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ga, y algunos más, diónúcleo á un bando que se denominó andaluz, aunque no tuvo luego las consecuencias que otros.

Ya partieran solo de Corpas, ó de todos sus compañeros, se les atribuyeron los golpes dirigidos contra Cruz-Mayor y Eguía, ridiculizando al primero y censurando al segundo con demasiada acritud. Repetíanse las sátiras que salian de este círculo, y corrian con falsa autoridad en desprestigio de la verdadera. Así lograron indisponer á Eguía con el respetable Penne de Villemur, que sobrellevaba con trabajo el ministerio de la Guerra, muy pesado para su edad; y solo despues de los primeros combates en Arlaban dieron treguas los de aquel bando á su poco digna tarea, que causaba más terribles heridas con sus epígramas, que el enemigo con el acero.

SISTEMA DE CÓRDOVA.

XLIV.

Dice Córdova que admitió por base de su sistema un principio, y por la de éste, hechos, que califica de nunca desmentidos y siempre acreditados, deduciendo de su razonamiento, que los combates que pudieran librarse al enemigo, eran infructuosos, naciendo de aquí su plan no elegido, sino aceptado, forzosamente único, resignándose á preferir el modelo de Favio al de Anibal, que hubiese lisonjeado más su amor propio.

Reducíase este plan á bloquear á los carlistas, y por consiguiente á circumbalarlos con una línea, á la vez que defensiva, ofensiva, siguiendo en esto á don Gerónimo Valdés, que proyectó el sistema de líneas y aun comenzó á fortificar á Lerin y otros puntos como principio ó base de su plan.

La primera línea de bloqueo que estableció fué la del Bajo Arga, cuya importancia es evidente, pues daba al ejército liberal el dominio de esta parte, que constituia la derecha de las líneas.

Fué la segunda, y ocupaba el centro, la del Zadorra, importante tambien por ser Vitoria la base de las operaciones. Por esta parte se plantearon simultáneamente otras cuatro líneas, á saber: en el Ebro, en la Rioja alavesa, en el condado de Treviño, y en el Alto Arga.

La del Ebro abrazaba los puntos de Miranda, Puente Larrá, Haro y Logroño, todos del mayor interés por su posicion, por su vecindario y por sus recursos.

La de la Rioja alavesa, los de la Guardia y San Vicente.

La del condado de Treviño se apoyaba en la villa de este nombre y en Peñacerrada.

TOMO II.

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Y la de Zubiri, ó el Alto Arga, era la continuacion de la primera sobre este rio desde el Ebro por Pamplona, y prolongándose por la parte alta del rio, llegaba á los Alduides.

A la izquierda, la línea de la ria de Bilbao, tenia por objeto facilitar las comunicaciones con el mar; y aunque Córdova trataba de establecer sus líneas desde Puentelarrá hasta más allá de Valmaseda, pasando por Villalba de Losa, no llevó adelante esta parte de su proyecto.

Estas líneas, llamadas de bloqueo, pretendian impedir la introduccion de toda clase de artículos en territorio enemigo, fundamento constitutivo del sistema de Córdova, que no por esto rehuia los combates; pero no queria empañarles con perjuicio evidente, sin utilidad probable, ó al menos posible, proponiéndose «avanzar en la empresa sólidamente, mediante la adquisicion, dominio y pacificacion de los territorios productores, y reduciendo la rebelion á sus estériles montañas, y por consiguiente á la imperiosa necesidad de salir de ellas para buscar la vida y encontrar la derrota, la desmoralizacion y la muerte en nuestro terreno.>>

Las líneas fortificadas suelen ser útiles en todas las guerras, porque sirven de base y centro de operaciones, y son á la vez una gran defensa contra los ataques enemigos. Pero para que llene ambos fines, no ha de tener interrupcion la línea y ha de estar bien guarnecida. La de Cordova, tan estensa, no llegó á verse en este caso, á no ser en su derecha, y aun por ella pasó Batanero con su fuerza espedicionaria, y por ella se introdujeron víveres, municiones y otros efectos, si bien su entrada se fué haciendo cada vez más difícil, poniendo en grande aprieto á los carlistas, con ventaja de sus contrarios, que se apoderaban de remesas abundantes.

En circunstancias tan apuradas para los carlistas, la Francia restablece con ellos su tráfico, y el plan de Córdova recibe un golpe terrible, precisamente en su parte principal.

La máxima de Córdova de que el único medio de hacer aquella guerra era no hacerla, veíase destruida por éste y otros contratiempos. Y era algo acertado su juicio; de parte de sus adversarios estaban todas las ventajas; aceptar la lucha que ofrecian en sus montañas inaccesibles era destruir el ejército, y el resto del país, era eternizar la guerra: que la necesidad les trajese á terreno donde no fuese estéril la constancia y sufrimiento de sus camaradas, y la patria, en vez de lamentar desastres, cantaria victorias. Las tropas de la reina hacian en esta contienda d mismo papel que las de Bonaparte años antes. Las águilas francesas, & que sin obstáculos habian paseado su raudo vuelo por Austerlitz y Marengo, por Lodi y Arcola, por Friedlam y Jena, que habian posado or gullosas sobre las Pirámides, se estrellaron ante nuestras cumbres.

Entraba en el sistema de Córdova, sin embargo de su bien probado valor y ardimiento, la intervencion armada de la Francia. Así que un ejército francés, envolviendo por su espalda á los carlistas, haria que don Cárlos no tuviese otro remedio que capitular al instante, solicitando condiciones honrosas con que retirarse de una lucha imposible. Podrá parecer á algunos poco patriótico este deseo; pero si nos trasladamos á aquella época, convendremos en que no se presentaba otro medio de acabar tan funesta lucha, lo cual era más patriótico que su prolongacion. Y el propósito de Córdova se habria por fin realizado sin el Convenio de Vergara. Españoles unos y otros, se habrian destruido á la larga, nunca se habrian vencido, porque todos eran igualmente esforzados. Con la intervencion tampoco se habrian dado vencedores ni vencidos, y el bien de la patria habria sido lo primero.

JUICIO CRÍTICO DEL MANDO DE CÓRDOVA.

XLV.

Dicho lo que precede acerca del sistema que Córdova se propuso y siguió en cuanto pudo al objeto porque tanto hizo de dar á su país la paz que necesitaba, emprenderemos, por ingrata que nos sea, la tarea difícil de juzgar sus hechos en la época de su mando.

Córdova es uno de los jefes que más datos han dejado á la historia para juzgarle, lo cual creemos muy difícil, sin embargo. Mucho ha escrito, mucho contieren sus Memorias; pero es aun más lo que está inédito, y que, si no destruye lo que se conoce, lo modifica en muchos puntos, porque en cuestiones de la naturaleza de la presente, es preciso saber las causas.

Al juzgar á Córdova, no se puede perder de vista una circunstancia muy esencial, y es la de que debia más á su talento que á su pericia en el arte de la guerra. Separado de las armas de subalterno, vuelve á ellas de general, y en este intervalo manifiesta más inclinacion, más acierto en manejar la pluma que la espada, gusta más de las luchas de la diplomacia que de las de la milicia. Si con tanta fé corrió al campo á combatir por la libertad, fué par su deseo de regenerarse políticamente en esta lucha, que le presentata los medios de conseguir la gloria que tanto ambicionaba su jóven corazon. Por esto su entusiasmo, por esto el horrible martirio que le haciar padecer los obstáculos que le entorpecian su marcha, tan gloriosamente inagurada en Mendigorría; aunque no sacó todas las ventajas que pudc y debió.

Ya conocemos las disposiciones del ejército carlista, y el plan de su córte; las circunstancias varian mucho en el otro.

Su objeto era defensivo, conservador y ofensivo; tenia que defender una línea de cerca de cien leguas, que conservar multitud de puntos más ó menos inmediatos á ella, y aun socorrer á otros, y ofender al enemigo en su propio territorio, buscándole en terreno desventajoso siempre para el agresor.

La dilatada estension de la línea liberal presentaba muchos puntos vulnerables, al paso que los carlistas tenian por antemural de su territorio empinadas montañas, que eran por sí solas formidables posiciones. Detrás de ellas todo el país era suyo, tenia en él todo lo que daba de sí. El ejército liberal carecia de todo y ocupaba un país hostil, hasta el punto que no hallaba muchas veces á ningun precio un espía, cuando se brindaban á serlo de los carlistas hasta las mujeres (1). Su situacion, pues, no podia ser más difícil y angustiosa, y el jefe tenia que obrar casi siempre sin conocimiento apenas de la posicion del enemigo ni de su número (2).

(1) «En cuarenta y ocho horas fueron interceptadas trece comunicaciones que dirigí desde Estella á los generales mis compañeros. De veinte mensajeros, lcs diez y nueve van á presentar á los rebeldes su mensaje, y el que es fiel, raras veces escapa y llega.»>

(2) El mismo Córdova lo manifiesta diciendo que:

(Memoria justificativa.)

«Respecto á la moralidad, la ventaja es mayor aun de parte de los rebeldes. El ejército de la reina ha de obrar y marchar unido, cargado, obstruido, compacto, en todo el número que necesita para combatir á todo el ejército enemigo que puede presentársele; su marcha es por consiguiente lentísima, su alojamiento dificilisimo; en seis ú ocho casas hay muchas veces que encajonar una division de seis batallones; el paso de un rio, de un desfiladero, de cualquier obstáculo, consume un dia, y la llegada de la noche es fatal y justamente temida de todos; à cuarto de legua del lugar en que debe pernoctar, cuando oscurece, pasa muchas veces ses! ocho horas sin llegar, y cuando ha llegado, halla tinieblas, casas cerradas ú ocupadas por primeros llegados, confusion, obstruccion y desórden inevitables. Despues de quince ó vein » horas de marcha o combate, es menester en los cantones cubrir todos los puntos y avenidas, establecer retenes y guardias en todas las casas; la mitad de la fueʼza vela por la otra mita Muchas veces es forzoso campar con cualquier tiempo, en todas estaciones, y no siempre con agua y leña para guisar y calentarse; y al segundo dia el soldado se encuentra transido, pos; trado, enfermo, privado de aquel buen humor, que es la condicion će su fuerza, la señal de sa ánimo esforzado y la prenda segura de la victoria, porque el buen humor, el arrojo y la confianza son cualidades del alma, que estriban en la fuerza animal, y esta no se sostiene sina con el alimento, el sueño y el descanso. Durante la marcha todo es preciso reconocerlo i flanquearlo; la distancia se anda dos veces; el camino es demasiado regalo para nuestros pic no se puede avanzar sino de posicion en posicion, siempre alerta, siempre desconfiado, m chas veces tiroteado por pequeñas ó grandes partidas, que desde una altura, á la orilla opues ta de un rio, ó desde la espesura de un bosque, atacan impunemente à un ejército entero.! luego en un salto desaparecen al aproximarse nuestras tropas, que en perseguirlas pierde tiempo y gente. ¡Infeliz del que se queda atrás un instante! Su inlisposicion ó confianza, imprudencia ó necesidad le cuesta la libertad, cuando no la vida Nuestros soldados son s veloces y mucho más sufridos que los rebeldes; pero marchan agbmerados en cuerpos gra des, pesados, indivisibles; van cargados con un morral enorme prensados por un corre que les ahoga, sofocados con su equipo, y se suicidan sin combatr, à fuerza de subir y baj continuamente montañas, de saltar vallados, parapetos y zanjas. Il dia no tiene para el ejérc

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