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inmediata del uso que hubiere hecho de estas facultades estraordinarias.

Pasó este proyecto á la comision que se nombró (1), y á los tres dias despues de algunas conferencias con Mendizabal, en que la dejaron satisfecha sus buenas y sinceras intenciones, se presentó un dictámen fa

vorable.

La comision no detalló, limitándolos, los medios de que el gobierno se valdria para que no fuese vano su propósito consignado en el artículo 2.o, y sin vertan claro como Mendizabal, á pesar de sus esplicaciones, la posibilidad de llevarle á cabo, confió y esperó el milagro, pues así consideraba la realizacion de un pensamiento cuya base no era conocida. Pero la cuestion era de confianza, inspirábala Mendizabal, y le favoreció el dictámen.

Puesto á discusion, combatióle Orense; pero fueron tan débiles sus objeciones que no le hicieron mella; y el conde de las Navas, aunque pidió la palabra en contra, se ocupó en combatir la administracion pasada, el fusilamiento de los chapelgorris por Espartero, y divagó sobre otros asuntos, ajenos enteramente á la cuestion.

Llegó su vez á Martinez de la Rosa, y no teniendo sin duda razones que oponer, presentó leves faltas de formalidad en la presentacion del proyecto, y manifestó las dudas que le ocurrian sobre la clase de medios que emplearia el gobierno para llenar sus compromisos. Pero este orador se mostró como su carácter, ambiguo; parecia que luchaba entre el deher y las consideraciones de partido; y cuando pronunciaba una palabra que le presentaba en oposicion franca y decidida, una salvedad inmediata le volvia á colocar en esa posicion casi indefinible que siempre conservó.

Mantilla imitó al conde de las Navas, y Toreno tomó la palabra, esperándose de él la verdadera oposicion al dictámen.

El conde, segun un entendido escritor, personaje en aquella época, y poco amigo de Mendizabal, burló los cálculos de todos, y desflorando apenas la cuestion principal, eludiéndola con destreza y coquetería, anunciándose dueño del secreto de Mendizabal, y vendiendo á éste la fineza de recatarle, llegó por una série de transiciones hábiles á recaer sobre su administracion; echó, hablando de ella, los cimientos de su rehabilitacion parlamentaria, y se preparó á hacer más tarde una oposicion menos disfrazada. El discurso pronunciado por Toreno en la sesion del 29, aunque calificado en general de lánguido y descolorido, fué, no

(1) La componian los señores Ferrer, Fontagut Gargollo, García Carrasco, Aguirre Solarte, Ortiz de Velasco, Llano Chavarry, Crespo de Tejada, San Just y Calderon Collantes.

obstante, una obra maestra de astucia; pues halagando y desarmando con él á Mendizabal, de cuya actitud estaban pendientes las tribunas y la gran mayoría de los procuradores, logró cautivar la atencion de éstos y de aquellas, y aun escitar rumores de aprobacion. Verdad es que Tereno habia tomado sus medidas para producir este efecto; que se habia reconciliado con algunos miembros influyentes de las sociedades secretas, y solicitado y obtenido su neutralidad, ya que no su cooperacion; y que profundamente versado en la intriga, poseedor de los secretos, no siempre inocentes, de sus antiguos cómplices, disponiendo aun de ellos por su oro y por la superioridad de sus luces, imponia con su actitud respeto á sus enemigos. Pero no es menos cierto que Mendizabal cayó en el lazo, y que, lisonjeado por Toreno, se apresuró á manifestar la satisfaccion que le causaba la hábil reserva con que éste se habia espresado, resultado del discurso por él pronunciado en aquella sesion memorable, muy notablemente mejorada la posicion de su autor. Galiano mismo no titubeó al siguiente dia en llenarle de elogios.

Perpiñá, que siguiendo su costumbre no podia dejar de tomar parte en esta discusion, habló tambien, y nada añadió, nada la esclareció, nada convenció, y puede decirse que nada hizo, no escediéndole despues en mucho Medrano.

Los honores de aquella notable discusion fueron para don Antonio Gonzalez, y Alcalá Galiano, cuyos discursos, como no podia menos de suceder, conmovieron y arrastraron á aquel Estamento, dispuesto de suyo en favor del ministerio. Por grandes que hubieran sido los cargos de los pocos y tibios opositores, los pulverizaran aquellos atletas de la tribuna, y en especial Galiano, el tribuno elocuente de la Fontana, que supo presentar el voto de confianza como el único medio de salvacion que quedaba á la causa de la reina y de la libertad.

Así lo consideraban, sin embargo, aun los mismos de la oposicion, que, lejos de negar su apoyo al ministerio, declararon estar dispuestos á concederle los recursos que pidiese y las autorizaciones que necesitase, exigiendo como una condicion para dar su voto, saber lo que votaban, porque decian, y con razon, que habian pasado ya los siglos de los milagros y de los alquimistas.

Habia ya un motivo en las Córtes españolas para que las cuestiones se consideraran bajo diferentes aspectos, siendo uno de los principales lo que pudieran afectar á uno ú otro de los dos más notables partidos en que se dividia el liberal. Así vemos algunas veces en esta discusion culparse mútuamente los procuradores en vez de combatir al ministerio: y vemos tambien más marcada la línea que dividia á conservadores y exaltados, ó sea moderados y progresistas.

Llegó, pues, el momento de la votacion, y antes de ella protestó

Mendizabal la sinceridad de sus intenciones, asegurando que si el Estamento desaprobaba su proyecto, no serian los ministros los que aconsejasen á la corona su disolucion. «Si no encontramos, añadió, esa inmensa mayoría, tan necesaria para resolver el problema con la íntima union de todos los poderes del Estado, nos quedará el consuelo de poder decir, restituidos á la vida privada y seguros del testimonio de nuestra conciencia: hicimos cuanto supimos, cuanto debimos y cuanto pudimos por nuestra patria.»

Estas palabras con movieron profundamente á todos, y habiéndose procedido bajo su impresion á votar el dictámen, solo tres procuradores le negaron su aprobacion, absteniéndose doce de votar, y aprobándole los ciento treinta y cinco restantes.

Pasó el proyecto al Estamento de próceres, que nombró al instante la comision, la cual se apresuró tambien á dar su apoyo al gobierno. Leido su dictámen en la sesion del 11 de enero por el conde del Montijo, aprobóse en la del 14, sin más voto en contra que el del marqués de San Martin de Ombreiro.

El país dió á Mendizabal el voto de confianza que pidió (1), y decimos el país, porque fuera de los Estamentos ningun español leal se le negó. Todos los que acataban y defendian á la reina, tenian fé en la fé del antiguo y desinteresado campeon de la libertad, en su indudable y ardiente patriotismo, en su corazon franco y sincero. Podrian algunos dudar de que pudiese alcanzar por difícil su ansiado objeto; pero ninguno de que faltase á sus palabras, de que se consagrase sin descanso al bien de la nacion. Buen deseo era la principal condicion que se queria en el gobierno, y nadie le habia manifestado en tanto grado, ni de él habia ya dado pruebas más positivas que el proscrito de Cádiz. Por eso el partido liberal se entregó en sus brazos.

Nadie se arrepintió de haber puesto su confianza en quien tantos sacrificios habia hecho en tantas épocas por la causa liberal, en quien habia ya salvado otro trono igualmente disputado, y todos esperaban que el que supo calmar tan brevemente las pasiones, á pesar de su encono, terminaria la guerra, aunque no fuese en el corto tiempo que prometia.

Los antecedentes tan honrosos como estraordinarios de Mendizabal, y sus hechos, ya eran una garantía de su marcha futura. El corazon de todos se abrió á la más grata esperanza.

(1) Véase el documento número 39.

TOMO II.

47

FROYECTO DE LEY ELECTORAL.

XVI.

Corria ya el año de 1836 cuando se aprobó el voto de confianza ó de necesidad, como muy acertadamente fué llamado en el Estamento de próceres; pero en vez de dejar interrumpidas las tareas de la corta legislatura de 1835, daremos breve cuenta de ellas; pues en nada altera este incidente el plan que en esta obra nos hemos propuesto. Trátase de proyectos de ley presentados con anterioridad al de confianza, de cuestiones que pueden tratarse con separacion; y á fin de quedar más desembarazados para narrar otros acontecimientos, detendremos los primeros dias del año.

El proyecto de ley electoral, el de reforma de la guardia nacional, el de represion del tráfico de negros, el de libertad de imprenta y el de responsabilidad ministerial, fueron los sometidos por su urgencia y oportunidad al exámen de los representantes del país. Por de pronto, el interés general se resumia en el primero, porque la ley de elecciones era, en efecto, la base de las instituciones que habian de regir; pues nadie dudaba que el Estatuto Real, ya en el descrédito que merecia, no podia subsistir. Más esta ley era la gran cuestion de los partidos en que se dividian los liberales, á los que daremos ya la denominacion que á sí mismo se daban, de moderados y exaltados. Los primeros se asustaban del ensanche que querian dar los segundos á las libertades públicas, como si se tratase de un pueblo regicida y de difícil gobierno, y éstos veian por el contrario el más firme baluarte del trono y del órden público en la aplicacion franca del principio de la soberania nacional.

Si al advenimiento de Mendizabal al poder se unieron algun tanto estos bandos, y trataron de dar fuerza al que proclamaba tolerante la union de todos, la cuestion electoral vino á ser la manzana de la discordia entre los ultramontanos y los regalistas de la libertad, cuya division nació infaustamente en la segunda época constitucional. Unos y otros quisieron calcar en ella sus principios y prepararon todas sus fuerzas para conseguirlo. La ocasion no podia ser más propicia.

En los círculos políticos, en los cafés, en la prensa, en la tribuna, en todas partes estaba siempre abierto el palenque de la liza. Mendizabal no veia fantasmas, y se ahorraba la tarea de combatirlos. La libertad era una verdad, y en aquella provechosa agitacion, debieron aprender anteriores gobernantes que, no hay peligro en dar suelta al pensamiento de un pueblo tan sensato como el español. En los círculos se intrigaba, en los cafés se charlaba, en la prensa se escribia, siendo la Revista y

la Abeja los órganos contendientes, y en la tribuna se combatia frente á frente. La Abeja, que pasaba por órgano de Martinez de la Rosa, y la Revista, que redactaba Alcalá Galiano, emitian, con la libertad de que gozaba entonces la prensa, todos los pensamientos, todos los deseos; y si no se esclarecian lo suficiente en el crisol del debate, culpa era de las pasiones, que ofuscaban á veces la razon.

Así que, al empezar la discusion de la ley electoral, ya comprendia el pueblo su importancia, y que prejuzgaria legalmente si el Estatuto habia de ser reformado en sentido más o menos monárquico ó democrático.

El gobierno, á fin de hacer mas popular su obra, y que llevara el sello de autoridad que le impondria la cooperacion de personas ilustradas, habia nombrado en setiembre para la redaccion del proyecto de ley á don José María de Calatrava, á don Juan de Madrid Dávila, á Quintana, Galiano y Ortigosa. Esta comision no pudo ponerse de acuerdo en el particular de si la eleccion habia de ser directa ó indirecta, adoptando el primer estremo la mayoría de la comision, y formando voto particular Calatrava y Ortigosa.

En cuanto á dar el derecho electoral, estuvo unánime la comision, y rebajó á 6,000 rs. los 12,000 que el Estatuto exigia de renta para ser elegido.

El ministerio hizo suyo el dictámen de la mayoría; pero sin rechazar prudente el de la minoría, huyendo así una cuestion de gabinete, y manifestando su deseo de que las Córtes examinasen uno y otro con le debida madurez, para que se adoptase definitivamente el que más seguridades ofreciera de dar una representacion nacional capaz de terminar la obra de la regeneracion política.

Presentados tan hábilmente á las Córtes, la comision encargada de examinarlos (1), despues de multiplicadas y largas conferencias, adoptó un sistema misto, en el cual debian entrar electores delegados y por derecho propio; serian estos los mayores contribuyentes y capacidades (2), y aquellos nombrados por juntas de vecinos, sin derecho de elegir directamente, estando en razon de un elector por cada ciento cincuenta vecinos; y los de derecho propio en la de ciento por cada diputado. Cada provincia se dividiria en distritos, á donde se acudiria á votar, desig

(1) Se componia de los señores Argüelles, Alcalá Galiano, María Serrano, Lopez, Someruelos, Montalvo y Castillo, Aguirre Solarte, Calderon Collantes y Caballero.

(2) Alcalá Galiano manifestó que se habian admitido éstas porque representaban la opinion liberal, y que por lo mismo se habia reducido el número de votantes contribuyentes: no habiendose atrevido los redactores del proyecto, decia, á rebajar el censo, han abierto la mano à votantes de otra especie, entre los cuales hay menos peligro de tropezar con carlistas.

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