índole, y su ojeriza á las innovaciones, les hicieron incompatibles con la época, de que eran á la verdad un anacronismo. Ya no ilustraban los cláustros los Sandovales y Sigüenzas, los Leones y Granadas, los Feijoós y Marianas: no eran ya los monasterios el refugio y depósito de las letras; no era la vocacion la que les poblaba, no les santificaba la virtud. Impotentes ya para el bien que en los primitivos tiempos habian producido, de suyo desacreditados, ellos mismos pronunciaron su sentencia. No podian subsistir, y no subsistieron.

Y no desconocia la nacion los servicios que las comunidades religiosas habian prestado á las ciencias. Sabido es generalmente, que los monasterios fueron en lo antiguo las copiosas fuentes de la historia y los venerandos asilos de los conocimientos humanos. Cuando las invasiones esterminadoras de los bárbaros ahuyentaron la civilizacion del Oriente, el saber, cual una vírgen que solo vive con la paz, se albergó en los pacíficos cláustros, donde se recogieron y guardaron los preciosos manuscritos salvados de la devastacion que acompañaba á la conquista. Allí fueron respetados los tesoros de la ciencia, porque pobres entonces los monasterios, no escitaban la codicia de los invasores; allí

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