Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Y para que lo prevenido tenga debido efecto y nadie pueda alegar ignorancia, ordeno mando se publique por bando en todas las ciudades, villas y lugares dependientes de mi autoridad, se circule à los comandantes generales y de armas, gobernadores y demás à quienes corresponda, haciéndose saber en la órden general de los ejércitos de operaciones y de resera y fijándose en los parajes públicos. Dado en el cuartel generai de diciembre de 1835.

LUIS FERNANDEZ DE CÓRDOVA.

Por mandado de S. E.
RAFAEL BATALLER,
Secretario.

NUM. 26.-Pág. 243.

Dictámen que dió el Excmo. señor don Baldomero Espartero, comandante general de las provincias vascongadas, al Excmo. señor general en jefe de los ejércitos de operaciones y re serva en cumplimiento de la órden que le comunicó al efecto, sobre la causa instruída contr el batallon franco voluntarios de Guipúzcoa, con motivo de los robos, profanaciones de iglesis sacrilegios, heridas, y otros atentados cometidos en varios pueblos.

Excmo. señor.-En vista del oficio que V. E. se sirve pasarme con fecha 1. de este me consecuente à la consulta que trasladé á V. E. del fiscal de la causa instruida contra los autore y cómplices de los robos y demás atentados cometidos por el batallon de voluntarios de Guip coa, me veo en el sensible caso de hacer á V. E. manifestaciones que estaba muy lejos de crear necesarias, despues de haber deferido gustoso á lo opinado por dicho fiscal en la consulta que sometí á la superior determinacion de V. E.

Estaba persuadido de que la medida tomada para corregir los inauditos crimenes del e presado batallon, y para que su pernicioso ejemplo no contaminase á los demás cuerpos, š habia de considerar generalmente precisa, indispensable y conveniente, acatándola aun aqu los mal avenidos con todo lo que propende á mantener el órden y la disciplina de las tropas Nunca llgué à sospechar que despues de lacerado mi corazon por el sensible castigo que me la j necesario ordenar; que despues del terrible choque entre mi amor al soldado y un acto de jiz licia, que si prevaleció fué por la conservacion del mismo y por lo que debia influir en la salvacion de la patria, se me atacase sin respeto à la autoridad, sin miramiento á la subordinaca militar, sin consideracion al órden, y sin reparo de los males que habia de reportar á la caus de la libertad, en uu lugar sagrado, en el santuario de las leyes. Pero ¿cuál habrá sido mi sor presa al leer en la Gaceta del 29 del pasado las interpelaciones hechas por dos representant > de la nacion? ¿Y cuál mi asombro al ver denunciado por estos un acto de necesaria justicia? La aprobacion de V. E. consignada en la adicion à la órden general del 16 del pasado, aprobaci afianzada en el cumplimiento de lo prevenido en las Reales ordenanzas y disposiciones de la órden general del ejécito; mi convencimiento intimo de haber obrado con equidad, justicia! conveniencia pública, y los testimonios de aceptacion merecidos por la sensatez de los hon bres que, conocedores del crimen, vieron la absoluta necesidad del castigo, parecia debe tranquilizar mi espíritu y despreciar indicaciones que estoy seguro las desechará el Estamer | to en que se ha cometido el arrojo de proferirlas; pero las consecuencias pueden ser fatales y esto me obliga á solicitar su reparacion. El público que ignora los hechos y que ve que "a l representante califica el acto de arbitrariedad horrorosa, juzga con prevencion y desconfia ca fundamento. El ejército recibe un ejemplo pernicioso, cuyos terribles efectos he principia ya á tocar. Varios jefes se me han presentado demostrando sus recelos de poder mantener ঠdisciplina en vista de tales indicaciones. Temen, y con razon, que se subvierta el orden y ; el soldado sabedor de ellas, se considere autorizado para consumar los crímenes más horre dos, cuando por padres que se llaman de la patria, se predisponen doctrinas capaces de ming el cimiento, la base fundamental de la sociedad. Nuestros enemigos, que por desgracia no s' pocos, sacarán tambien fruto, hallando medios para la escision, que algunas veces ha conce dido ventajas á su injusta causa, retardando el triunfo de la libertad. Estos males, Excmo. * ñor, conoce V. E. necesitan de pronto y eficaz remedio, y su superior ilustracion sabrá adı? tar el más oportuno, como el primero interesado en que el ejército que dignamente mand

serve el órden y la disciplina que ha sabido mantener en medio de las oscilaciones políti;, pareciéndome, no obstante, deber indicar que los dos señores procuradores que tan inortunamente hablaron en la sesion del 28 de diciembre último, del castigo impuesto al balon de Chapelgorris, abusaron además de la mision que les està cometida, porque no es al ler legislativo al que corresponde graduar si aquel fué bien ó mal aplicado, y este abuso, yas consecuencias he demostrado en parte, ha hecho á la vez incurrir en errores y contraciones que marcan la parcialidad tan ajena de un señor diputado. V. E. es sabedor de los chos, ha hecho la debida gradnacion, y sabrá sostenerla con la acreditada dignidad de su rácter, absteniéndome por lo tanto, de analizar las implicaciones é imprevision con que se tocado este punto en el Estamento. Pero como V. E. me pide en su referido oficio, la causa ginal y que esprese mi concepto, sin duda para resolver la consulta del fiscal; al dar cummiento ȧ esta orden con la remision de la causa, creo indispensable esplayar mi opinion, adola una latitud que si omiti al trasladar á V. E. dicha consulla, fué movido de mi natuclemencia, y en la persuasion de que el castigo impuesto reformaria las depravadas cosnbres del batallon de Voluntarios de Guipúzcoa, sin necesidad de renovarlo y de hacerlo itir, desde el primer jefe hasta el último indivíduo, persuasion que ha destruido tan irregu'incidente, pues deduzco que en vez de reconocer los crímenes y la indulgencia, han mainado moviendo resortes estraños y depresivos de la autoridad de V. E.

El fiscal en la consulta dice, que los atentados de La-Bastida no resultan aun tan estensos, 1 graves é inauditos como se deduce de lo actuado, y de la idea que forma el que conoce de que es susceptible un batallon que á la desbandada obra sin freno, y á discrecion se ocupa la rapiña. Esta asercion comprobada con cuantos antecedentes tiene el público enterado de uel lamentable suceso, se corrobora tambien con el oficio que he mandado unir à la causa, 1 Excmo. é Ilmo. señor obispo de Calahorra, en el cual se ven recopilados los robos de las esias y los sacrilegios cometidos en ellas por esa banda de hombres impíos, relajados é inorales; por este batallon, que no parece sino que fué formado por el genio del mal y de la relion, para fomentar esta y desacreditar al virtuoso ejército, que con tanta gloria la combate. ando contesté à dicho oficio en los términos que aparece de la copia que igualmente he disesto se una à la causa, no tenia idea de tan horrendos crímenes: sabia solo por indicaciones trajudiales que se habian cometido robos, y para su averiguacion habia prevenido un recocimiento general y las oportunas pesquisas de los autores. ¿Pero cómo habian de aparecer? ómo se habian de denunciar? Y ¿cómo habia yo de tener noticia exacta habiéndolos cometido los, y siendo los primeros culpables los mismos à quienes se previno la justificacion? Así es te no se me dieron resultados respecto de la averiguacion, y solo disculpas fundadas en los ntínuos movimientos de las tropas. La queja del obispo de Calahorra me hizo conocer la esasion de los atentados, y disponer formalmente la instruccion de la sumaria para justificar3. A consecuencia de ella, se hicieron prisiones de dos oficiales y un sargento iniciados del ber profanado las iglesias de La-Bastida. El primer fiscal me pasó la sumaria con su dictȧen, siendo de opinion se elevase å proceso. Yo la dirigí al auditor de guerra para que me diesu parecer, y en este estado ocurrieron los nuevos crímenes, ejecutados por indivíduos del ismo batallon en los pueblos de Subijana de Alava y Ollavarre. En el primero, fué herido en cabeza uno de los regidores: lo fué tambien el cura, con seis ó siete heridas en el costado, razos y cabeza, robaron la casa de éste, otras tres más, y la iglesia, y tomaron el nombre del igadier Jáuregui, para el allanamiento de la casa del cura. En el segundo, fué tambien roba› el cura, profanada la iglesia, robados vasos sagrados, y quemada la sacristía, reduciendo á enizas los efectos de ella y los libros parroquiales. Así que fui informado, mandé al actual fisil que practicase una informacion en Subijana, que patentizó los hechos; pero así él como yo, biendo examinado à varios de los que sufrieron los ultrajes, si nos convencimos de ser inviduos del batallon de Voluntarios de Guipúzcoa, no pudimos recabar se determinasen à preentar ante el cuerpo formado para señalar á los autores. Esta sola idea les llenaba de espanto. :eian seguro su esterminio y el de toda la poblacion, si llegaba á noticia de los Chapelgorris. 'al es, Excmo. señor, el terror pánico que sus cruentos hechos han llegado á difundir! Privado or él de los únicos medios de aclarar los criminales de aquellos determinados y recientes hehos: habiendo visto ya la casi nulidad de los procedimientos acerca de los de La-Bastida: meroso de que la dilacion propagase los asaltos nocturnos y se repitiesen tan escandalosas scenas: sabedor de que los pueblos iban á ser desamparados por sus habitantes: conocedor de

:

los terribles efectos de esta determinacion y persuadido de los que habian de producir en la tropas de mi mando, ¿cuál es el partido? ¿Cuál el medio que me restaba tomar? Un general res ponsable de la disciplina del cuerpo del ejército que manda: un comandante general de be Provincias, celoso de mantener el órden, y precisado á ofrecer su proteccion á los puebl que por la dominacion del país obedecian sus órdenes. ¿Qué le restaba que hacer en un coflicto semejante? Yo no encontré otro medio que la pública demostracion à las tropas y á le pueblos, que detestaba los crímenes; que no quedarian impunes; y que en el acto con un se vero escarmiento serian lavados, y satisfecha la vindicta pública. El estremo de la suerte b anuncié como último recurso. Primero se leyó la órden de la division del 13 del pasado, que igualmento he dispuesto se una á la causa. Arengué à las tropas: hice salir al frente de ellas al batallon delincuente: éste oyó mi voz de reprobacion sobre sus enormes delitos, sobre la dida que se iba á tomar para descubrir á los causantes, y sobre que si ejecutado el recone miento no parecian y ellos no los señalaban, la suerte decidiria los que habian de sufrir la tima pena. ¿Sería, Excmo. señor, la ignorancia de los autores, cuando todo el batallon se aburdonó al pillage y sacrilegios en La-Bastida, y cuando para marchar á Subijana y Ollavarre s disfrazaron, faltaron de las compañías, volvieron á deshora de la noche, y no pudieron dejar de hacer presentes los efectos robados? De ningnn modo la ignorancia, esta no era posibi Luego, ¿por qué no los designaron? Porque siendo todos criminales, todos tenian por que ca lar. Esta íntima conviccion, y el indispensable, el preciso castigo que habia prometido eject-tar, forzó mi natural clemencia à obrar en justicia, y la suerte fué hecha segun manifest á V. E. el mismo dia, al darle parte del acontecimiento. En el acto de la ejecucion fueron dela tados los autores del robo de Ollavarre: dos de ellos se habian ausentado sin licencia, pasar ta á esta ciudad desde su acantonamiento de Nanclares, sin duda para oeultar más bien las aljas robadas: mandé en su busca, llegaron cuando iban á desfilar las tropas, y se suspendis marcha hasta que fueron ejecutados, pues me pareció justo sufriesen el castigo. ¿Y comp serlo, en vista de tales atentados? Hasta los mismos sacerdotes capellaues de los cuerpos los confesaron lo encontraron justo. ¡Tales serian los crímenes que les revelarian! Si alg injusticía se ha cometido, Excmo. señor, es sola la de no haber hecho más general el escu miento y que este hubiese abrazado á las clases superiores, tan delincuentes como los der indivíduos del cuerpo, acostumbrados antes de ahora á la ejecucion de tales crimenes con podrá observar V. E. por lo que hasta ahora arroja la causa, estando bien seguro por los ! gustos que me ha dado en el poco tiempo que ha estado á mis órdenes, que su comportamien* habrá sido constantemente igual, y que en vez de haber sido útil, habrá, como llevo espuest¦ fomentado la rebelion. Tres hechos que no constan en el sumario y que me han sido refer estrajudicialmente, aumentan si cabe el grado de odiosidad que se ha adquirido y merece ¿ cho cuerpo.

1. En la villa de Haro habiendo cometido un robo en una tienda, acudió un oficial del ejercito á estraer lo robado al indivíduo chapelgorri que lo tenia, y estando el batallon en la pl se amotinó mucha parte de él contra el oficial y milagrosamente escapó con vida. 2. Habiéndoles faltado un dia la racion, se amotinaron igualmente y fue necesario me trabajo para hacerles entrar en órden.

Y 3. Ha llegado su impiedad hasta el estremo, segun me han informado personas respe bles, de ensartar los crucifijos en las bayonetas, y en una taberna servirles de vaso un cof y en seguida de orinal.

[ocr errors]

Creo no acabaria, Excmo. señor, si se fuesen à inquirir y relatar sucesos de esta esper pero en el caso de que V. E. halle oportuuo y político se eche un velo sobre lo pasado; dero que ya, habiéndose hecho mocion en el Estamento de señores procuradores reproba el castigo y aventurando ligeramente ideas en favor de dicho cuerpo hasta con la arroganc de reservarse pedir la cabeza del culpable, aludiendo al que mandó el espresado castigo, c sidero, repito, conveniente al decoro de V. E. que hallo justas razones para aprobarle segu órden que tambien va en la causa, á mi reputacion jamás desmentida, el honor del ejércita, ? la conservacion de su disciplina, que el mencionado batallon franco Voluntarios de Guipa quede disuelto y diseminada su fuerza, en términos que vigilada individualmente no vuelt jamás á reproducirse tamaños atentados. V. E, sin embargo, resolverá lo que crea más c veniente.

Dios guarde á V. E. muchos años. Vitoria, 4 de enero de 1836.-Excmo. señor.-Baldoner

spartero.-Excmo. señor general en jefe de los ejercitos de operaciones del Norte y de re

erva.

Adiccion á la órden general del 16 de diciembre de 1835 dada en Logroño.

El mariscal de campo don Baldomero Espartero comandante general de las Provincias Vasongadas, en cumplimiento de lo prevenido en las Reales Ordenauzas y en las disposiciones onsignadas en la órden general del ejército y con arreglo à ellas ha hecho pasar por las armas diez indivíduos del batallon de Voluntarios de Guipúzcoa, por haber robado vasos sagrados y tros efectos de particulares, haber herido á los curas de Ollabarre y Subijana y cometido otros scesos. Por doloroso que sea este acontecimiento al Excmo. señor general en jefe para quien s tan preciosa la vida de los soldados de este ejército tantas veces espuesta en obsequio de us deberes militares, del trono de su reina, de la libertad y gloria de su patria, el acto de usticia que en obsequio de la disciplina ha ordenado la firmeza del general Espartero, no solo a merecido su superior aprobacion, sino que ha resuelto se haga público en la órdeu generalel ejército, buen testigo del valor brillante de este general no menos que de su amor al solda lo. No necesita S. E. encarecer á los demás generales y jefes la obligacion, la conveniencia de eprimir con castigos ejemplares fundados en el rigor de las leyes militares, los desórdenes de a indisciplina, que si se multiplicasen harian vanos, inútiles los esfuerzos del valor en medio le los combates, y mancillarian esa bella reputacion de virtud de que gozan los soldados de ste ejército y que han sabido granjear á costa de tantas penalidades y peligros. No: el exceentísimo señor general en jefe á quien tantas veces han enagenado de placer y arrebatado plausos que han podido oir los enemigos en el campo de batalta, el valor ardiente, el desprecio de los riesgos de los soldades de Isabel II y de la libertad, así como está resuelto firmemente i no tolerar crímen ni defecto alguno contrario à la disciplina, y no disimular nada en esta parte à los oficiales y jefes cuyo ejemplo y autoridad debe bastar å reprimirlos; así tambien se isonjea de que no necesitará acudir á los medios que su alto deber les impone. El valiente es noble, es generoso, los defensores de la causa más pura y más gloriosa no pudieran empañar su brillo con la más fea mancha, ni un cortisimo número menoscabar con su irregular conduca, el mérito eminente de la inmensa mayoría de soldados virtuosos que componen el ejército, y que son el ornamento y orgullo de su patria.-El general jefe de la P. M. G., Marcelino. Oráa.

NUM. 27.-Pág. 273.

Es copia,
ISIDRO ALAIX.

Comunicacion de Gurrea á Pastors.

Confidencial.-Castelbó 16 de setiembre de 1835, à las siete de la noche.-Mi amado gencral: lespues de diez horas de marcha por los caminos que vd. conoce bien, he llegado á este pueblo; pero la mayor parte de la division que está bajando esta maldita cuesta, se pondrá hecha una miseria de agua, pues hay tormenta horrorosa, y la noche está durísima; mas era preciso sacar á vd. del embarazo en que se hallaba à toda costa. ¿Qué hago yo mañana? Hé aquí una cuestion espinosa. Tuve terminantes órdenes para no pasar de ningun modo las fronteras de Aragon: algunas reflexiones que hice me valieron el permiso de entrar en este Principado; pero que por ningun pretesto pasase el Noguera Palleresa. Dos son las salidas que los rebeldes tienen desde los puntos que ocupaban hoy: por Oliana ó sus inmediaciones, en la direccion de Solsona, y desde Orgañá por el camino real hácia la Conca de Tremp. Mi arribo á este punto les ha obligado ȧ moverse como es natural; pero no sé hasta ahora en cuál de las dos direcciones: regularmente, y como vd. decia à Conrad en su escrito de hoy, será sobre la Conca. De todos modos es preciso que yo vuelva mañana sobre Guerri por dos razones: primera, por las terminantes órdenes que llevo dichas; y segunda, porque de no hacerlo así, la compañía que está en la Pobla de Segur y las que están en Mentorn, se hallan altamente comprometidas. y yo puedo evitar este mal, que de otro modo no tendria remedio. En este caso digame vd. en con

testacion à qué punto debe dirigirse Conrad mañana, pues con mi proteccion puede unirse i usted si conviene, sin peligro de ninguna clase. No sé por qué me veo con los brazos atados, cuando los navarros entran en este Principado, ¿Cataluña no es España? ¿Podrá haber tranquilidad en Aragon mientras los navarros existan en Cataluña? No. ¿Qué medio nos queda, pues? Si los rebeldes no marchan para Aragon, yo procuraré estar en la Conca ó sus inmediaciones. Sirva ȧ vd. tambien de gobierno que tengo órdenes terminantísimas para pasar á Navarra á marchas dobles, y los portadores de estas órdenes han sido dos ayudantes de Córdova, Adios, mi querido general, cuente vd. siempre con la eterna amistad de Manuel Gurrea. P. D. A Conrad lo he dejado en Pallerols.

NUM. 28-Pág. 283.

Esposicion de don José Juan de Torres.

Señor: cuando el honor y el deber exigen servicios importantes, he sido uno de los ficles vasallos de V. M., que he tenido el honor de prestarlos con el mayor placer, sin que los peligros hayan deslumbrado la gloria con que se ha coronado en Navarra y en esta provincia e batallon de Guias que he tenido el honor de mandar por espacio de tres meses, pero comola inconstancia en algunos hombres tiene su cabida, y muy particularmente en la clase de trops que algunas veces con poco se disgustan, con sumo dolor de mi corazon, no puedo menos de elevar á L. R. P. de V. M. la conducta de una division que al entrar en Cataluña admiró sus habitantes, siendo el terror de los enemigos de V. M., y que los catalanes, envidiando las victorias que se preparaban, se pronunciaran decididamente à favor de la justa causa, y en pocos días el ejército real se aumentó con más de diez mil hombres.

Esta valiente division siguió contenta en los primeros dias de su entrada en la provincia, y no empezó á disgustarse hasta que se la obligó á marchas forzadas, en las cuales no podia racionarse, faltandole el prest y todo lo necesario para conservar su moralidad, por cuyo motiva concibió funestas ideas del jefe superior que la dirigia; y aunque por de pronto no prorumpió en quejas, sin duda alguna por la veneracion y respeto que tenia à sus oficiales, con todo, di muestras de su desmoralizacion, cometiendo algunos escesos, que no se castigaron por considerar que la necesidad obligaba, hasta que por fin fué tan temida de los amigos como de los enemigos; y en esta situacion, los traidores trabajaron incesantemente hasta hacerle concebir la idea de abandonar la provincia para privarla de las glorias y laureles que en el campo del honor hubiera cogido si en vez de observar al enemigo le hubiese atacado antes de dar lugar á reunir mayores fuerzas.

Los motivos porque no se emprendió un ataque decisivo son ocultos, y solo lo sabia el comandante general don Juan Antonio Guergué, cuya conducta llegó hasta el estremo de que los jefes y oficiales de la division se disgustaran porque se preparaba un golpe fatal que no pudieron resistir los fieles vasallos de V. R. M.; digo, estos valientes que solo respiraban sumision y obediencia, y que anhelaban con vivos deseos ver á V. M. en el trono deseado; y conocida la frialdad é indecision del jefe que lo dirigia, hizo concebir ideas grandes de valor; y cuando los enemigos habian logrado reducir en el alto Pirineo la valiente division navarra, obligándola i marchar por los puertos de mayor riesgo, entre la escasez y miseria, entonces fué cuando se resolvió atacar à la columna del general Pastors que se hallaba en Orgañá persiguiendo la division catalana; y este dia, tan memorable para las armas de V. R. M., pudo sofocar el fuego de la discordia que secretamente minaba para aterrar la division: entonces fué cuando pudo dars principio á la espedicion del Ampurdan, donde logró hacer la requisicion de caballos, armamento y aun caudales para sostenerse; mas como no se realizó lo que se descaba, se empren dieron nuevos movimientos, y aunque parecia que esta division se hacia dueña de toda la provincia, en mi concepto se la envolvia en mayores peligros que antes, porque el soldado. cansado ya de tantas marchas, se hallaba más disgustado, y deseaba, como en su principio, volver á Navarra, y estos recelos dieron motivo para la reunion de varios jefés de la provincia, en Tora, en donde se celebró el acta solemne nombrando jefes de division, distribuyendo las fuerzas en brigadas para operar, con el nombre de divisiones de Tarragona, Lérida, Manresa y Gerona, amalgamando las fuerzas que militaban en dichos distritos; y como fui nombrado comandante general de la de Lérida, me fué preciso dejar con dolor de mi corazon el mando del

« AnteriorContinuar »