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alto de Salinas. Escalera se sostuvo bizarramente, sin que fuese bastante á arrojarle de sus posiciones el refuerzo que llegó á los carlistas. Unos y otros pasaron la noche sobre las armas, y á tiro de bala de distancia. Los carlistas habian agotado sus municiones, y tuvieron que tomarlas del castillo de Guevara.

Las tropas de Escalera bajaron el dia 24 á unirse con Córdova en la planicie de Arlaban, y Villarreal ocupó sus posiciones.

La legion portuguesa, que quedó en Vitoria, se unió al grueso de. ejército en la mañana de este dia.

Los batallones carlistas que estaban con Eguía, subieron por Salinas á Arlaban, y frente á frente de sus contrarios, se estuvieron contemplando algunas horas sin empeñar accion.

La division de Espartero marchó por las cordilleras de Arlaban y Jarindo á caer sobre Villarreal de Alava, donde la soldadesca incendió casas y ocasionó infinitos destrozos.

Por la tarde se cambiaron algunos tiros, y se dispararon algunos cañonazos sin notable resultado.

Eguía marchó á pernoctar á Escoriaza, y Villarreal á Marieta.

A una hora ya avanzada de la noche, ambos ejércitos, estenuados de fatiga, hambrientos y arrecidos de frio, vivaquearon en sus respectivas posiciones, y el 25, sin haber descansado lo suficiente, despues del toque de diana, reconcentró Córdova sus tropas, y tomó algunas disposi ciones para emprender la retirada.

Eguía colocó las suyas en las cordilleras de Jarindo, y el general Villarreal, siguió de cerca al ejército enemigo, que á la vez que se alejaba, el 26, descendian de sus posiciones algunos batallones carlistas, : y procuraban otros cortar por la izquierda á los soldados de la reina que penetraron en Villarreal de Alava.

El jefe carlista pudo haber provocado en esta ocasion la batalla; lo llano del terreno convidaba á ello, y así creyó Córdova lo haria; pero no era tal la intencion de Eguía; no se atrevia con su adversario, y se limitó á incomodarle en su retirada. No fué grande la molestia que sufrió en ella, sin embargo de que toda fué una série de acertados movimientos, hasta que regresó á Vitoria, quedando los carlistas en las posiciones que habian sido teatro de tan sangrientos combates, en los que perdió seiscientos hombres el ejército liberal, y otros tantos el contrario, contándose entre los heridos del primero á O'Donnell, y contuso Escalera, y entre los segundos, el general La Torre, como hemos dicho. De ambas huestes quedaron muertos en el campo algunos jefes de menor graduacion, siendo muy justamente sentida en la primera la del malogrado y valiente capitan don Marcelino Oráa, jóven bizarro y con una vida llena de gloriosas esperanzas. Al saber esta desgracia su padre,

gullo tambien del ejército, que se hallaba en el campamento, dijo á órdova estas palabras, dignas de un espartano:-«Mi general, no tenia ás que ese hijo, y le idolatraba; pero quisiera tener doce que sacrifiar por nuestra reina y nuestra patria. Vamos al enemigo y usted verá ue mis lágrimas privadas no me hacen olvidar mis deberes públicos.>> Córdova dirigió en Vitoria el 27 la palabra á sus soldados por medio e una alocucion, en la que relacionando los hechos más notables de is operaciones que acababan de tener lugar, enumeraba la parte que ada division habia tenido en los combates, haciendo de ellas los debios elogios y de sus jefes, Espartero (1), Escalera, O,Donnell, Ribero, Vigo, etc., etc. Comenzaba con estos párrafos, cuyo estilo era fiel traunto de los brios de su corazon.

«Compañeros: muy grandes han sido en estos cinco dias nuestras faigas, pero aun ha sido mayor nuestra firmeza y constancia, y esta soa idea bastaria á hacerlas gloriosas, si tantos otros grandes resultados acionales no fuesen tambien el precio de nuestro esfuerzo, si la gratiud de la patria entera no formase nuestra mejor recompensa.

«El enemigo conoció en el encuentro último que no hay posicion nexpugnable para vosotros, y espulsados por vuestras bayonetas de Arlaban, trabajó cuatro meses para cerrar por líneas y atrincharomienos dos leguas de montañas y desfiladeros. En ellas se creia invencible 7 hasta olvidó que allí mismo le habíais ya vencido. Arlaban está desinado á ser monumento de nuestras glorias.

«Nuestra marcha á Salvatierra obligó al enemigo á salir de sus líneas, pero no de sus gargantas y ásperas cordilleras. El dia 22 amaneció paa su afrenta, y vosotros llevasteis el grito de Isabel y libertad, muerte 5 victoria, á los altos del Pirineo. Las águilas volaban más bajas que las imas de los puertos de Aranzazu y San Adrian, que palmo á palmo disputaron los defensores de la Inquisicion, que palmo á palmo conquistaon los intrépidos soldados de la libertad española. Tres cordilleras paalelas, espesos bosques, grandes pantanos, nada pudo contener este lia vuestro ardimiento: fuísteis mas arriba que las nieves de mayo, cai tan altos como irá un dia la fama de vuestro esfuerzo, virtud y consancia.>>

Los carlistas se vanagloriaban al mismo tiempo, de estas operaciones,

(1) De este dijo: «Cupo á la bizarra tercera division la más difícil y gloriosa parte de esta ornada. El ataque de la izquierda fué el más largo, penoso y porfiado, y tambien el más fatal I enemigo, cuya mayor pérdida causó. Pero cuando tales cuerpos y soldados son dirigidos or la voz y el ejemplo de un general como don Baldomero Espartero, son invencibles.»>

y se jactaban de haber frustrado la promesa que habia hecho Córdova de penetrar en la córte de don Cárlos.

Otros daños, además de los que sufrió Villarreal de Alava, esperimentaron varios puntos al paso de las tropas de la reina, tan hostilizadas por el paisanaje, á quien más temian que á los armados voluntarios, porque no les combatian de frente, y con sus confidencias y avisos eran causa de tantos desastres, de contínua hostilidad, y de las privaciones que sufrian. El robo, el incendio, el asesinato, parecian formar el cortejo de los ejércitos.

CONSECUENCIAS DE LAS OPERACIONES DE ARLABAN Y OBSERVACIONES SOBRE LAS MISMAS.

XXVIII.

Apreciando debidamente los combates, no por su duracion ni por el número de sus muertos, sino por sus consecuencias, no son muy de estimar las que produjeron cinco dias de pelear en empinadas y escabrosas montañas, vestidas de nieve, sin poblacion ni abrigo, y sufriendo los inconvenientes del frio y de las lluvias.

Incompetentes en la materia, nada diremos acerca de la parte científica de aquella operacion, ni sobre el modo de ejecutarla; pero nos parece que no merecia tanto el ocupar aquellas posiciones para ser inmediatamente adandonadas. Verdad es que Córdova procedió bajo el supuesto equivocado de que en Arlaban tenian los carlistas una línea de sólidas fortificaciones que estaba construyendo hacia cuatro meses todo el ejército, y aun anunció en su parte oficial que las habia destruido, cuando solo encontró algunas zanjas y pequeños parapetos para resguardarse algunas compañías. Si hubiesen existido las decantadas líneas fortificadas en los altos de Arlaban, ¿hubieran sido tomadas estas posiciones con la facilidad que lo fueron? ¿No hubieran imposibilitado más el paso á Salinas? Con solo conocer ligeramente aquel terreno, que hemos examinado, se verá la facilidad de defenderle y hacer imposible su conquista con buenas fortificaciones. Eguía, don Cárlos Vargas, jefe de E. M. y cuantos se hallaron en aquella accion y hemos consultado recientemente, apelando á su conciencia y veracidad, han estado contestes en decirnos, que nunca existió la línea atrincherada que se supuso, y de que tanto se ha hablado, y que ni los carlistas dispararon un tiro en su defensa. Y al reconocer el terreno, no hemos visto la menor traza de ellas.

Esto, sin embargo, las operaciones sobre Arlaban, que fueron los combates de San Adrian, Ubidia y Villarreal, iufluyeron notablemente

lo moral del ejército, y en el espíritu público liberal, que vió á las tros ganar aquellos límites y penetrar en Guipúzcoa, si bien momentáente. Si en Salinas, ó mas adelante, todo el ejército hubiera podido jar á su espalda al enemigo, y batirle luego en movimiento retrógra, las operaciones habrian sido quizá decisivas, porque en aquellos baracos se habria enterrado la principal esperanza de uno ú otro bando. Pero el terreno presentaba una imposibilidad material para batirse, rque no pudiendo desplegarse ni medio batallon en línea, tenian que lear únicamente las cabezas de las columnas, y este modo de comba-es largo é incierto.

Por esto las operaciones en aquellas sierras no podian ser otra cosa e combates de guerrillas: no podian desenvolverse por esto grandes asas, no cabian sérios planes, que bastaba á destruir un grupo de teerarios ocultos en una peña.

Si tamaña importancia tenian las cumbres empinadas de Arlaban, or qué no quedó en ellas Córdova? ¿Por qué tanto apresuramiento de olver á Vitoria? ¿Cuánto más no habria podido estrechar desde ellas el rritorio enemigo? A menor distancia de Evans, con más facilidad de seer á Guevara ó dominarle, y casi á las puertas de Vitoria, que poa continuar siendo el cuartel general, se habria preparado así á una vasion simultánea de toda la línea.

Quizá estemos en un error; pero aumentando las fuerzas en la línea, tonces que se iban incorporando los quintos, que podian quedar en s puntos fortificados, no era difícil que en tanto que por el centro acoetiese Córdova, amenazando al cuartel general de don Cárlos, por la recha se penetrase por Zubiri y el Baztan, ó por Irurzun á Lecumbery se adelantase á batir de concierto con Evans á la division guipuzpana, al paso que por la izquierda, desde Valmaseda y Nanclares, se esen la mano con las fuerzas de Bilbao para batir á la division vizina.

Y no se crea que esta opinion es individual de quien juzga la guerra a su gabinete sobre el mapa: lo mismo que nosotros creemos lo temieon los carlistas, considerando segura la invasion, aunque limitada por centro; y tanto la temieron, que por el decreto de 18 de mayo, ordedon Cárlos un armamento general, de cuyo particular nos ocupareos oportunamente.

Desde Zumalacarregui era el principal pensamiento de los carlistas ás entendidos, avanzar la estension de su territorio; procurar más bien anar terreno que acciones; crecer así, y llegar al equilibrio necesario. Este era el mejor plan; asi como debia ser el de los liberales no darles egua ni descanso á fin de encerrarles donde no pudieran moverse, ó rrojarles á la costa donde su muerte era segura.

Opinan los mismos crrlistas que hubiera sido fácil al caudillo de la reina ejecutar el movimiento á Oñate que inició el 22, porque la columna que habia estado en Araya podia salir por San Adrian á los montes de Cegama, él desde Arriola y Sur Cruz á Aránzazu, y la vanguardia por Araoz saliendo á Plazaola, hubiese obtenido la posesion de Oñate aun cuando fuera momentánea, pero bastante para arruinar las maestranzas de los carlistas y obtener un triunfo moral de más valia que el del penoso movimiento que ejecutó para ir más arriba que las nieves de mayo y ver volar las águilas á sus pies, dejándolas para pasto en aquellos montes hombres, caballos, acémilas, bueyes, ganados y ambulancias, que escondian las crestas de las vertientes del elevado Pirineo.

Córdova comprendió ó vislumbró aquel plan, pero no pudo, quiz ejecutarlo. Lo tuvo presente al comenzar las operaciones de Arlaban; lo olvidó al concluirlas.

Los carlistas no esperimentaron en estos combates otra pérdida que la material de hombres; y si bien temieron el giro de la lucha al ver ense ñorearse el enemigo de sus puntos avanzados, de aquellas altas cumbres, que dominaban su territorio, se entregaron á una alegre confianza cuando las abandonaron tan considerables fuerzas y se replegaron á la llanura. Y hé aquí una nueva justificacion, si fuese menester, de nuestro juicio anterior, relativo á las operaciones esplicadas, que costaron tanta sangre al ejército de la reina, y que solo dieron el resultado útil de reanimar el espíritu de las tropas, antes abatido en desgraciados encuen tros, y cuyo valor y denuedo no necesitaban en verdad tan sangrientas pruebas.

Las acciones de Arlaban han sido y serán siempre objeto de reclamaciones. A los que se apoyan en los partes oficiales, les contestaremos, que en lo general, nos merecen escaso crédito, porque documentos de más fé los contradicen, y porque de atenernos á los partes de la Gaceta de Madrid, no hay razon para desechar los de la de Oñate, y si por unos ú otros nos guiáramos, habria tenido uno ú otro enemigo más pérdidas que hombres componian ambos ejércitos; los movimientos del que daba el parte eran acertadísimos, inteligentes; los ataques impetuosos, heróicos, y el enemigo siempre, huyendo, cuando no esterminado. Así pretenden algunos sea la historia de la guerra civil.

DEJA CÓRDOVA EL MANDO DEL EJÉRCITO Á ESPARTERO.-CAUSAS DE SU VENIDA.

XXIX.

Las operaciones de Arlaban fueron un nuevo desengaño para Córdova. No podia emprender otras, porque las tropas habian quedado estro

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