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Las célebres líneas (1), estaban destinadas á estremar al ejército carlista con el fin de que le disolviese la falta de recursos. Levantada una barrera desde la raya de Francia hasta el Ebro, seguia estendiéndose hasta Santander, y se prolongaba desde aquí por el litoral hasta el Bidasoa y puente de Behobia, encerrando así en su recinto á los carlistas. Los puertos de San Sebastian, Guetaria, Lequeitio, Plencia, Bilbao, Castro-Urdiales, Laredo, Santoña y Santander eran otros tantos abrigos para las espediciones marítimas por la costa de Cantabria; contando en tierra como puntos de apoyo en el otro estremo de la línea y en el valle de Mena, á Valmaseda, Mercadillo, Espinosa y otros fuertes del valle de Losa; en Alava á Peñacerrada, Treviño, Nanclares, La Puebla y Miranda, y en el alto y bajo Arga en Navarra, ocupando desde Valcarles á las vertientes del Pirineo.

Aunque no era posible impedir á los carlistas el paso por la línea, le hacian muy difícil, y quedaban privados de casi todos los auxilios que necesitaban de la otra parte de la misma: no eran ya tan espeditas las comunicaciones con Aragon y Castilla para corresponderse con el resto de la Península: ocupaban las fuerzas de la reina los puentes y principales vados, y exigiendo su paso un combate, solo para vencer este obstáculo era necesario el ejército.

No sabemos si la necesidad ó el acierto, hizo se escogiese á Vitoria como centro de las operaciones. Ningun sitio en verdad tan á propósito. porque su posicion central hacia de él el mejor punto estratégico.

Asentada Vitoria en una fértil llanura, casi distaba lo mismo de Bilbao, San Sebastian y Pamplona, con cuyas capitales necesitaba comunicarse con frecuencia, y entonces más que nunca con la segunda por el asedio que sufria. Teniendo Córdova fijo en Vitoria el cuartel general, podia acudir á cualquiera de las tres provincias, segun la necesidad lo reclamase, sin otro obstáculo que las posiciones de los carlistas en Arlaban, que cerraban por allí el paso á Guipúzcoa.

Los campos de Alava podian mantener con desahogo á la caballería, que defendia toda la llanada. El país era abundoso, y aunque consumia mucho el ejército, estaban cerca los graneros de Castilla y solo era necesario dinero.

El ejército carlista tambien ocupaba un ventajoso territorio en su propio país, y esta circunstancia le valia mucho.

Componíase á la sazon de diez y seis mil infantes, mil caballos y trece piezas de artillería. No tenia almacenes; escaseaban las municiociones y el dinero; tenia que operar de contínuo para oponerse á las in

(1) Mas adelante nos ocuparemos de ellas con la detencion que exige su importancia.

vasiones, para no ser sorprendido, y rechazar desembarcos con que inCesantemente se veia amenazado. Los víveres empezaban tambien á relucirse; y aunque se habian aumentado las fuerzas, habian sido ya grandes sus pérdidas, y se hacia difícil cubrir tantas bajas, haciéndose necesarias para reparar aquellas, medidas coercitivas, algunas demasiado fuertes, como veremos más adelante.

Era motivo de disgusto entre los carlistas la inaccion aparente ó verdadera en que el ejército estaba; y se vió Eguía obligado á emprender algun movimiento sobre los puntos fortificados. Quitaba estos obstáculos apoderándose de ellos, y las operaciones serian sin los mismos más fáciles y rápidas y menos espuestas tambien.

Los fuertes del flanco y retaguardia distraian en su observacion y bloqueo una fuerza considerable y se decidió á embestirlos.

Era este plan acertado, y acertada fué su ejecucion, sin embargo de que no podia presentarse como imposible el éxito, porque los puntos fortificados que se hallaban dentro del país dominado por los carlistas, estaban como vendidos por lo difícil de su auxilio.

Podian defenderse algun tiempo á fuerza de heroismo; pero desalentaba mucho á sus guarniciones el verse contínuamente rodeadas de enemigos, el carecer por lo general de noticias del ejército, y la constante amenaza de un sitio formal que no les ofrecia otra perspectiva que la muerte.

GUETARIA.

II.

Los primeros movimientos de Córdova llamaron la atencion de Eguía, que tuvo que dejar encomendado á otro el sitio de Guetaria, y voló á encontrar y detener á su temible contrario. Pero hablemos de Guetaria.

Esta villa, patria de Sebastian de Elcano (1), el primer navegante que dió la vuelta al mundo, está sentada en la costa de Guipúzcoa, y contaba unas ciento setenta casas en el interior y estramuros, las cuales quedaron reducidas despues del sitio á unas diez y seis medio arruinadas. Arranca del pueblo una pequeña península que termina en el elevado cerro de la Atalaya, amparando su castillo la poblacion, murada

(1) Entre una fuente y el juego de pelota, sobre un hermoso pedestal de mármoles, estaba colocada la estátua de este célebre navegante, la cual destruyeron los carlistas en el sitio. Por honor nacional debe repararse luego esta pérdida, deciamos en la primera edicion de esta obra, y celosa Guipúzcoa de sus glorias, ha erigido una nueva estátua de bronce.

y flanqueada por casasmatas, y dominando con sus fuegos parte de la campiña, tan árida como escabrosa. Domínala el monte Garate, que concluye en el mar, contribuyendo esta eminencia y la naturaleza del terreno á hacerle intransitable á otros carruages que los del país, dificultando este accidente topográfico la conduccion de artillería. Pero vencido este obstáculo, y á pesar del temporal de lluvia y nieves, colocaron los carlistas sus baterías.

La poblacion de Guetaria no tiene más que una calle principal de S. á N., que comunica con el castillo por el arrecife citado, cuya anchura es de mas de doce varas.

A las once de la mañana del 19 de diciembre anterior rompieron el fuego los sitiadores; el 20 presenció el ataque el infante don Sebastian desde el monte Garate, y en la noche del 21 abrió la artillería una brecha de bastante consideracion, pero impracticable por su difícil acceso. No era tampoco fácil el asalto á causa de la decision de los sitiados, que haciendo crecer el empeño de los sitiadores, tratan de impedir, aumentando las baterías, la comunicacion por mar del castillo, y apelan á las minas para hacerse dueños del punto codiciado.

Sin intermision el fuego, se propusieron los carlistas apagar los del flanco que incomodaban los trabajos de una batería proyectada á tiro de pistola de la muralla. No consiguieron su propósito, aunque los disminuyeron, causando pérdidas notables con el incendio de algunos edificios, producido por las granadas que arrojaban.

Reconocidos los alrededores de la plaza contíguos al mar, levantaron los carlistas una batería en figura rediente, mirando recta por un lado al mar y por el otro al puerto y baterías contrarias en la parte N. E. de Guetaria, con el doble objeto de cortar en lo posible la comunicacion del mar y dificultar el paso del pueblo al castillo.

El 26 llegó Guibelalde con el 2.o batallon de Guipúzcoa á ocupar las posiciones que cubria el 3.o de Navarra, prosiguéndose en este dia los trabajos de zapa, pues ya en la noche anterior los minadores, favorecidos por la oscuridad y al abrigo de las casas quemadas á la inmediacion de la muralla, consiguieron taladrar una pared poniéndose á cubierto del fuego.

En tanto que se hacian estos trabajos y para ahogar su ruido, era vivísimo y continuado el fuego de fusilería de los puestos avanzados.

El 27 y 28 llegaron varias piezas de artillería, algunas de grueso calibre, y municiones en abundancia.

Fué así posible construir diferentes baterías en la izquierda de la li nea, y al abrigo de grandes salchichones; los minadores comenzaron aquella misma noche la galería principal y el pozo de boca, quedando

dentro de ellos los destinados á este trabajo, relevándose para proseguirle sin interrupcion.

El mismo dia 28 estaba la plaza circuida de baterías que podian contestar ventajosamente á las de los sitiados. La guarnicion, protegida por el fuego de la artillería, hizo en la mañana del 29 dos salidas consecutivas; más no fue muy feliz, pues segun el parte oficial de los sitiadores, llevaban por objeto apoderarse de la boca-mina y de la batería de brecha; y aunque en el primer ímpetu consiguieron aproximarse á ésta, hallaron una vigorosa resistencia en el 6.o de Castilla, que cubria la trinchera y puestos avanzados.

El 30, los pocos vecinos que habia, incluso el alcalde, abandonaron el pueblo, y el 31 fué en gran parte incendiado por las muchas balas rojas, granadas y bombas que le arrojaban. El vapor Reina Gobernadora llevó esta noche á los sitiados un refuerzo de ciento ochenta hombres.

Por una brecha practicable en el muro, y no bien defendida, se introdujeron unos pocos carlistas el 1.o de enero, y luego las compañías de preferencia del 2.° y 4.o de Guipúzcoa y 6.o de Castilla, precedidas de dos partidas al mando de dos valientes oficiales (1), sostenidos todos por la restante fuerza del 4.o de Guipózcoa.

La pérdida de la poblacion era inevitable: los mortíferos disparos de tantas bocas de fuego, no podian menos de vencer la resistencia de los liberales; y sus contrarios se hicieron al fin dueños del pueblo. Así dominaron la parte de tierra, pero no impedian las comunicaciones marítimas, porque ni esto ni tomar el castillo era empresa fácil.

De todos modos, el suceso, aunque no completo, fué notable; quedó aislado el castillo, y su guarnicion no tenia otra salida que el mar; pues como ya hemos dicho, solo se comunicaba con la villa por un estrecho arrecife que presentaba mucha facilidad para ser defendido.

Aun en el monte donde se replegó la guarnicion no mejoró su estado. Sin albergue donde guarecerse de las aguas y fuertes vientos que azotan aquellas costas, y sin abrigo á la intemperie, tuvieron que abrir los mismos soldados en aquel árido monte una especie de silos para reposar algunos momentos, sin más abrigo que la tierra, recogiéndose otros entre las aberturas de las peñas, siendo un sitio preferente para los heridos y municiones alguna pequeña cueva. El alimento no era más lisonjero: carecian de ollas para el rancho, de vendajes, de medicinas, y hasta de cirujano, pues el enviado de San Sebastian con un cura se pasó á los carlistas.

(1) Era uno de estos don Domingo Egaña, natural de Guetaria, el primero que montó la brecha y fué herido.

Montenegro propuso el 3 al gobernador una capitulacion, esperando sus proposiciones dos horas, y al dia siguiente contestó Otálora que es taba decidido á defenderse á toda costa hasta que no le quedara un solda do, pues aquella fortaleza ni se rendia ni entraba en estipulaciones.

Para aliviar la precaria situacion de aquella tropa, se embarcó en San Sebastian el provincial de Oviedo, y arribó el 10 por la noche al pié del monte de Guetaria, desembarcando en lanchas en medio del nutrido fuego de cañon y de fusil que hicieron los carlistas.

Merced á este refuerzo pudo defenderse aquel peñon.

BLOQUEO DE SAN SEBASTIAN É INCONVENIENTES PARA SU SOCORRO.

III.

Hasta la frontera francesa dominaban los carlistas casi toda la costa guipuzcoana, y más de una vez les hizo fuego la artillería de aquella nacion (1).

San Sebastian sufria en tanto un bloqueo obstinado, reparando los carlistas sus trabajos de cerco y aumentando sus trincheras y baterías, á la vez que se reparaban por los liberales las obras de la plaza. Se tirotean contínuamente unos con otros y el 3 de enero con las avanzadas del barrio de San Martin y convento de San Francisco, rompiéndose tambien el fuego de cañon por una y otra parte, enfilando sus fuegos los carlistas desde una batería contigua al ángulo del convento del Antiguo, y otra entre el mismo convento y el molino de viento, contra unos barcos que conducian heridos de Guetaria, cuya entrada protegieron los fuegos de la plaza y del castillo de la Mota. Tenaces y entusiasmados los carlistas, ni aun de noche descansaban muchas veces, en sus fuegos de fusilería y de cañon. Dominando la bahía, hacian imposible todo desembarco á no ser de noche y con grave peligro, pues ya se dió el caso de atravesar una bala de cañon una lancha de parte á parte. Esponia todo esto el ayuntamiento de San Sebastian, que los buques de la armada no tenian hasta Lequeito y Portugalete donde guarecerse, y que los carlistas empezaban á tener marina armando trincaduras.

Lamentábase Córdova de aquel obstinado cerco; pero no podia ir á

(1) En una ocasion amenazaron los carlistas quemar por cada cañonazo una casa de la propiedad de los señores Olazabal y señor baron de Oña, incendiando desde luego dos pabellones de recreo de los primeros, pero estos señores contestaron que antes de ver cesar el fuego contra los carlistas, preferian ver arruinadas sus casas y propiedades, considerándolo como u galardon.

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