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sobre el centro á su frente. Al mismo tiempo conocia Villarreal que la intencion de Evans era entretenerle para que no pudiese proteger á Eguía. que se hallaria en gran peligro, y se determinó á no hacer caso del inglés, tomando en la noche del 16 las disposiciones oportunas, y marchando antes del amanecer del siguiente dia con los seis batallones á sus órdenes. A las diez de la mañana llegó al alto de Salinas por el puerto de Elguea.

El ejército carlista estaba en la cumbre con las armas en pabellones, y Villarreal (mandó los formase tambien su gente para descanso. En seguida marchó solo á Salinas á conferenciar con Eguía, y al saludarle, le dijo éste se alegraba mucho de que hubiese llegado con tanta oportunidad, y le añadió:

-Amigo, acabo de afeitarme para ir al cuartel real para hacer dimision del mando, porque esta guerra no es sino para jóvenes

Eguía creia además no poder hacer frente con ventaja á las numerosas fuerzas que le asediaban.

Villarreal le contestó:

-Mi general, no haga vd. dimision del mando, porque no hay nadie

más que vd. que pueda mandar: haga vd. el favor de subir conmigo

hasta el alto para que le vea á vd. el ejército, y corre por mi cuenta el atacar al enemigo.

Condescendió y subieron juntos. En el alto ya, dispusieron el ataque. Las columnas que debian emprenderle se componian, la de la izquierda de los seis batallones que llevara Villarreal, al mando de su siempre intrépido jefe, y á sus órdenes los mariscales de campo La Torre y Sopelana; la de la derecha de dos batallones de Castilla y de Navarra á las órdenes del brigadier Goñi, y la del centro á las del de la misma clase don Cárlos Perez de las Vacas, é Iturriza con el 3. de Guipúzcoa, primero de Castilla y una compañía del segundo provisional de caballería, quedando en reserva el 5.o de Navarra.

Córdova, resuelto á tentar de nuevo fortuna, dispuso atacar el 17, y Espartero se movió de frente sin hallar el menor obstáculo, llegando hasta las avanzadas posiciones que ocupaba Ribero con sus quince compañías, que fueron las primeras que empezaron á tirotearse muy de madrugada.

Todas las demás fuerzas estaban en sus posiciones de la víspera, y la caballería y la artillería formó en el camino real, quedando así de reserva para lo que pudiera ocurrir, pues tenia terreno á propósito para maniobrar.

Paralelos ambos combatientes, varió Córdova la posicion de Espartero, llamándole al centro. Creia ver atacada esclusivamente una de sus alas, en lo cual no habia pensado Eguía.

Esperaba, sin embargo, un decidido ataque por el costado que mandaba Villarreal, tanto por la intrepidez de este jefe, como por las fuerzas que tenia; pero no pasaban sus temores de precauciones, máxime atendiendo á que la niebla no permitia ver sino á corta distancia.

Era ya la mitad del dia cuando empezó el combate, yendo la izquierda carlista flanqueando para caer sobre la legion argelina que se hallaba á su frente. Adelantándose Sopelana con las compañías de preferencia, principió á combatir á medio tiro de pistola, con un batallon francés, que fué rechazado; le auxilian las fuerzas escalonados al efecto, y detienen el ímpetu del carlista, formando entonces Villarreal su fuerza en columna cerrada al frente del enemigo, no sin haber arrojado á éste desde la subida de Arlaban hasta la venta primera.

La derecha carlista atacaba al mismo tiempo con bravura y desalojaba más de una vez á las masas situadas en la altura de la izquierda de Arlaban; á cuyo punto acudia Espartero por el flanco (1).

Perez de las Vacas se adelantó por el centro hasta tiro de fusil de la casa de la Cadena, y dispuso flanqueasen los tiradores ambos lados, marchado los granaderos por el camino real. «En esta disposicion, decia Eguía al ministro de la Guerra, continuaron impávidas dichas compañías, obligando al enemigo á retirarse precipitadamente de la derecha, posesionándose de la venta de Arlaban, la que intentó aquel forzar diferentes veces reforzando las compañías de preferencia; pero allí tenia el enemigo reconcentradas sus columnas, tan escesivamente superiores en número, que hubo que concretar el ataque á sostenerse en sus inmediaciones; y observando al poco rato, despejado un poco el horizonte, que la altura de la derecha estaba menos defendida, destaqué al segundo comandante del 3.o de Guipúzcoa con dos compañías del mismo y dos del 1.o de Castilla para que la ocupase; como lo verificó con el mayor valor, á pesar de la obstinada resistencia que se le opuso, quedando cortada por más de un cuarto de hora la línea enemiga; pero envuelto segunda vez por la densa niebla, reconcentró sus fuerzas para evitar las desgra

(1) Si ocuparon los carlistas las posiciones de Ribero, los cuales desde las diez de la mañana que las atacaron fueron siempre destrozados, repitiendo sus ataques icfinitas veces en to ode dia y todas con poco éxito, era porque cuando Ribero los rechazaba, las abandonaba hasta cierto punto y de allí se replegaba á la altura, lo que se repetia frecuentemente; pero esto era porque no tenia otra órden que la de conservar la posicion, y no podia avanzar decidida y aisladamente.

Ribero estuvo batiéndose desde las diez de la mañana; habia agotado sus provisiones, y de las de reserva le quedaban ya muy pocas, y era grande la pérdida sufrida: entonces mandó al oficial de estado mayor don Remigio Moltó, para que pusiese todo esto en conocimiento del general en jefe, y éste le contestó mandándole municiones y un solo batallon de cazadores de lo Guardia Provincial, con el que continuó rechazando á los enemigos, hasta que la anochecer les dió una carga decisiva.

cias que podrian ocurrir entre las nuestras mismas, y se mantuvo en las alturas de su derecha, hasta que al anochecer cesó el fuego por ambas partes.>>

Sin admitir de una manera tan absoluta esta forma de presentar los sucesos, diremos que fué, en efecto, grande, entusiasta, decidido, valiente el empeño de los carlistas, no tan solo por defender sus ventajosas posiciones, sino aun por tomar la ofensiva y obtener ventajas; pero no sucedió tanto como dice el parte

Fué el propósito de los defensores de don Cárlos hacer retroceder, á Vitoria á los liberales, y el de éstos el de enseñorearse de aquellas alturas, desde las cuales les insultaban y les diezmaban sus filas. Así se vió á Ribero y á los suyos pelear tenaces y conquistar el jefe dos cruces laureadas, y ganar para sus banderas la corbata de la misma órden los bravos soldados del Infante y la Princesa.

En aquel pelear tenaz y porfiado teníase por un triunfo conservar unos y otros sus posiciones, que perdian y ganaban á menudo más de una vez, y que siempre quedaban cubiertas de cadáveres. Por esto se consideraba Ribero ufano y orgulloso en la posesion de la misma altura, ganada el dia anterior á tanta costa y sostenida con tanta pérdida.

Las fuerzas de la reina se veian atacadas por diferentes puntos, y en todos tenian que resistir con porfiado empeño, trabándose conbates en que se agotaban los esfuerzos y las municiones. La misma niebla, que hubiera podido ser un obstáculo para el combate, le hacia mas mortífero, niebla que favoreció á Evans, quien por la parte que, conforme al plan le tocó embestir, avanzó ocultando su movimiento, por lo cual se posesionó de cuatro puentes sobre el Zadorra, cerca de Azua, situando los batallones en la altura de la orilla derecha, estendiendose hasta Marieta, y dominando así aquella parte del valle de Barrundia.

Pero estas ventajas de las tropas de Córdova no eran decisivas, ni aun de importancia. El enemigo estaba al frente provocando, y si no avanzaba, tampoco retrocedia. Eguía esperaba: su contrario estaba indeciso, y en esta situacion vino la noche á poner término á las espezas del uno y á la indecision del otro. El primero replegó sus fuerzas á las anteriores posiciones, y el segundo decidió retirarse, contando éste unas seiscientas bajas, y aquel una mitad apenas.

Este resultado personal y el de las operaciones, da en buena lógica, imparcialmente considerado, el triunfo á los carlistas.

Córdova quedaba en Ulibarri-Gamboa: Eguía estableció su cuartel general en Escoriaza, y Villarreal pernoctó en Salinas, donde pasó el

dia 18.

Habiendo observado Evans este movimiento, se situó en el pueblo de Zuazo de Gamboa para proteger á Córdova.

El 19 regresó Villarreal á la parte de Alava con su division, y al llear al pueblo de Elguea supo que Evans estaba acampado con la suya n la inmediacion de Zuazo, y siendo ya de noche, dispuso que una ompañía de cazadores los atacase en su mismo campamento. Así se jecutó, y con una descarga se dispersaron, marchando en desórden á 'itoria las fuerzas atacadas, dejando en el campamento más de quiientos morriones.

Tal es la verdad de aquellos acontecimientos, desfigurados en los artes oficiales de uno y otro jefe.

CONSECUENCIAS DE LAS ACCIONES DE ARLABAN.

VII.

De las operaciones de Córdova sobre Arlaban, podemos decir lo mismo ue de las que en el año anterior llevó á efecto sobre Guevara y Salvatierra. aun en éstas se enseñoreó, siquiera momentáneamente, del punto ue dominaban sus contrarios; pero en las de Arlaban se contentó con scender algunas cuestas de los puertos sin poder dominar en su cia. A uno y otro punto salió resuelto y lleno de entusiasmo, peleó n ambos valiente, y volvió en ambos desengañado. No parecia sino que u objeto era tener ocupado al ejército.

No pudieron concebir los carlistas cómo entonces no se adelantó Córdova á Ochandiano, amenazando descender á Vizcaya, y dándose la mano las comunicaciones que podia tener á retaguardia de los carlistas; ómo no practicó reconocimientos que le hubieran dado probablemente tro resultado. Esto hubiera obligado á los carlistas á defender las corilleras de Urquiola, que no eran tan defendibles como las de Arlaban.

La disculpa de no poderse fortificar á Villarreal dejó de serlo desde ue empezó á fortificarse; y no dice mucho en pró de una retirada uando se ejecuta á favor de la oscuridad; y aun valiéndose de la astuia para engañar al enemigo, á cuyo fin dispuso Córdoba se encendiean fogatas que demostrasen más bien la existencia de un campamento que la de un campo abandonado en silencio.

No le haremos, empero, el cargo que se le hizo porque no mantuvo 1 ejército en las posiciones conquistadas, y no siguió adelante; asentinos con él en que era imposible entonces; más no en que fuese inútil, porque nunca lo es penetrar en medio de un país enemigo, alcanzando ina victoria; y tambien convenimos en que el empeño de llevar ahora delante el ejército hubiera sido comprometerle, perderle y á la causa ública que sostenia; pero sí le censuramos porque, atendiendo á los cos de la vulgaridad trasmitidos por el gobierno con insistencia, lleva

TOMO II.

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se al soldado á pelear desnudo en unas posiciones desventajosas que no podian conservarse, y en que de antemano sabia que cualquier combate habia de ser sangriento y sin resultado decisivo.

Pero de cualquier modo, el proyecto no merecia tanto: otras atenciones eran más apremiantes.

En Navarra se reforzaban las fuerzas carlistas para hacer frente á las que les observaban y se proponian al mismo tiempo proteger el alzamiento liberal de los valles de Roncal, Aezcoa y Salazar, que fue más prematuro de lo que Córdova deseaba; pues queria coincidiese con otras operaciones para que todo tuviera la importancia merecida. Diez y seis batallones estaban con este objeto dando jaque á Estella, á donde acudian los refuerzos carlistas para ver de impedir el daño que por aquella parte les amanazaba, sin duda considerable, porque permitió prolongarse la línea defensiva ó base de operaciones del ejército, unas ocho leguas. Más el aumento de las fuerzas carlistas hizo variar el plan de Córdova, como veremos; y sabido es que en campaña no suele favorecer mucho esta repentina variacion de proyectos.

Pero no quiso se le tuviese por cobarde, y su amor propio herido le llevó á una empresa temeraria que disminuyó el personal del ejército, ya que no su espíritu. El gobierno ordenó que Van-Halen que cubria la frontera del Principado en Aragon, se trasladará á Verdum con las tropas disponibles de su columna.

Verdad es que Córdova habia ya pedido su relevo, que dos dias antes, el 14, despues de esponer al ministro de la Guerra las causas que le impedian seguir en el mando, decia «que todas le obligaban á mani-, festar franca, resuelta y respetuosamente que no le era posible continuar honrado con la confianza del mando de aquellas provincias y ejército que S. M. se dignó fiarle, y el cual habia procurado desempeñar hasta donde sus fuerzas, cortas luces, recursos y ardientes deseos del bien público y medios posibles de alcanzarlo le hicieron conciliable con sus deberes y reputacion;» y rogaba al ministro decidiese el ánimo de la reina á que no retardara la aceptacion de su renuncia, en consideracion al grave estado de su salud, que le hacia imposible su desempeño, pidiendo pasapote para ir á Montpellier á curarse, esperando se declarase que habia servido en ésta como en todas circunstancias, con buen celo y lealtad.

Pero aun así, nadie podia obligarle, porque no declinaba su responsabilidad a emprender movimientos inoportunos y desastrosos, como el mismo Córdova viene á confesarlo (1).

(1) El tiempo era frio y lluvioso, las tropas, durante dos dias y medio, habian marchado combatido y vivaqueado, sin comer ni beber y sin fuego en la cima del Pirineo, faltando alli le

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