Imágenes de páginas
PDF
EPUB

la puso en el rio y dejóla ir, y como el agua era grande y recia, presto la pasó á la mar, que media legua de alli estaba. A esta sazon el alba parecia, y acaeció una hermosa maravilla de aquellas que el Señor muy alto, cuando á él le place, suele hacer, que por la mar iba una barca, en que un caballero de Escocia iba con su mujer, que de la pequeña Bretaña llevaba parida de un hijo que se llamaba Gandalin, y el caballero habia nombre Gandales: y yendo á mas andar su via contra Escocia, siendo ya' mañana clara, vieron el arca que por el agua nadando iba: : y llamando cuatro marineros, les mandó que presto echasen un batel, y aquello le trajesen; lo cual prestamente se hizo: y como quiera que ya el arca muy lejos de la barca pasado habia. El caballero tomó el arca é tiró la cobertura, y vió el doncel que en sus brazos tomó y dijo: Este de algun lugar es, y esto decia él por los ricos paños y el anillo y la espada, que muy hermosa le pareció; y comenzó á maldecir la mujer que por miedo tal criatura tan cruelmente desamparado habia: y guardando aquellas cosas, rogó á su mujer que lo hiciese criar, la cual hizo darle teta de aquella ama que á Gandalin, su hijo, criaba, y tomóla con grande gana de mamar, de que el caballero y la dueña mucho alegres fueron. Pues así caminaron por la mar con buen tiempo, hasta que aportados fueron á una villa de Escocia que Antalia habia nombre, y de allí partiendo, llegaron á un castillo suyo de los buenos de aquella tierra, donde hizo criar el doncel, como si su hijo propio fuese: y así lo creian todos que lo fuese, que de los marineros no se pudo saber su hacienda porque en la barca, que era suya, á otras partes navegaron.

CAPITULO III.

Como el rey Perion se iba por el camino con su escudero con corazon mas acompañado de tristeza que de alegría.

á

Partido el rey Perion de la pequeña Bretaña, como ya se os contó, de mucha congoja era su ánimo atormentado; así por la gran soledad que de su amiga sentia, que la mucho de corazon amaba, como por el sueño que ya oistes que en tal sazon le sobreviniera. Pues llegado en su Reino, envió por todos sus ricos hombres, y mandó que consigo trajesen los mas sabidores que en sus tierras habia, para que aquel sueño le declarasen. Como sus vasallos de su venida supieron, así los llamados, como muchos de los otros, á él se vinieron con gran deseo de le ver, que de todos era muy amado, y muchas veces eran sus corazones atormentados, oyendo las grandes afrentas en armas, que él se ponia, temiéndolo de lo perder, y por esto deseaban todos tenerle consigo; mas no lo podian acabar que su fuerte corazon no era contento, sino cuando el cuerpo ponia en los grandes peligros. El Rey habló con ellos en el estado del reino y en las otras cosas que á su hacienda cumplian; pero siempre con triste semblante, de que á ellos gran pesar redundaba : y despachados los negocios, mandó que á sus tierras se volviesen, é hizo quedar consigo tres de los que supo que mas sabian en aquello que él deseaba: tomándolos consigo se fue á su capilla, y allí en la hostia sagrada les hizo jurar que en lo que él les preguntase verdad le dijesen, no temiendo ninguna cosa, por grave que se les mostrase. Esto hecho, mandó salir fuera al capellan, y él quedó solo con ellos. Entonces les contó el sueño, como es ya devisado, é dijo que le soltasen lo

que de ello podia ocurrir. El uno de estos, que Ungan el Picardo habia nombre, que era el que mas sabia, dijo: Señor, los sueños es cosa vana, y por tal deben ser tenidos; pero, pues vos place que en algo este vuestro tenido sea, dadnos plazo, en que lo ver podamos. Así sea, dijo el Rey, y tomad doce dias para ello: y mandólos apartar que no se hablasen, ni viesen en aquel plazo.

Ellos echaron sus juicios y firmezas, cada uno como mejor supo: y llegado el tiempo, viniéronse para el Rey; el cual tomó al uno, llamado Alberto de Campania, é dijole: Ya sabeis lo que me jurastes, agora decid. Pues vengan los otros, dijo él, y delante dellos lo diré. Vengan, dijo el Rey, é hízolos llamar. Pues siendo así todos juntos, aquel dijo: Señor, yo te diré lo que entiendo. A mí me parece que la cámara que era bien cerrada, y que lo que viste por la menor puerta della entrar, significa estar tu reino cercado y guardado, y que por alguna parte del te entrará alguno, para te algo tomar, y así como la mano te metia por los costados, y sacaba el corazon, y lo echaba en un rio, asi te tomará villa ó castillo, y lo porná en poder de quien haber no lo podrás. ¿Y el otro corazon, dijo el Rey, que me decia que me quedaba, y me lo haria perder sin su grado? Eso, dijo el maestro, parece que otro entrará en tu lierra á te tomar lo semejante mas constreñido por fuerza de alguno que se lo mande que de su voluntad; y en este caso, Señor, no se qué mas vos diga. El Rey mandó al otro, que Antales habia nombre, que dijese lo que hallaba. El otorgó en todo lo que el otro había dicho, sino tanto que mis suertes me muestran que es ya hecho, y por aquel que te mas ama, y esto me hace maravillar, porque aun ahora no es perdido nada de tu reino; y si lo fuere no seria por persona que te mucho amase. Oido esto por el Rey, sonrióse un poco, que le pareció que no habia dicho nada. Mas Ungan el Picardo, que mucho mas que ellos sabia, bajó la cabeza, y rióse mas de corazon; aunque lo hacia pocas veces, que de

su natural era hombre esquivo y triste. El Rey miró en ello, y díjole: Ahora, maestro, decid lo que supiéredes. Señor, dijo él, por ventura yo ví cosas que no es menester de las manifestar, sino á tí solo. Pues sálganse todos fuera, dijo él; y cerrando las puertas, quedaron ambos. El maestro dijo. Sabe, Rey, que de lo que yo me reia, fué de aquellas palabras que en poco tuviste, que dijo que ya era hecho por aquel que te mas amaba. Ahora te quiero decir aquello que mas encubierto tienes y piensas que ninguno lo sabe. Tú amas en tal lugar, donde ya la voluntad eumpliste, y la que amas es maravillosamente hermosa, é díjole todas las facciones della, como si delante la tuviera. Y de la cámara en que os veíades encerrado esto claro sabeis: : y como ella queriendo quitar de vuestro corazon y del suyo aquellas cuitas y congojas, quiso sin vuestra sabiduría entrar por la puerta de que no te catabas, y las manos que á los costados metia, es el juntamiento de ambos ; y el corazon que sacaba, significa hijo ó hija que de vos habrá. Pues, maestro, dijo el Rey, ¿ que es lo que muestra lo que echaba en un rio. Eso, Señor, dijo él, no lo quieras saber, que no te tiene pró alguna. Todavía, dijo él, me lo decid y no temais. Pues que así te place, dijo Ungan, quiero de ti fianza que por cosa que aquí diga, no habrás saña de aquella que tanto te ama en ninguna sazon. Yo lo prometo, dijo el Rey. Pues sabe, dijo él, que lo que en el rio viades lanzar, es que será allí echado el hijo que de vos hobiere. ¿Y el otro corazon, dijo el Rey, que me queda, qué será? Bien debes entender, dijo el maestro, lo uno por lo otro, que es que habréis otro hijo, y por alguna guisa lo perderéis contra la voluntad de aquella que ahora vos hará el primero perder. Grandes cosas me habeis dicho, dijo el Rey, y á Dios plega por la su merced que lo postrimero de los hijos no salga tan verdadero, como lo que de la dueña, que yo amo, me dijistes. Las cosas ordenadas y permitidas de Dios, dijo el maestro, no las puede ninguno estorbar, ni saber en que pararán ; y por esto los

hombres no se deben contristar, ni alegrar con ellas, porque muchas veces, así lo malo, como lo bueno, que dellas á su parecer ocurrirles puede, sucede de otra forma que ellos esperaban. Y tú, noble Rey, perdiendo de tu memoria todo esto, que aquí con tanta aficion has querido saber, recoge en ella de siempre rogar á Dios que en esto y en todo lo al haga lo que su santo servicio sea, porque aquello sin duda es lo mejor. El rey Perion quedó muy satisfecho de lo que deseaba saber, y mucho mas deste consejo de Ungan el Picardo, y siempre cabe sí lo tuvo, haciéndole mucho bien y merced. Y saliendo al palacio, halló una doncella mas guarnida de atavíos que hermosa, é dijole: Sabe rey Perion, que cuando tu pérdida cobrares, perderá el señorío de Irlanda su flor, y fuése que no la pudo detener. Así quedó el Rey pensando en esto y otras cosas. El autor deja de hablar desto, y torna al doncel que Gandales criaba, el cual el Doncel del mar llamaba, que asi le pusieron nombre, y criábase con mucho cuidado de aquel caballero don Gandales y de su mujer; y hacíase tan hermoso, que todos los que lo veian, se maravillaban. Y un dia cabalgó Gandales armado, que en gran manera era buen caballero y muy esforzado, y siempre se acompañaba con el rey Languines en el tiempo que las armas seguian; y aunque el Rey de seguir las dejase, no lo hizo él así, antes las usaba mucho, y yendo así armado, como vos digo, halló una doncella que le dijo: Ay, Gandales, si supiesen muchos altos hombres lo que yo ahora, cortante hian la cabeza. ¿Porqué ? dijo él. Porque tú guardas la su muerte, dijo ella.(Y sabed que esta era la doncella que dijo al rey Perion que cuando fuese su pérdida cobrada, perderia el señorío de Irlanda su flor. Gandales, que no lo entendia, dijo: Doncella, por Dios os ruego que me digais qué es eso. No te lo diré, dijo ella, mas todavía así averná : y partiéndose dél, se fue su via. Gandales quedó cuidando en lo que le dijera, y á cabo de una pieza vióla tornar muy aina en su palafren, diciendo á grandes voces:

« AnteriorContinuar »