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segun la demasiada pasion que aquel tirano amor en vos ha puesto, que no ha dejado en vuestro juicio lugar, donde consejo, ni razon, aposentados ser puedan, y por esto siguiendo yo, no á lo que á vuestro servicio debo, mas á la voluntad y obediencia, haré aquello que mandais por la via mas honesta que mi poca discrecion y mucha gana de os servir hallar pudieren. Entonces partiéndose della, se fué contra la cámara, donde el rey Perion posaba; y halló á su escudero á la puerta con los paños que le queria dar de vestir, y díjole: Amigo, id vos á hacer al, que yo quedaré con vuestro señor y le daré recaudo. El escudero, pensando que aquello por mas honra se hacia, dióle los paños y partióse de allí. La doncella entró en la cámara, dó el Rey estaba en su cama, y como la vido, conoció ser aquella con quien habia visto mas que con otra á Elisena hablar; como que en ella mas que en otra alguna se fiaba; y creyó que no sin algun remedio para sus mortales deseos allí era venida : y estremeciéndosele el corazon, la dijo: Buena doncella, ¿qué es lo que quereis? Daros de vestir, dijo ella. Eso al corazon habia de ser, dijo él que de placer y alegría muy despojado y desnudo está. ¿En qué manera? dijo ella. En que viniendo yo á esta tierra, dijo el Rey, con entera libertad, solamente temiendo las aventuras que de las armas ocurrir me podian, no sé en que forma, entrando en esta casa de estos vuestros señores, soy llagado de herida mortal: é si vos, buena doncella, alguna medicina para ella me procurásedes, de mí seríades muy bien galardonada. Cierto, Señor, dijo ella, por muy contenta me ternia en hacer servicio á tan alto hombre y tan buen caballero como vos, si supiese en qué. Si vos me prometeis, dijo el Rey, como leal doncella de lo no descubrir, sino es donde es razon, yo oslo diré. Decidlo sin recelo, dijo ella, que enteramente por mi guardado vos será. Pues, amiga señora, dijo él, digo os que en fuerte hora yo miré la gran hermosura de Elisena, vuestra señora, que atormentado de cuitas y congojas, soy hasta en punto de la muerte, en la cual, si al

gun remedio no hallo, no se podrá escusar. La doncella que el corazon de su señora enteramente en este caso sabia, (como ya arriba oistes) cuando esto oyó, fué muy alegre, y díjole: Mi señor, si vos me prometeis, como Rey, en todo guardar la verdad, á que mas que ningun otro que lo no sea, obligado sois, y como caballero que segun vuestra fama, por la sostener tantos afanes y peligros habrá pasado, de la tomar por mujer cuando tiempo fuere, yo la porné en parte, donde no solamente vustro corazon satis- ́ fecho sea; mas el suyo, que tanto por ventura mas que el vuestro en cuita y en dolor desa mesma llaga herido: Ꭹ si esto no se hace, ni vos la cobraréis, ni yo creeré ser vuestras palabras de leal y honesto amor salidas. El Rey que en su voluntad estaba ya imprimida la permision de Dios, para que de esto se siguiese lo que adelante oiréis, tomó la espada que cabe sí tenia, y poniendo la diestra mano en la cruz, dijo: Y yo juro en esta cruz y espada, con que la órden de caballería recibí, de hacer eso que vos doncella me pedís, cada que por vuestra señora Elisena demandado me fuere. Pues ahora holgad, dijo ella, que yo cumpliré lo que dije. Y partiéndose dél, se tornó á su señora ; y contándole lo que con el Rey concertara, muy grande alegría en su ánimo puso, y abrazándola, le dijo: Mi verdadera amiga, ¿cuando veré yo la hora que en mis brazos tenga aquel que por señor me habeis dado? Yo os diré, dijo ella: Ya sabeis, Señora, como aquella cámara en que el rey Perion está, tiene una puerta que á la huerta sale, por donde vuestro padre algunas veces se sale á recrear, que con las cortinas ahora cubierta está, de que yo la llave tengo : pues cuando el Rey de allí salga, yo la abriré, y siendo tan noche que los del palacio sosiegan, por allí podemos entrar sin que de ninguno sentidas seamos: y cuando sazon sea de salir, yo vos llamaré y tornaré á vuestra cama. Elisena, que esto oyó, fué atónita de placer que no pudo hablar, y tornando en sí, dijole: Mi amiga, en vos dejo toda mi hacienda; mas ¿cómo se hará lo que decís, que mi padre está

se

dentro en la cámara con el rey Perion, é si lo sintiese, ríamos todos en gran peligro? Eso, dijo la doncella, dejadme á mí, que yo lo remediaré. Con esto se partieron de su habla, y pasaron aquel dia los Reyes y la Reina y la infanta Elisena en su comer y cenar como ante; y cuando fué noche, Darioleta apartó el escudero del rey Perion, y díjole: Ay, amigo, decidme si sois hidalgo. Si soy, dijo él, y aun hijo de caballero; mas ¿ porqué lo preguntais? Yo os lo diré, dijo ella: porque queria saber de vos una cosa. Ruégoos, por la fe que á Dios debeis y al Rey vuestro señor me la digais. Por santa María, dijo él, toda cosa que yo supiere, vos diré con tal que no sea en daño de mi señor. Eso vos otorgo yo, dijo la doncella, ni os preguntaré en daño suyo, ni vos teníades razon de me lo decir; mas lo que yo quiero saber es que me digais cual es la doncella que vuestro Señor ama de extremado amor. Mi señor, dijo él, ama á todas en general; mas cierto no le conozco ninguna que él ame de la guisa que decís. En esto hablando, llegó el rey Garinter, donde ellos estaban hablando, y vió á Darioleta con el escudero, y llamándola la dijo: Tú, ¿qué tienes que hablar con el escudero del Rey? Por Dios, señor, yo os lo diré, él me llamó y me dijo que su señor ha por costumbre de dormir solo, y cierto que siente mucho empacho con vuestra compañía. El Rey se partió de ella, y fuese al rey Perion, y díjole: Mi señor, yo tengo muchas cosas de librar en mi hacienda, y levántome á la hora de los maitines, y por vos no dar enojo, tengo por bien que quedeis solo en la cámara. El rey Perion le dijo: Haced, señor, en ello como vos mas pluguiere. Así place á mí, dijo él. Entonces conoció él que la donceHa le dijera verdad y mandó á sus reposteros que luego sacasen su cama de la cámara del rey Perion. Cuando Darioleta vió que así en efecto viniera lo que deseaba, fuese á Elisena, su señora, y contóselo todo como pasara. Amiga señora, dijo ella ahora creo, pues, que Dios así lo endereza, que esto que al presente yerro pa

rece, adelante será algun gran servicio suyo : decidme lo que harémos; que la gran alegría que tengo me quita gran parte del juicio. Señora, dijo la doncella, hagamos esta noche lo que concertado está; que la puerta de la cámara, que os dije, yo la tengo abierta. Pues à vos dejo el cargo de me llegar, cuando tiempo fuere. Así estuvieron ellas hasta que todos se fueron á dormir.

CAPITULO II.

Como la infanta Elisena y su doncella Darioleta fueron á la cámara, donde el rey Perion estaba.

Como la gente fue sosegada, Darioleta se levantó, y tomó á Elisena así desnuda, como estaba, solamente en camisa y cubierta de un manto; salieron ambas á la huerta y la luna hacia clara. La doncella miró á su señora, y abriéndola el manto, católa el cuerpo, é díjola, riendo : Señora, en buena hora nasció el caballero que vos esta noche habrá ; y bien decia que esta era la mas hermosa de rostro y de cuerpo que entonces se sabia. Elisena se sonrió, é dijo: Así lo podeis por mí decir que nascí en buenaventura en ser llegada á tal caballero. Así llegaron á la puerta de la cámara: y como quiera que Elisena fuese á la cosa que en el mundo mas amaba, tremíale todo el cuerpo y la palabra que no podia hablar y como en la puerta tocaron para abrir, el rey Perion que así con la gran congoja que en su corazon tenia, como con la esperanza en que la doncella le puso, no habia podido dormir, y á aquella sazon ya cansado y del sueño vencido, adormecióse y soñaba que entraba en aquella cámara por una falsa puerta, y no sabia quien á él iba, y le metia las manos por los costados, y sacándole el corazon, le echaba en

un rio: y él decia ¿porqué hicistes tal crueza? No es nada de esto, decia él, que allá os queda otro corazon que yo os tomaré; aunque no será por mi voluntad. El Rey que gran cuita en sí sentia, despertó despavorido, y comenzóse á santiguar. A esta sazon habian ya las doncellas la puerta abierto, y entraban por ella; y como lo sintió, temióse de traicion por lo que soñara; y levantando la cabeza, vió por entre las cortinas abierta la puerta, de lo que él nada no sabia, y con la luna que por ella entraba, vió el bulto de las doncellas. Así que saltando de la cama, dó yacia, tomó su espada y escudo, y se fue contra aquella parte, dó visto las habia: y Darioleta, cuando así lo vido dijo: ¿Qué es eso, señor? Tirad vuestras armas, que contra nos poca defensa vos ternán. El Rey que la conoció, miró y víó á Elisena su muy amada; y echando la espada y su escudo en tierra, cubrióse de un manto que ante la cama tenia, con que algunas veces se levantaba, y fue á tomar á su señora entre los brazos, y ella le abrazó, como á aquel que mas que á si amaba. Darioleta le dijo: Quedad, señora, con ese caballero, que aunque vos como doncella hasta aquí de muchos vos defendistes, y él así mismo de muchas otras se defendió, no bastaron vuestras fuerzas, para os defender el uno del otro. Y Darioleta miró por la espada dó el Rey la habia arrojado, y tomóla en señal de la jura y promesa que le habia hecho en razon del casamiento de su señora, y salióse á la huerta. El rey quedó solo con su amiga, que á la lumbre de tres hachas que en la cámara ardian, la miraba, pareciéndole que toda la hermosura del mundo en ella era junta, teniéndose por bienaventurado en que Dios á tal estado le trujera: y así abrazados, se fueron á echar en el lecho, donde aquella, que tanto tiempo con tanta hermosura y juventud demandada de tantos príncipes y grandes hombres se habia defendido, quedando con libertad de doncella, en poco mas de un dia, cuando él su pensamiento mas de aquello apartado y desviado estaba, el amor rompiendo aquellas fuertes ataduras de su honesta y

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