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-No huyais, miserables; vuestra hora ha llegado: deponed esas ar mas, y no corrais á vuestra perdicion.

Carga impetuosamente la caballería liberal, y la infantería carlista la recibe con una descarga á quema-ropa que la desconcertó. La ordena Nogueras, y repiten la carga; son nuevamente rechazados, y nuevamente cargan estimulados aquellos aterrados ginetes por el heroismo de sus jefes, esponiéndose todos hasta el punto que el caballo de Nogueras fué herido en la tercera carga.

y

Los carlistas no pudieron resistir tal impetuosidad, tal ardimiento, emprendieron ordenadamente su retirada á posesionarse de la sierra de Arcos, donde volvieron á ser atacados á pesar del sostenido y horroroso fuego que por todas partes hacian á los soldados de la reina, retirándose de posicion en posicion hasta la llegada de la noche, que puso término á una accion tan obstinada, v en la que no sabemos qué celebrar más, si la bizarría de los que acometieron ó la intrepidez de los que resistian, siendo en menor número. Unos y otros eran españoles: ambos valientes: de todos se derramó sangre.

Nada puede dar idea más aproximada del comportamiento de los carlistas en aquella accion, como el parte de Nogueras, que fué interceptado (1).

Nogueras comprendió que se las habia con un enemigo fuerte, temible, que iba aprendiendo á ser militar en los combates, y mandaba una tropa subordinada y brava.

Los carlistas se lisonjearon con su poder: conocieron que eran fuertes: que siendo inferiores á sus enemigos no eran vencidos, y que cuando tan bien resistian vencerian alguna vez (2).

(1) «Comandancia general del Bajo Aragon.-Excmo. señor: En los campos de Alloza he dado alcance à la faccion reunida de Cabrera, Quilez y Forner en número de cuatrocientos ó cuatrocientos cincuenta infantes y algunos cab. llos: el dia más á propósito para concluir la faccion ha sido este; pero no es creible que Cabrera ni los suyos sean hombres jamás he visto más decision, valor, ni serenidad; no es posible que las tropas de Napoleon hayan nunca hecho ni podido hacer una retirada por un llano de cuatro horas con tanto órden. Lejos de obtener ninguna ventaja de las que creia, no he observado sino el desmayo de la tropa que tengo el honor de mandar, en vista de la resistencia que han opuesto un puñado de hombres, dignos de defender mejor causa. Si á Cabrera no se le corta el vuelo, este cabecilla dará mucho que hacer à la causa de la libertad: debe el gobierno tomar medidas fuertes y enérgicas para destruirle, pues de lo contrario, aquel con el prestigio y arrojado valor, tiene alucinada su gente y llena de confianza, así como los pueblos. Tenemos que lamentar la pérdida del bravo coronel Zabala, que ha dejado su honor bien puesto y el de las armas. Mandaré á V. E. el parte circunstanciado de la victoria en este dia, para que haga de él los usos que estime convenientes.-Dios, etc.-Alloza 23 de abril de 1835.-Excmo. señor.--Agustin Nogueras.-Excmo. señor capitan general de este reino.>>

(2) Son dignos de referirse los siguientes pormenores que sobre la accion de Alloza describe el señor Córdova on la vida de Cabrera:

«Obligados los carlistas, dice, à guardar en su retirada una formacion compacta, atormenTOMO II,

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En el dia siguiente y los sucesivos sostuvo Cabrera otros encuentros con más o menos fortuna. De todas partes acudian fuerzas contra él, hasta el punto de hostigarle de tal modo, que se vió precisado á hacer marchar un rebaño de ovejas en pos de sus tropas para confundir las huellas y desorientar así á sus perseguidores, que carecian de espías ó no eran tan activos y exáctos como los de los carlistas.

tados por la sed y el hambre, rendidos de fatiga despues de seis horas de combate, empezaron ȧ desmayar y quedarse rezagados. En vano Cabrera les alentaba con sus palabras y con su ejemplo, marchando á pié recorriendo las filas. Un cuarto de legua faltaba apenas para llegar al término de la llanura y salir del peligro: sin embargo, aquellos hombres habian agotado sus fuerzas, necesitaban descansar y cobrar aliento; tocaban casi con las manos el lugar de su refugio, y les era imposible dar un paso. Sufrian el suplicio de Tantalo. «Por Dios, don Ramon, sålvenos vd.; ya no podemos más; necesitamos un momento de descanso, aunque nos mate el enemigo aqui.» Efectivamente, la caballería de Nogueras iba á darles alcance; su infantería, cansada tambien, seguia à bastante distancia, y lo que importaba era evitar una carga. Alto, muchachos, à descansar,» dijo Cabrera de repente. Esta voz tan deseada, fué oida cou asombro: dudaban los carlistas si era una ilusion ó un ensueño, y nadie hizo alto. Sucediales lo que á algunos hidrófobos, que atormentados por la sed piden agua, y al dársela rechazan el vaso para no beber la muerte. «Alto he dicho, repitió Cabrera; sentȧos y descansad hasta nueva órden.» Todos obedecieron. Entonces Cabrera, con objeto de ganar tiempo, esperó á su rival, y le invitó á un combate particular, lo que sin duda no comprendió, pues la contestacion fué dirigirse con la caballería á dar una carga á los carlistas. Advertido por Cabrera este movimiento, se volvió á los suyos, diciéndoles: «Arriba, compañeros, hagamos el último esfuerzo, y si morimos sea con valor. Vuestra suerte serà la mia. Aguardad à pié firme, y cuando yo os mande fuego, disparad.» Al llegar la caballería de Nogueras á veinte pasos de los carlistas, se oyó la voz de fuego, y una descarga mortifera resonó en los campos de Alloza. El caballo de Nogueras cayó atravesado de un balazo, y dió en el suelo con su ginete. Difundióse la alarma, y volvió grupa la caballería dejando algunos hombres y caballos muertos y heridos. Este accidente reanimó á los carlistas, que tuvieron tiempo para ganar la montaña, donde no podian ser hostilizados por la caballería: la infantería marchaba aun á bastante distancia. Cabrera tomó las posiciones que creyó más ventajosas, é hizo sentar á su gente para que descansase hasta la llegada del enemigo. Formó Nogueras al pié de la montaña, y sin esperar Cabrera el ataque mandó á su asistente que le trajese una lanza y la maleta. Abrióla, y sacando una bandera la colocó en la punta de la lanza, y descendió solo hasta llegar á cuarenta pasos del jefe cristino. «Tú no has aceptado (le dijo), mi convite, ni has visto llegar la hora de nuestra destruccion, como decias: si tanto la deseas, nueva ocasion te se presenta; ven á buscar esta bandera, aquí te aguardo.» Entonces Nogueras ordenó que Zabala con algunas fuerzas de infantería atacase la izquierda de los carlistas, mientras él secundaba este movimiento por el centro y derecha. Era el fuego horroroso, violento el ataque y obstinada la resistencia. El bravo y bizarro Zabala (son palabras del parte de Cabrera) murió á la cabeza de su tropa, y es constante (continúa), que si el denuedo de este arrojado oficial hubiera sido imitado, segura tenia la victoria. Tambien recomendaba Cabrera el valor de don Manuel Añon, coronel carlista, que al frente de veintitres malos caballos fue apoyando uno de los flancos, batiéndose cuantas veces cargó la caballería enemiga.»

Interesándole más entonces á Cabrera engrosar su gente que batirse, marchó acosado á los puertos de Beceite. Torner fué á los de Arnés y Prat de Compte, hasta nueva órden de Cabrera.

Esta diseminacion de fuerzas fué fatal para los carlistas, porque eran batidos en detall. Lo fué Miralles el 28 en el barranco de la Estrella por Buil, con pérdida de algunos muertos y dos prisioneros, fusilados; Forcadell es derrotado despues, y Torner atacó los fuertes de Arnés y Pinell sin resultado. Castigados en todos los encuentros, los evitaban con las columnas de la reina, y se dedicaron á sacar gente y recursos de los pueblos. Tanta sacaron, que el capitan general de Aragon don Antonio María Alvarez, publicó un bando en 30 de abril, en el que manifestando sus deseos de estinguir la rebelion y reprimir sus consecuencias con medidas que, aunque opuestas á su carácter, veia en ellas principios de justicia y severidad para contener á unos y reanimar á otros; mandaba, en uso de las facultades estraordinarias con que se hallaba revestido, que por cada indivíduo de los pueblos de aquel reino que se hallara entre los carlistas, se exigieran 320 rs. mensuales de multa desde el 15 de mayo en adelante, y hasta que constara haber sido aprehendido, presentado ó muerto: que los ayuntamientos harian efectiva dicha cantidad de los bienes de los rebeldes, sus familias y parientes inmediatos: que en el caso de que no los tuvieran, se hicieran efectivas por repartimiento entre el vecindario, con escepcion de los indivíduos de la milicia urbana voluntaria y terratenientes forasteros; respondiendo los ayuntamientos con sus personas y bienes mancomunadamente del puntual cumplimiento de estas disposiciones: que el producto de tales multas se aplicaria por mitad al armamento de los cuerpos francos y de la milicia; que cesaria la multa en el momento que se presentaran los causantes de ella, y se redimiria la responsabilidad subsidiaria del vecindario por la captura de prófugos, desertores y facciosos, guardando proporcion con el número de emigrados rebeldes, y se tendrian en consideracion para exhonerar á los pueblos de esta carga y responsabilidad, los servicios señalados que hiciesen y hubiesen hecho; que los que se presentaran en el término de treinta dias, quedaban indultados, sin perjuicio de que la multa impuesta se realizara desde el dia señalado, y por último, que los ayuntamientos formarian relaciones nominales de todos los que hubieran emigrado á los carlistas, pasando una al gobernador civil y otra al capitan general, quedando responsables mancomunadamente, incluso el secretario, al cumplimiento, y sujetos al duplo de la pena en caso de ocultacion.

En un segundo bando prohibia la estraccion y conduccion para Navarra de salitre, alpargatas, suela y zapatos por otro punto que el de Tudela, declarando tales géneros contrabando de guerra.

Los carlistas, por su parte, no se descuidaban en adoptar disposiciones que superaban en rigor para obligar á su obediencia, y en ejecutar actos terribles como el asesinato de los urbanos de Valdeltorno, en término de Rafales el 9 de mayo, lo cual infundió la consternacion en aquellas inmediaciones.

Los reveses sufridos por los carlistas, á pesar del triunfo que obtuvieron sobre la columna del capitan Villaverde y la invasion del pueblo de Cher, y las providencias que contra ellos se adoptaban, obligaron á Cabrera á reunir todas las partidas, y las convocó para el 12 de mayo en la masía de Cardona, término de Vallibona. Aquí se unieron á su jefe Quilez, Torner, Forcadell y Añon, formándose un total de novecientos. hombres, que los condujo Cabrera á la Plana de Valencia, liegando el 14 á las cercanías de Mosqueruela, guarnecida á la sazon por la columna liberal de Decref y Buil, que se hallaba de paso para Villafranca.

Ocuparon los carlistas las alturas inmediatas, y aunque menores en fuerza los liberales, les atacaron briosos, y se sostuvo por algun tiempo el tiroteo. Cabrera retiró su gente hácia Linares y Aliaga, y Decref y Buil volvieron con la suya al pueblo, no atreviéndose á perseguir á los enemigos, que aseguraban su tranquila retirada por los montes. Unos veinte muertos y doble número de heridos fué la pérdida de ambos contendientes.

Descendiendo Cabrera por la parte de Maella y Favara, proyectó sorprender á Caspe, asentada en la inmediacion del Ebro y Guadalope, á catorce leguas de Zaragoza, con siete mil quinientas almas, envidiable riqueza, fama histórica por su célebre compromiso en el siglo XV, y á la sazon decididamente liberal.

Cae sobre ella al amanecer del 23 de mayo, y sorprende un puesto avanzado; pero le acometen los liberales, y despues de una valiente escaramuza, se apodera de algunas calles del pueblo, cuyas casas son saqueadas, y fusila á cuatro ó cinco nacionales que hizo prisioneros.

El aviso de la llegada de Nogueras, terrible sombra de Cabrera, le hace retirarse y dirigirse á los puertos de Beceite. En esta persecucion cortó Nogueras una guerrilla de seis indivíduos, que fueron fusilados en represalia de los urbanos de Caspe, y más adelante, hallando á todas las fuerzas carlistas en las formidables posiciones del Salto de la Cabra, las desalojó de ellas con alguna pérdida.

Serrador, que marchara con anterioridad á la parte de Benasal, para distraer la atencion de las columnas de la reina, llegó á la masía del Capuchino, donde fué sorprendido por Buil que le iba á los alcances, y completamente dispersado; contribuyendo á este hecho los urbanos de Benasal.

Quilez con su partida marchó desde Caspe al Comun de Huesa, sor

prendiendo despues en Valderrobles á un destacamento de setenta hombres al mando del subteniente Andújar.

El hecho de Caspe alarmó justamente en Zaragoza, bastante agitada de por si, á causa de las escenas que en ella habian tenido lugar. Las autoridades veian comprometida su dignidad, y la tranquilidad pública peligraba. El capitan general, para asegurar la calma y llamar la atención hacia un objeto patriótico y digno, publicó un nuevo bando el 26 de mayo, en el que manifestando estar de acuerdo con sus subordinados, les estimulaba á enarbolar el pendon de guerra contra la rebelion y marchar á Navarra para aterrar á los carlistas á costa de sacrificios, adquiriendo glorias que sostuvieran el trono y la libertad. En uso, pues, de sus facultades invitaba y convocaba á un armamento, señalando la villa de Mallen por punto de reunion. A él citaba todos los patriotas que quisieran empuñar las armas ó acudir á este llamamiento con las que les habia confiado la patria. Desde el 8 de junio próximo, advertia, se encontrarian en aquel paraje los jefes y oficiales necesarios para el alistamiento y movilizacion: los campos de Mallen, terminaba diciendo, harán resonar las voces del entusiasmo por la patria; allí cuando desnudemos el temido acero de los libres para vengar la inocencia, será lícito á los valientes aclamar sus pendones, lanzando el grito de muerte contra el fanatismo: fuera de este caso y á la sombra de nuestros hogares las aclamaciones, tanto como las voces de proscripcion, son un vano y estéril desahogo que sin amedrentar á los contrarios, producen tan solo el triste resultado de conmover los ánimos y aterrar las almas débiles ó tranquilas. No temo que entre vosotros puedan prevalecer los bullicios de la anarquía que celebraria como un triunfo el carlismo, dándonos por consecuencia males sin término, luto y desolacion; pero si por desgracia os viese inclinados á dejaros seducir por los que estravian la opinion para sembrar las revueltas, medrar á su sombra ó saciar sus resentimientos privados, me contentaría con deciros: al frente se encuentre el enemigo: allí se clavan las bayonetas: solo en el cainpo se enardecen los valientes: de pasiones innobles es atacar al enemigo inerme ó teñirse en sangre de seres desgraciados.

Este lenguaje no dejaba de ser atendido por los aragoneses, pero las ocurrencias políticas le hacian estéril. Entonces solo se pensaba en desórdenes, y la llegada de los carlistas á Caspe, y aunque fuera á las puertas de Zaragoza, seria pretesto para una insurreccion, en la cual se combatiria más en las calles que en el campo al frente del enemigo armado.

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