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dieron los carlistas, y corriéndose entretanto por la derecha, cayó con dos batallones sobre el campo atrincherado de Guevara, y en pocas horas dejó demolidas sus obras, sin que sus defensores tuvieran tiempo de oponerse, ni pudieran estorbarlo los fuegos ni la guarnicion del castillo,

Córdova se cuidó entonces muy especialmente del estremo izquierdo de la línea, en donde se hallaba don Joaquin Ezpeleta, quien así que supo el intento de los carlistas de atacar ó Valmaseda, recogió apresu radamente cuatro batallones y cuatro escuadrones para marchar en apoyo de la villa amenazada, proponiéndose con un movimiento audaz llamar hácia sí la atencion de Eguía; pero éste, á quien interesaba mucho apoderarse de Valmaseda, consiguió su objeto tomando tambien á Mercadillo, como hemos visto, no obstante el combate del 4 de febrero, en el que Ezpeleta resistió el ataque, primero en las posiciones de Villacaña y despues en las de Vivanco y Lusiñaga: más ni Ezpeleta podia solo prolongar la accion, inferiores como eran sus fuerzas, ni á los carlistas interesaba otra cosa por el pronto que hacerse dueños de las poblaciones citadas.

En posesion de ellas, podian combatir más ventajosamente á Ezpeleta, que quedó abandonado por haber sido llamado Espartero con precipitacion á Vitoria. Así lo conoció Córdova; y para sacarle de su insostenible situacion, envió en su ayuda la brigada portuguesa, á la que trató de sorprender Andechaga el 16 de marzo en las inmediaciones del Castillo de Piedra; pero el arrojo de un batallon de Zaragoza y las acertadas disposiciones del baron de Das Antas, frustraron el no mal concebido plan carlista.

Lo mismo que de Espartero necesitó Córdova de la brigada portuguesa, y tuvo ésta que volver á Vitoria, reemplazándola despues los tres regimientos que componian la division de Mendez Vigo.

El general en jefe del ejércitó del Norte tenia mucho interés en que se prosiguieran los trabajos en esta parte de la línea, pues con los triunfos obtenidos por los carlistas tenian franco el paso para Castilla, dominando en el valle de Mena, y ponian en aprieto á Bilbao, cuya posesion empezaba á preocuparles de nuevo, y parecia ser objeto de muchas de sus combinaciones.

Por esto se decidió Córdova á recuperar á Valmaseda y que se prosiguieran las fortificaciones en toda aquella parte de la línea, lo cual se iba ejecutando trabajosamente.

Para proteger estos trabajos y reforzar á Ezpeleta, fué enviado Espartero, que estaba en Murguía cuando recibió la órden de Córdova. Hallábase en este punto desde el 16 con su division, los escuadrones de lanceros y la brigada Vigo, incorporándosele el 17 la division Ribero, reuniendo así diez y siete batallones y dos escuadrones.

En la órden que por conducto de Oráa remitió Córdova á Espartero, e prevenia, que dejando la division de vanguardia en Murguía, marhara con el resto de la fuerza á Amurrio, y destacara desde este punto a division de Mendez Vigo, para que adelantándose sobre Valmaseda, eforzase, como dijimos, á Ezpeleta.

No pensaba Espartero conveniente esta operacion, y así lo hizo obervar, fundándose en la inconveniencia de dividir su gente separándola, sponiéndola así, y en ser más acertado el movimiento á las alturas de Jnzá y de Uyardi, llave de escelentes posiciones, y siendo él el responable de la operacion; la quiso como creia más acertado y convino con Dráa. De acuerdo, ó en contradiccion, se decidió Espartero á este plan, marchó con doce batallones á Amurrio, donde pernoctó el 18, yendo l brigadier Ribero con cinco á situarse en la empinada cresta de Unzá, ueblo insignificante.

ACCION DE UNZÁ.

XVIII.

Al amanecer el 19, Mendez Vigo marchó á imcorporarse al general Ezpeleta en Valmaseda, y Espartero tomó el camino de Orduña con odas las precauciones que exigia la vecindad del enemigo. No bien legaron las avanzadas á Orduña, abandonado por sus habitantes, desbedeciendo á Espartero, cuando se presentaron los carlistas coronando a alta cima de la Peña, enseñoreándose otras fuerzas al mismo tiempo e las alturas que dan frente á la de Unzá, donde se hallaba la vanguarlia que mandaba Ribero, quien despues de haber observado la marcha le Espartero, y que los carlistas salian detrás de él, hizo frente al eneaigo. Proponíanse los carlistas empeñar á Espartero en un movimiento obre la izquierda de Orduña, en tanto que el grueso de sus fuerzas baia á Ribero. Espartero, que comprendió este plan, trató de unirse con a division de Unzá, y al efecto salieron sus tropas de Orduña, avanzanlo en columnas paralelas á enseñorearse de la eminencia de Antomaña. Los carlistas, que debieron conocer esta intencion, se esforzaron en cerrar el desfiladero de este último punto; pero situó Espartero en la lanura el batallon de Gerona mandado por O'Donnell, y al frente de res escuadrones procuró franquear con el acero la garganta de Antonaña, y lo consiguió bizarro.

No estaban sin embargo vencidos los carlistas, que se presentaban en actitud imponente. Creyó Espartero que su enemigo aspiraba á doninar la altura por la parte de Urquiano; y siendo este punto importane, se apresuró á ganarle, cubriendo con sus tropas una línea de más le una legua, operacion tan acertada como bien ejecutada.

Ribero en tanto, al ver que los movimientos de los carlistas se encaminaban á hacerse dueños de Urquiano, marchó á impedirlo, y lo consiguió cuando ya habian puesto el pié en lo más empinado de aquellas crestas.

Este era el punto que interesaba á ambos combatientes: á él llevaba Eguía tropas de refresco; los más osados subian las dos terceras partes de aquella eminencia; pero tambien subian los soldados de la reina y hacian un fuego mortífero. Más no ceden por esto los carlistas: á cuerpo descubierto unos, y guarecidos otros en las quebraduras del terreno, se defienden y pelean con denuedo: la montaña se enrojece con la sangre que allí se derrama, y aumenta el estrago una batería de cuatro cañones que Espartero manda colocar en una elevacion conveniente, acompañando á sus estampidos el ruido de las bandas y los himnos patrióticos de las músicas.

Tres horas duraba el combate, y el empeño crecia sin enflaquecer el ánimo: las filas se veian mermadas; pero aumentado el aliento de los que sobrevivian. Espartero se impacienta, quiere decidir la accion, y prepara un golpe atrevido: recorre á galope su linea, escita el entusias mo de todos con su presencia y sus palabras de fuego, y al oir que los soldados le piden una carga decisiva, toda la línea se mueve rápida y simultáneamente, y desprendiéndose de las cumbres se precipita como un terrente desolador sobre las posiciones carlistas (1). No es ya el plomo el que hiere; son las bayonetas: con ellas se pelea esforzadamente, y con ellas se rechaza á los carlistas sobre Orduña, adelantándose la mayor parte hácia Amurrio.

Espartero reunió las tropas en Unzá para regresar á Vitoria, haciendo así infructuoso tanto heroismo, tanta sangre derramada. Pero faltábanle municiones, tenia interrumpida la comunicacion con el general en jefe, y los carlistas no se consideraban vencidos. Espartero no podia seguir más adelante, no podia permanecer en Unzá: aquella noche pernoctó en Subijana de Morillas, y el 20 fué á Nanclares, entrando el 21 en Victoria con el prestigio del vencedor.

le

Eguía se jactaba de haber impedido el paso á Espartero, y éste de haber hecho retirar á su contrario de las posiciones escogidas en que habia esperado.

(1) El cabo primero de la 2. de granaderos de la Princesa Hermenegildo Ortega se adelantó el primero, llegó hasta casi tocar la punta de las bayonetas enemigas, con asombro de todos y cayó herido; se incorpora y volvió á caer: recogido, fué atendido con el mayor esmero, interesándose todos los jefes por la vida de aquel héroe. Se le curó con las hilas hechas por la reina. se le premió con 6 reales diarios y la cruz de San Fernando, con la pension de 20 reales mensuales, se mandó se le atendiese para el ascenso á sargento, que se inscribiese su nombre en la órden del cuerpo, y se diese parte diario de su salud, etc., etc.

Mil hombres costó á unos y otros ganar y abandonar unas posiciones. A esto se reducia aquella guerra. Peleóse allí como en todas partes, con arrojo y constancia, siendo dignos competidores de Espartero, Ribero, O'Donnell, Escalera, Moltó y otros; y de Eguía, La Torre, Guibelalde, Sanz, Arroyo é Iturriza. La division Ribero que ocupó la vanguardia, fué la que más padeció.

La accion de Unzá fué para todos gloriosa; pero estéril para todos en resultados. Los dos partidos la presentaron como un triunfo para su causa, diciendo Eguía en su parte que la precipitacion con que se retiró Espartero, no le permitió llevarse algunos heridos que quedaron abandonados, segun manifestó Santocildes (1); más no fué así, sino que despues de hecha la cura de los heridos de unos y otros, dejó doce liberales y tres carlistas, por peligrosa su traslacion, haciendo responsable á la justicia de su asistencia.

El triunfo, sin embargo, fué indudablemente de Espartero, aunque no le aprovechó, porque era materialmente imposible, á no emprender otra accion, para la que no tenia elementos.

Tampoco podian avanzar los carlistas: estaban cansados y estenuados, pues habian andado doce leguas sin comer antes de entrar en accion (2).

(1) Excmo. señor: cumpliendo con las instrucciones de V. E. y las que posteriormente me dió el mariscal de campo don Simon de La Torre, he salido esta mañana del pueblo de Amurrio con veinte y cinco caballos del segundo provincial, á fin de observar y picar la retaguardia del enemigo, que precipitadamente se fugó anoche, y reconocer el campo de batalla de ayer. El resultado, Excmo. señor, consiste en que despues de haber ocupado toda la caballería y la de los oficiales en la conduccion de sus heridos, emprendieron su retirada por caminos sumamente difíciles à las once de la noche, hasta cuya hora, desde que cesó el fuego, replegó á la entrada del monte de Santiago por el pueblo de Jocano, donde y en los inmediatos permanecen ahora, que es la una de la tarde, con armas en pabellon, y se dice caminarán hácia Vitoria por la Puebla de Arganzon: que curaron más de quinientos heridos en el pueblo de Unzá, donde con la precipitacion de su marcha dejaron veinte y seis, que he dispuesto trasladar al hospital de Orduña; y por no haberlos curado sus compañeros han fallecido ya cuatro. Me he apoderado de un caballo tambien herido que abandonaron. En su línea de batalla y posiciones sucesivas que ocuparon, se ha dado sepultura á unos cincuenta muertos; pero me aseguran los paisanos de Oyardo, Unzá y Urquiano, que en una pieza inmediata à este último, precipitaron una infinidad de ellos, cuya operacion hubieran practicado con todos los demás si su anticipada fuga no se lo estorbara. Se cuenta un coronel muerto y varios oficiales, siendo de esta clase muchísimos los heridos; y tanto oficiales como tropa maldecian al jefe que los conduce á este país, publicando que siempre se van descalabrados. Los paisanos de estos pueblos han recogido muchísimos fusiles, que indicaré al comandante de armas de Orduña se los mande presentar. Cuantos pudieron inutilizar en el campo lo hicieron; pues está lleno de vestigios de haberlo asi hecho, como igualmente de morriones y otros efectos de muy mal uso. Dios guarde à V. E. muchos años. Unzá 20 de marzo de 1836.-Excmo. señor.-Bernardo Alonso Santocildes. -Excmo. señor general en jefe.

(2) Ribero fué promovido por su heróico comportamiento en esta batalla al empleo de mariscal de campo.

TOMO II.

57

MOVIMIENTOS DE EGUÍA.-OPERACIONES VARIAS.

XIX.

Villareal, siempre en observacion, al saber la marcha de Eguía para Ceanuri á la vista de Espartero, dispuso que la brigada Tarragual en Ochandiano, é Iturralde, cubriesen con cinco batallones las avenidas de

«Avanzaban los enemigos en columnas, protegidos por sus guerrillas y cuatro escuadrones y aunque fueron contenidos algun tiempo por una carga que les dió Espartero con los húsares acudiendo mayores fuerzas, recibieron las tropas la órden de continuar su movimiento sobra Unzá, quedando O'Donnell encargado de irse retirando por escalones, reteniendo al enemi2 3 hasta atravesar el llano y llegar al pié de las alturas: en ellas habia tomado posicion el brigadier Ribero, y la primera division debia verificarlo sucesivamente. Formados los batallones de Gerona en columnas cerradas por escalones, y teniendo desplegadas en tiradores tres de sus compañías, protegidas por dos escuadrones, ejecutó O'Donnell su movimiento de retirada paso á paso, reprimiendo á los enemigos, y rechazándoles siempre que quisieron cargar sus numerosas guerrillas, sostenidas por su caballería y por los batallones que habian entrado ya el la línea. Al llegar al pié de las alturas, entra el camino en una barrancada que forma un pe queño desfiladero; y para proteger el paso por éste de la caballería, dispuso O'Donnell que e primer batallon de Gerona desplegase en batalla, apoyando la izquierda en dos casas, y sosteniendo la derecha cubierta por el segundo batallon en masa, bajo la proteccion del fuego del batallon desplegado: la caballería pasó efectivamente el desfiladero, verificándolo despues el 2. batallon de Gerona: en cuanto al primero, lo hizo asimismo á retaguardia, con la misma serenidad con que se hubiera producido en una parada, bajo la proteccion de las companies de tiradores que habian ocupado las alturas que dominaban el camino: O'Donnell hubo de ser el último que pasó el desfiladero, acompañándole su ayudante de órden y un ordenanza de caballería.

Este mismo jefe fué encargado de defender con su brigada la izquierda de las posiciones de Unzá, lo que verificó, rechazando constante los empeñados ataques que el enemigo dirigió sebre aquel punto; y cuando el general Espartero dió la órden para cargar sobre los carlistas, O'Donnell, puesto á la cabeza de las compañías de tiradores, y sostenido por los batallones de su mando, arrolló al enemigo, persiguiéndole hasta el valle de Orduña. .

En este dia mereció O'Donnell los más distinguidos elogios del general Espartero; elogios que repitió despues, encontrándose en Vitoria al general en jefe, à quien rogó aprobase la propuesta de brigadier que hizo en su favor por creerla de rigorosa justicia. Aprobado por S. M., O'Donnell ascendió á dicho empleo con la antigüedad de la jornada de Unzá, el 19 de marzo. Antes de terminar este articulo, consignaremos unas líneas que sirven de consuelo en me dio del horror que inspiran tantos actos de barbarie que algunas veces ejecutaban unos otros combatientes.

Fué hecho prisionero en la anterior accion un capitan del ejército liberal y le condujeron la presencia del conde. Como generalmente sucede en estos casos, no llevaba el infeliz otro abrigo que la camisa, única prenda que sobre su cuerpo le habian dejado, y que no era la más apropósito para un dia de marzo y en la Peña de Nerva. Eguía al verle en tan deplorable estado olvidó la condicion de enemigo acordándose de que solo era su compatriota, y mandó à une sus ayudantes que le diera el capote con que éste se abrigaba. Así se ejecutó, y el oficial la reina, cuyo nombre ni aun le fué preguntado, salvó quizá su vida contra el rigor de la iatemperie, poniendo acaso en riesgo la del espresado ayudante, quien repetidas veces refiri luego el suceso, cual sin duda lo hará en el dia con más satisfacion, pues adherido al conver de Vergara, milita en las filas de los que eran entonces sus enemigos.

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