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do el fuego las guerrillas de una y otra parte antes de llegar á Villarrea. de Alava.

En esta poblacion supo Espartero la salida de la espedicion de Gmez y corrió á perseguirle.

No se escapó esto á Villarreal, y mandó preparar al punto unas piezas de artillería en el castillo de Guevara para atacar á Peñacerrada, t el caso de que saliesen tropas de Vitoria persiguiendo á Gomez.

Espartero salió en efecto el 27 de Vitoria por el camino de Castilla, y Villarreal, para detener su marcha, se dirigió á atacar á Peñacerrada. En la noche del 28 se hicieron las baterías, despues de algunas pequeñas escaramuzas, y al amanecer del 29 empezó el ataque contra aquella plaza que mandaba el cura de Dallo (1) y guarnecia el provincial de Ciudad Rodrigo con unos cuantos caballos. El jefe carlista llevaba á esta operacion cuatro batallones.

En cuanto se supo en Vitoria este suceso, Das Antas con sus portugueses y una brigada de tropas españolas de caballería é infantería y los peseteros mandados por Zurbano, acudió á socorrer á los sitiados, y su poniendo que los carlistas se posesionarian de las alturas que dominan el camino real que de Vitoria conduce á Peñacerrada, se dirigió por el camino viejo de Treviño.

La marcha fué penosa por el calor de la estacion y el interés que ha bia en llegar pronto para que no fuera inútil el auxilio; y poco acostum brados los portugueses á tan insufrible fatiga bajo la influencia de sol abrasador, quedaban rezagados unos, sucumbian otros, y morian no pocos á pesar de los remedios que el cuerpo de sanidad les prestab solícito.

La última tirada de camino fué aun más terrible: tenian que subiras tropas á unos montes elevadísimos y ásperos, ¡y percibiendo el baron e fuego incesante que la artillería y fusilería hacia contra Peñacerrada, maa dó redoblar más el paso, y el soldado corriendo por aquella encañada.

(1) Don Isidoro Antonio de Eguilaz nació en Gaseo, á un cuarto de hora de Salvatierra. Ante de comenzar la guerra civil se hallaba de beneficiado en el pueblo de Dallo, frente al cast de Guevara, que apenas contará de quince à veinte vecinos, no bien avenidos con la condu de su beneficiado, poco adecuada á su mision evangélica.

Al proclamarse en Alava á don Carlos, se presentó este sacerdote en Salvatierra al ger Uranga el 7 de octubre; pero este militar, hombre religioso, y los que estaban a su lado, let cibieron con frialdad porque no tenian interés en atraerse á este partidario. Fue tolerado. embargo, al lado de los carlistas, hasta que á la llegada de Sarsfield á Vitoria varió de bandita y se pronunció abiertamente contra don Carlos, militando con los peseleros, en cuya comp hacia salidas contra sus antiguos compañeros, distinguiéndose por sus escesos contra pas nos indefensos. Pero como sus espediciones produjesen resultados de importancia, fué ast diendo, ya en uno, ya en otro campo, hasta coronel, y llegó á ser gobernador de Peñacer

rdenos sus labios de sed sin que le fuese permitido refrescarles en las npidas aguas de los arroyos que encontraba á su paso, sufriendo así verdadero suplicio de Tántalo, caia exánime, y perecieron horribleente cien héroes de cien combates.

Al presentarse Das Antas al frente de Peñacerrada, mandó Villarreal tirar su artillería, y esperó á su contrario en posicion á cierta distancia › la plaza.

Los liberales descansaron en las posiciones de que se habian posesiodo, y marcharon despues con direccion á Treviño.

Peñacerrada se salvó por el valor denodado de sus defensores y el xilio de la division que le socorrió, y como si esta hubiese ido á luchar n los elementos y no con los hombres, como si hubiese tenido por eneigo al sol, que asfixió á tantos hombres á la ida, descargó á la vuelta la tempestad que ahogó á no pocos. La tormenta y la noche halló á s tropas en el camino: la pavorosa oscuridad era solo interrumpida por fulgor de los relámpagos, que estra viaba á los soldados, que marando á la aventura, caian en los torrentes, poco antes fáciles arroyos, hallaban en ellos su tumba. Algunos, enfermos del calor del dia ante›r, fueron por precision abandonados a la muerte, y la division toda se ¿persó, llegando parte á Treviño, y parte quedando en los caseríos y deas inmediatas.

Das Antas estableció su cuartel general en Treviño, para estar proná acudir á Peñacerrada, cuyas fortificaciones se empezaron á reparar los estragos causados por los carlistas, que sufrieron alguna pérdida las salidas que hizo la guarnicion, y en la defensa de la plaza, partipada por el gobernador Eguilaz en una de las más entusiastas comucaciones que pudiera escribir el liberal más decidido.

Los defensores de Peñacerrada tuvieron un muerto, diez y siete helos y diez contusos.

Al batir en esta ocasion Villarreal á Peñacerrada, no es cierto, como gunos han supuesto, que estuviera ya en inteligencia con el cura Da. Este, por el contrario, temiendo quizá por su vida, si Villarreal más ortunado, se apoderaba de Peñacerrada, le escribió una carta diciénle, que si le perdonaba, entraria en negociaciones con él. La contescion fué que, no solo seria perdonado, sino que se le conservaria el pleo quele habia dado la reina, si de buena fé se prestaba á entregar plaza; para lo cual debia proponer los medios. Acto contínuo contesdando tales seguridades, que no vaciló Villarreal ni un instante en eer que obraba de buena fé.

Estaba Zurbano en Peñacerrada con su gente, y el dia dispuesto para e se verificase la entrega de la plaza, saldria el valiente riojano antes amanecer hácia su país, pasando el puerto de Rivas con su fuerza y

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la mayor parte de la guarnicion, quedándose el cura en la plaza con muy poca tropa: Villarreal tendria dos batallones emboscados en el punto por donde debia pasar Zurbano, y cuando éste se viese acometido entregaria el cura la plaza.

Esto asegurado por el buen cura, á las dos de la mañana del dia er que se habia de ejecutar este plan, estaba Villarreal con diez batallones á media hora de Peñacerrada, cuando se le presentó el antiguo párroco de Dallo, diciéndole que se habia sospechado de él, y habia tenido que fugarse saltando por la muralla. Y así es la verdad.

Villarreal en su consecuencia retiró sus fuerzas, y marchó á la llanada de Alava, lamentando que por la imprudencia del cura, á quien fall el conveniente disimulo, no fuese dueño de su codiciada presa, de inmensa utilidad en aquellas circunstancias.

ACCION EN LA DERECHA DE LA LÍNEA LIBERAL.-DESCONTENTO DEL EJÉR CITO. PASAN EL EBRO LAS FUERZAS ESPEDICIONARIAS MANDADAS POR DON

BASILIO.

XXXIX.

El comandante general carlista de Navarra, don Francisco Garcia, empeñado en no dar tregua ni descanso á sus enemigos, les acometió de nuevo el 4 de julio.

Hallábase el dia anterior en Eugui con su division, y dadas las or denes necesarias comenzó á batir á la madrugada del 4 la Borda di Crucero de Cilbeti, apoderándose de ella, merced al acierto de los dis paros de cañon que desplomaron el techo del edificio y le incendiaro, obligando á la compañía de Borbon que en él se encerraba, á batirse ecampo raso y á rendirse al mayor número, viéndose al retirarse á Er envuelta por dos batallones.

Las fuerzas liberales que habia en este punto y en Linzuain, subierea á proteger á sus compañeros; pero fueron tambien acometidos y recha zados. Los defensores de toda aquella parte de la línea de Zubiri se po nen en movimiento, piden socorro á Pamplona, sale Córdova precipitadamente, y él y Meer y Bernelle contienen el ímpetu de los carlistas, que resistian valientes la fuerte embestida de los franceses. Sigue, sin em bargo, el combate: menudean las cargas á la bayoneta, y no cesa el fue go de fusilería y de cañon; pero ceden al final los carlistas y se pronur cian en retirada, ocupando sus posiciones los liberales, y persiguiende les cuanto les permitia el terreno.

Ambas huestes tuvieron que lamentar pérdidas considerables, contaron ambas prisioneros y pasados.

Don Francisco García fué ascendido por don Cárlos á mariscal de campo en premio de su brillante comportamiento, que se publicó en la Gaceta estraordinaria como una nueva victoria en Navarra, que igualmente se atribuyeron las armas liberales, y con más razon sin duda, toda vez que fueron dueños del campo de batalla y persiguieron al enemigo.

Córdova regresó á Pamplona, de donde salió el 6 á pernoctar en Puente, haciéndolo el 7 en Alcanadre y el 8 en Haro, á cuyo punto le llegó la noticia de los escesos de insubordinacion é indisciplina cometidos por un batallon de Gerona, acantonado fuera de la vista de Ribero, y que sufria mal las fatigas de tan continuadas marchas y la escasez de víveres, tomando de aquí pretesto algunos agentes para hacer pronunciarse al ejército contra el gobierno. La autoridad de los jefes empezaba á ser desobedecida: algunos soldados se pasaban al enemigo, otros desertaban á Aragon, y un estado de cosas tan deplorable tenia que traer muy funestas consecuencias. Córdova procuraba remediarle; habia dado una alocucion al ejército, llamando malvados y enemigos de la patria á los que invocaban su nombre para desgarrarle, aclamando la libertad (1); y al oir que se le tomaba por pretesto y causa de aquellos males, corrió á contenerlos, y lo consiguió al presentarse solo, conjurando momentáneamente aquella crísis, la más fatal sin duda en un ejército al frente del enemigo. Y era más grave en aquella época, porque ya se habian soltado los vientos que habian de producir la tempestad de la Granja. La mitad de la Península se habia declarado en abierta rebelion, y el gobierno, combatido á la vez por los carlistas y por los liberales, ni tenia fuerza, ni prestigio, ni dinero.

A fin de cubrir la ribera del Ebro, estableció Córdova su cuartel general en Miranda, escalonando sus cortas fuerzas hácia Vitoria, en cuyos alrededores se hallaba la segunda division y la brigada portuguesa. Otra envió á Briones, con objeto de cubrir aquellos vados é impedir el paso de una nueva espedicion que creia marchase por allí.

Era el destinado á mandarla el brigadier don Basilio Antonio García, é iba de segundo jefe el coronel don Juan Manuel de Balmaseda. A pesar de los preparativos de Córdova no se varió de resolucion en el real de don Cárlos, y emprendió aquella la marcha el 11 desde Piedramillera con dos batallones y cien caballos, pasando el 13 el Ebro por Agoncillo, en cuyo punto hizo nueve nacionales prisioneros. Dicho se está que no impidió su paso la brigaba de Briones, como era su objeto, perdiendo un tiempo precioso en disposiciones que debemos juzgar inútiles por los resultados. Y es más inesplicable aun en ella, que hallándose en Lodosa

(1) Véase documento núm. 51.

la division de caballería de la Ribera el mismo dia del paso de la espedicion, ni aun tratase de oponerse, cuando casi pudo tenerla á la vista.

No esperaba tan misterioso y punible descuido don Basilio, y anduvo vacilante en sus movimientos; pero al fin se propuso seguir adelante, y siguió, pudiendo reirse de sus adversarios.

Esta falta no lo fué del general en jefe. Tocaba á los de division cubrir su puesto y sus inmediaciones, y suya aparece la responsabilidad del paso de aquellas fuerzas que fueron á llevar en tan crítica ocasion la alarma y la guerra á otros puntos de suyo dispuestos á aumentar los males que tanto aquejaban al país.

Amagan los carlistas con nuevas espediciones á la Rioja para llamar la atencion de sus contrarios sobre aquel punto, y Córdova envia algunas fuerzas á reforzar las encargadas de perseguir á las espedicionarias, y quinientos hombres para guarnecer á Burgos, sobre cuya ciudad tenian planes nada desacertados los carlistas, contando en ella con poderosos amigos, especialmente del clero.

OPERACIONES SOBRE FUENTERRABÍA Y LA LÍNEA DE SAN SEBASTIAN.

XL.

Habia reemplazado á Iturriza en el mando de las fuerzas de Guipúz coa, el mariscal de campo don Bartolomé Guibelalde, militar instruido, organizador y de prestigio, aunque de poca fibra en los ataques, perc le rodeaban jefes tan escelentes como Vargas, Alzá, Iturriaga, Iturbe y otros, y ayudándole todos y de acuerdo con la diputacion, aumentć con una saca de mozos, los batallones hasta 900 plazas cada uno; formó el 7.o y 8.o, una compañía de artillería, otra de caballería, titulada de ordenanzas, y otra de zapadores, llegando á ser la division guipuzcoana una de las más brillantes del ejército carlista.

Tenia proyectado Evans hacer un reconocimiento sobre Fuenterrabía, y emprendió su propósito el 10 de julio atravesando rápidamente desde Pasages el monte Jaizquibel, auxiliado por la marina, y se presentó el 11 ante Fuenterrabía.

Supo Guibelalde el intento de su contrario, vió sus primeros movimientos, dejó encomendada la defensa de la línea de San Sebastian al coronel don Joaquin Julian Alzá, marchó por la carretera de Irun, y al llegar á la vista de Fuenterrabía, la encontró atacada con empeño por mar y tierra.

Su guarnicion era corta; solo constaba de dos compañías y unos cien paisanos armados; pero se defendian tras de aquellos muros con heróica resolucion.

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