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fuerte de San Lorenzo de Piteus, donde estaban los comandantes citados de Tamarite y Alcampel, y O'Donnell siguió en la ciudadela de Barcelona.

ESFUERZOS DE PASTORS POR SALVAR A O'DONNELL.

XXV.

O'Donnell se hallaba encerrado en un calabozo de la ciudadela, más la amistad que de antiguo le unia con Pastors, gobernador del fuerte, le fué de grande alivio, por los favores que le dispensó sin compromiso. Sin esta circunstancia, ni habria podido el prisionero estar en correspondencia con su desconsolada madre, ni escribir á Guergué solicitando que se remitiese en su lugar un jefe de igual graduacion que quedase en rehenes mientras él iba al campo carlista á responder en un consejo de guerra de su conducta militar en Olot (2).

Los prisioneros carlistas, y en particular O'Donnell, eran objeto de las iras de algunos, que pensaban en sacrificarles en represalias y venganza de los fusilamientos y asesinatos de las facciones. Tan crítica se fué haciendo la situacion de aquellos desgraciados, que Pastors, deseoso de prevenir una catástrofe, manifestó varias veces al segundo cabo, don Antonio María Alvarez, que mandaba la capital en ausencia de Mina, lo necesario y urgente que se hacia trasladar al jefe carlista á otro punto de mayor seguridad para el mismo interesado. Pastors se avistó además con el cónsul inglés, su amigo, en demanda de su apoyo para que fuese admitido en uno de los buques de su nacion en clase de prisionero, por salvar así su vida. Accedió generosamente sir James Anesley, facilitando la traslacion, exigiendo únicamente la iniciativa del capitan general. Negósela Alvarez por no creerse facultado para esta resolucion, y esperando Pastors, que, ya porque consultase este particular con Mina, ó porque lo alarmante de la situacion le moviese á evitar el mal que temia, dejó pasar algunos dias.

Aparece en tanto en los periódicos de Barcelona un parte de Mina, manifestando desde San Lorenzo de Morunys el 26 de diciembre, que los carlistas continuaban defendiéndose en el Hort, estrechados por las tropas todo lo posible; y que un prisionero, fugado la noche anterior tirándose por los derrumbaderos, habia declarado que los carlistas, atro

(2) Contestósele que su conducta y comportamiento en Olot habian sido tan dignas como de costumbre; no obstante lo cual, se habia hecho su propuesta al coronel don José Juan de Torres, quien se negó á admitirla; pero que no dudase que se hacian todos los esfuerzos imaginables para conseguir su rescate.

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pellando todas las leyes de la guerra, habian fusilado á treinta y tres compañeros que tenian en su poder, incluyendo en este número á todos los oficiales: «de consiguiente, añadia Mina, si esto es así, las medidas sucesivas que pienso dictar los contendrán en adelante.>>

La verdad fué, por desgracia, que los sitiados advirtieron á Mina que cada cañonazo que les disparase, costaria la vida á un prisionero, y empezaron quitándosela á Monfá y á los cinco ó seis comandantes de nacionales que tenian presos, precipitándoles desde las ventanas.

Esta noticia causó, como era natural, profunda indignacion en los barceloneses, y de ella participó igualmente la escasa fuerza del ejército que guarnecia la ciudadela, perteneciente al regimiento de Saboya, del cual, para mayor infortunio, tenian prisioneros los carlistas del Hort algunos oficiales.

Pastors, alarmado nuevamente con este suceso, volvió á insistir en la traslacion de O'Donnell á un buque; pero Alvarez le contestó «que no estrañaba sus contínuas reclamaciones sobre tal objeto, cuando habia sabido que, faltando al cumplimiento de la incomunicacion que se le tenia prevenida, no solo habia separado de su aposento al prisionero, sino que le habia tenido varias veces á comer con él.» Reconvencion que, hiriendo en lo más vivo al general Pastors, le obligó á responder: «que ni como subalterno, ni como jefe, ni como general habia faltado jamás en lo más mínimo al exactísimo cumplimiento de las órdenes prescritas por sus superiores; que el coronel O'Donnell no habia sacado ni un pié de su prision, estando en sus facultades el poderle visitar cuantas veces quisiese, como responsable que era de su persona, así como de las de los demás presos que estaba encargado de custodiar; y si lo hacia casi diariamente con el citado coronel, ofreciéndole cuanto de él dependiese, y no estuviese en oposicion con su responsabilidad y órdenes que se le tenian comunicadas, creyó y creia aun, era un deber, hijo del reconocimiento y de antiguos lazos de amistad que le unian; y que la facultad que le habia concedido al prisionero de escribir, recibir correspondencia y hablar con su apoderado, habia procedido de la superior autorizacion suya, y no de condescendencia; concluyendo por exigir al citado general Alvarez, que se formase una sumaria informacion sobre el hecho para confundir al calumniador.>>

Pastors tornó á suplicar al segundo cabo tuviese á bien acceder á la traslacion de O'Donnell, tantas veces solicitada, y cada momento más perentoria. Que resolveria más adelante, le dijo, y volvió Pastors á palacio con igual demanda en la tarde del 3 de enero. No tuvo esta gestion favorable resultado, y rogó á su salida al secretario del general, el coronel don José Feliú de la Peña, intercediese contínuamente con S. E. á fin de obtener la autorizacion, remitiéndosela, aun cuando fuese á

última hora, pues que las voces que corrian eran cada vez más alarmantes.

Todos los esfuerzos de Pastors fueron inútiles.

PELIGRO DE LA CIUDADELA.-CONDUCTA DEL GENERAL ALVAREZ.

XXVI.

Al N. E. de Barcelona, dentro de la misma, está situada la ciudadela, formando un pentágono regular, con cinco baluartes é igual número de rebellines, contraguardia, foso seco, camino cubierto sin estacada, y sus respectivas plazas de armas entrantes y salientes.

Esta fortaleza, cuya guarnicion necesaria, segun reglamento, debe ser de tres mil hombres, no contaba en la mañana del 4 de enero más que un pequeño destacamento del regimiento de Saboya, que no llegaba á ciento cincuenta hombres, ocho artilleros y ochenta y un milicianos nacionales. He aquí toda la fuerza para la defensa de un punto de tanta estension, para la custodia del presidio, que encerraba trescientos quince rematados, y la defensa de los tres almacenes de pólvora, que contenian tres mil cuarenta y un quintales, y una cantidad inmensa de municiones, mistos y pertrechos de guerra, y ochenta y cinco prisioneros carlistas.

Como se dirigia contra éstos la saña popular, reforzóse la guardia al medio dia del 4 con unos setenta y cuatro soldados, única fuerza útil de un medio batallon del 20 de línea, sin armas la mayor parte y de nueva creacion.

Ya se notaban síntomas evidentes de una conmocion, y en la Plaza de Palacio se formaban grandes grupos, que engrosaban por momentos. Pastors, ocultándose, á la vista del grave peligro que amenazaba á los carlistas, en un carruaje de alquiler, corrió á la ciudadela, atravesando por el inmenso gentío que ya le obstruia el paso.

La multitud marchó al mismo punto por frente del palacio con tambor batiente dando vivas á Isabel II y á la libertad. Cerca del fuerte se aglomeró en el glacis. La avanzada principal de la ciudadela manifestó entonces á Pastors la imposibilidad de contener aquella oleada; más sin embargo, hizo levantar el puente levadizo, distribuyó la poca tropa disponible en los baluartes más espuestos, y dejó una corta reserva para atender á lo más necesario.

En vista los amotinados de estas disposiciones para impedirles la entrada, saltaron al foso é incendiaron la puerta con las infinitas hachas de viento que de antemano llevaban encendidas.

En tan apurada situacion, Pastors, sin órdenes de la superioridad, y

no atreviéndose á cargar solo con la responsabilidad de las desgracias que acarrearia dar fuego á los cañones, envió con el ayudante don Juan García este aficio al segundo cabo, que obtuvo la contestacion que le sigue.

«Excmo. señor: mi situacion es cada momento más apurada: no he recibido contestacion alguna á las manifestaciones que tengo dirigidas á V. E.: V. E. conoce los elementos de esta guarnicion, como las atenciones que encierra este recinto. Hallándome en comunicacion con V. E.: no puedo disparar un cañonazo sin la superior aprobacion de V. E.: auxilios me son indispensables, y sobre todo órdenes terminantes, que serán por mi parte exactamente obedecidas, aplicando por mí mismo la mecha en el cañon, si necesario fuese, cualquiera que sea el compromiso en que ponga mi existencia esta determinacion. Ordenes, excelentísimo señor, órdenes sobre todo. Dios guarde á V. E, muchos años. Guardia del Principal de esta Real Ciudadela, 4 de enero de 1836, á las cinco y media de la tarde.-Excmo. señor general segundo cabo.>>

Contestacion marginal.

«<Hoy 4: reuna V. E. toda la fuerza sobre los puestos avanzados, á fin de que con ella se impida á los revoltosos su subida á la muralla, valiéndose antes de medios persuasivos y de conciliacion, habiendo ya manifestado á un ayudante de la plaza de esa ciudadela dijese á V. E. de mi órden, el que cuide V. E. mucho de contener á los de adentro, pues con respecto á los de afuera me hallaba yo tomando providencias.»> Rúbrica.

En tanto que recibia Pastors esta contestacion, acompañado del teniente rey, subió al parapeto contiguo á la puerta principal é invitó desde allí á los sublevados declarasen su objeto. Contestáronle al punto les entregase á los presos carlistas y á su frente á O'Donnell. Replicóles no estaba facultado para ello, y que lo haria si mostraban una órden superior. Procuró además calmar su efervescencia por cuantos medios suaves le sugirió su buen deseo; pero todo fué inútil. El tumulto se aumentaba, y á vista de la debilidad de la situacion de Pastors, eran sus exigencias más imperiosas.

Vuelve á subir Pastors al parapeto con el corouel Montero, que casualmente se hallaba en el recinto, y propone se nombren uno ó dos comisionados que, en union de dicho coronel se presentasen al segundo cabo, y esponiéndole sus deseos, esperen su resolucion. Así lo prometen, y Montero sale por una de las poternas. Pero no cumplieron los alzados este pacto, y reproduciendo con más fuerza sus gritos y exigencias, Pastors recibe verbalmente del ayundante García la órden que hemos trascrito.

Si el caso no fuese tan sério, podria tamarse á burla decirle que «cui

»dase mucho de contener á los de adentro, pues sabia que durante el » dia habian entrado en la ciudadela algunos á secundar el movimiento »de los de afuera; y con respecto á éstos se hallaba tomando sus disposi

>>ciones.>>

Nadie se movia ni podia moverse dentro de la ciudadela; nada habia allí que temer: en su recinto era donde arreciaba por instantes el peligro; los fosos eran los que estaban cubiertos de gente armada y furiosa con escaleras, y á la que cada vez se hacia más difícil contener: así envió á decírselo al segundo cabo y mandó en el ínterin reforzar un poco más la custodia de los presidios y almacenes de pólvora.

Alvarez permanecia en tanto muy tranquilo en su palacio, si no como Pompeyo disfrutando de las delicias de Cápua, como el general que duerme á la vista del enemigo.

Rodeado de militares, nacionales y paisanos, pasaba allí el tiempo en acaloradas y estériles discusiones. Ni un buen pensamiento surgió de aquel laberinto de opiniones.

En vano el ayudante García demostró la crítica situacion de las cosas: en vano espuso enérgicamente la verdad, y se inflamó á vista del peligro; no parecia sino que estaba embotada la sensibilidad de aquellos hombres, encadenada su voluntad y coartada su accion. Nada les dijo su deber, nada su honor. Unos pocos se mostraron dispuestos á cumplir aquel y á mirar por este; pero obedecieron sin duda á otro poder que subyugaba el suyo, y se aquietaron.

Pero cuenta el mismo García lo que pasó en aquellos terribles momentos, y reproducimos, no se crean parciales nuestras palabras, de lo que tanto huimos en nuestra obra (1).

(1) Relacion en estracto de los avisos verbales que dió por mi conducto el Excmo. señor gobernador de esta Real ciudadela al Excmo. señor general segundo jefe de este ejército y Principado, y de las contestaciones gue del mismo modo recibi de este superior jefe para aquel en la tarde det 4 del actual, con motivo de las desagradables ocurrencias de aquella noche en esta real fortaleza.

>>>Poco antes de las cinco de la tarde del citado dia, me mandó el general Pastors que saliendo por la puerta del Socorro, fuese á pala cio y dijese al general Alvarez, que una considerable parte del pueblo, agolpándose al glacis y atropellando la guardia avanzada del principal, se hallaba sobre el puente y el foso, con intento, segun las voces que daban y sus preparativos, que habian de incendiar el puente levadizo; y que en su consecuencia esperaba se le auxiliase con fuerza, ó bien que se le diesen instrucciones de lo que debia hacer. Esta órden quedó cumplimentada en seguida por mi parte, y á ella me contestó el general Alvarez dijese al general Pastors: «Que cuidase de contener á los de dentro, pues sabia que durante el dia habian entrado en la cindadela algunos para secundar el movimiento de los de afuera; y que con respecto á éstos estaba tomando sus disposiciones.» Sin perder momento me volví por el mismo camino á la ciudadela para dar la antecedente contestacion, y al entrar vi venir corriendo hácia mí al general gobernador, que sin darme casi tiempo à que le enterase de ella, me mandó

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