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ional?... Los paniaguados de Feliú, los confidentes de Mina (1). ¿Dónle está el acta de la junta celebrada en el anochecer del dia 4 de enero, poco antes de consumarse el sacrificio de las víctimas de la ciudadela? Dónde están consignadas las palabras y los votos de los comandantes le la guardia nacional, en aquel fatal momento, y que tantas veces rogó la señora de Mina, á presencia de Aviraneta, al general Alvarez, se consignasen en dicha acta? ¿Por qué no han sido confinados á Canarias quellos comandantes que dijeron abundar en las mismas ideas, y que Comaban bajo su responsabilidad las consecuencias de aquellos acontecimientos? ¿Por qué se hizo el ejemplar con solo el comandante Gironela? ¿Por qué el 4, solo se trataba de asesinatos, y el 5 se habló de Consitucion, y á muchos de nuestros gobernantes debe serles indiferente que los españoles nos asesinemos mútuamente, con tal que no se trate de los derechos é intereses del pueblo? ¿Por qué habiendo suspendido el gobernador, teniente de rey y sargento mayor de la ciudadela, no se ha hecho otro tanto con el general Alvarez, que es el único crininal que á primera vista se presenta? ¿Por qué no se formó causa i los primeros? ¿Por qué no se formó tambien al segundo cabo, quien sabiendo por el parte que le dió el general Pastors quince dias antes a existencia del plan de asesinato, no tomó las medidas necesarias para evitarlo, sino que lo toleró á sangre fria, y quizá provocó la caástrofe?»

Preguntan luego los motivos que tuvieron Alvarez y Mina para deserrarles á quinientas leguas del teatro de los sucesos sin consultar al

(1) «En el artículo comunicado en El Español, núm. 85, vemos que es público lo acaecido con Gironella: éste, si se quiere, es el único que aparece criminal entre nosotros, siempre que el ministerio Mendizabal se crea con derecho á declarar criminal al que aclame la ley fundamental de su país; pero cuando así fuese, ¿podrá llamarse criminal una persona à quien en tan críticas circunstancias, en el momento en que la autoridad enmudecia, y solo reinaba el puñal y el terrorismo, se le dice: Parte de nuestros enemigos acaban de sucumbir á los golpes de estos puñales. Las autoridades no han opuesto resistencia á nuestra venganza, ó por mejor decir, nadie manda aquí más que nosotros. Nuestro plan es proclamar la Constitucion. Nos falta un ciudadano de acreditada honradez, de responsabilidad y de influjo, y os hemos elegido para que deis el grito de ¡viva la Constitucion! Si no obedeceis, considerad que la cabeza de O'Donnell está separada de su cuerpo, y que esta muerte es la que aguarda á cuantos se opongan á nuestros mandatos. El puñal os vigila.

Así se espresa don Wenceslao Aiguals de Izco, que suscribió aquel artículo, y casi en los mismos términos se esplica don Gervasio Gironella en otro comunicado que leimos en dicho periódico. Siendo tan públicos estos hechos, es regular que la autoridad los sepa, que sobre los mismos se haya formado espediente, y que por fin se convenza de que enviando à Canarias á personas que no pudieron tener parte en tamaños atropellamientos, cometió la mayor de las injusticias, y un asesinato civil, de cuyas consecuencias debe ser responsable ante la ley y ante el tribunal de la opinion pública.»

(Nola 21 del citado folleto.)

gobierno; y por qué si tenian pruebas no les entregaron á los tribunales (1).

Laméntanse despues de la injusticia con que se procedió contra ellos: esponen varios hechos, ajenos de este lugar, y terminan su escrito con las esposiciones á las autoridades, al gobieruo y á la reina, en las cuales se quejan sentidamente de haber sido atropellados, y demandan una re paracion.

Pastors, destituido del mando, espuso tambien lo que su conciencia y honor reclamaban (2).

(1) En otro folleto de Aviraneta, impreso en Madrid en 1837, se halla la siguiente nota:

>>>Despues de terminar el ministerio Mendizabal, á solicitud de varios compañeros mios de infortunios, pidió el gobierno al capitan general de Cataluña los antecedentes y causas que motivaron la deportacion à Canarias; y el general don Pedro María Pastors, segundo cabo de Principado, dijo en contestacion, que en aquella capitania general no aparecia nada contra los que fueron deportados.

>>Todos representaron á S. M. invocando justicia. Yo lo hice con la mayor energia el 3 de fe brero de 1836 por conducto del comandante general de las islas Canarias, pidiendo la formacion de causa. En uno de los párrafos de mi representacion decia à S. M.

«En ella (en la causa que solicitaba se me formase) podré manifestar los crimenes de unes jefes, que no contentos con provocar el movimiento del 4 y 5 de enero, autorizaron á sangr fria con su presencia, y quizá dirigieron los asesinatos del, prepararon los acontecimien!.s del 5...»

Se ocupa de un papel publicado por don Vicente Bertran de Lis, acusando à Mendizabal como autor de los desórdenes de Barcelona, para apoyar en ellos la falta del cumplimiento de sus promesas, y añade:

>>Se necesitaba, que se alterara el órden público en algun punto, y se escogió sin duda à Barcelona para ejecutarlo luego que yo hubiese llegado con la carta de Urias, que me entregó el mismo señor Mendizabal. Bien penetrado de que habia sido víctima iuocente de una trama pérfida, en la representacion que le dirigí desde Argel con fecha 15 de marzo de 1836, come å presidente del Consejo de Ministros, le puse el párrafo siguiente:

»No es nuevo en iguales casos ver á los gobernantes provocar convulsiones populares, tramar conspiraciones sin plan y sin objeto, acalorar los áninos, ya sea por medio de noticias de desgracias exageradas, ó con desacertadas providencias que irriten á los buenos, para tener ocasion de saciar venganzas particulares, y por medio de un abuso de autoridad asesinar v proscribir á determinadas personas que infundieran lemo r ó desconfianza á la faccion tiranica ó los satelites que ésta tiene asalariados.

>>Al señor Mendizabal no le importaban los clamores de tantas víctimas sacrificadas por la arbitrariedad, el objeto estaba conseguido; tenia ya el pretesto para disculparse de las promesas no realizadas.

>>Atacado por el señor duque de Osuna en el Estamento de próceres el 22 de enero de 1836 para que presentase los antecedentes de criminalidad de los deportados à Canarias, contesto que no existia ninguno en el ministerio, no obstante el trascurso de diez y seis dias. Meses despues tampoco los presentó como debia, para satisfacer los deseos del ilustre Estamento, la vindicta pública y el decoro y responsabilidad del gabinete. ¿Pero qué habia de presentar si nada existia ni aparecia en la misma capitanía general de Barcelona, segun la contestacion del segundo cabo, el general Pastors, al ministro de la Guerra?>>

(2) Véase documento núm. 44.

Tal fué el desenlace de los ruidosos acontecimientos de Barcelona, que hemos narrado cumpliendo nuestro deber, tal cual los hemos comprendido. Más grato nos habria sido omitirlos, si con su omision hubiéramos podido desglosarles de la historia, en la que están consignados, y á la cual pertenecen.

¡Triste mision la del que tiene que oprimir su pecho, al evocar recuerdos que ofenden á la humanidad y empañan las glorias de su pátria!

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LIBRO SESTO.

1836.

SITUACION DE LOS EJÉRCITOS LIBERAL Y CARLISTA EN EL NORTE.

I.

Regulada ya completamente la guerra civil, comienza para ella un período en que se ven los resultados de la ciencia, de la estrategia, del talento y del valor; porque tales dotes necesitaba poner en juego el caudillo de uno y otro hando para vencer ó no ser vencido. Vamos á reseñar batallas memorables, en que despues de estarse batiendo dos ejércitos uno y dos dias, ó conservaban al cabo de ellos las mismas posiciones que ocupaban antes del combate, ó se retiraba el más numeroso.

No podia ya caminar un ejército á la ventura, porque no era posible movimiento alguno sin un plan muy meditado, y no se lanzaba una ú otra hueste en busca de la contraria sin haber calculado antes las ventajas ó inconvenientes que podia prometerse del encuentro. Y cuando así no se obraba, los resultados ponian en evidencia la imprevision del que se les atraia, ó se operaba inutilmente como sucedió.

Bien recibido el nombramiento de Eguía, despues del desastroso mando de Mereno, renació entre los suyos la confianza que llevó consigo Zumalacarregui á la tumba, y aunque muchos desconfiaban de la actividad del nuevo jefe, atendiendo á su edad, esperaban todos bastante de sus conocimientos militares.

Necesitábalos en verdad para hacer frente á su jóven adversario, cuyo plan dió bastante que pensar á Eguía.

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