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que á todos los jefes de su parcialidad, que á todos los de la contraria: eran españoles los de ambos bandos, y ni la victoria enaltecia á los unos, ni la derrota humillaba á los otros.

Los odios y rivalidades que al principio respetaron un tanto al veterano general, le hicieron al fin blanco de sus ocultos tiros y juguete de sus bastardas pasiones, á las que en vano trató de hacerse superior, por desiguales sus armas de buena ley. Algunos, como el general Gomez, le combatieron de frente, haciendo esposiciones á don Cárlos contra el mando de Eguía, consiguiendo con la que hizo en 1.o de junio aumentar los odios y rivalidades contra los carlistas. Con ánimo y necesidad de descansar durante algun tiempo, pasé á Durango. Más fatigado de los disgustos que hombres díscolos le causaran, que de los trabajos y penalidades de la guerra, que le compensaban sus lauros, se retiró tranquilo para volver á prestar sus servicios en otro puesto que le confiara el soberano.

MEMORIA SOBRE EL MANDO DE EGUIA.

XXXIV.

El mismo conde, con el noble anhelo de que merecieran todos sus actos la aprobacion de don Cárlos, le dirigió desde Durango el 22 de julio del mismo año, una memoria detallada de sus operaciones, en la que, despues de narrar imparcialmente sus hechos militares, esponiendo los resultados del plan ordenado por el cuartel general, la organizacion del ejército, su disciplina, la confianza que habia adquirido, y los recursos proporcionados, especialmente á la artillería, manifiesta que ya fijaban todos la vista como un objeto principal, en alejar el teatro de la guerra, olvidando los medios preciosos, ponderando la falta de subsistencias, y la impotencia de los liberales. «Los incautos seducidos, dice, y los malos con su dañada intencion de paralizar, trastornar y precipitar las operaciones, vociferan, y aun algunos de los jefes superiores, la necesidad de adelantarlas al interior por medio de espediciones á su voluntad, mas o menos numerosas segun las afecciones de cada uno..

«Lejos de mí la oposicion á las espediciones, (ojalá las proyectadas y cuantas se verifiquen tengan el mas feliz éxito) siempre que estas puedan ser apoyadas por el ejército de operaciones; más aun ha visto vuestra majestad que hallándase diseminado en atenciones particulares de las mismas provincias, que á la par que declaman la necesidad de variar el teatro de la guerra, y ponen tantas trabas al reemplazo del ejército, de sus reservas y del armamento general, quieren: Guipuzcoa un ejército que les quite el padrastro de San Sebastian; Vizcaya otro que

e la desembarace del de Bilbao; Alava que se la liberte de Vitoria; y Javarra que se la libre la ribera y los valles de la frontera, á la vez ue llamaba y se lamentaba de falta de recursos para sostener las limiadas fuerzas que tenia, siendo así que para tales operaciones era preciso ue todo el ejército obrase de frente ó de revés, y cuando los batallones spedicionarios, casi la única fuerza disponible, eran el antemural de la isma residencia de V. M. á la cual se dirigian los enemigos y de que al vez se habrian apoderado, sí con su auxilio no se les hubiera detenio en sus primeros pasos. De aquí tambien, señor, se deduce para la seuridad de la base de operaciones que cubrieran tan sagrados objetos, 1 circuspeccion que debia observar para desmembrar sus fuerzas íntein el enemigo dispuesto á aprovecharse de la ocasion, pudiera caer en iversas direcciones sobre su presa á favor de su indefension; á más de ue no vencido el ejército de operaciones y no cubriendo las provincias on sus reservas y el armamento general sus atenciones respectivas, era ien cortísima la que le quedaba cuando aumentaba sin desmembrar ni lejar sus batallones á operaciones que no le sean anejas y formen parte e las suyas, es la sola que puede progresar y marchar conteniendo y atiendo al enemigo para que vaya cediendo; dando lugar al mismo iempo que atrae sobre sí su atencion, á que evacue, respire el interior y é lugar á sus levantamientos y disgustos parciales que secunden y reparen el triunfo de V. M.» (1). Triunfo, añadia, que estaba reservado l ejército de operaciones, y no á los espedicionarios.

Criticábamos el sistema de Eguía objetando que, con él, poco ó nala se adelantaba; que durante el mando del conde se habia perdido en Navarra la línea de sus valles, y en Castilla el de Losa; más á esto conestaba el jefe dimisionario que, si bien los recorrian simultáneamente as tropas carlistas y liberales, si estos habian consolidado en ellas sus osiciones, no habia sido en el tiempo de su mando.

Y en efecto, databan desde la batalla de Mendigorría las fortificacioles de Lárraga y la línea del Arga, apoyada en Pamplona y estendida á os valles. El de Losa, cuyos recursos se creyeron tamaños, dió á la llerada del ejército á Medina de Pomar, un triste desengaño, pues no pulo alimentar al mismo ejército. Eguía tomó además el mando en circunstancias bien críticas, y no se le puede negar que supo hacerlas rente.

Ni son justificados los cargos de provincialismo que algunos le hicieron. Si mantuvo casi siempre su cuartel general en Llodio y Escoria

(1) A pesar de la redaccion tan oscura de este párrafo, no hemos creido conveniente alerarle

TOMO II.

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za, lo exigió así estar al frente del ejército enemigo, sin que por est: dejase de operar en Navarra y Vizcaya.

Eguía no pudo ciertamente hacer más de lo que hizo. Aquella guerra era superior á sus fuerzas, más debilitadas que con el mando del ejér cito con las intrigas de los cortesanos, que no perdonaban ni aun el erácter franco del que era blanco de sus tiros. Tenia que compartir é general en jefe sus atenciones, no solo entre sus soldados y el enemi go, sino entre los cortesanos, adversarios más temibles y menos vulrables.

REGRESO DE córdova al EJÉRCITO.-SITUACION DE este.

XXXV.

A mediados de junio llegó Córdova á Vitoria, su cuartel general, y enterado de la situacion del ejército, y despues de decirle que habia tenido el gusto de oir de los augustos labios de la reina gobernadora,—«jamás podremos pagar mi hija y yo todo lo que por nosotras hacen y padecen esos intrépidos defensores del trono y de la libertad española. asegúrales que mi afecto y gratitud son tan grandes como sus mereci mientos, y que sin los altos deberes del mando, ya hace mucho tiemp que estaria entre ellos participando de sus peligros y fatigas, y recom pensando por mi propia mano sus buenos hechos: quiero que sepan que les pago en afecto lo mucho que debo á su fidelidad y noble esfuerzo,» se aprestó á marchar á Navarra con el fin de hacer frente al enemigo que por este punto se reforzaba, y de operar por aquella parte que crey lo seria con más éxito que por la del centro é izquierda de la línea. Dispuso, aunque sin la mayor confianza de conseguirla, la ocupacion del Baztan, y previendo los obstáculos que opondrian á ella los carlistas. destacó el 22 al general Ribero con diez batallones, y le siguió el 25, dejando á Espartero en Alava con tres brigadas y la portuguesa, y á Tello en el valle de Mena, con órden de que guardasen el centro é izquierda de la línea, y se opusieran á toda costa al paso de las espediciones, ó las siguieran si no les era posible detenerlas. Así creia podrian entretener delante de sí el mayor número de fuerzas contrarias, y dejarle desembarazado en sus movimientos.

Tello recibió además órden de fortificar á Orduña y Arciniega, que reunian á otras ventajas, la de poder imposibilitar la salida por aquel punto de las espediciones carlistas, que eran el gran pensamiento del cuartel real.

Pero no todo sucedió á satisfaccion de Córdova. El calor rigoroso de la estacion obligó á Ribero á acortar las jornadas, perdiendo en el

primer dia trece hombres, y dejando trescientos enfermos en los puntos del tránsito.

El general en jefe llegó el 29 á Puente la Reina, y adoptó las disposiciones convenientes para evitar un golpe sobre el centro ó estrema izquierda.

Veia Córdova que el nuevo caudillo carlista inauguraba su mando con operaciones ofensivas, y creyó que entraba en su sistema atacar los dos estremos de la línea para mantenerse á la defensiva sobre su centro apoyándose en Salinas, cubriendo con algunos batallones en la Solana á Estella y los valles de Berrueza, Ega y demás de las vertientes meridionales de la sierra de Andia. Córdova confiaba la seguridad de la derecha de la línea á Meer, que supo defenderla el 24, y la izquierda á Espartero y Tello, quienes en combinacion con otros jefes, cuidaban Lambien del centro.

A fin de impedir la salida de la espedicion de Gomez, ordenó al comandante general de Vizcaya que del escedente de la guarnicion de Bilao, formase y embarcase para Santander una brigada.

En tanto, la situacion de las tropas del ejército de la reina en el Nore era la siguiente:

Dos mil quinientos hombres al mando del general Tello, se hallaban la estrema izquierda de la línea: ocho batallones al de Espartero, estaan en movimiento y combinacion desde Vitoria con la brigada portuuesa al mando de Das Antas, y tenian su asiento en Vitoria.

Dos protegian la caballería del brigadier Iribarren.

Nueve á las órdenes del general Ribero estaban acantonados en Puente la Reina; y finalmente, siete ú ocho se hallaban en las líneas de Zubiri con la legion auxiliar francesa.

Córdova marchó el 30 á Pamplona, á donde le llamaban asuntos de anto interés como urgencia, y principalmente la penuria en que de uevo se hallaba el ejército, aquella máquina que, como decia Córova, se habia hecho demasiado grande y pesada.

La salida al fin, de la espedicion de Gomez, y el desastre de Tello, ue trató de impedirla, empeorando la situacion del ejército, abrumaron Córdova, quien mandó contramarchar inmediatamente á Ribero en guimiento de aquel. Y esta inesperada desmembracion de fuerzas le aposibilitó las operaciones ofensivas que proyectaba.

«Horrorosa es mi posicion, decia al gocierno en 1.o de julio desde Pamplona... El que pide en Londres, París, ó Madrid una batalla, una victoria, la decision de la lucha al general que la dirige en Navarra, soo produce una prueba de cuanto puede estraviarse la razon... Resignalo yo hace mucho á ser la menos ilustre víctima, solo me cuido ya de cunplir un gran deber, repitiendo que con lo que tengo, no solo no pue

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do llevar á término la guerra, sino que con lo que me falta para existir no respondo de las más funestas consecuencias... La miseria de las tropas es tan grande que ya da lugar á desórdenes y actos de indisciplina, cuyo resultado temo... Verbalmente he recibido una queja de otro acto mas serio de indisciplina del regimiento N, que produjo el arrest◊ de muchos soldados, presentándose á seguida todos á reclamar parte en la pena como la tenian en las quejas. Ayer encontré yo mismo en marcha al regimiento de Chinchilla, que me saludó con aclamacion, y preguntando á los soldados. ¿Cómo va, muchachos? Mal, muy mal, mi general, fué la respuesta de muchos. Preguntándoles el motivo, me dijeron que hacia más de dos meses no recibian un real. Les pregunté si tambien les faltaba la constancia para sufrir por la patria, y gritaron: Esʊ no, hasta la muerte. Este cuerpo acaba de batirse brillantísimamente el 24 los envié 1,000 duros... Todas las tropas del general Ribero quedaron ayer y hoy sin pan: á la una de la noche emprendieron una larga marcha. ¡En tal estado; se quiere que triunfemos!>>

Tales y tan desconsoladoras eran las comunicaciones verídicas que Córdova dirigia al ministro de la Guerra, insistiendo en todas ellas en su inmediato reemplazo.

Y no era solo Córdova; casi todos los jefes presentaban su dimision por las mismas causas, porque no querian ver pereciendo de hambre al que derramaba su sangre por la patria; y si algun jefe, como Tello, mandaba, con la debida intervencion de la Hacienda, vender algunas fanegas de sal de las salinas de Rosio, para dar pan al soldado, medicinas á los enfermos y heridos y levantar fortificaciones al frente del enemi go, 'desaprobaba el gobierno su conducta en términos tan ofensivos, que obligaban al siempre caballeroso Tello á pedir su relevo y se le diera e el ejército otro destino cualquiera que fuese, en el que no tuviera qu' ocuparse más que de pelear.

Ya llegó el caso de dar en Pamplona una órden general recordanc á los soldados sus deberes con la patria, y su propio crédito, apelanco á su entusiasmo, á sus virtudes y sufrimiento para sobrellevar los m les que les asediaban. Convocó á la diputacion del reino para proveer las tropas, y en tanto que trabajosamente conseguia algunos recursis con que sostener apenas la subordinacion, y la causa del trono libera, los carlistas, tomando la ofensiva atacaban de nuevo la línea de Zubiri por la borda de Iñigo.

DON BRUNO DE VILLARREAL.

XXXVI.

Villarreal, sin ser un héroe, ni haber adquirido esa celebridad que dieron a otros más que los hechos propios las ajenas alabanzas, es un

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