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Deadas despues de tantas privaciones y fatigas, y el material del ejércio, y porque escaseaban las subsistencias. El descanso era por lo meos necesario. Así lo dispuso Córdova, que recibió á este tiempo una carta de Madrid, pintándole el estado crítico de las cosas, la odiosidad le los ánimos, la lucha de los partidos, cuyos jefes habian llegado á atirse en duelo, el inminente peligro que corria la causa liberal, y diiéndole que, ya que una rara y feliz combinacion de circunstancias le acia en aquel momento el único hombre capaz de evitar los males púlicos, que debian temerse, y de templar la irritacion de los ánimos, failitando con su apoyo ó mediacion los acomodamientos que tan urgen(simamente reclamaba el peligro, le instaba-el que escribia-en nomre del bien público, á que partiese sin demora, sin reparar en dificultaes, inferiores todas á tan grande objeto.

Esta carta decidió un viaje ya proyectado, y que contaba con el cuerdo y autorizacion de Mendizabal. Córdova creia necesaria, indisensable, su presencia en Madrid, porque ni el país ni el gobierno conoian, en su opinion, la guerra, ni los elementos, necesidades, recursos dificultades para la misma, ni la direccion que podia dársele, ni su osible y probable término. «Yo no puedo, decia, satisfacer los deseos anifestados ni las exigencias generales, sino á las condiciones por mí spuestas, porque todo plan de campaña, toda empresa humana tiene ue ser proporcionada á los elementos en que estriba, ó subordinada á s dificultades que se le oponen. Ya que no pueden cumplirse aquellas ondiciones, ya que mi correspondencia no ha bastado á penetrar á la uperioridad de la situacion cierta, efectiva, material de las cosas; ya ue tampoco se me concede el permiso de retirarme del puesto en que mi esfuerzo ni mi capacidad son poderosos á lograr el fin sin alterar s medios, es menester que mis planes, mis ideas, mis temores y mis speranzas sean discutidos y juzgados, es preciso que el gobierno los jueces que él señale para oirme, se asocien á mi responsabilidad, aprueban, ó busquen otro que sepa, quiera ó pueda encargarse de haer más ó mejor si desaprueban.»

Añadíase á esta manifestacion tan resuelta la necesidad que tenia ejército de socorros (1) que podian entorpecerse por el cambio de mi

(1) La situacion pecuniaria de los ejércitos la muestra este importante documento: «Ministerio de la Guerra.-Excmo. Señor.-Al señor secretario interino del Despacho de Haenda digo hoy lo siguiente:-El presupuesto de los ejércitos de operaciones y de reserva en presente mes, asciende á 17.194,000 rs. vn. De positivo se sabe que en la pagaduría de los smos solo ha ingresado la insignificante suma de doscientos mil reales. De esta sencilla destracion se inflere cual será el conflicto del general en jefe para hacer frente à las obliganes tan urgentes y de tanta magnitud como son las que le rodean é indica en la adjunta coTOMO II. 61

nisterio, como empezó á suceder retirando la casa de Vazquez, á la caida de Mendizabal, 2.000,000 que tenia en Bayona para las atenciones de las tropas; y sin pérdida de tiempo, llevando á cabo su propósito, llamó Córdova á Espartero para encargarle interinamente el mando de aquellas.

No dejó de sorprender este paso porque no mediaba entre ambos jefes la mejor armonía (1). Rota aquella estrecha amistad que mútuamente se profesaban, unida por tantos vínculos, prescindiendo ambos, sin embargo, de sus resentimientos, deponiéndolos ante las aras de la patria, y sin otra pasion que el bien público, se ayudan mútuamente en los combates, propone Córdova á Espartero para el empleo de teniente general, que le fué concedido en 21 de junio por los méritos que contrajo en las jornadas descritas, y le llama á Vitoria para manifestarle, que debiendo marchar á la córte delegaba en él el mando del ejército. Hízole observar Espartero que no le correspondia, pues allí estaba el baron de ¦ Carondelet, jefe más antiguo; pero Córdova llevó adelante su empeño y tuvo al fin que aceptarle, con la recomendacion, que no nos esplicamos, de que no emprendiese ninguna operacion ofensiva durante su ausencia. ¿Temia la gloria que podia conquistar el jefe interino? ¿Queria prevenir una rivalidad que le perjudicase? ¿Desconfiaba de la suficiencia del que eligió entre todos para reemplazarle, tan ardiente y feliz en los combates?... No le prescribió, sin embargo, estuviese inmóvil, y no lo estuvo Espartero.

municacion. Podrá ser que á esta fecha haya algun tanto cambiado tan fatal estado de cosas si ha tenido efecto la real órden que por ese ministerio se comunicó al cónsul de Bayona, para. que de los diez millones que deberia recibir tuviese tres á disposicion del mencionado general y la de igual fecha en que se anunciaba que la casa de Vazquez de Burdeos facilitaria al or nador de los mismos ejércitos un millon de francos. Pero como todo esto no puede de maner alguna tranquilizar el real ánimo de S. M. en razon á que no hay seguridad de que la percep cion de las insinuadas sumas se realice, se ha servido mandar que haga à V. E. esta breve ma nifestacion, como de su real órden lo verifico, á fin de que por cuantos medios estén à su al cance vea el modo de socorrer à los referidos ejércitos con la urgencia que su crítica situacion imperiosamente reclama. »—De real órden lo traslado á V. E. para su conocimiento. -Dios gast de á V. E. muchos años. -Madrid 21 de mayo de 1836.-Manuel de Soria.-Señor general en fe de los ejércitos de operaciones y de reserva.

(1) Es digna de referirse la causa del resentimiento de Córdova con Espartero. Volvia ésta de Bilbao, donde estuvo curándose las heridas que recibió en el puente de Bolueta, y fué rech bido en Vitoria con aclamaciones de la tropa, cuyos vivas se reprodujeron en el teatro. Es fué mal mirado por Córdova, quien hallándose en una ocasion jugando al tresillo con Esparte ro y otros, sintió pasar á unos soldados cantando, y dijo al hoy duque de la Victoria: -Sin duda son esos soldados de la division de usted.

-Podrá ser, contestó; pero reflexionando en la intencion de la pregunta, ¿los ha conoci usted en la voz? le añadió.

-No, sino que son los más alborotadores.

-Tambien son los primeros que se baten.

Satisfecho Córdova de dejar en su lugar á Espartero, salió para Madrid el 28, con propósito de regresar á los diez ó doce dias, diciendo al ejército en dicha órden general que mientras reposaba de sus gloriosas y grandes fatigas, el interés de todos y el hacer más productivos los esfuerzos por la causa nacional, le obligaban á ausentarse poquísimos dias, para recibir del gobierno órdenes sobre varios puntos interesantes, esponerle detenidamente la situacion de la guerra, medios necesarios para su término, y que durante su ausencia quedaba al frente el «dignísimo Espartero, tan conocido por su denuedo de todos los valientes, como de todos amado por sus prendas y virtudes.» Les añadia, que de ellos y por ellos serian todos los instantes de su ausencia, esperando que continuarian siendo modelos de valor, constancia, patriotismo y disciplina, y esclavos de la ley, como hombres dignos de la libertad.

Seguiremos en la córte al jóven caudillo, pues aunque así nos desviamos un capítulo del teatro de la guerra, no es ajeno á la misma, por la íntima conexion que con ella tienen, el viaje y las conferencias que el general en jefe celebró en Madrid, y que tenian que influir en ella, como en efecto influyeron, por no ser otro su objeto.

CÓRDOVA ANTE EL CONSEJO DE MINISTROS Y DE GOBIERNO PRESIDIDO POR LA REINA GOBERNADORA.

XXX.

Al presentarse Córdova á Isturiz, declaró haciendo su profesion de fé, que ni era ni queria ser más que un soldado, obediente al gobierno, estraño á toda cuestion política, y completamente libre de empeños y de partidos. El nuevo ministrole pidió su cooperacion para reducir á don Antonio Seoane á que aceptase el ministerio de la Guerra; más siendo

--Eso lo hacen todos, replicó Córdova.

Espartero, levantándose entonces, y dando un puñetazo en la mesa, retó sofocado al general en jefe; más la mediacion de Orȧa y de los ayudantes evitó un duelo, que hubiera sido desastroso á la causa liberal, y producido un escándalo.

Córdova, sin embargo, desconfiaba de Espartero, y cuando dimitió el mando pesaroso sin duda de ello, trató de que la oficialidad del ejército espusiera en su favor, y temeroso de que Espartero no aprobara este proceder, le mandó llamar à Vitoria con premura, y marchó en tanto el coronel Alba con la esposicion para que la firmaran los oficiales de la division de Espartero, diciéndoles que éste ya lo habia hecho. Al saber despues un proceder tan poco franco, lo manifestó incomodado á Córdova, presentó su dimision, y en la conferencía que tuvieron le retó con acalorada resolucion. No tenia enemistad Espartero con Córdova; hubiera firmado gustoso la esposicion, aunque no la aprobaba, si se le hubiera dicho; pero el modo de que se valió le consideró como una ofensa, que pretendia lavarla con sangre. Córdova le tranquilizó, y al tenderle la mano la cogió Espartero y rasgó su dimision. Ambos eran dignos.

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inútiles sus instancias, señaló al general Vigo, que fué gustosamente aceptado.

En un consejo de ministros, á que Córdova asistió, se le pidió desig nase para Aragon un buen jefe de brigada, y señaló á Narvaez: otra vez se le pidió su opinion sobre una consulta del capitan general de Aragon sobre si fusilaba ó no á Torres y los jefes que con él habian caido prisioneros, en represalia de los oficiales prisioneros de la columna de Valdés fusilados por Cabrera, y fué de parecer que la justicia y la necesidad exigian el sacrificio de aquellos desgraciados (1).

(1) Al saber Villarreal el fusilamiento de Torres, escribió à Córdova lamentándose de esta infraccion del tratado de Elliot, que añadia á otras, que le ponian en el sensible caso de usar de represalias para hacer que se respetara el derecho de cuartel, represalias que ejecutaria en cuanto fuera ratificada la noticia.

Córdova, contestó que los indivíduos de quienes se trataba, habiendo sido ejecutados en Aragon, no pertenecian al ejército del Norte, aunque antes hubieran servido en él, sino á las tropas de Cataluña donde no regia el tratado, y por esta misma estipulacion invocada, tenia sin aplicacion sus beneficios á las demás provincias hasta que la guerra se estendiese á ellas, per la presencia de los dos ejércitos beligerantes, y como suponiendo que allí hubiese uno de ellos. no existian los dos para que fuesen reciprocos los beneficios y tuviese aplicacion el convenio, no podia argüirse infraccion de lo que no existia. Se estraña Córdova de la reclamacion, y manifiesta que el fusilamiento de Torres no es más que una represalia de los ejecutados en la misma provincia de Aragon con treinta oficiales hechos prisioneros por Cabrera sobre la columna del coronel Valdés, comandante general de la provincia de Soria. «Por lo tanto, añade, la ejecucion de los dos oficiales (los jefes Torres y Mombiola) entre los ocho ó nueve que se hicieron prisioneros por nuestras armas, es una prueba de que las autoridades de la reina, eu la triste necesidad de usar de represalias, y de satisfacer la vindicta pública cedieron à un deber rigoroso; pero con toda la humanidad que permitia el caso, y les aconsejaban sus sent mientos. Y es de notar la gran diferencia que existia entre ambas ejecuciones; pues la de Torres y Mombiola fué hecha por autoridades y tropa, que no dependiendo de mi mando, nada tenian que ver con la estipulacion, la que por lo tanto no pudieron infringir, cuando la de las oficiales de Valdés fué verificada por tropas que están bajo las suyas: diferencia harto notabe que la justicia de todo hombre imparcial, á cualquier partido que pertenezca, no dejará de calificar en todo su valor. Por último, Torres y Mombiola por haber pertenecido al ejército que usted manda, no tenian, como he demostrado, la inmunidad que para ellos se solicita. Más aun cuando por un solo momento lo concediese yo así, todavía quedaria destruido el valor de tan gran sofisma por la sola circunstancia de que entre los treinta oficiales de Valdés fusilados, habia muchos que sirvieron en los cuerpos de este ejército, y en los cuales habian hecho esta guerra.

Replicóle Villarreal, y le decia entre otras cosas.—«El artículo 8.o del convenio lo hace estensivo á las provincias á que se lleve la guerra, siempre que sean estos ejércitos los que pasen å hacerlo en ellas. Esto creo se verificó con la marcha del brigadier Guergué y la del coronel Gurrea, ambos precedian y dependian de las tropas que operaban en las tres provincias y Navarra; ambos pasaron y llevaron la guerra al Principado. En él, pues, debia desde aquel momento regir de derecho la capitulacion, y vd. no puede negar que existió tambien de hecho pues me ha entregado en varios canges muchos oficiales y voluntarios de dicha division, la cual observó constantemente las reglas de cuartel. Tal vez apelará vd. al regreso de la division Gurrea para querer deducir que en el acto de suceder debieron cesar los efectos del convenio pero esto no pasará de un subterfugio vacío de fundamento, porque no existe, ni está radicada en vd. la facultad de aclarar los casos no previstos. El referido convenio no abraza este ni le distingue, y como yo sabe vd. que los ejecutores de la ley no pueden tampoco distinguir don

Más no habia hecho Córdova para esto su viaje: deseaba ser oido en n solemne consejo estraordinario, y citado al fin para él, dejó la cama, onde le retenian sus dolencias, y corrió al Pardo, donde se habia de cebrar bajo la presidencia de la reina Gobernadora, y con asistencia de mbos consejos. Allí, en un discurso poético y fácil como su imaginaon, ardiente como su juvenil corazon, y con la franqueza del soldao, hizo una especie de revista retrospectiva de las causas que habian evado la guerra al estado en que se hallaba, de la situacion del ejército de su jefe; y ocupándose de la parte moral y política de la guerra, dijo especto á la cooperacion de la Francia que, si era y habia sido siempre artidario de esta gran medida, no siéndole posible dudar de un pronto, eguro y completo efecto para la pacificacion del reino, la tenia, sin emargo, por inasequible en aquellas circunstancias, y suplicaba al gobiero renunciase á solicitarla hasta adquirir la más infalible seguridad de

ella no lo hace. Este es un auxioma del derecho, y otro, no menos trillado y comun, inclirse á la indulgencia en las dudas que ofrezca la aplicacion de la sancion penal. La humanid lo dictaba tambien así, y así lo hizo el brigadier Guergué, que constantemente concedió artel á pesar del regreso de dicho Gurrea. No pudieron, pues, por él cesar los efectos de la pitulacion una vez establecidos, y si vd. ó su gobierno no convenian en este principio, deeron entablar la reclamacion en tiempo para ponernos de acuerdo, con conocimiento, ó sin de las córtes que intervinieron. Su silencio en esta parte concedió y justificó lo que por esblecido y observado hasta entonces no necesitaba espresarse en mi comunicacion del 24 de nio, á saber, que el convenio regia en Cataluña. Bien claro es, cuando don Baldomero Esparro, jefe superior de ese ejército por ausencia de vd., con fecha 12 del citado mes de junio me jo desde Vitoria. «De un dia á otro aguardo varios prisioneros, y las relaciones nominales de ros veinte y cuatro oficiales, y unos doscientos indivíduos de tropa que lo han sido últimaente en Aragon, incluso el brigadier de esas filas don Juan José de Torres, y así que las rea lo comunicaré á vd. para entablar otro cange, y dulcificar la suerte de los desgraciados ambas partes.» Sin duda vd. no tuvo presente los antecedentes de la plana mayor cuando presó en su contestacion, que Torres y sus compañeros no pertenecian á este ejército. Que deció vd. una distraccion muy notable al afirmar esta asercion bastaria para demostrarlo el eio de su sucesor en el mando accidental, que de motu propio, y sin cuestionar el punto, me błó de su prision, entendió ampliado el convenio à Cataluña, y consideró á los prisioneros pendientes de este ejército, que es lo que vd. quiere ahora negar, contradiciendo su propia nducta, pues antes juzgó como aquel jefe, y como él propuso, y se efectuaron los canges de e va hecha mencion, con otros oficiales que como Torres quedaron en Cataluña al volver el gadier Guergué à Navarra. A este y los demás, como á aquellos, debió, pues, concedérseles cuartel. En no haberlo verificado se faltó á la estipulacion, sin que pueda cohonestarlo el heo de Cabrera, con cuyas tropas no se observa, ni él está en el caso de observarla. Así es que do pasar por las armas á los oficiales de la columna de Valdés, porque aunque ésta dependiecomo vd. dice, del ejército de su mando, las tropas de Cabrera no proceden del mio, y en sejante concepto no tenian aquellos derecho al cuartel por la sencillísima razon de no haber vado la guerra al Aragon tropas de los dos ejércitos que combaten en estas provincias. Vea ted, pues, prohada la infraccion de que reclamé, y mi derecho á las represalias. No las he ado, sin embargo, por ser la primera que se ha perpetrado sin haber entrado en las aclaraones; pero hechas ya, debo reiterar á vd. que las llevaré á efecto en lo sucesivo en la forma e indiqué en mi espresado oficio. Sobre el que las provoque recaerá la sangre que se derray la inmensa responsabilidad de un negocio de tamaña magnitud y trascendencia.>>

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