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y acertadas para mejorar los estudios eclesiásticos y desterrar de los seminarios el espíritu de secta y de partido; y fueron estrañados del reino y ocupadas las temporalidades de varios obispos, que se habian negado irrespetuosamente á facilitar las noticias que para el arreglo del clero se les pidiera; y hasta intervino el poder civil en el órden interior de los templos, introduciendo el uso de las sillas, comodidad necesaria y mal seguida.

Dejaron de existir las comunidades religiosas que no se consagraban á la enseñanza de los niños pobres y á la asistencia del desvalido enfermo, porque se habian suicidado. Si la revolucion no respetó los cláustros, fué porque los cláustros no se hicieron respetar, porque vió en ellos el foco de la lucha que desgarraba el país. Enemigas de la reina y de las libertades públicas, si las disolvió el gobierno, fué en uso del legítimo y sagrado derecho de defensa, fué correspondiendo á su oposicion. Un deber no menos elevado reclamaba la estirpacion de tantos abusos como el fanatismo y la prepotencia clerical habian cometido en anteriores siglos, acumulando riquezas que distraian de la produccion á setenta mil hombres, y fomentaban una mendicidad perjudicial.

Esta parte del clero, es verdad, fué mirada con prevencion y perseguidos muchos de sus indivíduos, pero ligada más estrechamente á la obediencia al poder temporal, faltó más. Desconociendo su mision, provocó y se atrajo las iras revolucionarias.

DISTINCIONES A LA FUERZA ARMADA.

X.

Era antítesis del clero el pueblo armado, la milicia urbana, cuyo nombre se cambió por el de guardia nacional, que recordaba otras épocas que se querian francamente resucitar, evocando al efecto su entusiasmo, si no sus glorias.

Nada se omitió por Mendizabal para lisonjear esta fuerza popular, tan considerable por su número y prestigio. El gobierno, salido, puede decirse, de la revolucion, no podia marchar sin el auxilio de la milicia ciudadana, y procuró captarse su confianza.

Esta institucion era, además de utilísima, indispensable entonces; porque no solo permitia salir á campaña á todo el ejército, sino que prestaba grandes servicios en la persecucion de pequeñas facciones; y guarneciendo los pueblos, no solo los libraba de las escursiones é invasiones, sino que las entretenia y perjudicaba. Podia tambien en aquella época de entusiasmo movilizarse una buena parte, viniendo á formar una especie de reserva, de que tanto habia menester el ejército, y como

por via de ensayo, se puso en tal pié una parte de la provincia de Madrid, organizándola militarmente á las órdenes del brigadier don Narciso Lopez, y bajo la inspeccion del mariscal de campo, don Antonio Seoane.

El ejército fué tambien objeto preferente de la atencion del gobierno, y al mismo tiempo que Mendizabal decretaba la quinta de cien mil hombres, se crearon tres batallones de cazadores con el título de la Reina Gobernadora, porque su armamento, vestuario, equipo, prest y pagas de los jefes y oficiales, todo seria abonado durante la guerra, de la asignacion señalada á esta augusta señora, que además ofrecia pagar de su bolsillo privado un sobresueldo vitalicio de 180 reales á los soldados que se inutilizasen en campaña, y á las viudas, hijos, padres ó hermanas huérfanas de los que muriesen en el campo de batalla. Creóse tambien el establecimiento de inválidos; se declaró que el tiempo de campaña trascurrido y que trascurriese hasta la conclusion de la guerra se contaria doble á los que la hicieran activamente dos años cuando menos, y se previno á los capitanes generales é inspectores no propusieran para destinos pasivos más que á los militares que hubiesen sufrido arbitrariedades por sus opiniones liberales, y á los que se hubiesen inutilizado para el servicio.

Este proceder era lógico: en guerra, lo más necesario era el ejército; no es, pues, de estrañar se le favoreciese y procurase por todos los medios posibles escitar su entusiasmo.

A este fin se hacia que la Reina Gobernadora revistase las tropas y milicia en Madrid, dirigiéndoles una enérgica proclama en que enaltecia las virtudes, la lealtad y sufrimientos del ejército español y de la milicia, que apellidaba benemérita. Así Mendizabal, celoso del prestigio del trono, rahabilitó el de la viuda ilustrada de Fernando, tan menguado poco hacia por la ceguedad y obstinacion de menos liberales consejeros.

Todo esto, sin embargo, no era más que el preludio, los incidentes del gran pensamiento de Mendizabal.

QUINTA DE CIEN MIL HOMBRES

ΧΙ.

Siempre han pagado los pueblos los desaciertos de los gobernantes, y en todas las situaciones desesperadas ha sido preciso apelar á las masas dóciles, que han dado su fortuna y su vida por salvar el honor de la nacion, de una causa.

La liberal necesitaba con urgencia soldados y dinero, y asaltó á la mente fecunda de Mendizabal un pensamiento grande y sencillo,

Ir tan propio de una inteligencia elevada como de un hombre de administracion y de política.

No habia ocultado su pensamiento, y hasta le insinuó francamente en los artículos doctrinales de la Gaceta. Aun así leyóse con asombro el preámbulo al decreto llamando á las armas á todos los españoles de diez y ocho á cuarenta años para aprontar desde luego cien mil hombres (1).

(1) Señora: V. M., que tan generosa y noblemente se ha constituido madre de los españoles, trazando á su augusta hija, nuestra inocente reina, el camino de gloria por donde ha de conducir un dia á esta nacion magnânima al término de ventura que tanto merece, no podrá estrañar que al tener yo la honra de proponerle hoy una medida grande y poderosa para dar fin à la contienda civil que nos devora, escuse demostraciones que tendrian lugar si fuese preciso convencer su real ánimo de la importancia y urgencia de adoptarla.

Verdades palpables son, señora, conformes à la esperiencia de todos los siglos, y robustecidas hoy en España por el eco fuerte y sostenido de la opinion pública, que la union de los amantes del trono y de la libertad es la primera necesidad de nuestra patria, y que una vez obtenida, como dichosamente se ha verificado, en honor de la sensatez proverbial de los españoles y mengua de las malas artes de sus enemigos, la conclusion de la guerra, á que sirve de teatro el Norte de la Península, debe ser el objeto comun de los conatos de todos; pudiendo lisonjearnos entonces de que los negocios interiores tomarán la direccion que reclaman el bien del país y el espíritu del siglo, y que no pueden menos de proporcionar los esfuerzos reunidos de la corona y de los representantes de la nacion.

Para terminar la guerra no han faltado ciertamente, ni faltan, señora, el valor y la constancia en el heróico ejército que por tanto tiempo la sostiene, y que despreciando obstáculos respetados por los soldados más aguerridos de nuestra época, ha sellado con su sangre en mil encuentros gloriosos su prometida fidelidad: solo son necesarios medios proporcionados para superar las ventajas, harto notorias, que la topografía, las tradiciones y la índole toda del país han dado desde los tiempos más remotos á los habitantes de Navarra y las Provincias Vascongadas.

El empleo simultáneo y pronto, rápido, de estos medios, no solo servirá para evitar males comunes á los hijos de una misma patría, y lágrimas amargas à la humanidad, sino que disminuirá realmente los sacrificios pecuniarios que la prolongacion de la guerra ocasionara, llenando así las condiciones de la verdadera economía. Ni este esfuerzo estraordinario debe arredrar á los que con razon teman por la prosperidad del pais. Antes de que la Europa hubiese aumentado sus ejércitos hasta el punto de contar, cual hoy sucede, más de tres millones de soldados, y cuando no se habia conocido todavía la fuerza mágica del crédito, era ya máxima admitida que un Estado podia, sin grave daño, armar por poco tiempo veinte mil hombres por cada millon de almas.

La manifestacion abiertamente hecha por los habitantes de las distintas provincias del reino, de hallarse prontos á empeñar sus vidas y haciendas por asegurar, con el esterminio de los facciosos, la corona de España en las sienes de vuestra escelsa hija, y las libertades públicas á la nacion que tantos sacrificios ha hecho en épocas distintas por recobrarlas, es uno de los más firmes apoyos de mi propuesta, confiado, como lo estoy, en que este pueblo heróico que en 1808 admiró al mundo con tan altos hechos de valor y virtud, repetirá hoy aquel glorioso alarde de civismo y lealtad; y asegurando en su seno la paz doméstica, á cuya sombra han de florecer las instituciones que deben producir su ventura, contribuirá eficazmente al mantenimiento de la general de Europa. Tiempo es ya de que se apague en la Península la tea de la discordia, y desaparezca el pretesto de que se valen en su daño los enemigos de su gloria y su fortuna. Gien mil hombres aumentados á los que hoy pelean por conseguirlo, organizados y empleados con la celeridad, vigor y tino que dan el convencimiento, la esperiencia, el entusiasmo y el impulso de un gobierno consagrado esclusivamente al bien del pais, á cuyo frente

Para equipar el nuevo ejército, ponerle en pié de guerra y cubrir sus atenciones, necesitaba Mendizabal mucho dinero, y se le procuró fijando en 4,000 rs. el rescate del servicio, ó en 1,000 y un caballo apto para el servicio, y este medio dió un resultado de 25.000,000 de rs. y setecientos caballos.

Esta quinta no produjo, de consiguiente, los cien mil hombres señalados, porque además faltó el cupo de las provincias exentas, y el de otras aumentó en parte las filas carlistas. A ellas fueron muchos mozos de la Rioja, Aragon, Castellon de la Plana, Cuenca, Toledo, Ciudad Real y otros puntos. Lopez y varios jefes de partidas carlistas en Galicia, las engrosaron con los quintos de Santiago: de Pontevedra, de Zamora y Salamanca pasaron algunos á Portugal, á pesar de que algunas autoridades impusieron á los pueblos el pagar 4,000 rs. por cada quinto que se ausentase, cuando ellos ó sus padres no pudieran pagarlos.

Por todas estas causas, apenas llegó á cincuenta mil hombres el efectivo de la quinta estraordinaria

No eran pocos, sin embargo, los soldados que improvisó Mendizabal. y si no por el pronto, iban á ser más adelante un grande alivio para el ejército, no obstante el desden con que los recibió Córdova porque no se le enviaron ya formados, por lo cual se quejó amargamente, como

veremos.

El gobierno no podia hacer más: habia hecho demasiado, pues aun para crear esta fuerza respetable, tuvo que vencer grandes obstáculos, por la oposicion que siempre muestra el pueblo á la más odiosa de las contribuciones. Para apreciar debidamente este gran servicio, es necesario comprender la situacion del país y la del gobierno, sin otro poder ni otra fuerza moral que la que el mismo pueblo le daba.

se halla V. M., estrecharán sucesivamente el espacio que los enemigos mancillan ahora con su presencia, inutilizando con indudables victorias sus esfuerzos, hasta ocupar el suelo todo de la insurreccion, y acabar con ella para siempre.

A fin de alcanzar tan importantes resultados, tengo el honor de proponer á V. M. el adjunto real decreto que encierra el llamamiento á las armas de todos los españoles desde la edad de diez y ocho á cuarenta años, y el apronto desde luego de cien mil de ellos, cuya organizacion y habilitacion en todos conceptos propongo tambien à V. M. separadamente.

Medida tan grande y trascendental es al mismo tiempo tan conforme à la elevacion de sentimientos de esta nacion generosa, que al tomarla V. M. impelida por la gravedad de las circunstancias, no es posible dudar de la sincera aprobacion de las Córtes, cuyas tareas han menester la seguridad y reposo que les proporcionará este grande refuerzo; por el cual acabando con los enemigos del trono y de la libertad, se afianzarán los destinos de la patria, y se abrirá á las generaciones venideras la carrera de prosperidad que à tanta costa les prepara la presente. Madrid 24 de octubre de 1835.-Señora:-A. L. R. P. de V. M.-Juan Alvarez Mendizabal.»

REFUERZO DEL EJÉRCITO del Norte.

XII.

La primera atencion del gobierno fué reforzar, atendiendo á reclamaciones incesantes, el ejército de operaciones; y como apremiasen las circunstancias, hacia marchar los quintos que se iban reuniendo en los depósitos.

Son notables las líneas que acerca de este refuerzo consagra Córdova, culpando á otros por defenderse á sí propio.

«Los quintos, dice, que nos fueron enviados, llegaron muy tarde á mil puntos distintos y bastante lejanos entre sí; no tenian instruccion ninguna, ni los acompañaba nadie que pudiese dársela; venian sin armas y sin vestuario, y no fueron por consiguiente un refuerzo, no, sino la más pesada carga que haya tenido el ejército en el tiempo que le mandé, y el mayor embarazo para mí. En todo no pasaron de diez y siete mil hombres, que fueron repartidos en todos los cuerpos y en todos los ángulos del vasto territorio que cubria el ejército. Hubo que ocuparse en vestirlos y armarlos, y lo que es peor, en instruirlos; de manera, que por primera vez iban á confundirse un ejército de operaciones con un campo de instruccion, cuando todos saben que son cosas incompatibles. Lo primero no fué fácil ni prontamente conseguido, porque no existian en los almacenes del ejército los recursos que para ello se necesitaban El armamento que envió el gobierno llegó á plazos, malo ó bueno, y de distinto calibre, lo que produjo grandes estorbos y suma confusion. El cartucho no cabia en su canana; el fusil era de distinto calibre que el cartucho. En cuanto a la instruccion, tambien fué lenta, tambien fué difícil, y me obligó á organizar cuadros de oficiales, sargentos, cabos y soldados de los cuerpos del ejército para el campo de instruccion que se formó al Sur del Ebro, cuya saca dejó á aquellas clases muy reducidas en los batallones beligerantes, hasta el punto de no quedar ya en ellos ni la mitad del número indispensable para manejarlos y conducirlos. La condicion física de los quintos no podia ser peor. La desercion al enemigo fué grande, cuando muy poco antes de dejar yo el mando empezaron, mal instruidos todavía, á incorporarse en los batallones activos. Aumentando los consumidores, aumentaron la escasez y la miseria. Con sus primeras marchas llenaron y obstruyeron los hospitales y entorpecieron la agilidad de las tropas, que tenia que subordinarse á la debilidad con que sobrellevaban la fatiga los nuevos compañeros. Por último, no llegaron á batirse nunca en el ejército antes de mi salida, á no ser un centenar de ellos, en la corta y brillante defensa de Villalba de Losa, que socorrí á las veinte horas de sitio; y puedo asegurar que, juntos todos ellos antes de formarse como hoy deben estarlo, hubieran dado un dia de diversion á un solo batallon guipuzcoano.

TOMO II.

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