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le los personages que más descollaron en el ejército carlista. Su repuacion, no usurpada como la de muchos, y su prestigio, fueron envidiaoles. Poseia un corazon noble, la ruda franqueza del soldado, y la sencillez del hombre que desdeña el trato de la córte. En su semblante se veia retratada la austeridad de su carácter y el valor de su pecho, y últimamente se notaban impresas en su rostro las huellas del dolor que le producian sus padecimientos físicos.

En medio del indiferentismo que le produjeron los desengaños, mayores acaso en él que en otros, por escesivamente confiado, solo tenia fé en la amistad.

Satisfecho con el testimonio de su conciencia, le estimaba en más que la gloria, y no anhelaba recompensas, permitiendo que corrieran impresos los más crasos errores acerca de sus hechos y persona, sin consentir ajena defensa (1). Cerrados sus labios para la mentira, siempre estaban abiertos para la verdad, por amarga que fuese, y esta tan rara como apreciable circunstancia, le atrajo disgustos y persecuciones y le tuvo espuesto á ser víctima del encono de los partidos.

Carlista por conviccion, soldado con fé, valiente sin orgullo, ha sido el jefe más querido de sus soldados, sin necesitar para su entusiasmo pomposas arengas. Breves sus palabras, pero firmes, llevaban la confianza á sus voluntarios y el ardimiento.

En Oriamendi, puesto á su cabeza, y apoyándose en un palo para subir la cuesta: A morir vamos: arriba, les dijo: y subieron resueltos y vencieron.

Nació en Larrea, provincia de Alava, el año segundo de este siglo, y á la vez que aprendia en el hogar doméstico ese noble proceder con que siempre se ha distinguido, se imbuia su jóven corazon en las ideas que teniendo por lema, rey, patria y religion, se identificaban con el espíritu religioso de los españoles. Por esto consideran muchos las opiniones realistas como una derivacion de los sentimientos religiosos, admitiendo cándidamente ese derecho divino de los reyes que no pudo resistir al libre exámen. Pero entonces se creia más que se pensaba, y la fé en ciertos principios no permitia consultar á la razon. Por esto el jóven Villarreal se dejó llevar del impulso de sus ideas, y contando apenas diez y nueve años, corrió á alistarse en la partida de don Gregorio Luzuriaga, que se levantó en Salvatierra el 15 de abril de 1821. Breve fué

(1) Aunque conseguimos de Villarreal lo que nadie, merced à la conviccion que tuvo de nuestro imparcial y leal proceder y á la amistad que nos unió, tuvimos que esforzarnos para saber la verdad de algunos hechos, que por modestia se resistia à confesar. La historia deberá á esta obra nuestra lo que nunca hubiera sabido sin ella.

esta su primer campaña, pues solo duró diez y seis dias. Retiróse á su hogar, y poco despues se halló en la accion del puente de su pueblo, sosteniéndole por espacio de dos horas con solo tres hombres de caballería contra veinte y ocho nacionales. Temerario arrojo que producia la conviccion de sus opiniones, siendo tal su decision, que á principios de 1822 llegó á reunir hasta cuatrocientos hombres armados, que present á don José Uranga, para combatir con ellos á los constitucionales, no poniéndose él mismo á su cabeza por la modesta repugnancia que siempre ha mostrado al mando. El 18 de julio ingresó de cadete en el regi miento de infantería de Alava, que formó la faccion, y se halló en l accion de Segura; el 28 en la de Villafranca, ambas en Guipúzcoa; el 31 en la de Araya-Alava;-el 2 de agosto en la toma de Villarreal de Guipúzcoa, entrando en dicho dia en Azpeitia y Azcoitia, luego en Oñate y otras poblaciones, recorriendo en todo el resto del año las Provincias Vascongadas, hasta que en 1823 penetró en la Rioja, hallándose el 18 de abril en el asalto de Logroño, terminando esta campaña en la espedicion de Estremadura al mando de Quesada, su mortal enemigo despues.

Pasó en 1824 al regimiento de Saboya, y despues al del Príncipe en 1828; rechazando con él la invasion de Mina por los Pirineos en 1830. Con tales antecedentes, no es de estrañar que en marzo de 1833 recibiese licencia ilimitada.

Aunque habia servido de capitan en el primer batallon de Alava y en el regimiento de Saboya 5.o de línea, fué clasificado como teniente.

la

Hallábase en su país natal cuando se enarbolaron los pendones de la insurreccion, que conmovieron todos los ánimos y escitaron todas las pasiones. Militar valiente, postergado en su carrera, y separado de ella. no podia ser indiferente á aquella lucha. Uno y otro campo le brindaban con un porvenir de gloria, y el que habia combatido en 1822 por el ab solutismo, el que por educacion era desafecto al sistema liberal, que le habian hecho creer desde sus principios como enemigo de la religion y del trono, no podia dudar ahora en la eleccion de bandera, y corrió á que ondeaba en las filas carlistas. La consecuencia y su interés, su patriotismo y su fé, lazos de antigua amistad y compañerismo, le llamaban y le llevaron á ellas. Nada más lógico y natural, por lo tanto, que Villarreal defendiera un sistema que el siglo ha reprobado. No fué, empero, fanático al defenderle. En el campo carlista no se le vió afiliado en el bando intolerante y sanguinario, autor de todos los males que se sentian; y tenemos tambien la conviccion, que si hubiese triunfado don Cárlos, no se hubiese asociado el noble y generoso alavés á una política teocrática y brutal, con su horrible séquito, como vino en 1821.

al

Villarreal ha odiado siempre derramar sangre inocente, por eso intercelió en favor de los prisioneros de Gamarra, que sacrificó inhumanamente Zumalacarregui, por eso salvó á otros, y si alguna vez empleó el rigor, creemos seguramente no estaria en su mano evitarlo. Miró con prevencion al partido teocrático, porque le conoció; y el que ha derramado su sangre por el absolutismo, y juró la Constitucion, tenia sentimientos más liberales que algunos de los que le combatieron en las filas de la reina.

Al principio de la guerra no se pensaba más que en pelear y vencer; por eso se ve á Villarreal y sus alaveses en todos los combates de importancia. Zumalacarregui cuenta con el valiente don Bruno para todas sus empresas, y despues de cada una queda más obligado para contar con él en las sucesivas.

Nunca faltó Villarreal á estos llamamientos: el peligro era el puesto de honor que ambicionaba, á él acudia contento, y de él volvia satisfecho. Sus bravos paisanos llegaron á escitar nobles rivalidades; se batian como leones. Más de una vez fueron presentados como ejemplo á los bizarros vizcainos, á los bravos guipuzcoanos, á los valientes na

varros.

Conociendo los alaveses liberales lo que valia Villarreal, le hicieron las más ventajosas proposiciones si abandonaba las armas: sus contestaciones fueron dignas de un espartano (1).

Nombrado para reemplazar al conde de Casa-Eguía, dimitió dos veces consecutivas, y otras tantas se le negó la dimision. No era el mando lo que Villarreal ambicionaba, sino la union de los carlistas y el batir á los enemigos.

Al ver la inutilidad de sus dimisiones escritas, envió al cuartel real al brigadier Sopelana, para que manifestase verbalmente á don Carlos, que el mando del ejército era una carga que no podia soportar, y que se hallaba además gravemente enfermo por las fatigas de la guerra, Creyó decisiva esta última consideracion, más se engañó: don Carlos se negó á oir disculpa alguna, y el súbdito, tuvo, á su pesar, que seguir con el mando.

Las circunstancias entonces no podian ser más difíciles. Los enemi

(1) Hallándose emigrado à la conclusion de la guerra, la diputacion alavesa, agradecida al noble comportamiento de Villarreal en la provincia, le ofreció una pension que sin compromiso de ningun género pudiese admitir: conformándose Villarreal con su pobreza, la rechazós dignamente. En vano insistió la diputacion en que aceptase aquel donativo á que quisieron contribuir los que habian sido sus enemigos, los que no habian podido desviarle de la causa carlista al comenzar la lucha, los que se habian batido con él. Esta es una de las más brillantes páginas de la vida de Villarreal, la que retrata su noble carácter, la que patentiza su digna altivez, la que evidencia su virtud, la que consignamos con orgullo.

gos eran muy superiores en fuerzas y en recursos: las intrigas se aumentaban de una manera repugnante en el campo carlista: los ojalateros clamaban porque se acabase la guerra, que entorpecian, para ir á disfrutar de los empleos y destinos que de antemano les concediera don Cárlos: algunos generales estaban profundamente enemistados entre sí, por ambicion de mando unos, de influencia otros, pero todos por ambicion.

Bien conocia Villarreal que se necesitaba una mano fuerte para terminar aquella anarquía de voluntades, para desarraigar aquel plantel de intrigas, para aniquilar aquel gérmen de desastres más ó menos próxi mos; más no creyéndose apto para ello, habria deseado mejor que le mandasen tomar una batería que dirigir el ejército, porque él era el capitan valiente, no el capitan político.

SISTEMA DE VILLARREAL.

XXXVII.

No hallando Villarreal medio decoroso de desentenderse de un mandc que le abrumaba por las contrariedades que sufria, y que cada vez sẽ hacia más pesado, procuró desempeñarle con honra y quedar airoso de su compromiso.

Conocia perfectamente que Córdova, despues de las últimas acciones de Arlaban no trataria de invadir las provincias, y se limitaria á mantenerse en sus líneas y márgenes del Ebro, continuando en su sistema de bloqueo. Pero temia se estrechase éste y llegasen á faltar los recursos necesarios para mantener un ejército que diariamente crecia, y penetrado de que el país vasco no podia soportar por mucho tiempo tan escesiva carga, y que no convenia permanecer reducidos al estrecho círculo en que se giraba, en el cual no se presentaba muy lisonjero el porvenir, se propuso estender y enlazar las operaciones por su derecha, desde las montañas de Santander hasta Galicia, y por la izquierda, desde el alto Aragon á Cataluña.

Este plan nos parece acertado, porque cuanto mayor fuera el perimetro en que obrasen los carlistas, mayor tenia que ser el círculo que los bloqueara, y si apenas podia Córdova cuidar una línea que llegaba desde los confines de Navarra á los de Vizcaya, menos podia guardarl adquiriendo una estension casi doble, y dejando á su espalda enemigos tan poderosos como los carlistas catalanes y aragoneses por una parte y tan osados como los gallegos por otra.

Villarreal, además, se propuso enviar una espedicion de cinco batallones y doscientos caballos á Galicia, cuyo proyecto envió á don Car

›s, suplicándole el sigilo, á fin de que los liberales le ignorasen. Aproado, Villarreal llamó á su cuartel al general don Miguel Gomez, y le reguntó si queria ir voluntariamente á mandar la espedicion. Asintió e buena gana, y se dispuso su salida, como veremos al tratar e ella.

Diremos aquí, sin embargo, que Villarreal prefirió á Gomez por conentarle y creerle más competente que otro para tan difícil empresa, o porque hubiera sido su compañero en el regimiento de Saboya, pues unque esta circunstancia le hacia conocerle á fondo, deseaba otro geeral para aquel mando, y no le hallaba.

Exigióle palabra de honor de conservar el secreto hasta el instante e marchar la espedicion, cuya salida solo se supo dos dias antes; y ene una media docena de personas se hicieron los preparativos, se escriieron las instrucciones, que aprobó don Cárlos, y se condujo todo á murrio, punto designado para la partida.

Villarreal, en tanto, se aprestaba á obrar contra el enemigo.

PERACIONES MILITARES.-SITIA VILLARREAL Á PEÑACERRADA.-SUFRIMIENTOS DE LA DIVISION QUE LEVANTÓ EL SITIO.-TRAICION DEL CURA DE DALLO.

XXXVIII.

Mientras las inmediaciones de San Sebastian y de Fuenterrabía eran eatro de repetidas escaramuzas, al estremo opuesto de la provincia, ó ea al frente del centro de la línea liberal y en ambos estremos, no estaan ociosas las armas de unos y otros combatientes.

En Vizcaya son los bilbainos los que trabajaban con empeño por evior el asedio de su querida villa, y en Navarra, los carlistas los que se roponian forzar aquella parte de la línea, no perdiendo ocasion de acoeter el punto que creian más vulnerable. Aunque no lo era del todo el erte de Tirapegui, guarnecido por legionarios franceses, dirigieron ontra él los carlistas su artillería, y se retiró la guarnicion á Larrasoaa, apoderándose de él los enemigos el 24 de junio. Acuden despues alunas fuerzas liberales, tienen lugar varios encuentros en la altura de Fuendulain y sus inmediaciones, y se traba en aquellos campos un chioue formal, que toma el nombre de Larrasoaña, donde las tropas de [eer y las enemigas de García se batieron con porfiado empeño, cauándose mútuamente pérdida considerable.

Al mismo tiempo que las fuerzas espedicionarias de Gomez salian de murrio, se dirigia Espartero desde Vitoria hácia Arlaban, y al saerlo Villarreal, que tenia su cuartel general en Salinas, mandó subir nos cnantos batallones, y se puso frente al caudillo liberal, rompien

TOMO II.

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