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santa vida, se la hizo perder, quedando de allí adelante dueña. Por donde se da á entender que así como las mujeres apartando sus pensamientos de las mundanales cosas, despreciando la gran hermosura de que la natura las dotó; la fresca juventud que en mucho grado las acrecienta los vicios y deleites que con las sobradas riquezas de sus padres esperaban gozar, quieren por salvacion de sus ánimas ponerse en las casas pobres encerradas, ofreciendo con toda obediencia sus libres voluntades, á que sujectas de las agenas sean, viendo pasar su tiempo sin ninguna fama, ni gloria del mundo, como saben que sus hermanas y parientas lo gozan: así deben con mucho cuidado atapar las orejas y cerrar los ojos, escusándose de ver parientes y vecinos, recogiéndose en las devotas contemplaciones, en las oraciones santas, tomándolas por verdaderos deleites, así como lo son, porque con las hablas, con las vistas su santo propósito dañado no sea, así como lo fué el de esta hermosa infanta Elisena, que en cabo de tanto tiempo que guardar se quiso, en solo un momento, viendo la gran hermosura de aquel rey Perion, fue su propósito mudado: de tal forma que si no fuera por la discrecion de aquella doncella suya, que su honra con el matrimonio reparar quiso, en verdad ella de todo punto era determinada de caer en la peor y mas baja parte de su deshonra: así como otras muchas que en ese mundo contar se podrian, que por no se guardar de lo ya dicho, lo hicieron y adelante harán no lo mirando. Pues así estando estos dos amantes en su solaz, Elisena preguntó al rey Perion, si su partida seria breve, y él le dijo: ¿Porqué, mi buena señora, lo preguntais? Porque esta buena ventura, dijo ella, que en tanto gozo y descanso mis mortales deseos ha puesto, ya me amenaza con la gran tristeza y congoja que vuestra ausencia me porná á ser por ella mas cerca de la muerte que no de la vida. Oidas por él estas razones, dijo: No tengais temor deso, que aunque este mi cuerpo de vuestra presencia sea partido, el mi corazon junto con el vues

tro quedará, que á entrambos dará su esfuerzo ; á vos para sufrir, y á mí para cedo me tornar: que yendo sin él no hay otra fuerza tan dura que detenerme pueda. Darioleta que vió ser sazon de ir de allí, entró en la cámara y dijo: Señora, sé que otra vez os plugo conmigo mas que no agora; mas conviene que vos levanteis, y vayamos, que ya tiempo es. Elisena se levantó y el Rey la dijo: Yo me deterné aquí mas que no pensais, y esto será por vos, y ruego vos que no se os olvide este lugar. Ellas se fueror. á sus camas, y él quedó en su cama muy pagado de su amiga; pero espantado del sueño que ya oistes: y por él habia mas cuita de se ir á su tierra, donde habia á la sazon mu- | chos sabios que semejantes cosas sabian soltar y declarar, y aun él mesmo sabia algo, que cuando mas mozo aprendiera. En este vicio y placer estuvo allí el rey Perion diez dias, holgando todas las noches con aquella su muy amada amiga, en cabo de los cuales acordó, forzando su voluntad y las lágrimas de su señora (que no fueron pocas) de se partir.

Así despedido del rey Garinter y de la Reina, armado de todas armas, cuando quiso su espada ceñir, no la halló, y no osó preguntar por ella, como quiera que mucho se dolia, porque era muy buena y hermosa: esto hacia porque sus amores con Elisena descubiertos no fuesen, y por no dar enojo al rey Garinter; y mandó á su escudero que otra espada le buscase, y así armado, excepto las manos y la cabeza, encima de su caballo, no con otra compañía sino de un escudero, se puso en el camino derecho de su reino. Pero antes habló con Darioleta, diciéndole la gran cuita y soledad, en que á su amiga dejaba, y él le dijo: Ay, mi amiga, yo os la encomiendo como al mi propio corazon: y sacando de su dedo un muy hermoso anillo de dos que él traia, tal el uno como el otro, se lo dió, que le llevase y trajese por su amor. Así que Elisena quedó con mucha soledad y con grande dolor de su amigo, tanto que si no fuera por aquella doncella que la esforzaba mucho,

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á gran pena se pudiera sufrir; mas habiendo sus hablas con ella, algun descanso sentia. Pues así fueron pasando su tiempo, hasta que preñada se sintió, perdiendo el comer y el dormir y la su muy hermosa color. Allí fueron las cuitas y los dolores en mayor grado, y no sin causa, porque en aquella sazon era por ley establecido, que cualquiera mujer por de estado grande y señorío que fuese, si en adulterio se hallaba, no se podia en ningun guisa escusar de la muerte: y esta tan cruel y pésima costumbre duró hasta la venida del muy virtuoso rey Artur, que fue el mejor Rey de los que allí reinaron, y la revocó al tiempo que mató en batalla delante de las puertas de París á Floyan; pero muchos reyes reinaron entre él y el rey Lisnanto, que esta ley sostuvieron. Y como quiera que por aquellas palabras que el rey Perion en su espada prometiera, como se os ha dicho, ante Dios sin culpa fuese; no lo era empero ante el mundo, habiendo sido tan ocultas. Pues pensar de lo hacer saber á su amigo no podia ser; que como él tan mancebo fuese, y tan orgulloso de corazon que nunca tomaba holganza en ninguna parte, sino por ganar honra y fama que nunca su tiempo en otra cosa pasaba, sino en andar de unas partes á otras como caballero andante, así que por ninguna guisa ella remedio para su vida hallaba: no le pesando tanto, por perder la vista del mundo con la muerte, como la de aquel su muy amado Señor y verdadero amigo; mas aquel poderoso señor Dios, por permision del cual todo esto pasaba para su santo servicio, puso tal esfuerzo y discrecion en Darioleta, que ella bastó con su ayuda de todo lo reparar; como ahora oiréis. Habia en aquel palacio del rey Garinter una cámara apartada de bóveda sobre un rio que por allí pasaba, y tenia una puerta de hierro pequeña, por donde algunas veces al rio salian las doncellas á se holgar, y estaba yerma, que en ella no albergaba ninguno, la cual por consejo de Darioleta Elisena á su padre y madre para reparo de su mala disposicion y vida solitaria, que siem

pre procuraba tener demandó, y para rezar sus horas, sin que de ninguno estorbada fuese (salvo Darioleta, que sus dolencias sabia, que la sirviese y la acompañase) lo cual ligeramente por ellos le fue otorgado; y creyendo ser su intencion solamente reparar el cuerpo con mas salud y el alma con vida mas estrecha, y dieron la llave de la puerta pequeña á la doncella que la guardase, y que abriese, cuando su hija por allí se quisiese solazar. Pues aposentada Elisena allí, donde oís, con algo de mas descanso, por ser ve en tal lugar, que á su parecer ante allí que en otro alguno su peligro reparar podia; hubo consejo con su doncella que se haria de lo que pariese. ¿Qué, Señora? dijo ella: que padezca, porque vos seais libre. ¡Ay, santa María! dijo Elisena: ¿y cómo consentiré yo matar aquello que fue engendrado por la cosa del mundo que yo mas amo? No cureis deso, dijo la doncella, que si vos mataren, no dejara á ello. Aunque yo como culpada muera, dijo ella, no querrán que la criatura inocente padezca. Dejemos agora de hablar mas en ello, dijo la doncella; que gran locura seria que por salvar una cosa sin provecho, condenásemos á vos y á vuestro amado, que sin vos no podria vivir, y vos viviendo y él, otros hijos y hijas habréis, que el deseo deste vos harán perder. Como esta doncella muy sesuda fuese, y por la merced de Dios guiada, quiso antes de la priesa tener el remedio, y fue así desta guisa; que ella hubo cuatro tablas tan grandes, que así como arca una criatura con sus paños encerrar pudiese, y tanto larga como una espada, y hizo traer ciertas cosas para un betúmen, con que la pudiese juntar, sin que en ella ninguna agua entrase, y guardólo todo debajo de su cama, sin que Elisena lo sintiese: hasta que por su mano juntó las tablas con aquel recio betúmen, y la hizo tan igual y tan bien formada, como si la hiciera un inaestro. Entonces la mostró á Elisena y díjole: ¿Para qué v、; parece que fue esto hecho? No sé, dijo ella. Saberlo heis, dijo la doncella, cuando menester será; y ella dijo:

Молой

Poco daria por saber cosa que hace, ni se dice; que cerca estoy de perder mi bien y alegría. La doncella hubo gran duelo de así la ver, y viniéndole las lágrimas á los ojos, se le tiró delante, porque no la viese llorar. Pues no tardó mucho que á Elisena le vino el tiempo de parir: de que los dolores sintiendo, como cosa tan nueva y tan extraña para ella, en grande amargura su corazon era puesto, como aquella que le convenia no poder gemir, ni quejar; que su angustia con ello se doblaba. Mas en cabo de una pieza quiso el Señor poderoso que sin peligro suyo un hijo pariese: y tomándole la doncella en sus manos, vido que era hermoso, si ventura hobiese, mas no tardó de poner en ejecucion lo que convenia, segun de antes lo pensara, y envolvióle en muy ricos paños, y púsole cerca de su madre, y trajo allí el arca que ya oistes: y díjole Elisena : ¿Qué quereis hacer? Ponerlo aquí y lanzarlo en el rio, dijo ella, y por ventura guarecer podrá. La madre lo tenia en sus brazos, llorando fieramente y diciendo: Mi hijo pequeño, ¡ cuán grave es á mi la vuestra cuita! La doncella tomó tinta y pergamino, y hizo una carta que decia: «Este es Amadis sin tiempo, hijo de Rey; » y sin tiempo decia ella, porque creia que luego seria muerto: y este nombre era allí muy preciado, porque así se llamaba un Santo, á quien la doncella lo encomendó. Esta carta cubrió toda de cera, y puesta en una cuerda, se la puso al cuello del niño. Elisena tenia el anillo que el rey Perion le diera, cuando della se partió, y metiólo en la mesma cuerda de la cera: y así poniendo el niño dentro en el arca, le pusieron la espada del rey Perion, que la primera noche, que ella con él durmiera, la echó de la mano en el suelo, como ya oistes, y por la doncella fue guardada; y aunque el Rey la halló menos, nunca osó por ella preguntar, porque el rey Garinter no hubiese enojo con aquellos que en la cámara entraban. Esto asi hecho, puso la tabla encima tan junta y bien calefeteada que agua, ni otra cosa allí podia entrar: y tomándola en sus brazos, y abriendo la puerta,

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