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ados con la guerra, de la manera que lo juzgara más conveniente. levaba Almodovar en su compañía al general Alava, nombrado últimaente embajador de España en París, y el 12 de diciembre llegó á Buros, donde fué á esperarle Córdova, que se reunió con Lacy Evans y arco del Valle. Juntos marcharon á las Provincias Vascongadas, recoocieron el campo de operaciones, revistaron las tropas, informóse el ninistro de la opinion de los generales y de las autoridades, procuróse uantos datos podian ilustrarle, y aprobando en su consecuencia la conucta del general en jefe, adoptó como suyo el plan, y se identificó, seun parece, de tal modo con Córdova, que protestó no continuar en el ninisterio si dejaba el mando.

Tal fué la identidad en el modo de ver las cosas el ministro y el jóTen caudillo: tan satisfecho quedó aquel de sus esplicaciones y esfuertos. Algunos han supuesto lo contrario, fundándose sin duda en no ser an avanzados los principios políticos de Córdova, como los del pronuniado de Valencia; pero aparte de que la cuestion no era de mayor ó nenor exaltacion, sino de deber militar, nada justificó posteriormente a existencia del supuesto desacuerdo (1).

ADMINISTRACION CARLISTA.

XX.

No era menos angustiosa la situacion económica y administrativa del campo carlista.

Al principio, como vimos, eran las diputaciones forales las principalmente encargadas de la recaudacion y distribucion de los ingresos, y de proporcionar recursos para atender á las necesidades tan apremiantes de las tropas; y hasta que se montó una administracion militar ordenada, no se hacia recomendable el sistema que regia en este punto. Y aun

(1) Son curiosas las siguientes líneas que hallamos en el diario de uno de los jefes:

«La venida del general en jefe y ministro de la Guerra á Pamplona, no produjo mas resulado que dar una simple ojeada à la division formada en órden de parada. Ninguno de ambos jefes se paró un momento ni hizo á nadie la menor pregunta. El ministro de la Guerra iba de sombrero redondo, enteramente de paisano. ¿A qué vinieron à Pamplona? Para trazar planes de campaña no se necesitaba este viaje. ¿Para revistar las tropas? Tampoco valia la pena de que se movieran de Logroño. Y sobre todo, ¿à qué son estas revistas que no son seguidas de mejoras de alivio de necesidades? ¿A qué estas presentaciones frias de jefes que no son conocidos más que por el carácter oficial de que se hallan revestidos, de jefes que nada dicen, que no saben hablar de un modo que entusiasme al soldado? ¿Qué idea habrán formado las tropas del ministro de la Guerra? ¿En que se habrá modificado su moral y dispuéstose con más ventaja en beneficio de la causa á que se halla consagrado? La utilidad de los medios materiales está al alcance de todos; en cuanto à la parte moral muy pocos la comprenden.»>

Томо п.

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establecidas á la llegada de don Cárlos á las Provincias, las oficinas de ordenacion, bajo la direccion de un intendente general que hiciese menos sensibles á las juntas las atenciones que pesaban sobre ellas en un todo hasta aquel momento, no pudo introducirse el órden necesario.

Por esto se quejaban algunos jefes de que el real diario, asignado á los soldados, y el tercio de paga á los oficiales, no se satisfacia con la puntualidad que se habia venido haciendo desde noviembre del año anterior; añadiendo el jefe de la division vizcaina que, no obstante haber caudales de sobra para estas atenciones, solo se habian dado cuatro cuartos al soldado, y medio tercio de su paga á los oficiales.

El presupuesto de la mitad de la paga que se habia entregado á cada batallon, ascendia á unos 18,000 rs., de los cuales se rebajaba el haber de los soldados con licencia, aunque constasen en revista, y el de los enfermos y heridos, quedando así ei presupuesto de cada batallon reducido á unos 14,000 rs.

Ni aun esta cantidad se satisfacia: el tercer batallon de la division vizcaina estuvo cuatro meses sin percibir un maravedí, y el depósito solo recibió un dozavo de paga durante dos meses, no contando despues con medio alguno.

Don Carlos mandó varias veces se abonase un real al soldado y un tercio de paga al oficial; más no siempre tuvo efecto esta disposicion. No se pensaba bien de la inversion dada al importe de las pagas retenidas, sabiéndose únicamente que se habian contratado por Eraso unos mil capotes, de los que no se habian visto más que la mitad, que se hicieron tomar algunas prendas descontando su coste del medio tercio que se pagaba á los oficiales y no del que se retenia, llegando á decir algun jefe que se partia la utilidad de este beneficio entre algunos de los que manejaban este asunto (1).

Y no faltaba dinero en general, porque las diputaciones apelaban á todos los medios posibles de adquirirlo. Cuando se apoderaron los carlistas de Durango, de Ochandiano, de Orduña, de Bermeo y de otros puntos, pusiéronse á contribucion los bienes y rentas de los liberales, y además del cobro de las contribuciones retrasadas, se les exigió un grueso empréstito forzoso, que el mismo diputado Moguer cobró personalmente de todo el clero y hasta de las monjas, á quienes se hizo estensivo. Las imposiciones á los liberales eran gravosas en estremo, no escaseando las de mil y dos mil duros.

Era objeto de quejas la diputacion vizcaina, á quien se suponia con

(1) Para las boinas del soldado se descontaban de su paga á 16 rs., cuando se vendian mucho mejores en Guernica à 11 y á 10 rs.

ecursos, lamentándose su atraso en los envios de zapatos y capotes, prendas las más necesarias é importantes. Contratista habia de las últinas, á quien se debian 69,000 rs., sin embargo de recaudar la diputaion las rentas que pertenecian á la corona, como el escusado, buas, etc.

Denunciábanse y se condenaban en su consecuencia multitud de abusos, y en un documento que tenemos á la vista, se lee que «los inventarios de los efectos y comestibles hallados en los puntos evacuados por el enemigo, principalmente en Durango, no contienen la vigésima parte de lo que se halló; y de lo que esta plaza contenia, podrá informar el alférez de caballería Espinal, que presenció lo que habia.»>

A fin de remediar estos males, se clamaba por las juntas generales, que debian convocarse en Guernica cada dos años.

La diputacion carlista de Vizcaya, no se descuidaba, sin embargo, y en su reúnion de 20 de enero mandó que en la frontera y la costa marítima, pagasen á su introduccion en la provincia 3 rs. cántara de vino de la Rioja ó blanco de Castilla, 8 si era rancio, de Peralta, Liria ó cualquier otro de postre; 2 rs, fanega de sal, 4 la arroba de aceite, y por este órden otros artículos

Pero no bastaba esto para tantas atenciones y acordó el 14 de julio en Guernica abrir un empréstito forzoso de 2.000,000 de rs. por acciones de á 1,000 reintegrable en tres años ó antes, con un interés de 5 por 100 ánuo, y la hipoteca de todos los bienes propios y arbitrios del Señorío.

No era tanto el descontento en las demás provincias; pero en todas se resentia el ejército de esa falta de órden, que en unos puntos provenia de las personas, y en otros de las circunstancias. Todo era nuevo; todo habia que crearlo, y las mismas necesidades presentaron su remedio, y fueron armonizando en lo posible unos elementos heterogéneos, salvas algunas escepciones.

PROVIDENCIAS ADMINISTRATIVAS DE DON CARLOS.

XXI.

El empréstito de los 125.000,000 de francos que se obligaron á realizar los señores HHaver, Jange y Gower, no dió resultado, á pesar de usar el baron HHaver con demasiada amplitud, y hasta con esceso, de las facultades que se le confirieron en 15 de setiembre, y que, si bien por el nuevo arreglo consiguió proporcionar algunas cortas sumas que no fueron admitidas, estaba probada la imposibilidad en que se hallaba de cumplir las obligaciones contraidas.

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Consideró don Cárlos rescindido el contrato, y pensó en otros medios para cubrir las necesidades de su causa, anulando en Zúñiga el i de marzo de 1835 el del empréstito con Mr. Tassin, quien dirigiria al comisario régio carlista, don Blas Calle y Navarro, las reclamaciones que tuviese que hacer. Anulábase igualmente el contrato de 14 de junio) y la declaracion de 15 de setiembre, sin perjuicio de los derechos adquiridos por los poseedores de obligaciones emitidas, si habian verificado ó completaban su pago; y se mandaba que «los que tuviesen derechos que hacer valer en virtud del uno ó del otro articulo ó contrato, recibirian como prenda de las sumas de que hubiesen sido reconocidos acreedores, ó como interesados en el referido emprestito, títulos de éste al curso que en él se estipulara y hasta concurrencia de sus créditos; y que los que se hallasen en dicha categoría y no aceptasen estos títulos sino como prenda, serian reembolsados por medio de reservas proporcionales sobre las cobranzas, divididas dichas reservas en tantos plazos omo los que hubiera de pago en la realizacion del nuevo empréstito despues de la primera entrega y á contar de la segunda, reservándose don Cárlos el anticipar este reembolso si el estado de los fondos lo permitiese; pues su firme propósito era hacer pronta justicia á los acreedores, sin omitir medio alguno para conseguirlo.»

Varios comisionados y agentes diplomáticos cerca de las córtes estranjeras procuraban á la vez que el reconocimiento de don Carlos, proveer de recursos á sus defensores. Calomarde, segun vemos en su corresponpencia con aquel príncipe y otros personajes del campo carlista, obraba de acuerdo con el representante de don Miguel de Portugal en París, de don Valentin Verástegui y otros.

En Lóndres, el turbulento obispo de Leon, Abarca, se mostraba infatigable con el mismo entusiasmo y energía que habia mostrado en su diócesi, y es notable su correspondencia reservada sobre el empréstito que contrató con Franchelin, Doloret y Psordigni, y especialmente su deseo de que se imprimiera á la política interior una marcha más pronunciada.

En Holanda representaba á don Cárlos don Juan Rocaberti de Damato.

En Viena el conde de la Alcudia; en Berlin el marqués de Monasterio, y en San Petersbourgo el marqués de Villafranca, á quien se le dieron estensas instrucciones, y todas con el mismo objeto de obtener cooperacion y recursos.

El activo y celoso Alvarez de Toledo que estaba en Nápoles, escribia muchas y muy discretas cartas á don Carlos sobre la política interior y esterior.

Aunque los esfuerzos de todos y los de don Cárlos no conseguian

un éxito lisonjero, debe decirse, en honor de la verdad y suyo, que se mostraba demasiado escrupuloso en negociar empréstitos. A no haberlo sido tanto, habria conseguido algunos millones; pero no era de los que esclaman, detrás de mí, el diluvio, y antes que arriesgar intereses que consideraba respetables, antes que admitir un tratado oneroso ó que vulnerase el decoro nacional, preferia perderlo todo. Así lo demostró, y así lo probaremos á su tiempo. Tenia además una fé ciega en el triunfo de su causa; lo esperaba todo del país; confiaba en el favor del cielo, y así es que nunca procedió como un monarca aventurero, sino como un soberano que no queria empañar el brillo de la majestad con ningun acto punible.

Sus convicciones le hacian obrar á veces con demasiada candidez, pues no puede calificarse de otra manera el decreto que dió en Segura el 17 de mayo de este año (1). Por él declaró anulado en todas y cada una de sus partes el empréstito contratado por el gobierno usurpador con la casa de Ardoain y compañía de París, disponiendo que sus obligaciones no fuesen reconocidas ni admitidas á liquidacion, bajo cualquier forma que se presentasen, aun cuando sus tenedores exhibiesen certificados ú otra especie cualquiera de documentos, etc.

Muchos de sus parciales criticaron con razon estas decisiones, no por su objeto, sino por la evidente inoportunidad de su publicacion. Faltaba diplomacia á don Cárlos y discrecion; pero le sobraba leal franqueza, y estaba satisfecho de un proceder que, por más que halagase á su conciencia, perjudicaba á su causa.

REFORMAS ADMINISTRATIVAS EN LA CORTE DE DON CARLOS.

XXII.

La administracion carlista no mejoraba todavía; las quejas se aumentaban, y estando ya don Cárlos en Vergara, y creyéndose por consecuencia en una situacion próspera y segura, consideró llegado el caso de arreglar tan importante ramo, como lo hizo en 10 de junio.

Con el establecimiento provisional de las oficinas de ordenacion de Navarra y Provincias Vascongadas, que ya hemos indicado, juzgó don Cárlos que podria introducirse el órden apetecido y la economía necesaria; pero luchando siempre con dificultades, y creyendo indispensable cerca de sí una dependencia directiva que reuniese las atribuciones de

(1) Véase documento número 40.

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