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atrasadas, la obediencia y ejecucion de las órdenes hasta entonces eludidas, y se llevó en rehenes á veintiun indivíduos y multitud de cabezas de ganado lanar y vacuno, armas y otros efectos.

Este hecho dió ocasion á que el gobierno le comisionase para exigir el cumplimiento de las cargas del Estado, que desatendian los pueblos de la parte de la Rioja situada á la orilla izquierda del Ebro, comision que, á pesar de sus dificultades, llevó á efecto cumplidamente.

Siempre rodeado de muchos enemigos, cuando más crítica era su situacion, era mayor su audacia. Bargota, Laño, Cripau y otros puntos eran testigos de su atrevimiento, y pudieron haberlo sido de su desgracia. En el último sobre todo, estuvo en riesgo inminente su vida, debiendo su salvacion á su arrojo y al de sus bravos. En Cripau ó Villar, sostuvo una accion formal, pudiendo decir justamente el comandante general de la línea que la presenció, «que era imponderable el arrojo de este capitan (1) y su partida. Electrizada con el arrojo, añadia, de tan valiente jefe, capaz es de emprender y salir bien de las operaciones más peligrosas. Considero importante protegerla, continuaba, aumentándola cuanto sea posible, y es urgente reemplazar al momento los cuatro caballos que ha tenido de baja en la accion de hoy, cuando no haya medio de añadirle otros diez ó doce.»>

Incansable, y en recompensa de sus no interrumpidos é importantes servicios, recibe á principios de octubre el nombramiento de mayor de cuerpos francos, y ataca á poco al fuerte de la Poblacion. Obtiene algu nas ventajas y marcha á Vitoria, donde, de órden del capitan general, se organizaron y pusieron á su disposicion cuatro compañías, que compusieron el batallon de voluntarios francos de la Rioja alavesa.

Con parte de esta fuerza va el 3 de noviembre á Letona, ataca á los carlistas, que se guarecen en la ermita, manda incendiarla y se le entregan. Hace otra correría á los pocos dias y prende á varios carlistas, incluso el coronel de lanceros, don José Alcalá Galiano.

Objeto fué Izarza de otra espedicion, y allí atacó á los carlistas, que resistieron vigorosamente con un vivo fuego desde la iglesia y casas contiguas; pero rendidos al fin en número de ciento veintidos, estos prisioneres, enviados á Vitoria, aumentan el merecido prestigio de este guerrillero de la causa de la reina.

Pero si ruidoso fué este suceso, llamó más la atencion el sigui ente cuya descripcion tomamos de su biografía.

«Emprendió esta espedicion, dice el señor Chao, desde Vitoria á las

(1) Fué nombrado capitan de cuerpos francos el 11 de junio.

cho de la noche del 24 de noviembre con unos doscientos hombres de u batallon; hizo la marcha con todas las precauciones convenientes, endo siempre por fuera de camino y sin aproximarse á los muchos ueblos que median entre aquella ciudad y la villa de Zalduendo en una istancia de cinco leguas. Cuando llegó á cierto punto entre esta villa - Salvatierra, viendo que se le retrasaba algo la marcha por lo pantanoo y desigual del terreno, situó su fuerza en una altura, y poniéndose á a cabeza de unos veinte caballos y doce de los más esforzados infantes ue montó en otros bagajes de prevencion, llegó con ellos á un sitio onde mandó hacer alto. Zurbano se adelanta solo, disfrazado entra en a casa en que estaba alojado Iturralde, sin que el centinela sospeche de u trage y sube á la habitacion en que con otros de sus camaradas haia pasado aquel la noche jugando al monte (1); todavía la embriaguez del ego dominaba aquellas cabezas, cuando Martin entró á formar parte el embebido círculo que rodeaba la mesa. Pasan uno, dos, tres albures, el banquero se habia hecho dueño del caudal de casi todos los jugadoes; pero á una nueva jugada, un hombre envuelto en una capa parda one sobre la mesa encima de las cartas una pistola, y con voz sosegada resuelta, dice: copo. Los circunstantes, aterrados, vuelven la vista háia aquel desconocido que, desembozándose, muestra un formidable trauco y les intima la órden de rendirse á Zurbano: el espanto se apodera e aquellos corazones que cien veces habian despreciado la vida, y quean en una completa inaccion. Hizo así prisionero al destacamento en úmero de cincuenta y cuatro hombres con los que se restituyó á Vitoria, ntrando de ocho á nueve de la mañana despues de una marcha penosíima de doce à trece leguas en el cortísimo espacio de doce horas; esta recipitacion, que tenia por objeto salvar su presa, en la cual se contaa, además del mariscal de campo de los ejércitos carlistas, don Francisco turralde', su mujer, su hijo y cinco oficiales de superior graduacion. »Precedido de la gloria de un hecho tan brillante llegó á Logroño 11.o de diciembre, y la junta de armamento y defensa le facilitó en el érmino de algunas horas cuatrocientas mochilas que necesitaba para su artida, con la que volvió á repasar el Ebro en persecucion de las gavias de aduaneros.>>

Emprendió luego Zurbano algunos movimientos y llamado el 11 á ogroño, fué destinado á perseguir á Gomez que regresaba á las provinas, y uniéndose algunos dias despues á las fuerzas de don Victor Sier, alcanzaron y cortaron á los carlistas en Estremiana, causándoles aluna pequeña pérdida, y haciéndoles cuarenta y dos prisioneros á pesar è la densísima niebla, que fué un insuperable obstáculo á las operacioes y que mútuamente les ocultaba.

(1) Segun noticias de algunos compañeros de Iturralde, no es cierto que jugara. Este jefe e se hallaba procesado, como dijimos, á consecuencia de la derrota de Carcar, estaba detedo en Zalduendo, donde fué cogido por Zurbano y murió despues en la prision; finalizandoentonces la causa, volviendo á sus puestos todos losjefes y oficiales procesados á morir casi dos por su rey,

TOMO II.

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Zurbano llevaba ya hecho un considerable número de prisioneros: pero como su gente no pertenecia al ejército, los carlistas no la consideraban comprendida en el tratado de Elliot y no daban cuartel; pero al ver luego que Zurbano podia tomar con esceso represalias, á cuyo efecto estableció su depósito especial de prisioneros en San Vicente, consiguió para sus voluntarios, merced á las medidas que adoptó para sus prisioneros, el respeto y las consideraciones que se tenian con los de las demás tropas del ejército.

DOCUMENTOS.

NUMERO 1.-Pág. 30.

Acta de la reunion del 30 de junio de 1835 en Portugalte.

En la villa de Portugalete, á las siete de la tarde del dia 30 del corriente, se reunieron eu casa alojamiento del Excmo. señor don José Santos de la Hera, general en jefe interino ejército de operaciones del Norte, y por órden suya los mariscales de campo don Manue re y don Baldomero Espartero;llos brigadieres baron del Solar de Espinosa, don Federico muy, don José Clemente Buerens, baron de Meer, don Marcelino Orȧa, don Santiago MenVigo, don Juan Tello, don Felipe Ribero, don José Maria Chacon, don Manuel Gurrea y don aristo San Miguel; los coroneles don Froilan Mendez Vigo, don Segundo Ulibarri, don Lozo Cerezo, dou Joaquin Ponte, todos jefes de division, de brigada y otras varias dependenncias en el referido ejército de operaciones. S. E. sometió à su deliberacion dos puntos esenles. Primero, que habiendo recibido en la mañana de aquel dia su exoneracion del cargo ectivo que ejercia de general en jefe del ejército de la reserva, con órden de entregar su ndo al general don Manuel Latre, no podia considerarse como general interino del ejérctto operaciones. Segundo, que habiendo recibido asimismo la comunicacion de que el mariscal campo don Luis Fernandez de Córdova, estaba nombrado general en jefe del referido ejéro de operaciones y muy próximo á reunirse á las tropas de su mando, tenia sobre sí una avisima responsabilidad, cualquiera que fuesen las operaciones que emprendiesen las tros de la reina acantonadas en Portugalete y acampadas en sus alrededores. Por una parte recia estar indicado por las circunstancias y la fuerza misma de las cosas, que dichas tros, tan superiores en número á las de sitio presentadas por los enemigos, marchasen adete y las buscasen, consiguiendo con el levantamiento del asedio uno de los triunfos más portantes, que sobre influir de un modo ventajoso en el crédito de nuestras armas, libraria las angustias de su apurada situacion à un pueblo rico, de un gran peso como plaza de mercio, y digno por sus esfuerzos de un socorro á tiempo por los verdaderos defensores Itrono de Isabel II y de la patria, además de lo que se debia á su valiente guarnicion, que heróicamente peleaba contra sus encarnizados enemigos. El retroceder despues de haberadelantado hasta este punto, debia producir los efectos más funestos, tanto en la parte fisi como en la moral de las operaciones de la guerra, abatiendo el ánimo de los defensores de reina y confesando indirectamente de un modo vergonzoso su inferioridad con respecto á rebeldes. Más por otra parte, las órdenes terminantes que se habian recibido del gobierno no aventurar empresa alguna que pudiera comprometer la suerte de las armas, y la consiracion de hallarse tan próximo el general que se iba à encargar del mando del ejército, arIraban á dicho general interino, haciéndole ver las graves consecuencias que se seguian su terrible responsabilidad en caso de ocurrir una desgracia, que aunque no probable é erosimil, tampoco se hallaba en la esfera de las cosas imposibles.

Dichos generales, brigadieres y coroneles despues de haberse informado del estado de

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las cosas y deliberado con el detenimiento y madurez que exigia un asunto de esta trascen dencia, se decidieron unánimemente sobre el primer punto. Que el Excmo. señor don Jes Santos de la Hera continuase mandando el ejército de oparaciones del Norte mientras no s presentase el general encargado de este mando; y sobre el segundo, que siendo en su concepto el mayor mal que pudiera sobrevenir à la causa de la reina, y una mancha indeleble par las armas, que con tanta constancia la defienden, el retroceder delante de los enemigos abandonándoles una rica poblacion y una guarnicion esforzada, que con tanto teson la defend contra los rebeldes, se marchase á ellos des le luego segun lo requerian las circunstancias do terreno y otras consideraciones, dejando estos pormenores militar es à la prudencia y tino de general, en cuyas luces y decision tenian depositada su confianza.

Y para que esta decision tuviese el carácter de formalidad segun lo exigia la gravedad c la materia, firmaron todos su voto despues de levantada la sesion y leida que les fué el actá de ella, en que les pareció exacta y en todas sus partes conforme a lo resuelto y decidido. Portugalete 30 de junio de 1835.- Baldomero Espartero.-Manuel de Latre.--Joaquin de Ponte.-Segundo Ulibarri.-José María Chacon.-Marcelino Oráa. -Felipe Ribero.-Juan Tello.-Evaristo San Miguel.-Manuel Gurrea. -Froilan Mendez Vigo.-El baron del Solar de Espinosa. Federico de Bermuy.-José de Buerens.-Lorenzo Cerezo.

NUM. 2.-Pág. 31.

Bilbainos leales: cuando vuestra decision é impavidez en los veinte dias de sitio ha beh ver å las hordas facciosas que os acechaban como segura presa, que aun sus innobles medios de mover vuestra sensibilidad destruyendo el pueblo y asestando sus tiros más bien à las pisonas débiles é impotentes, se estrellaria en vuestra constancia, al ayuntamiento toca elogiare por vuestro comportamiento. Dirigido por el ilustrado celo é incansable actividad de nuest comandante general, conde de Mirasol, y unidos sus esfuerzos con la tropa de todas armas q guarnecen la plaza, y tan bizarramente ha llenado su deber, habeis dado un digno ejempl los que se han alistado para defender el trono de Isapel II y afianzar las libertades patrias. El ayuntamiento se complace en dar este testimonio público, tanto á vosotros, como à la tropa de la guarnicion y urbanos agregados, de lo gratos que le han sido estos servicios, a memoria será permanente, porque lo son tambien los beneficios que se han alcanzado para e bien particular del pueblo y la causa pública. Bilbao 1.o de julio de 1835.—Por el ayuntamie de esta villa, su secretario, José Plácido de Castañiza.

NUM. 3.-Pág. 31.

ESTADO QUE MANIFIESTA LA PERDIDA EN MUERTOS, HERIDOS, CONTISOS Y PRISIONEROS.

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