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Al participar Alvarez al gobierno los anteriores sucesos, trató de ustificar los asesinatos del 4, como si pudiera disculparlos el sacrificio de algunos prisioneros del Hort, y el que se hubieran escapado á los carlistas un oficial y un sargento presos por un delito militar.

El ministerio comprendió perfectamente sobre quién recaia la responsabilidad de aquellos acontecimientos, y se negó prudente á satisfacer la demanda de algunos próceres, apoyada por el duque de Osuna, y otros indivíduos de aquel cuerpo, que exigian diese cuenta de unas escenas que el público habia calificado debidamente. Y no se culpe al ministerio de que halagó á la guardia nacional de Barcelona; pasiva espectadora del asalto á la ciudadela, obedeció á las circunstancias y premió su decision por la causa de la reina, estimulándola oportunamente que se sacrificara en su defensa.

á

SE PRESENTA MINA EN BARCELONA.

XXXII.

En la tarde del 6, el ejército que se agolpaba en la Rambla y las voces que empezaban á oirse, produjeron una pequeña alarma, que terminó al verse la causa. Era la presencia de Mina, á quien todos saludaban y cuya llegada se ansiaba y se bendecia por los amantes del órden, considerada como prenda de su estabilidad, porque la mayoría del pueblo, en su buen juicio, se creia sin autoridad, habiendo abdicado de hecho la que habia visto venir la pasada tormenta sin tratar de conjurarla.

Mina voló á Barcelona luego que supo habia sido teatro de tan lamentables de sórdenes, sin otro acompañamiento que el del jefe y oficiales de estado mayor, los ayudantes de campo y el capellan Apezteguia; siguiéndole á poca distancia unos doscientos mozos de escuadra, por ser los únicos que podian marchar á la carrera, acostumbrados á la rapidez de los movimientos.

Difícil es esplicar la sensacion que causó en el espíritu del general, dicen sus Memorias, y los sentimientos que esperimentó cuando llegó á conocer las circunstancias del suceso del dia 4; y no dejó de llamar mucho su atencion la ocurrencia del 5. Todo se habia hecho y estaba concluido en su ausencia: las personas sospechosas, ó contra las que la autoridad tenia pruebas, se hallaban arrestadas; así que creyó, y para ello tuvo razones muy poderosas, que en aquel estado, lo único que le incumbia era el dar fuerza á las disposiciones publicadas por el general segundo cabo, y así lo verificó por medio de una corta alocucion á los barceloneses, concebida en estos términos:

«A mi llegada á esta plaza me dió cuenta de los desagradables sucesos ocurridos en ella, y que todos presenciaron, el Excmo. señor don Antonio María Alvarez, que, como segundo jefe de Cataluña, me ha representado durante mi ausencia. Jamás hubiera creido que dentro del recinto de la liberal Barcelona se abrigasen hombres que, so color de promover la libertad é invocando un sagrado nombre, entronizasen la anarquía, hollando las leyes y arrastrando en pos de sus inícuos planes el trono de nuestra inocente Isabel y las libertades patrias. ¡Cuánta sorpresa me ha causado verme engañado, y cuánto placer siente mi corazon al tributar la debida gratitud á los buenos que con su actitud dieron bien á conocer la ninguna cooperacion que deben prometerse de ellos los perversos que tratan de alterar la pública tranquilidad, ya asegurada!

Catalanes, vuestra existencia política estriba en el sostenimiento del órden, en la union y en la tranquilidad, y estad seguros que, conservando estas garantías, jamás peligrará lo que tanto deseo conservar. ¡Tiemblen los malvados! Las disposiciones prescritas por mi segundo en el bando del dia 6 del corriente, sabré llevarlas á debida y puntual ejecucion, reservándome tomar cuantas otras sean necesarias para hacer conocer que la ley impera, y que sufrirá sus efectos todo aquel que quiera hollarlas.

Isabel II, libertad y órden: ved aquí repetida mi profesion de fé. Los que profesaren otros principios, ó huyan á aumentar esas hordas de asesinos que invocan otro nombre, ó prepárense á que la ley use de su fuerza con ellos.

Honrados ciudadanos de Barcelona, tranquilizaos: unios todos contra ese puñado de perturbadores de vuestra paz; la autoridad está con vosotros; ella vela y destruirá las maquinaciones de los malos. Creedme, Barcelona 8 de enero de 1836.-Francisco Espoz y Mina.>>

Despues de esta manifestacion, no quiso hacer averiguaciones, y obró en esto prudente, sobre los anteriores sucesos. Ya hemos visto la nulidad á que la fuerza del ejército se hallaba reducida: no era escaso el número de milicianos que habian tomado parte en las primeras ocurrencias, y era peligroso sondear la llaga. Por esto, cuando le hablaron en favor de los desterrados á Canarias (1), indicándole una persona de toda confianza, que si los presos eran deportados sin formacion de causa, se calificaria esta medida de arbitraria, Mina respondió:-«Mi deber, si intervengo en este asunto, es sujetar á los presos á un consejo de guerra. ¿Será mejor emplear este medio, por el que habrá que fusilarlos, que, aunque sea ilegalmente, sean desterrados á Canarias, de donde podrán volver pasados algunos meses?»>

Por esto se culpó á Mina de obrar con demasida indulgencia; más si dejó de mostrarse tan severo como la justicia exigia, se mostró tan há

(1) Véase el capítulo siguiente.

bil como la conveniencia reclamaba. ¿Habrian apoyado la ejecucion de sus compañeros los batallones de la guardia nacional? ¿Cuáles habrian sido las consecuencias de su negativa?

La falta de salud de Mina le postró nuevamente en cama, si bien no por esto se dispensó del despacho.

PROYECTOS Y DEPORTACIONES.

XXXIII.

A consecuencia de los acontecimientos que dejamos referidos, fueron deportadas algunas personas (1), y entre ellas don Eugenio de Aviraneta, á quien ya conocen nuestros lectores, y que no llevó otro objeto á Barcelona que combatir los planes de los carlistas, sin que tuviese la menor parte en los asesinatos del 4; por el contrario, los reprobó y lamentó; así lo jura por su honor; así lo ha publicado, y nadie le ha contradicho. Pero revolucionario, por genio para ello, asustaba su nombre, y bastó esta circunstancia para que no se le creyese completamente ajeno á la direccion de los acontecimientos.

Y en verdad que de cuantas publicaciones se hicieron de aquellos sucesos, ninguna ofrece la originalidad y el interés que el folleto de los señores Aviraneta y Beltran, titulado Mina y los proscriptos, impreso en Argel, y del cual no se encuentran ejemplares (2).

Segun él y otros antecedentes que tenemos á la vista, se creyó útil marchase á Cataluña Aviraneta á fin de sostener y aumentar el espíritu liberal de algunas de sus autoridades y habitantes, y fué garantizado con una carta de Mendizabal (3), á que el portador dió la importancia

(1) Don Antonio Gironella; don José Montero; don Tomás Beltran Soler; Ignacio Bonifaci Ignacio Balat; Negri; Champaner; Rojas; don Francisco de Paula Gonzalez; don José Maria Pons; don Francisco Raull: don Agustin Gal; Juan Nevot; don Domingo Vila; Jaime Vidal, de catorce años, y don José Galindo.

(2) Es notable este primer párrafo del folleto.

«Al ver la falsa posicion en que se hallaba la Cataluña por efecto de las maquinaciones d una faccion solapada y anárquica, por nuestro propio honor nos vemos precisados à descorrer el velo y manifestar las insidiosas intrigas de hombres viles y mercenarios, prostituidos à un bando ambicioso y de ocultos emisarios de don Carlos y del gabinete de Luis Felipe, à fin de que el pueblo español conozca evidentemente la verdadera causa de los acontecimientos ocurridos en Barcelona el 4 y 5 de enero último, y el proceder criminal del segundo cabo de aquellas provincias, don Antonio María Alvarez, à quien en parte es debida la atroz persecucion que estamos sufriendo.»>

(3) Dice así:

«Madrid 30 de noviembre de 1835.- Mi querido general: Por los beneficios que deben resultar à la justa causa, y por el concepto que me merece el dador de esta, el señor de Avira

que á la de Urías. En Valencia trataron de disuadirle prosiguiera su viaje, que consideraban peligroso; pero confió en las ofertas que se le habian hecho, y continuó á Barcelona.

Súpose en tanto que sus compañeros y amigos en la córte habian recibido un estraordinario de París, avisándoles la salida de un coronel y tres capitanes sardos para Cataluña, con nota de sus filiaciones y el objeto de su viaje, que no era otro que el de fomentar un levantamiento en Barcelona, al paso que en Génova se disponia una espedicion miguelista contra Portugal. Participóse al momento esta noticia á Mendizabal y á Beltran de Soler, quien hallándose en Barcelona, la trasladó inmediatamente á Mina. En su consecuencia fueron presos en la fonda de las Cuatro Naciones los citados estranjeros, siendo precisamente las primeras víctimas que cayeron bajo el puñal homicida en los calabozos de la ciudadela. Sin esta desgracia, hubieran podido ser importantísimas sus revelaciones.

Aviraneta llegó á bordo del Balear á la capital del Principado el 27 de diciembre: presentóse al dia siguiente á la esposa de Mina, por encontrarse éste en campaña, y dirigió á poco dos comunicaciones al presidente del Consejo, segun habia convenido, anunciándole que habia conseguido encontrar el foco insurreccional del carlismo y de la intriga estranjera en Cataluña, y que tenia introducida en su junta suprema persona de toda su confianza, que le pondria al corriente de cuanto maquinasen: que pensaba despachar comisionados á Perpiñan, Marsella y Génova, para que, puestos en contacto con los cónsules españoles de aquellos puntos, desentrañasen todos los planes, rogando á Mendizabal les oficiase al efecto; y por último, que esperaba el regreso del general Mina para formar, de acuerdo con él, un plan contra-revolucionario que desorganizase radicalmente el carlismo de Cataluña.

Ocupábase en estos trabajos, cuando le sorprendieron las escenas del 4 de enero, y al saberlas, corrió á ofrecer sus servicios al general Alvarez y á la esposa de Mina, quien le manifestó cuanto habia ocurrido y estaba ocurriendo en la junta celebrada con asistencia de los comandantes de los batallones de la guardia nacional, que deseaba se hiciesen represalias con los prisioneros de la ciudadela, por lo cual rogó aquella señora al general Alvarez lo consignase así en el acta.

Cuando estalló la insurreccion del 5, se personó Avirancta con Al

neta, suplico á Vd. le considere como persona de confianza; de la buena inteligencia y acuerdo de Vds. no dudo resultarán motivos de satisfaccion para todos, y en esta creencia preveo gualmente que accederà Vd. á mis deseos.-Es de Vd. simpre afectisimo amigo Q. B. S. M.— J. A. y Mendizabal.—Excmo. Sr. D. Francisco Espoz y Mina.»

varez, á quien encontró lleno de temor y zozobra, y el cual, llevándole á uno de los balcones del salon, le dijo:

-Tengo la mayor confianza en vd., porque me constan sus antecedentes: dígame vd. francamente, ¿hay alguna prevencion popular contra mí? ¿Se quiere atentar contra mi vida? Porque en este caso voy á renunciar inmediatamente el mando.

-No hay ninguna prevencion contra vd., le contestó Aviraneta; y por lo que he podido vislumbrar, este movimiento tiene un origen impuro. Si vd. deja el mando, dejará vd. acéfala la ciudad, y por consiguiente entregada á los horrores de la anarquía. Sosténgase vd. hasta la llegada del general Mina.

Al mismo tiempo le aconsejaba Feliú de la Peña medidas violentas: pero Alvarez, sin saber qué partido tomar, abandonado de todos, preguntaba de nuevo:

-¿Qué me aconseja vd., Aviraneta, en trance tan apurado, para que pueda sosegar al pueblo?

-Que reuna vd. los colegios gremiales, ya que no tiene vd. ayuntamiento ni ninguna autoridad que le auxilie.

Aviraneta continuó despues en palacio, ora acompañando al general Alvarez, ora en la sociedad de la señora de Mina y del amigo de éste, don Pedro Gil. Retiróse á las once y media de la noche á su casa, y á la hora y media fué sacado de la cama por la policía y fuerza armada, y conducido á bordo del navío inglés Rodney, con las demás personas citadas. A pocos dias fueron trasbordados á la fragata Artemisa, que los condujo á las islas Canarias, á disposicion del capitan general.

En el folleto citado se leen párrafos notables, cuyo juicio dejamos al lector, dando de ellos un ligero estracto, y presentándole como complemento de los acontecimientos que acabamos de citar.

«¿Quién provocó, dice, el asesinato de los presos? Mina, con el parte que dió desde el Santuario del Hort anunciando el horroroso asesinato de treinta y tres prisioneros; su confidente Xaudaró, por medio del periódico que redactaba; y su... Mentor, Feliú de la Peña, quien le entregó una copia de aquel parte fatal en la misma noche del dia en que le recibió... ¿Dónde está el que capitaneaba á los asesinos en la noche del 4, el que habiendo subido á la cortina de la ciudadela, puesto al frente de los agresores arengó al gobernador; el que pidió las cabezas de las víctimas que estaban bajo la custodia de su honor militar; el que, por convenio de Pastors se unió con el coronel Montero para personarse con Alvarez, á fin de que abandonase al Marat barcelonés el sacrificio de tantas víctimas?... ¿Cómo no se le embarcó en la fragata Artemisa para Canarias? ¿Quién amenazó con los puñales y violentó al comerciante Gironella para que se pronunciase con el sesto batallon de la guardia na

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