Imágenes de páginas
PDF
EPUB

efecto, habiendo llegado á saber que los perversos que en ninguna parte faltan, se habian aprevechado del movimiento del dia y noche anterior para entregarse al pillaje en los conventos acometidos, los mismos hombres que pocas horas antes llegaron hasta desoir llamamientos sagrados cuando se trataba de impedir la muerte de los frailes y el incendio de los conventos, corrieron espontáneamente à las armas para perseguir el robo; se lanzaron sobre los ladrones. los apresaron y entregaron á la autoridad, pidieron à voces su castigo, y lo presenciaron con muestras de aprobacion al siguiente dia. ¿En qué consiste, pues, una diferencia tan noble de conducta en tan breve espacio de tiempo, sino en que el robo aparecia como era en si, feo, infame y despojado del color político que por desgracia barnizaba los demás delitos que realmente lo prepararon?

Vea, pues, V. M. en este hecho el comprobante más acabado de la honradez del pueblo de Zaragoza. Una vez rectificada su opinion, él se unirá á la autoridad, combatirá el desorden y la anarquía con todo el vigor del carácter aragonés. Pero la opinion, señora, no se rectifica com palabras y con exhortaciones; hechos se necesitan, y estos hechos consisten en la satisfaccion de las exigencias verdaderamente populares. Este es el único medio de eliminar á los hombres de bien de los grupos de los agitadores y de las gavillas de los malvados, de aislar á estos, ! de reducirlos á sus propias fuerzas, por cierto poco temibles.

Convencidos prácticamente de la certeza de estos principios, los ciudadanos que tienen el honor de componer la oficialidad de la milicia urbana que mejor que nadie habian tocado la imposibilidad de contrariar de frente los movimientos de los dias anteriores, esplorando de acuerdo y por orden del entonces capitan general don Antonio María Alvarez los deseos de sus subordinados y de la parte sana de la poblacion, hicieron al ayuntamiento varias indicaciones. con las cuales y los datos que este cuerpo tenia, pidió á V. M. la supresion de todos los conventos de religiosos de esta ciudad, la separacion de varios empleados que inspiraban desconfianza; la actividad de los trabajos de las comisiones nombradas para la reforma del clero y ley de imprenta, y que en los tribunales de esta capital se sustanciasen prontamente las cansas sobre delitos políticos y sobre todo las reletivas à la sedicion del 25 de marzo y ramos pendien tes sobre la del 27 de febrero que arriba se han mencionado.

Asi se consiguió el restablecimiento de la quietud, y que el pueblo esperase tranquilo e otorgamiento de estas súplicas.

Pero por una parte el decreto sobre reforma de regulares, primer producto de las tareas de un año de la comision eclesiástica, lejos de calmar lo ansiedad pública, exasperó los ánimos por lo insignificante de los resultados que prometia; y por otra los últimos sucesos de Barce lona y el colorido que se les quiso dar, exaltaron todas las cabezas.

Preparábase en consecuencia en esta ciudad una conflagracion espantosa, que habia de te ner principio por un paso tan insignificante como los que habian dado márgen á los alborotos anteriores, cual era la demolicion de un monumento público que afeaba la calle principal del pueblo, monumento que el cuerpo municipal trataba efectivamente de quitar, pero que maliciosamente sin duda se hizo correr la voz de que no se derribaria. Templaron las personas sensatas y de arraigo à vista del horrendo cuadro de estrago y desolacion que ofrecia á sus ojos un tercer sacudimiento popular, probablemente llevado más adelante que los anteriores. Vuestro capitan general en cuya noticia pusieron el proyecto los comandantes de la milicia urbana, trató de conocerlo à fondo, se infórmó de los espresados jefes acerca del estado de la pobla cion y dirigióse por fin al ayuntamiento para que le ilustrase sobre la materia é indicase las precauciones que serian oportunas para estorbar que el órden público se alterase.

Empero, vista la imposibilidad de resistir el movimiento, se creyó conveniente dirigirl adoptando de buena fé cuanto tuviese de razonable, y dándole un giro noble y tan ajeno de desórdenes como de complicaciones contrarias à la forma de gobierno existente, que tal vez. abandonado el pueblo á sí mismo, pudieran haberse introducido.

A este fin dispuso la autoridad que formasen todos los cuerpos de la milicia en la mañana del 9 del que rige, y que despues de arengados oportunamente por sus jefes, eligiesen cinco indivíduos por compañía desde la clase de oficial hasta la de urbano, ambas inclusive, los cuales à su vez nombrasen un cierto número de electores por cada cuerpo, que reunidos en las casas consistoriales eligiesen una junta compuesta de nueve vocales con el objeto de salvar la tranquilidad y hacer valer los deseos del pueblo.

Verificóse la formacion, y despues de realizado el nombramiento de electores, pasó el capi

ʼn general revista à la milicia, la cual le recibió en órden de parada con toda la regularidad y sciplina que pudiera esperarse de unos veteranos. En seguida se disolvieron las filas retindose los urbanos à sus casas con el más profundo silencio, y reunidos los electores se prodió al nombramiento de la junta.

Convocada ésta por el ayuntamiento para la mañana del 10, concurrieron sus indivíduos á s salas consistoriales en union con los del mismo ayuntamiento y de comun acuerdo deterinaron ofrecer la presidencia al capitan general, quien la aceptó declarando à la junta auxiir suya.

Despues de instalada, por primera providencia indispensable para calmar la ansiedad púica, acordó suprimir todos los conventos de religiosos de esta ciudad, declarando sus edifios y bienes propiedad nacional, a cuyo efecto ya tenian el capitan general y ayuntamiento madas de antemano ciertas medidas. Determinóse á continuacion asociar à la junta ocho invíduos nombrados por el ayuntamiento y mayores contribuyentes, y realizada la eleccion maron los nombrados posesion de sus cargos.

Ocúpase la junta en la actualidad de la separacion de algunos empleados que tenian contra la opinion pública, y ha dado además el manifiesto que incluye.

Tales son, señora, las causas que han motivado la reunion de esta junta y las medidas que ha visto en la necesidad de adoptar. Felizmente hasta el dia los que suscriben han conseido el fin de sus deseos y de sus esfuerzos: la conservacion de la pública tranquilidad. Esta O se ha alterado en lo más mínimo, ni aun por el más leve incidente.

Más sin embargo, señora, los esponentes no deben ocultarlo; cualquier ligero acaecimiento ›drá trastornar la quietud de Zaragoza si V. M. no se digna alargar una mano protectora à sus oradores.

La junta, intérprete de la voluntad de la poblacion, cree que el único medio de apaciguar ta efervescencia que existe y que tan dificil es de contener, es la pronta convocacion de las jrtes.

La nacion que ve en sus procuradores los centinelas de su libertad, depositará en ellos sus eseos, sus quejas y hasta sus desconfianzas. En el crisol de la representacion nacional se deirarán las verdaderas intenciones de los ministros de V. M., y si como es de esperar, se lopta una marcha decidida en la carrera de los progresos, vuestro gobierno robustecido con apoyo de los buenos, ya no tendrá que temer los ataques de los enemigos, sea cual fuere la áscara con que se cubran. Para que así suceda, es tambien indispensable, á juicio de los le suscriben, que V. M. se digne acceder á las diferentes peticiones que se han hecho por el stamento de procuradores, y sobre todo, à las que tienen por objeto el establecimiento de una zonable libertad de imprenta, fianza la más segura de la libertad política de las naciones, Los que suscriben, señora, por sus destinos los unos, por su posicion social los otros y por is principios todos, son tan idólatras del órden como de la libertad. Guiados por estos sentiientos, por el amor personal que à V. M. profesan, y por su lealtad al trono de vuestra escelhija, han aceptado y cumplido hasta aquí la espinosa mision de conservar la tranquilidad de aragoza en las dificilísimas circunstancias en que se encuentra.

Si V. M. se digna proteger sus esfuerzos aprobando las medidas que acaban de tomar y acediendo á sus respetuosas solicitudes, creen poder conservar á V. M. esta capital y provincia a el mismo estado; más si por desgracia no sucediese así, los esponentes, señora, deben V. M. la verdad, y van á decírsela; no se juzgan con fuerzas para evitar ni menos hacer frená las funestas consecuencias que pueden sobrevenir.

Por tanto:

A V. M. rendidamente suplican, se digne aprobar las medidas que han dictado con respecá supresion de conventos y separacion de empleados, y convocar cuanto antes las Cortes, ccediendo á las peticiones que las mismas tienen hechas sobre libertad de imprenta y otras arantías. Así lo esperan de la notoria justificacion de V. M. Zaragoza 11 de agosto de 1835.-Fe. pe Montes.-Alvaro Gomez Becerra.-Pedro de Ayuso.-Joaquin Ortiz de Velasco.-Angel Polo Monge.-Manuel María Melgares.-Isidro Pargada y Estren.-Pedro Jordan.-Nicolás Navarro andete.-Juan Romeo.-Miguel Laborda.-Miguel Zabaleta.-Victoriano Lapetra.-Miguel Ale›s Buniel.—Manuel Marqués.-Bernardo Segura.-José Veriz.-Anselmo Baquedano, vocal seretario.

NUM. 15. Pág. 153.

Señora.

Los habitantes de esta ciudad y su provincia bendecian el instante en que jurada vuestr escelsa hija por Reina de España se eucargó V. M. del gobierno de esta gran nacion durante st menor edad. Impulsada en aquellos momentos de la nobleza y generosidad de su alma, st propuso como único norte la felicidad de sus súbditos prodigando las promesas mas halagteñas que hicieron renacer en sus corazones la confianza estinguida por los desaciertos del últir » reinado. V. M. se hizo rodear de hombres cuya reputacion eran la mejor garantia de su sive ridad: les otorgó los mas amplios poderes, para que llenaseu cumplidamente la gloriosa misi t de que fueron encargados: era cuanto podia desearse en aquellos momentos: jamás se ha pr porcionado à un gabinete ocasion mas favorable para asegurar la ventura de los pueblos que les fueron sometidos. Una gran reina los invitaba, los estimulaba à que acometiesen tan g riosa empresa; unos pueblos sumisos, pacientes, y que salian del despotismo más cruel, o las resoluciones del gobierno con sumision y agradecimiento. Recibian una parte de los biste que les eran debidos con júbilo y entusiasmo, y corrian en tropel à las armas para defender trono de Isabel, resueltos à sostenerlo à tanta costa como conservaron el de su padre con ter rentes de su sangre. Este entusiasmo generoso se interpretó siniestramente; y mientras se r tardaron órdenes, reglamentos y despues leyes para sofocarlo y estinguirlo, se publico el Etatuto real, Código artificioso, y que en ningun modo satisfacia los deseos ni reintegra en st derechos á la nacion. La imperfecta representacion nacional que à su virtud fué convocada, k reconoció demasiado, y varios diputados reclamaron inútilmente en la tribuna con elocueri y ardimiento. Las peticiones de los Estamentos archivadas en las secretarias del despach · que no han merecido la sancion real, prueban que se desconocian y que jamás se reintegr. rian á los españoles en sus goces sin conquistarlos de sus enemigos. En el Estamento de pr curadores dijo un ministro, que en España no habia vencedores ni vencidos, y que los biene que se nos acordaban no nos eran debidos sino es à la benignidad del trono. Señora, los à rechos de los pueblos son imprescriptibles; este es un principio conocido por los mismos que con tanta tenacidad los usurpan; pero si es necesario conquistarlos, los españoles los ganar“ en la guerra de la independencia, guerra que admiró al mundo, que libertó à la Europa, y afirmó los tronos vacilantes de sus monarcas. Los conquistó en el año 1820 cuando con las a mas en la mano los pidió, se le otorgaron y los sostuvo por espacio de tres años contra tod los esfuerzos de la tirania. Si sucumbieron en 1823 al poder de la impía coalicion de los mism reyes à quienes habian salvado, si es necesario emprender de nuevo los combates, proɛt estamos á ello. La Península toda se ha convertido en un grande ejército, y todos perecerer ó nos serán restituidos.

A este fin, el pueblo, la guarnicion y la milicia urbana de Málaga, se reunieron el 23 d corriente: de consuno han jurado morir ó ser libres, y los españoles jamás hacen en vano sie juramentos. Identificados en deseos, en opiniones y principios con las demás poblaciones de la Península, hacemos causa comun con ellos. La heróica Barcelona, la inmortal Zaragoza, ba fértil y rica Valencia, y en fin todas las ciudades considerables nos dan ejemplo. Siempre an mos y respetamos á V. M., siempre somos súbditos fieles de vuestra escelsa bija; en su defi sa moriremos con nuestras mujeres v nuestros hijos, pero en cambio declarense nuestros & rechos en un código liberal y bien redactado; afirmense con garantías materiales para que se nos arrebaten de nuevo, y se nos disputen por las mismas personas que otras veces los ha proclamado: aléjense de vuestro lado, sepárense de vuestro consejo los que la disuaden bien y la inclinan á torpes transaciones con el desleal príncipe, que intenta usurpar la corona. restablecer la Inquisicion y todos los horrores del despotismo: reuna V. M. Córtes generales extraordinarias segun la Constitucion de 1812, suspendida por fuerzas estranjeras; oiga los de seos y la voluntad de la nacion legitimamente representada: separe de los empleos civils eclesiásticos y militares à sus enemigos y á los de los pueblos, renunciando la quimérica ida de la fusion de partidos: castigue à los cobardes y á los traidores, y entonces cuente V. M.c la provincia de Málaga y con sus moradores, sin limitacion ni restriccion alguna.

Todos ellos espontáneamente nos han elevado à la clase de sus órganos y representantes

[ocr errors]
[ocr errors]

ombrándonos vocales de una junta directiva provisional. Este honor nos proporciona la sasfaccion de ser intérpretes de sus sentimientos y deseos, que se estienden á volar en masa al orte á estinguir esas hordas de asesinos enemigos del trono y de la libertad, y poner desues à sus pies las armas tintas en la sangre de sus tiranos.

Málaga 26 de agosto de 1835.--Señora.-A L. R. P. de V. M.-José Santa Cruz.-El príncipe io. -José Lopez García.-José Vergara.-El conde de Mollina.-Manuel de Lanchas.-Juan reisler.-Martin Larios.-José Macrohon.-Juan de Cárdenas.-Antonio Verdejo.-José Lopez rozco.-Antonio de Miguel.-Vicente Sanchez.-Francisco Javier de la Vega.-Domingo Arjona. - Manuel Montemayor.-Manuel Perez.-Francisco de Paula Rubio.-José Lopez Alechaga.-Jo› María Jaudenes.-José María Ruiz Perez.-Antonio María Alvarez.-José María de Sanmillan.

NUM. 16.-Pág. 153. Señora.

La junta de gobierno, reunida con las autoridades de esta plaza se presenta sumisa y reveente á L. R. P. de V. M. no suscitada y dirigida por el furor de la anarquía, como agradará der, tal vez, á los estúpidos enemigos de la razon y la conveniencia pública, sino como verdaeros españoles, y como gaditanos, siempre decididos à sostener los imprescriptibles derechos ue les afianzan las leyes patrias, y la augusta palabra que un dia pronunció solemnemente . M. desde el trono. No lisonjeará los maternales sentimientos de V. M. con la esperanza de a pronto y fácil remedio á los sentidos y terribles males que aquejan y despedazan á la naon. La verdad y la franqueza, que no degradan á los príncipes virtuosos, cuando van encainadas á procurar el bien de sus súbditos, son el principal distintivo que caracteriza esta iplica.

Sí, Señora: preciso es que lleguen á V. M. de todos los ángulos del reino los dolorosos y peetrantes clamores de los pueblos encomendados à su gobierno, estos clamores que dias ha se in procurado ocultar á V. M. ó á interpretarlos cuando mas como pruebas concluyentes de las ›nspiraciones horrendas del anarquista, del malévolo, del destructor del órden social. ¡Ah! Seɔra, si así fuera, el leal, el pacífico, el benemérito Cádiz no ocuparia una página mas en la istoria lamentable de los avisos despreciados, de las instancias sofocadas y de las cien veces epetidas demandas que se han dirigido al ministerio para preservar á la patria de las desgraas que la afligen, y que la harán desaparecer del mapa político de la Europa, ó la convertirán a un espantoso cementerio, ó la hundirán para siempre en el desprecio y escarnio de las naiones civilizadas.

Y ¿tendrá Cádiz que hacer à V. M. la enumeracion lastimosa de estos horrendos males...? . M. no puede desconocerlos en el momento que se digne consultar á sus benéficos sentimienos y al dictámen de su razon esclarecida.

Pero, señora. ¿de dónde proceden estos males? He aquí una cuestion tan fácil de examinar omo repugnante de desenvolver. ¿Los habrán ocasionado los luminosos principios, los deseos as puros y vehementes que siempre ha abrigado en el fondo de su alma celestial la augusta magnanima Gobernadora del reino? ¡Que horror! ¡Qué execrable imaginacion!... Pues ¿de dóne se derivaron á todas las clases y categorías del Estado?

Ciertos hombres grandemente engreidos de su saber, y obstinados sostenedores de teorías, arto conocidas de cualquiera que haya saludado los primeros elementos del derecho público, ero no siempre tan brillantes y seguras en la aplicacion, cuando circunstancias especiales en ne se hallan los pueblos, y necesidades perentorias exigen que se sometan á modificaciones onvenientes, ó que se suspenda su fuerza intrínseca y radical hasta otros tiempos de calma y egularidad progresiva; estos hombres, señora, que la esperiencia ha acreditado no haber naido para salvadores de la patria, son precisamente los mismos que han conseguido por efecto e su política equivocada desmentir las augustas v sacrosantas palabras de consuelo y esperana para los españoles, que de los dulces labios de V. M. volaron por todos los ámbitos del reino: 'ste es el cimiento de la grande obra, á que soy llamada por la Providencia: á vosotros pernece concluir el magnifico edificio de nuestra restauracion social. Y V. M. entonces, y la acion entera descansaron confiados en los preconizados talentos de los directores del Estado. ero ¿qué hicieron estos pretendidos atletas del patriotismo y del saber? Un corto período basTOMO II.

73

tará para referirlo: condujeron à la España al estremo en que hoy se encuentra; que más allá del cual solo se ofrece la desolacion y el esterminio.

Y ¿será que habrán de llegar sin remedio estos funestos resultados del caos político que nos amenaza tan de cerca? No, mientras existan españoles que no desmientan su nombre: mientras la libertad y sus derechos no sean palabras insignificantes y vanas: mientras una Cristine & Borbon dé oidos á las justas reclamaciones de sus súbditos: mientras no se estinga, en fin, la resplandeciente llama del honor nacional. Este es, pues, el término de los votos enérgica y de cididamente pronunciados por el pueblo gaditano: los pronunció, señora, y no dude V. M. que dignamente sabrá sostenerlos hasta sacrificarse por ellos.

Acabe de una vez la causa funesta de las desgracias que nos afligen y de las que nos affigirán todavía en el curso sucesivo del sistema que nos rige.

Y á fin, señora, de que no divaguen aisladamente las provincias de la monarquía, aunque animadas todas de un mismo espíritu é interés, apelemos al principio seguro é indefectible que puede fijar y poner en evidencia los deseos de la nacion incuestionablemente pronunciados por el medio más legal y reconocido, que evite todo linage de dudas y divergencia de opiniones. De este modo, señora, se afianzarán con mas firmeza el trono de la augusta hija de V. M. y las libertades de la nacion española; cesando, y para siempre, las convulsiones que hoy nos agitan y despedazan; y convirtiéndose todo el furor popular contra el único objeto ⠀ que lo ennoblecerá dignamente; el esterminio del furibundo rival de la escelsa Isabel II.

Animado, pues, de estos solos sentimientos el leal y heróico pueblo de Cádiz, y esperandola todo de los maternales deseos de V. M.

Le suplica ahincadamente se digne resolverse desde luego à separar de su lado las personas del actual ministerio, que no merecen la confianza pública, y llamar cerca de sí otras que na siendo ominosas á la nacion, y antes bien patriotas decididos y capaces de hacer su felicida dirijan los negocios públicos bajo un sistema de libertad verdadera, que ahuyente los imagina rios fantasmas que hasta aquí han embargado para el bien los procedimientos ministeriales. [ que, reunidas inmediatamente Córtes constituyentes restablezcan las leyes fundamentales de la monarquía haciendo en ellas de acuerdo con V. M. las modificaciones que las circunstancias exigen, y que la esperiencia ha acreditado ser necesarias para asegurar sobre áases indestruetibles el trono de vuestraĵaugusta hija y las libertades de la nacion.

Cádiz 25 de agosto de 1835.-Señora.-A. L. R. P. de V. M.-(Siguen las firmas.)—Impr mase.-Hore.

NUM. 17.-Pág. 159.

Proclama de Córdova al ejército del Norte.

Compañeros: Mientras que grandes perturbaciones conmueven al reino y dividen å bis amantes de la libertad y del trono, nosotros combatimos y vencemos por el trono y la libertad, salvando la patria de la ruina à que inevitablemente la conducirian los progresos de la des union y del delirio que por doquiera cunde y se manifiesta bajo diferentes formas y con dis tintos fines. El ejército del Norte presenta hoy un graude y magnánimo espectáculo, cuando en medio de tales convulsiones y trastornos solo se ocupa de multiplicar sus esfuerzos y fatiga: para contener y hacer humillar por todas partes los destructores de nuestros derechos; y cier tamente la gratitud y la estimacion de nuestros conciudadanos, el afecto de nuestra augusta reina y la admiracion de la Europa entera, anticipan ya á tan heróica conducta los premios qu le reservan un dia la posteridad y la historia. Nuestra mision era combatir y triunfar; y si com ciudadanos deploramos en el fondo de nuestro corazon los infortunios de la patria, sabremos cumplir nuestro deber como militares, hasta sacrificar nuestras vidas por sostener el trono ! las leyes que hemos jurado, y por cuyos sagrados objetos se han regado los campos del honor con tanta sangre generosamente vertida.

Los grandes socorros que llegaban de todas partes para terminar esta larga y horrenda lcha, se han distraido para hacer frente à disensiones que, aun sin considerar más que el mo mento en que estallaron, nadie puede dejar de calificar de absurdas y funestísimas: una parte muy considerable de nuestras mismas tropas ha recibido tambien igual direccion, y hasta qu cese la discordia, no podemos contar sino con nuestros solos esfuerzos. Sé hasta donde éstos

« AnteriorContinuar »