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ramentos muchos, cuyo patriotismo brilla solo en las palabras, cuando son pronunciadas sin riesgo.

ANTECEDENTES.

XXXV.

Madrid, en tanto, permanecia tranquilo; Madrid se divertia.

La reina gobernadora asistia á una funcion en el Conservatorio de su nombre y creacion, acompañada de algunos ministros; en varios teatros se daban bailes de máscara, y pocos se cuidaban aun de lo que sabian iba á suceder.

El secreto de la conjuracion no era grande. El mismo Llauder supo á las tres de la tarde del 17, por el marqués de Viluma, superintendente á la sazon de policía, que se trataba de una bullanga para las seis de la tarde, no de la mañana del siguiente dia, el cual le advirtió que bastaba avisar al capitan general, para que se entendiese con él sin necesidad de tomar medidas alarmantes. Llamó al instante Llauder á dicha autoridad, y al punto se puso esta de acuerdo con el marqués.

Aquella noche debió haberse celebrado consejo de ministros, pero el de la Guerra recibió con sorpresa una carta (1) en que se le invitaba á ir al Conservatorio, y asistió hasta las doce de la noche, hora en que se separó de sus compañeros y marchó á la secretaría, donde estuvo hasta la una, sin saber en tanto la anticipacion del movimiento, que ya sabia el capitan general.

Pero ninguna de estas autoridades daba importancia á la insurreccion, llegando á decir Viluma en su segunda comunicacion del 17 al capitan general, que por su parte tenia por tan despreciable el proyecto, que no creia se realizara, y si tal sucediese, seria facilisima cosa destruirlo. Manifestaba antes que se dirigian varios grupos á las casas de los señores ministros para asesinarlos, y dar en seguida suelta á todos los elementos de desorganizacion con que se contaba.

(1) Hoy 17 de enero de 1835. - Mi estimado amigo: En virtud de que esta noche hay funcion en el Conservatorio, á que asiste S. M., nos parece conveniente ir á ella, y el dejar la reuunion del Consejo de ministros para mañana a la una, si no tiene vd. en ello reparo. Queda á la disposicion de vd. su afectísimo amigo y compañero, Francisco Martinez de la Rosa.—Escelentísimo señor marqués del Valle de Rivas.

PRELIMINARES DE LA INSURRECCION.

CURIOSOS É IGNORADOS INCIDENTES DE

LA MISMA

XXXVI.

Llegamos á la insurreccion, que debemos detallar.

Cardero, que es el héroe de este drama, convino el dia 17 con varios oficiales de su regimiento, en que á las cinco de la mañana inmediata estaria en el cuartel para formar toda la fuerza disponible, encargándose él del mando á invitacion de sus compañeros y á solicitud de la clase de sargentos primeros. A las cinco y media deberian salir del cuartel y estar antes de las seis en la Puerta del Sol.

Retiróse á su casa, y quedó en el cuartel el subteniente Rueda, que poseia por completo toda su co fianza, por si ocurria novedad particular.

A las doce y media de la noche fué avisado Cardero de parte del coronel para que se presentase inmediatamente, y con la incertidumbre y la inquietud que es de suponer, obedeció. Su jefe le manifestó que se habia descubierto una gran conspiracion contra los ministros, y que en su virtud le daba la siguiente órden:

« A las cuatro en punto de la mañana se hallarán cinco patrullas compuestas de un oficial, un sargento y treinta hombres, las cuales deberán situarse en los puntos que á continuacion se espresan, retirándose al cuartel despues de dadas las siete de la mañana. Deberán recorrer constantemente en todo este tiempo los puntos que se les señala, é impedir todo desórden y reunion de gentes en grupos; y caso de haber novedad darán inmediatamente parte al capitan general á su casa, por medio de un ordenanza de la patrulla que sea inteligente, y si no hubie se novedad, no darán parte. Solo al retirarse al cuartel lo dirán al capitan de prevención, para que con el parte de la mañana me lo participe á mí.

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Cutré, con su patrulla, calle de Atocha, desde San Sebastian á San Juan de Dios.

» Galban, calle de las Capuchinas y plazuela de los Afligidos.

» Sangüesa, calle de Hortaleza, desde la Red de San Luis á las cuatro esquinas, cerca de San Anton.

» Zubieta, calle del Sacramento, desde las monjas de este nombre hasta San Justo.

» Valladares, plaza de Santa Catalina de los Donados, en donde está la inspeccion. M. de Craywinckel. En falta de algun oficial de los nombrados, irá La Matanza ó Mendoza.»>

-

Comunicada esta órden escrita, manifestó el coronel deseos de ir al cuartel para hacer más eficaz su cumplimiento, pero le espuso Cardero no habia necesidad de que se molestase, pues que él no se moveria hasta verificada la salida de las patrullas, y convino en ello.

Al verse Cardero en la calle, conoció sin duda lo crítico de su situacion, y corrió á esponerla á algunos de los conjurados para ilustrarse de ellos; pero á ninguno halló en su casa ó se le negaron Va en seguida al cuartel, participa á Rueda lo ocurrido, reune á los sargentos primeros, y dispone se avise á los oficiales comprometidos para que acudiesen sin demora

En la reunion de los sargentos manifestó Cardero que se habian comprometido á un pronunciamiento espontáneo y patriótico por el bien de la patria sin la menor mira de interés, pues conseguido su intento solicitarian marchar al ejército del Norte a buscar la gloria combatiendo á los enemigos de la reina, por la que derramarian todos gustosos su sangre; pero una casualidad funesta, añadió, me ha traido á este sitio antes de la hora acordada, y en medio de mi pesar, tengo un placer en ver á todos reunidos y dispuestos con tanta anticipacion. Debo decir á vds. que el gobierno tiene en su mano el hilo de la revolucion; que hay perjuros que han descubierto á los ministros el dia y hora del movimiento, siendo lo peor, que segun las disposiciones tomadas, tenemos que ser instrumento de opresion contra la accion popular. En tan duro conflicto, no tenemos otra alternativa que llevar a cabo nuestra empresa, si es que no se creen yds. fuera de compromiso por los nuevos incidentes, lo que manifestarán con franqueza, pues su ya conocido patriotismo les garantiza.»>

Despues de un instante de silencio, contestaron unánimes los sargentos: Estamos resueltos: si vd. nos conduce á la muerte, á la muerte

vamos.

El subteniente Rueda se espresó con no menos resolucion; y Cardero, en estos momentos sublimes en que domina el corazon, les dijo: Mientras mayores son los peligros mayor es la gloria; la palabra que dimos la cumpliremos. Si el gobierno trata de contener la revolucion, hagámosle ver que ni sus disposiciones ni la muerte nos arredra de cumplir lo prometido. ¿Qué dirian los patriotas, si creidos en nuestras promesas, vieran que no solo faltábamos á ellas, sino que éramos opresores de nuestros hermanos oponiéndonos á un pronunciamiento que va á derrotar al ministerio y destruir los abusos y desgracias de su mando? Tamaña afrenta no la podria yo sufrir sin degradarme, y puesto que la casualidad nos favorece, teniendo yo que dar cumplimiento á la rden del poder, sirvan sus mismas providencias á nuestro plan, y eviaremos víctimas, porque ninguna quiero. Tiempo es ya de romper el

dique á tanto sufrimiento, de que cese tanta arbitrariedad; seamos hijos dignos de la patria, y esta nos bendecirá cuando la hayamos salvado. ¡A las armas! Formen vds. las compañías dentro de sus cuadras respectivas; hablen á los demás sargentos y cabos, y venir despues á tomar mis órdenes.>>

Fué luego Cardero á ver á los soldados, y hallándose en este acto le avisó el capitan de la guardia de prevencion que el jefe de la plana mayor del distrito estaba á la puerta del cuartel esperándole. Corrió á hablar con dicho jefe, que pretendia saber si las patrullas estaban en disposicion de salir, y que lo hicieran para dar parte al capitan general de estar cumplida su órden. Le contestó que aun faltaban dos oficiales por la distancia en que vivian, mas si tardaban, él mismo les supliria, y el subteniente abanderado, Rueda. El jefe, sin apearse de su caballo, marchó satisfecho. .

Cardero se guardó muy bien de avisar á los oficiales designados por el coronel, por no ser de su confianza; los que llamó estaban en las máscaras y no parecieron; é impaciente con la inaccion, da á los sargentos el santo y seña y las demás instrucciones oportunas, y ordena salgan del cuartel las patrullas á sus respectivos puntos, y que á la primera campanada de las seis en el reloj de la Puerta del Sol, cayeran sobre el Principal, en cuyo punto estarian ya Cardero y Rueda.

El capitan de la guardia de prevencion era un obstáculo para la salida de la tropa en tanto número, y á fin de salvarle sin violencia, le leyó Cardero la órden del coronel, aumentando el total de la fuerza. A pesar de esta precaucion, conoció al salir la tropa que era muy superior á la prevenida, y tuvo Cardero que convencerle de la conveniencia del esceso, y salió tambien; pero el jefe de la guardia, que no quedó satisfecho de sus razones, detuvo á las últimas hileras.

Cardero respiró con algun desahogo; cada contrariedad de tantas como sufria, era un peligro inminente para su vida.

Dirigióse con su fuerza á la calle del Escorial, mandó cargar las armas, y esperó.

Previniendo que se detuviera decorosamente á cuantos por allí transitasen, se retiró, advirtiendo que si á las cinco y media no habia regresado, marchasen al Principal, aproximándose despacio y cuidadosamente hasta oir la sorpresa que él ó Rueda efectuarian. Acercóse á la casa del coronel, y á poco vió llegar un soldado de su cuerpo que llevaba un parte del capitan de la guardia del cuartel, noticiando el escesivo número de tropa que habia salido. Retuvo al ordenanza y tomó el parte.

Poco despues fué á las inmediaciones de la casa del capitan general, donde halló á un soldado que iba á llamar al coronel del 2.o ligero. Dán

dose á conocer entonces Cardero como ayudante del cuerpo, le manifestó que él mismo llevaria el parte, y que se retirase. Cardero se decidió á presentarse al general. Anunciado, fué recibido al punto, y le dijo estaban cumplidas sus órdenes, pues que habiendo encontrado al ordenanza que iba á llamar á su coronel, él mismo se habia encargado de buscarle y no le habia hallado, creyendo estuviese recorriendo los puestos, viniendo él á ponerse á las órdenes de su general, si en tanto podia ser conveniente.

por

Satisfecho Canterac de esta manifestacion y de las contestaciones que le dió, le dijo que el ministro de la Guerra tenia toda su confianza en su regimiento, al que colmaria de distinciones, y que el próximo dia lo seria de triunfo para las armas de la reina, pues los anarquistas y revolucionarios recibirian una leccion más severa de lo que se imaginaban, y el gobierno podria seguir su marcha sin obstáculos, acabando hasta con las esperanzas de los demócratas; concluyendo con prevenirle que hiciese avisar de nuevo al coronel para que fuese al cuartel, y mandase que los jefes y oficiales francos de servicio se reunieran, poniendo la tropa sobre las armas y esperando sus órdenes.

Cardero marchó al instante á casa de algunos de los conjurados, y encontró cerradas todas las puertas, volviendo á su puesto á esperar la hora del rompimiento.

El jefe de estado mayor visitaba en tanto las patrullas, y cuando echaba de menos algun oficial, se le contestaba que habia ido á su casa por alguna prenda que se habia dejado con la precipitacion.

Dieron al fin las cinco y media de la mañana; Cardero dejó en libertad á las personas detenidas, y marchó decidido al Principal.

DIEZ Y OCHO DE ENERO.

SORPRESA Y OCUPACION DEL PRINCIPAL.

MUERTE DE CANTERAC.

XXXVII.

Vamos detallando estos sucesos, porque así lo exige su interés; por que se vea que aun el que parecia más insignificante era de importancia para haber impedido la insurreccion. Referimos un drama cuyas escenas tienen íntima conexion.

Cerca de la Puerta del Sol hizo alto la patrulla de Cardero. En el ínterin rendia el santo y seña la de Rueda con todas las formalidades de ordenanza y escrupulosamente, pues estaba prevenido el jefe de la guardia de que habria algun motin. Sin sospechar de esta fuerza mandó arrimar las armas al cuarto vigilante, y cuando Rueda pidió permiso

TOMO II.

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