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se conservaron aquellos preciosos documentos que habian de regenerar la sociedad y difundir la ilustracion en el mundo.

Encerrada estaba la instruccion en aquellas moradas silenciosas, porque no podia estar en otra parte, siendo la sociedad guerrera. No viven las letras en los campamentos, ni se mecen al estruendo de las armas; y no hay tiempo para manejar la pluma cuando se tiene ceñida la espada. No hubiera compuesto Garcilaso sus poesías si hubiera estado de contínuo en Africa, ni Cervantes habria dado á luz su inmortal Quijote á no haber contado con la quietud de una cárcel.

y

Somos deudores á los monasterios de la historia de la edad Antigua de la Media, porque en ellos se guardaron los manuscritos de la primera, y se escribieron los de la segunda; y no hay persona mediananamente docta que ignore la grande, la inmensa utilidad de estos trabajos. Sin ellos hubiera dormido mucho tiempo la ciencia.

No niegan los mayores enemigos de los frailes que fueron los conventos el origen de la civilizacion moderna; que solo en ellos no se estinguió la ilustracion en los siglos bárbaros, y si se nos objeta que muchas obras preciosas del siglo de Oro de la literatura latina fueron borradas para escribir los frailes sobre sus pergaminos antifonarios y libros de coro, tambien fueron borradas, diremos, las de San Agustin para escribir los versos de los poetas Venusino y Mantuano.

El que ha querido saber nuestra historia ha tenido que acudir á obras de los religiosos, únicos que podian escribirla. Desde San Isidoro, ¿qué tesoros literarios no encor tramos en los conventos?

Y no era esto solo en España. Inglaterra y Alemania, Francia é Italia, deben tambien á los monjes la conservacion de su literatura. No se necesita ser muy versado en la historia de estos paises para recordar gloriosos nombres de escritores que siempre vistieron la cogulla.

Además de templos de las letras, éranlo tambien los conventos de las bellas artes. La arquitectura, la escultura y pintura contribuian de consuno á embellecer aquellos edificios donde se rendia culto á Dios y al saber, donde al par que se veneraban las reliquias de los santos, se guardaban los manuscritos de los sabios, donde se dirigian preces á la Providencia y se promovia la civilizacion. Todavía nos asombran las maravillas que encierran algunos monasterios, donde hemos tenido que estudiar los adelantos de la civilizacion, á cuya cabeza estaban los frailes y difundian con celo.

Debiéronse á ellos muchas invenciones, é introdujeron en muchos puntos la imprenta, esa luz del cielo, como la llamaba el papa Leon X, que la acogió entusiasta en sus estados y de que hizo uso seis años antes que París. Los benedictinos la llevaron á Inglaterra é Italia, y por el mismo tiempo se imprimia ya en los principales monasterios

de España, como lo prueban las ediciones que aun se conservan.

Pero, ¿qué más gloria para los monasterios que esa genealogía de eminentes varones en las letras y en las artes, en las ciencias, en la política y hasta en la milicia? Enorgullézcanse las primeras con fray Luis de Granada y de Leon, con Estella y el padre Yepes, con Sandoval y Marquez, con Arias Montano y Agustin, con Cano y Burriel, con Risco y Feijoó, con Villanueva y Bartolomé de las Casas, con Florez, Mariana, el eminente hablista Sigüenza, y con tantos otros de inacabable catálogo. El padre Villacastin comparte en el Escorial con Juan de Herrera la gloria de aquel insigne monumento, y sin acudir á otros puntos, testigo es todavía ese templo, orgullo del cristianismo, dei genio de sus moradores. ¿Y no hemos visto en nuestros dias á un lego de la compañía de Jesus reconstruir el famoso puente de Almaraz, ante cuya dificultad retrocedió la ciencia de propios y estraños? Acosta nos describe la historia natural del nuevo mundo; Ponce enseña á hablar, muchísimo antes que L' Epeé, á los sordo-mudos, y Carranza está allí, á quien no libró su saber de sus vicisitudes, quizá ocasionadas por su fanatismo. El cardenal Mendoza, el padre Talavera y Deza resplandecen en política; y al frente de un ejército vemos á Jimenez de Cisneros conquistando á Granada y Oran, como habíamos visto al arzobispo don Rodrigo combatiendo en las Navas de Tolosa, y á otros prelados dirigiendo otras batallas.

Colon y su conquista son inseparables de fray Perez de Marchena; Hernan Cortés, de Bartolomé de Olmedo; Cervantes, de fray Gil, que le rescata del moro; los niños espósitos deben á San Vicente de Paul su asistencia; el monje Aretino, dota á la música de una nota, la sétima, ¿qué falta, pues, á su gloria?

Pero aun tiene la historia de los frailes otra página gloriosa, su democracia.

En efecto; no ha existido institucion tan democrática como la de los frailes. No se preguntaba por su clase al que llamaba á sus puertas: los más pobres y humildes formaban las comunidades; en ellas no se conocian distinciones: el poderoso como el débil, lo mismo el magnate y el de estirpe régia, que el más desvalido, todos eran considerados igualmente. Los conventos eran el baluarte que en aquella edad de gobierno feudal se levantaba contra el poder de los señores: el elemento democrático contra al aristocrático. Y el pechero, que apenas hallaba proteccion en las leyes, la hallaba, y amparo, en el monasterio, que socorria tambien su pobreza. Rodeados estos edificios de sencillas moradas, ostentábanse esbeltos y parecian estar velando por el pueblo, á que pertenecian, y por el cual se interesaban, predicando la fraternidad evangélica, recomendando la caridad con el ejemplo, y cuidando, á la vez de las almas, de la felicidad terrestre de los fieles. que

TOMO II.

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En los institutos religiosos profesábase inalterable el principio democrático; dígalo la eleccion de sus prelados y superiores, la de todos los cargos de su república, la regla de todas las órdenes monásticas, y á buen seguro que se halle la más mínima cortapisa á la voluntad legítima de la mayoría.

Su mision en la sociedad parecia no ser otra que proteger al pueblo á los pobres; y ellas fueron la cuna del espíritu de asociacion, que ejercitaron en provecho de los menesterosos.

y

Asócianse los templarios para librar á los peregrinos de los bandidos que infestaban el camino de Jerusalen; funda San Juan de Dios los hospitales para cuidar de los enfermos; San José de Calasanz educa la niñez; rescatan otros religiosos los cautivos, y fórmanse por todas partes sociedades á impulso del espíritu evangélico, sin otro objeto que la caridad cristiana.

Nada más natural, por tanto, que fuesen tan respetadas y amadas las comunidades que habian fertilizado campos estériles, que daban alimento al cuerpo y al alma, medicina al enfermo, instruccion á la juventud, favor al desgraciado, y á todos proteccion y amparo. Eternas habrian sido prosiguiendo esta senda; pero desviadas de ella por efecto necesario de los tiempos á que habian contribuido, no quedaba, justo y sensible es decirlo, sino el recuerdo de sus pasadas glorias, la historia de los grandes servicios que habian prestado á la humanidad.

El saber no necesitaba ya del recogimiento de los cláustros. Los mismos que habian encendido la antorcha de la civilizacion, trataban con empeño de apagarla con auxilio del llamado Santo Oficio, sustituyéndola con la de las hogueras, porque no era el amor al prójimo quien hacia abrazar, por lo general, el claustro, sino la perspectiva de una vida tranquila y cómoda, la que inducia á llamar á sus puertas á los que ni se sentian llamados al trabajo, ni con disposicion de sobresalir en el mundo, librándose así de la miseria y de las armas.

Ya se habian ensañado con sus mismos compañeros, no perdonando ni aun al eminente Mariana, que, como fray Luis de Leon y otros ilustrados religiosos, se ve perseguido por combatir abusos en observancia de su instituto.

Habian tambien degenerado de sus principios democráticos, porque á fin de que les conservasen sus privilegios, se ponian al lado de los reyes que más tiranizaban á los pueblos, y les querian para dominarles, tan esclavos como ignorantes.

Ni ya se cuidaban de llenar el objeto de su creacion las órdenes consagradas especialmente á la caridad, aunque no habian dejado de existir los bandidos en la Palestina, ni los cautivos en Africa.

Y por último, se habian relajado de tal manera las costumbres, que

lgunos conventos eran el foco de los mayores escándalos, llegando á ublicarse bandos como el del alcalde de Vera (1), que fué orígen de un proceso escandaloso, que puso en evidencia la relajada conducta que se observaba en el monasterio de Beruela en el Moncayo.

Así fué que el pueblo habia ido retirándoles su respeto y su amor, y uando les vió franca y descubiertamente atizando el fuego de una guerra fratricida, aumentando impíamente los infortunios de su patria y en rebelion abierta con el poder temporal, disolviólas, atento á su conservacion, consiguiendo su propósito,

El gobierno, que por deber y por conviccion habria hecho lo propio, gozóse de que se le hubiese ahorrado una medida tan grave y fuerte: con la sancion anticipada de la supresion de las comunidades religiosas, legalizó la obra de la revolucion en esta parte.

PROVIDENCIAS RELATIVAS AL CLERO.

IX.

Ya el ministerio Toreno habia comenzado la esclaustracion del clero regular, decretando la supresion de los conventos que no contasen doce religiosos, en cuya determinacion obró con arreglo á las constituciones pontificias, que prescribian ese número para formar comunidad y cumplir sus indivíduos con la observancia de la disciplina religiosa.

La importancia de esta reforma parcial se comprende con solo decir que llegaban á novecientas las casas religiosas que en su virtud se cerraban.

Las juntas dieron luego celoso cumplimiento á esta disposicion, ensanchando sus límites, pues que tambien suprimieron otras casas cuya existencia no tenia impedimento legal. Así que, cuando subió Mendizabal al poder, se halló con que ya era un hecho la esclaustracion en general del clero regular; y considerando que el completar esta medida era una necesidad política, la sancionó revolucionariamente, pues que sin la intervencion y cooperacion de la potestad eclesiástica con arreglo á los cánones de la Iglesia, apoyándose en la voluntad y conveniencia nacional, dió mayor amplitud al decreto de Toreno; y en el del 11 de

(1) Don Juan Martinez, alcalde de la villa de Vera, hago saber: Que habiéndome dado cuenla por algunos vecinos de esta villa, de los escándalos que suceden en el camino del monasterio de Beruela con algunas mujeres de esta villa y varios monjes del citado monasterio, prohibo à todas las mujeres de esta villa se paren å hablar con ningun monje en el mencionado camino, en la inteligencia de que á la que lo verifique se emplumará. Dados à 10 del corriente marzo de 1835.-Juan Martinez Ballesta.

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octubre se declararon estinguidas las comunidades religiosas, y se man

dó que de los conventos que, segun el decreto, debian subsistir, no pudiese haber más que uno de una misma órden en cada pueblo.

Decia la reina Gobernadora en aquel decreto, «que, aunque por su anterior de 25 de julio aplicó el remedio que le pareció exigian entonces más de pronto los graves males que causaba á la religion y al Estado la subsistencia de tantos monasterios y conventos, faltos del número canćnico de indivíduos y que se necesitaba para la observancia de la disciplina religiosa, todavía las representaciones que se le habian dirigido de varias partes de la monarquía le hacian estimar indispensable y muy urgente una reforma más estensa, considerando cuán desproporcionado era á los medios actuales de la nacion el número de casas monásticas que quedaba, cuán inútiles é innecesarias eran la mayor parte de ellas para la asistencia espiritual de los fieles, cuán grande el perjuicio que al reino se le seguia de la amortizacion de las fincas que poseian, y cuánta la conveniencia pública de poner estas en circulacion para aumentar los recursos del Estado y abrir nuevas fuentes de riqueza.

Dispúsose además que los monasterios y conventos que, aunque no fueran de los que debian quedar suprimidos, se hallaren cerrados á la sazon por cualquier causa, permanecieran en el mismo estado, hasta que con la debida concurrencia de las Córtes se acordase lo que más conviniera; reservándose S. M. suprimir todos los conventos si lo solicitaban, ora el prelado local y las dos terceras partes de los religiosos de coro, ora el ayuntamiento del pueblo respectivo con apoyo de la diputacion de la provincia.

Fácil era colegir que lo que se deseaba y procuraba era la supresion de todas las comunidades de religiosos, llegándole en breve su vez á las de monjas.

Los esclaustrados quedaron en una situacion precaria, pues la penu ria del erario no permitió que se les pagasen con puntualidad los cinco reales que se les asignaron durante su vida; y á esto se debió que no pocos empuñasen las armas y fuesen á aumentar las filas de la rebelion. Muchos jóvenes mal avenidos con la regla, celebraron su libertad, y los jesuitas, honor, sin duda, por su ilustracion y otras prendas, de la reli gion del Crucificado, emigraron en su mayor parte.

No pararon aquí las providencias respecto del clero: el poder, vién dole hostil, creyó deberle reducir á la nulidad, y todas las providencias se encaminaron á este objeto. Prevínose á los obispos se abstuviesen de dar dimisorias y conferir órdenes mayores bajo ningun título, ni por ningun motivo ni pretesto: abolióse el privilegio que disfrutaban los eclesiásticos de ser juzgados por su propia jurisdiccion en las causas que se les formasen por delitos graves: dictáronse reglas oportunísimas

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